Cuaderno Nº 91

Índice Temático


GUALEGUAYCHÚ, Domingo 7 de Julio de 1996CVADERNOS DE GUALEGUAYCHÚ Nº 91
SENTATE EN MI RODILLA, DEJAME QUE TE CUENTE… (Fabián Magnotta)-  El tren de la producción- Pelotas y muñecas de trapo- Tender las camas…  hacer los mandados- Esto es cosa de mayores- El tuteo, una transgresión- Honesto y trabajador- Realmente ¿Cuánto han cambiado los tiempos?... DÓNDE QUEDÓ EL CIELO  (Carlos y Peteco Carabajal) JUAN CORNAGLIA, UN FAVORITO EN LOS AÑOS ’50LOS INOLVIDABLES MEMBRETES… LOS HABITANTES DE LA MANSIÓN IV (Edición Impresa)- Entre Letras y Pinturas (Carlos María Castiglione)-  Platería, un culto universal – Motivos decorativos del siglo XVII- (Aurelio Gómez Hernández)

SENTATE EN MI RODILLA, DÉJAME QUE TE CUENTE…

Fabián Magnotta


CVADERNOS tuvo acceso a una singular encuesta realizada por alumnos de una escuela de Gualeguaychú. 

El "juego" educativo consistió en que sesenta chicos preguntaran a sus abuelos cómo era la vida cuando ellos eran niños, hace más de cincuenta años. 

La lectura de las respuestas permitió armar, mágicamente, las piezas del rompecabezas social, y acceder por una ventana secreta a muchos hogares de las primeas décadas del siglo XX.



EL TREN DE LA PRODUCCIÓN 

A los abuelos preguntaron: ¿A qué se dedicaban sus padres?, ¿Cómo se divertían los niños?. ¿Colaboraban en las tareas de la casa?, ¿Había reuniones familiares y sociales?, ¿Cómo eran las relaciones entre padres e hijos?, ¿qué valores se inculcaban? 

Según se desprende de las respuestas,  en la mayoría de las casas habitaban abuelos, padres e hijos. Entre las madres, la mayoría era ama de casa; de 60 casos, sólo dos trabajaban fuera. Su función era mantener el hogar en condiciones, cocinar, cuidar a los niños, lavar la ropa, amasar el pan, amasar los fideos. La preparación de los alimentos era verdaderamente casera. 

Los hombres trabajaban de albañiles, jornaleros y en no pocos casos, en tareas ligadas al campo. La oferta laboral llegaba de: el frigorífico, el puerto, el ferrocarril, el campo. El tren de la producción pasaba por allí. 

Por otra parte, se encontraban familias que directamente vivían en el campo. Resulta muy difícil hallar hoy en una escuela del centro de la ciudad chicos cuyas familias habiten en la zona rural.

PELOTAS Y MUÑECAS DE TRAPO 

Otra pregunta más atractiva recorrería como un pájaro esa maravilla que es la memoria de los mayores. 

- Abuelo, ¿a qué jugabas cuando eras chico? 

- Mirá teníamos muchos juegos: la pelota, el trompo, la bolita, el barquito, la escondida,  remontar barriletes, el  ta-te-ti,  la payanca... la honda... 

- Abuela, ¿a qué jugabas cuando eras chica? 

- Había varias formas de entretenerse, aunque no tantas como ahora. Las salidas podían ser a la plaza o al cine. Jugábamos con las muñecas de trapo, a la ronda de la batata, a la ronda de San Miguel, a la rayuela, a saltar  la cuerda… 

Se observa la imaginación, la inventiva, como base de los juegos y la existencia de juguetes simples. Casi todos eran fabricados por los mismos niños, tal vez con ayuda de los adultos: pelotas y muñecas de trapo;  carros, camiones y caballitos de madera.

TENDER LAS CAMAS… HACER LOS MANDADOS 

En lo que hace a la colaboración que  prestaban en la casa, las tareas eran repartidas. 

Las nenas ayudaban en la casa, tendían las camas, barrían, baldeaban, ponían la mesa y aprendían a tejer, a coser, a bordar. Si se tiene en cuenta que la idea en general para las mujeres era que debían pasar el tiempo en el mundo del hogar, con el aprendizaje de las tareas domésticas estaban preparándose para la vida. 

