Honorable y consecuente amigo de Gualeguaychú. Uruguayo: había nacido en 1891 en Montevideo y en esa ciudad falleció en 1957. Poeta de elevado vuelo, autor de El Matrero, drama que Felipe Boero llevó a la ópera y Orestes Caviglia dirigió en cine. En los años ’30 era el poeta, dramaturgo y narrador rioplatense ponderado por las excelencias de las figuras literarias presentes en su obra.
En un pasaje de su libro de cuentos gauchescos Bichito de Luz describe:
(…) Don Salustiano Pereda entró con la baraja; miró el platillo y volvió a salir. Él no es jugador, y hasta ignora que en su casa se juegue por otro interés que el de matar el tiempo. Es comerciante. Se ocupa de vender cirios, amuletos e imágenes. Está lleno de votos y de buenas intenciones. Hay en su casa mazorcas de plata contra las secas y piernas de níquel para las rodadas.
Fundador de Ñandú Culeco, hombre a la antigua, creyente, temeroso de Dios, conoce a sus vecinos y a su pueblo. Sabe que éste es aburrido y aquéllos, tentados. Por eso los sábados de noche reúne en su trastienda a la mozada. Le presta un naipe para que se divierta. Mandó hacer latas con sus iniciales. Y puso, no una coima, sino un cepillo, porque don Salustiano no tiene fortuna y alguien ha de costear la grasa pa’el candil.
El tape Jiménez baraja de nuevo. Por la rendija de la puerta un milico asoma la cabeza para verlo trabajar con el naipe. El tallador es un criollo de manos chicas y ojos grandes. Su rostro parece tallado a cuchillo en ñandubay. Es inexpresivo, inmóvil, turbio, cara de indio o de pito. No dicen nada ni los ojos, ni el entrecejo, ni los labios finos. Siempre está mudo. Juega, al parecer, lo ajeno. Nació para curandero, alcalde o jugador. Relancea, baraja, mezcla, abre el abanico de las cartas, lo cierra suavemente. El librillo, dócil, manoseado, se ablanda y obedece (…)