Eras puro cristal y porcelana;
eras seda y encaje y oro fino.
En tu verde mirar, casi felino,
sonreía la luz de la mañana.
Iluminaste la reunión galana
donde te hallo mi sueño peregrino,
y desde entonces fuiste mi destino,
dando a mi vida la pasión temprana.
Así fue nuestro amor de primavera:
marchitado en los soles del estío,
se lo llevó la vida, que no espera,
Como a las flores se las lleva el río,
pero vuelves a ser verso y quimera
por el milagro del recuerdo mío.
ANTONIO ROMERO FRAVEGA
("Canto Menor", Gchú. 1969 ver CVADERNOS N° 54)