Al observar el trabajo del pintor entrerriano Luis Gonzaga Cerrudo, el escritor uruguayo Yamandú Rodríguez describe:
“El vencedor de Cepeda no es un hombre, es el héroe. El Supremo es joven. La elegancia surge de su origen aristocrático. Está de perfil, como en las medallas y se apoya en el sable, que ya tiene paz de bordón. En su altura hay calma. No corre viento. El poncho dejó de ser escudo. Descansa. Por eso hace pensar en la Delfina. La imaginamos de pie, junto a Ramírez, con la cabeza apoyada en ese hombro. Luce el color del amanecer, siempre renovado en los amores… Y todo nos dice que el Supremo piensa en Delfina, quien fue para su corazón, la gratitud de Entre Ríos hecha romance” (4)
Coincidencia unánime existe en señalar que era muy bella y arrogante; que acompañaba a Ramírez en un hermoso zaino de crin lustrosa, delante de su escolta. Vestía chaqueta punzó con galones dorados, pollera y bombacha, botas, sombrerito a la chamberga con plumas de ñandú; abrigada con poncho y protegida con guardamontes de cuero en las piernas.
Para Miguel Unamuno “La Delfina no era una Julieta rural corriendo detrás de su Romeo. No era una muchachita enamorada suspirando melancólicamente por Ramírez al costado de cada contienda. Era una mujer, sí. Pero también una naturaleza ardiente y bravía que no se resignaba a segundos planos, a un abrazo amoroso marginal. Quería intervenir y de hecho intervenía, en los riesgos y en las asperezas de la lucha emprendida por su amante” (5)
También se ha indicado que la presencia de la muchacha fue un factor negativo para Ramírez y los sentimientos amorosos y la codicia que involuntariamente inspiró. Dos oficiales de prestigio manifestaron antes y después de muerto el Caudillo sus pretensiones sentimentales: su hermano de crianza, el Capitán Portes y el nuevo Gobernador de Entre Ríos, Coronel Lucio N Mansilla.
En el apogeo de su carrera política, Mansilla intentó que la joven correspondiera a sus atenciones. Como no podía ausentarse del Paraná, delegó en Pedro Barrenechea, Comandante Militar del Primer Departamento del Segundo Principal, con residencia en Concepción del Uruguay, la delicada misión de controlar la vida y la conducta de Delfina. Ella lo rechazó. Vivió la desventura en un pueblo impregnado de la presencia y los ideales del Caudillo. Su vida se apagó el 28 de Junio de 1839. Fue sepultada junto a los primeros pobladores en el antiguo cementerio de la Concepción.
“En veinte y ocho de Junio de mil ochocient. Treinta y nueve, yo el abajo firmado Cura y Vico. Into. De esta Parroqa. De la Concepn. Del Uruguay, sepulto con entierro resado, el cadáver de Ma. Delfina. Portuguesa soltera, no recibió sacramto. Alguno, de qe.doy fe.
Agustín de los Santos”