Los varones, por su parte, hacían los mandados y ayudaban en tareas que requerían fuerza. 

Los niños que vivían en el campo tenían otras obligaciones y otras diversiones. Andar a caballo, nadar en el arroyo, cazar perdices, eran las compensaciones para quien llevaba el maíz a las gallinas, juntaba los huevos o entraba los terneros al corral.

ESTO ES COSA DE MAYORES 

Con respecto a las reuniones sociales, se desprende de las respuestas que no eran tantas como las familiares y las vecinales. 

En tal sentido, existían fechas clave para reunirse y celebrar: Navidad, Fin de Año, algún domingo,  los cumpleaños... y  las fechas patrias. 

Los encuentros usualmente terminaban con el juego de la lotería o de las cartas. Los adultos se entretenían totalmente separados de los chicos. Y las mujeres de los hombres. Era como si se formaran tres grandes grupos: hombres, mujeres y niños. 

Había menos lugares para ir y más tiempo para disfrutar, coinciden los abuelos.

EL TUTEO, UNA TRANSGRESIÓN 

- ¿Qué caracterizaba las relaciones entre padres e hijos? 

Los menores guardaban hacia los mayores un respeto cercano al temor. Las órdenes no se discutían y el espacio para el diálogo era limitado. 

La mayoría de los abuelos encuestados hizo hincapié en una palabra: respeto. Al punto que en esos tiempos no extrañaba a nadie que los hijos no tutearan a los padres. En algunos hogares, tratar “de che” al padre significaba poco menos que una seria transgresión. 

En ese marco, no resulta, difícil deducir que había poco margen para la desobediencia. 

Había mucho respeto, y las órdenes no se cuestionaban”, sintetiza una abuela.

HONESTO Y TRABAJADOR 

A los niños se les inculcaba, básicamente, valores morales. Si se analizan las respuestas, se encuentra una coincidencia en palabras como honestidad, respeto y trabajo. 

Ser una persona respetuosa, honrada y trabajadora era el objetivo que se inculcaba para la larga aventura de la vida que nacía. 

En este punto, cabe preguntarse si no fue cambiando el mundo a partir de una suerte de desplazamiento de aquellos valores que se repetían sin cesar entre las paredes de la casa, esa escuela que no puede fallar. 

Casualmente o no tanto, hasta los años ‘80 en la Argentina los candidatos políticos se presentaban con un slogan de dos palabras: “honesto y trabajador”. Así, en términos generales, eran las cosas más de medio siglo atrás. 

Sin televisión, sin tantos cuestionamientos, con planchas a carbón. No existía la birome. En ese contexto, por ejemplo, el rulero significaría una revolución-y un alivio para los sábados de las chicas. 

Para quienes peinan algunas canas, seguramente tantos recuerdos traen de la mano aquello de Tejada Gómez: “Demórate aquí, en la luz mayor de este mediodía, donde encontrarás el pan al sol y la mesa tendida”

Había más tiempo y la vida no corría, transitaba. Las sociedades aún no habían enloquecido tras la búsqueda del confort. La mujer no trabajaba fuera de su casa y ocupaba, indiscutiblemente, un segundo plano social. 

Si aquello era mejor o peor, merecería un extenso análisis. Cierto es que cada época guarda su encanto y algunas bellas costumbres sin reemplazo. 

Que el tiempo -un niño que juega, diría Heráclito- siga correteando traviesamente, vaya y vuelva en una rayuela sin almanaques, como un trompo loco, como una ronda que no termina más, como esa cuerda que castiga dulcemente y agiganta la belleza casera del patio. La única condición es la que puso “Trapito” que no nos roben la ilusión. 

Para los mayores, lógicamente, el asunto no merece discusión: “Seguro que aquellos tiempos eran mejores m'hijo, déjeme que le cuente cuando la nona hacia el pan, cuando el abuelo volvía del puerto, cuando nos pasábamos las tardes armando los caballitos de palo…” 

Es que el sueño de volar se tornaba posible en ese Superman que se trepaba a la cima del árbol y en ese barrilete que rozaba el cielo.

Dónde estarán

los zapatos aquellos

que tuve

y anduve con ellos. 

