Superado 1965, surgieron nuevas Confiterías en Gualeguaychú.
Un NOCTURNO en Caseros y 25 de Mayo, "frente a lo Bozzano"; casi simultáneamente PREMIR en Montevideo entre 25 y San Martín; la confitería bailable TIL TIL en 3 de Caballería y Pellegrini; MI TÍO ARCHIBALDO.
La París ya no estaba sola cuando expiraban los '60.
"En 1969. Unos empresarios de Concepción del Uruguay compraron la París y la transformaron en BANG, UN TIRO EN LA NOCHE: con más baile, más música y menos luces. En 1971 el comercio fue adquirido por Alberto Bahillo, que retomó el espíritu de la París con cien mesas y cuatrocientas sillas en la calle. Ver todo eso, con seis mozos trabajando, era un espectáculo... Los hermanos Robles, Marcelo Lezcano, Blanco, Chiviztky y yo...
Los domingos se dedicaban exclusivamente al tango, con orquestas locales.
También allí, entre los compases, nacían romances, por supuesto. Bahillo sumó un patio comedor, con entrada tanto por 25 de Mayo como por San Martín, y ofrecía el sabrosísimo pollo al galeto...
Después Bahillo vendió el comercio. Los nuevos dueños instalaron un Bowling por primera vez en Gualeguaychú, lo que causó sensación. Los partidos se extendían hasta la madrugada y las cuatro canchas de la diversión no eran suficientes.
Pasaron los tiempos, los dueños y los nombres. El fantasma fascinante de la París siguió rondando siempre... ¿Quién podría olvidarla? ¿Quién podría borrarla de su memoria, cuando los años demostrarían que la París no tendría reemplazo?
Ya le digo, esos fueron los mejores años de mi vida, y un tiempo muy lindo también para Gualeguaychú. Y en lo personal, le digo que en tantos años como mozo, aprendí a conocer a la gente. Si usted llegaba y me pedía un Reserva San Juan, yo sabía quién era usted. Y si me pedía jerez, lo mismo... En tantos años, llegué a conocer a las personas por lo que pedían.
-¿Cuál es el secreto para ser mozo?
El secreto de un mozo es sonreír. Esa es la base del oficio. Ser agradable. Ser atento. Decir "Cómo no, con mucho gusto!. Así me hice. Me formé solo; nadie nos enseño ni a acomodar las mesas... Uno se hace conversador. El oficio le enseña a conversar para que usted como cliente se sienta cómodo, se sienta atendido y se sienta importante... Así, las anécdotas sumarían miles. No son sino historias que unen la vida comercial y social de la ciudad y marcan los cambios de los tiempos.
Atrás quedó esa época de propinas, bandejas y romances; la elegancia y la gentileza. Algunos saludables murmullos se precipitaron -diría Chesterton- hacía un repentino silencio.
Roldán pasó una buena parte de su vida en ese ambiente de familias, amigos, novios y encuentro social. Receptor de bohemios tristes -los que caen en la soledad- o míticos -los que eligen las cautivantes penumbras de ese pozo-, el hombre ata sus mejores recuerdos a esos lugares donde siempre sobrevuelan los duendes obstinados.
Recuerdos que quedaron atrapados en esa bandeja que cruzaba entre las mesas... Nostalgias que regresan precisas, acaso como ese cliente puntual que siempre se sentaba en el mismo lugar.