Acompañados por el recordado profesor Bartolomé “Chato» Luciano y otros docentes, los chicos se reunían diariamente en el sótano del colegio a preparar el tema indicado.
Cuando eran convocados, concurrían a participar, dejando atrás la emocionada despedida y las dos balsas sobre el río Paraná en un viaje que siempre resultaba largo.
Con la incorporación de algunos compañeros “colados”, que no eran los mejores promedios pero si los mas divertidos, se alojaban en el City Hotel.
Buenos Aires se asomaba para ellos como una joven deslumbrante, de labios pintados y vestido multicolor.
De la misma forma, el estudio del ya histórico Canal 7 se presentaba ante sus ojos con una mezcla de encanto y misterio.
Esos personajes que se veían tan lejanos en el living de la casa, estaban allí; ese estudio que parecía tan distante, se encontraba al alcance de la mano; esas cámaras que enfocaban conductores y actores destacados, se detenían ahora en un puñado de rostros chiquilines.
En Gualeguaychú, la presentación de los alumnos del Nacional en “La Justa del Saber” constituía todo un acontecimiento. Ellos eran, como suele decirse en el boxeo, el “crédito” de un pueblo. Las familias se reunían para hacer fuerza a la distancia por esos jóvenes de saco azul, bien peinados, que llegaban nítidos y en blanco y negro.
En el programa, entre nervios y temores, ellos desplegaban lo que habían aprendido aquellas largas tardes en el sótano, mientras comprobaban cómo se derrumbaba el misterio al descubrir que efectivamente un ayudante de la producción del programa dirigía, fuera del alcance de la cámara, los aplausos de la tribuna. La vida –que inevitablemente enseña- suele traer algunos desencantos no tan graves, cuando el velo se descorre.