Gualeguaychú: Para echar raíces
Convocado por David Angelini para trabajar en la obra civil del Frigorífico Gualeguaychú S.A., Bonini deja Pehuajó y con su Albina se radican en esta ciudad, donde nacieron sus hijos y donde, a poco andar, se dedicó de lleno a trabajar en la venta de fruta y verdura a porta dicasa". Comenzó allí una historia preñada de esfuerzos físicos notables, de incrustación de una fuerte personalidad a puro gringo, en la forma de ser de una ciudad provinciana, que, realmente, le supo tender la mano para fecundar una especie de convención de marchante indócil con "la idioma", por una parte, y, por la otra, cada patrona del zaguán de turno regalando sonrisas por oír tanta verborragia cocolicheada. Decía don Miguel, como si tal, "costanegra" (por Costanera)... "sono un gaúcho comparadito", cuando le observaron la flor calzada, en la oreja.
Trabajando fuerte, prendido a las varas de su carrito verdulero tan completo y tan pesado por cierto, cantando a toda voz por las calles aquel tango de Donato y Mario (éxito de Azucena Maizani) "SE VA LA VIDA, SE VA E NON VOLVE..."
Nos acota su hija, la señora de Luna: - Pobre Papi, con su negocio ambulante, empujando el pesado vehículo sobre las desparejas calles adoquinadas, cantando siempre con voz de tenorino italiano la estrofa del tango aquel: "Se va la vida, se va e non volve!..." o también, casi gritando, la cantarina "Dove está Zazá, madona mía"; silbando siempre, a veces, con una flor en la oreja y esa afirmación tan irreal como tana "Sono fo, un gaúcho comparadito".
En la mañana dominguera se lo veía de impecable traje gris, entallado, camisa blanca con grueso cuello antiguo, corbata al tono y zapatos bien lustrados, rumbo a la santa misa. Bien afeitado, todos los días, a partir del lunes, don Bonini romperá los silencios con sus ofertas, sus silbidos, sus cantos.
- Bon giorno, patrona ¿qué le vendo cuesta matina?
- Poco le voy a comprar, don Bonini, por que la cosa...
- Ah, porca miseria, eh!... Scarsa avanti la monedita oggi.
Nuestro hombre de hoy siempre hizo en su casa el vino bíblico, un tinto con invitante sabor dulzón, rica y dinástica labor que hoy prosiguen sus hijos.
En fin. Personaje peculiar este hombre de la foto ampliada, junto a su carrito, este itálico tan laborioso, tan sufrido. Este ahorrista a la antigua manera de los valles. Por esta condición pudo viajar en 1971 a su pequeño pueblo natal, ya setenteada su vida, no obstante, su fuerza y su salud le dieron veinte años más para recordar con nitidez a su lar y a los suyos mayores.
Y cuando Miguel Bonini no pudo sobrellevar su pesado negocio ambulante, supo retirarse con una jubilación que acrecentó con la pensión que el Estado italiano acuerda a sus hijos en el exterior.
Retirado de la calle, tocó algunos timbres, golpeó algunos aldabones, para obsequiar a sus vecinos con olorosos ramitos de laurel..."para mangiare bene, signora".