DE NUESTROS ABUELOS INDIOS
PARTE II
A principios del siglo XVII se inicia la conquista en los territorios del río de la Plata y de esa época nos llegan datos referentes a nuestros pueblos prehistóricos. En base a esa información se elabora una historia primitiva que nos presenta a esos grupos humanos como salvajes o bárbaros. Se los considera crueles e irreductibles y se los combate antes de conocerlos. Esta calificación debemos desecharla pues es evidente que la rutina legalista europea, presumió validez general a la conducta de los indígenas donde hubo mucho de tendencias casuísticas e imperfecciones.
Se los califica de incultos por considerar que representan las primeras etapas del desarrollo de las culturas. No olvidar que en las Américas los grupos humanos también sufrieron las consecuencias de los distintos fenómenos climáticos o geológicos. Fueron afectados por verdaderos cataclismos como las glaciaciones y los geológicos como las ingresiones marinas. Los efectos de estos fenómenos tuvieron como consecuencia que los grupos humanos fueran diezmados o en su menor efecto, desplazados o impelidos por la hostilidad del medio ambiente, hacia zonas menos inhóspitas y desde luego, como consecuencia, tuvieron que replegarse y recomenzar sus organizaciones básicas.
No puede negarse la posibilidad de una retrogradación o que existiera en algunos aspectos de su cultura, complicaciones que pudieran considerarse primitivas.
Pero, por sobre todas estas influencias negativas, lo que más alteró el orden en las estructuras de estas comunidades, fue el accionar de la conquista en América.
Los conquistadores se encontraron con pueblos dispuestos a defender sus libertades, su patrimonio y su vida. Los grupos humanos que llegaron a las manos del conquistador como pueblos sometidos, no pudieron conservar sus estructuras propias o ser libres de influencias foráneas. El clima de paz se trocó en clima de guerra, en que todo el esfuerzo humano estaba orientado hacia la lucha por subsistir ante un invasor fuerte y en que se vivía el momento dedicado al pillaje como represalia o se emigraba en masa en busca de comarcas más inhóspitas pero necesarias para el refugio.
En esa lucha por ser libres, no pudieron los nativos conservar el acervo cultural en que vivieron en los siglos de paz y bonanza. Desde ese momento hasta llegar a entender su lenguaje, conocer sus costumbres, su vida, su organización y llegar a someterlos o reducirlos, transcurrió un siglo.
Cuando convivieron más o menos pacíficos, se pudo apreciar la conformación de tales grupos humanos y recién entonces se pudo conocer la verdadera expresión de la cultura autóctona que se deseaba investigar.
Pero ya esos grupos humanos que llegaron a aceptar la sumisión del conquistador, sin duda, no conservaban sus estructuras propias o libres de influencias foráneas.
La tradición oral, única senda que pudo traernos ese pasado de nuestros nativos, se ha perdido en el tiempo y lo que pudo llegarnos en forma muy confusa, es distorsionado, no posee títulos de autenticidad y sólo nos quedan como emisarios y mudos enigmáticos, los restos de esas culturas que ni el tiempo ni el hombre llegaron a destruir: son los restos arqueológicos. Cuando se quiso conocer un pueblo, ya había cambiado su fisonomía, condenado al ostracismo.
Sus restos arqueológicos llegan hasta nosotros, para poner en evidencia quienes fueron nuestros antepasados indígenas.
A través del monumento estamos conociendo parte de la verdadera historia de nuestra Patria chica. Nos reconforta el comprobar que realmente los impulsó una inquietud artística, una notable habilidad manual y nos dejaron sobradas muestras de un verdadero arte.