Durante mucho tiempo, europeos trajeron a América, esclavos negros. A mediados del siglo XVIII con el objetivo de "fijarlos a la tierra", introdujeron mujeres negras.
Solía premiarse la eficiencia de un esclavo comprando una esclava. Consideraban que la mujer negra era tan fuerte y tan capaz de trabajar, como el varón. También se pensaba, que sufría menos los dolores de parto y las enfermedades que la mujer blanca.
En Buenos Aires, se destinaron al trabajo doméstico. En breve lapso, superaron a los hombres en número y en precio. Lavanderas, planchadoras, modistas, cocineras, sirvientas, amas de cría son negras. El valor de cada una varía según la edad, el estado físico, las habilidades que posee. El precio no depende de lo pesado o llevadero de su trabajo. Si "la pieza" está embarazada, se compra muy barata, porque se calcula el riesgo de muerte por parto.
Por orden del Alcalde Mayor de Gualeguaychú, don Juan González de Cossio, el Facultativo don José Perin observa a María Joaquina. El 3 de febrero de 1835, el profesional concluye que "su estado exige curación formal. Dudoso es el que consiga, aún después de ésta, su salud completa.
En lo presente no se puede exigir de ella más que un trabajo liviano y no asiduo. (1)
Luego, los vecinos Facundo Nadal y José Antonio Haedo resuelven que "visto el informe del facultativo José Perin, la hemos tasado en doscientos pesos moneda metálica por creer que esto es el verdadero valor de la citada esclava" (1)
El 28 de febrero el señor Alcalde preside el remate. Victorio Doello ofrece ciento treinta y tres pesos. José Benítez, ciento treinta y cinco. Leoncio Martínez, ciento treinta y seis. Finalmente por ciento treinta y ocho pesos la compra Victorio Doello en nombre de su padre, don Andrés Doello. Se labra Acta correspondiente.