Ya famoso, maduro, celebrado por sus combates periodísticos y admirado por sus poemas de éxito continental, se le veía silencioso y humilde, concurrir a la Librería de Mayo, del librero Carlos Casavalle. Y allí, donde Juan Maria Gutiérrez, Vicente Fidel López, Mitre. Lamas, Trelles, Guido Spano, Avellaneda y aún el mismo Sarmiento, concurrían para discutir, él permanecía siempre silencioso y humilde como en el Parlamento, porque este orador de la pluma, es taba totalmente negado a serlo de la palabra.
Yo quiero ver en esta incapacidad una causa del más cruel sufrimiento intimo. Si las rutilantes metáforas y los coloreados y anchos periodos que de su pluma brotaban en el silencio de su escritorio, hubiesen surgido de su verbo frente a la multitud o en el recinto de la cámara de diputados, ¿cuál habría sido su eco?..."
(Tomado de "El Censor" de Gchú. 20/3/1939).
El retrato que pinta Leguizamón en la semblanza, es el de un Andrade que lleva sobre si una vida; casi toda su pesa da vida que concluyó no mucho tiempo después. Nos pareció imperdible porque pudo pintarlo bellamente este escritor, periodista, historiador entrerriano, autor de "Calandria drama sobre un ser real, como el héroe de Eduardo Gutiérrez, que estrena el 21 de mayo de 1896 la "Gran Compañía Dramática Criolla" Podestá-Scotti, la que hiciera "Juan Moreira" hacía diez años... tal vez ya con el rostro que inspirara el de Olegario Víctor Andrade.
Y agregamos que Calandria se llamaba Servando Cardoso, que vivió por los pagos de Gualeguaychú y lo apodaron así, porque como el pájaro, sólo podía vivir en libertad.
Leguizamón otorgó al protagonista una suerte más alentadora que la de Moreira, porque sostuvo: "No me importa que el final parezca flojo desde el punto de vista dramático, si queda bien claro que al gaucho no se le debe perseguir ni destrozar".