Dónde estarán

mi cuchillo y mi honda.

El muchacho que fui,

que responda.

 

Alfredo Zitarrosa

REALMENTE, ¿CUÁNTO HAN CAMBIADO  LOS TIEMPOS? 

Desde que a los románticos les arrebataron el secreto y el  encanto de la luna -cuando el hombre pudo pisarla-, muchas cosas se modificaron. Acaso se hayan enterrado en esos cráteres millones de fantasías de una larga época; quizás se hayan sepultado allí los más bellos misterios. 

Adelantos tecnológicos como la televisión, el incremento en el ritmo de las sociedades, la mudanza del campo a la ciudad, hicieron también su importante aporte. 

Paralelamente, la mujer ganó protagonismo social, el confort disputó su espacio en cada hogar, y el marketing –ese sofisticado cálculo matemático-probablemente haya marcado un preocupante retroceso espiritual. 

También la inocencia fue perdiendo terreno. ¿Qué espacio para el candor se reservaría?  De allí que también cambiaron los juguetes y los juegos. Todo se modificó a la luz de las variaciones ligeramente mencionadas, Y, como suele decir Pipo Pescador, hoy está lleno de juguetes pero casi no hay juegos. 

Por ahí sirven estas consideraciones -nostálgicas e irremediables- para dar el centro a una nota que tiene que ver con los recuerdos y con el futuro. 

Este artículo, en realidad, es fruto de un trabajo ajeno. Sucedió que una docente de Tercer Ciclo, Segundo año C y D de la Escuela Nª 1 GUILLERMO RAWSON  propuso a sus alumnos que investigaran sobre la infancia de sus abuelos. 

Unos sesenta alumnos formularon los interrogantes y anotaron pacientemente las respuestas. Cada una tenía  un par de renglones, pero a los niños  seguramente les quedó mucho más. 

Las felices coincidencias serían el nexo invisible e indivisible entre cada trabajo. 

Dos asombros ganaron la experiencia: el asombro de los niños cuando escucharon las historias y el asombro de la docente cuando comprendió el entusiasmo que la propuesta había despertado. 

- Bueno chicos, tenemos que pasar a otro tema... insistiría la maestra  al observar que sus alumnos por unos días no querían hablar de otra cosa. 

Es que esa fue una actividad didáctica simple y maravillosa: saber qué hacían sus abuelos en la niñez, como eran las costumbres, a qué jugaban apenas medio siglo atrás. Las diferencias que descubrieron fueron inmensas. 

DONDE QUEDO EL CIELO 


Dónde ha quedado el cielo

de aquella infancia,

cielo de barriletes

que se llevaba

quién sabe qué ilusiones

y qué esperanzas.

 

Hoy los tiempos son otros,

sufre la tierra;

por un trompo les cambian

armas de guerra.

 

Deben jugar los niños

sueños tan bellos

en vez que un aparato

juegue por ellos.

Que el mundo pertenece

tan sólo a ellos.

 

Dónde ha quedado el tiempo

de la inocencia.

La mezquindad del hombre

la desintegra.

Y los juegos de ronda

ya no se encuentran.

 

Caballito de palo,

cine en domingo,

Chaplin y Luis Sandrini

adentro mío,

dibujaban sonrisas

en los domingos.

 

Canción de Carlos y Peteco Carabajal

Ilustración: M. Martínez Parma

JUAN CORNAGLIA, UN FAVORITO EN LOS AÑOS ‘50 


En 1950, la novela La Mano del Tiempo de JUAN CORNAGLIA,  fue consagrada por el Consejo del Escritor como la mejor del año. En el diario Noticias Gráficas, el escritor Manuel Agromayor, al analizar críticamente la novela, dice: “Para nuestros lectores, que conocen desde hace tiempo la prosa ardiente y nerviosa con que Juan Cornaglia evoca en las columnas de este diario los paisajes y las criaturas de la tierra nuestra, La mano del tiempo trae de nuevo las promesas viriles y cumplidas de un apretón de manos familiar y amistoso...” 

En la redacción de CVADERNOS comentábamos, precisamente, que en Gualeguaychú nuestra gente mayor lo tenía a Juan Cornaglia como a uno de sus “escribidores” favoritos. Sus brochazos lograban una suerte de complacencia total. Se sacaban copias para regalar a las amistades; tan luminosos como acertados resultaban esos nobles pincelazos. 

Aquí compartimos:

DOMADOR 

Dos cosas: él y el potro. Nada más. 

Campo abierto y baguales para amansar. 

Galleta, mate y churrasco. No hace falta más para tanta garra. 

Ni llora miseria ni necesita que lo amadrinen. 

Fuerza dentro de los brazos y rapidez fantástica en el mirar, pensar y accionar. Un rayo. Como gato se desliza. Y se prende. Metido sobre el chúcaro uno ya no sabe en qué termina la estampa curtida y recia; si en lo suyo o en las carnes del que monta. Si en sus nervios de acero o en los rebotes del que horqueta. Prendidito al trance es un solo amasijo elástico y listo. Para las que vengan. Ciclón dentro del entrevero y uno sabe que no es más que un hombre. 

De muchacho agarra el oficio. Cuarentón lo larga. 

Linda faena la suya: amansa brutos para que sirvan. Enseña. Y con paciencia de santo o rigor de mando. Entero siempre. Hasta cuando la caña lo hurga un poco. O mucho. 

Uno lo busca y no aclara qué admirarle más; si lo parco que es en gestos y palabras o lo cauto que se muestra en su sobriedad de fuerte. Es hombre que juega con la muerte a pecho lleno. No le hace asco ni al bellaco ni al resabiado. Lo mismo da. 

Voz de mando. O de caricia. Para el que elija o el que le echen. Lo mismo es una que juna. 

Lazo, bozal y bocao. Caronas, bastos y pellón. 

Hoy aquí mañana allá o, para siempre, pegado al establecimiento de campo que cría ariscos para que con ellos se floree. Y el peligro acosando desde todos los rumbos y desde que tusa hasta que agarra a freno o desvasa. 

Juega con brasas. Porfía con la suerte. Provoca la muerte. Y no le llega ni por carambola. Paradito está en cuantas lo hurguen. Nació para saltar en pelo o para hacerse sentir. Y ni lo adivina siquiera. Ni lo sueña. Sólo le basta con saber que nadie pueda decir jamás. “No es para que lo ensillen”

A fuerza de montar corcovos y de serenar bellaqueadas ha ido arqueando las piernas hasta hacernos creer que así nacieron de amoldadas para ajustarse como tenazas desde las bajeras del chúcaro. 

Tranquea balanceando los hombros. No se encuentra montando manso. 

Manos como palenque. Firmes. Bárbaras. Y sin embargo capaces de volverse alas en la palmeada suave. Al pedir la mano, al buscar las crines, las orejas, el anca, el encuentro. En esa ternura linda de aquerenciar los dedos dentro de la caricia que al fin recibe calor de pluma con la entrega tibia, íntegra del bruto que ayer bufaba en cuanto le veía el bulto. 

¡Vaya conociendo gente, eh! Y ya estará hurgándole la verija. O volcándole una palmada como planazo. 

Este titán plasmado a lo hombre saborea la gracia estupenda del peligro junto a cada nuevo que enlaza. Y ni habrá peinado siquiera con la lonja al aire que uno creería que le bajan furias para domar. Y no hay tal; si todito lo hace cual si no hiciese nada. Sin moverse. Pero sin aflojar ni un chiquito. Desde el vamos.”

INVESTIGACIÓN Y TEXTOS. Nati SarrotCarpetas de Andrea SAMEGHINIJEFE DE REDACCIÓN: Marco Aurelio RODRIGUEZ OTEROREDACTOR INVITADO: Fabián MAGNOTTACOLUMNISTAS: Carlos M. CASTIGLIONEAurelio GOMEZ HERNANDEZ
Digitalización: Museo "Casa de Haedo" :  Natalia Derudi - Danilo Praderio - Pilar Piana - Marianela Muñoz.Edición y OCR del texto: Patricio Alvarez DaneriTRANSCRIPCIÓN Y ACTUALIZACIÓN Silvia RAZZETTO DE BROGGI – Junio 2021- DISEÑO Y DESARROLLO WEB: PATRICIO ALVAREZ DANERI
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