Cuaderno Nº 128

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GUALEGUAYCHÚ, Domingo 18 de Enero de 1998CVADERNOS DE GUALEGUAYCHÚ Nº 128
Retrato de "FRAY MOCHO"ALIMENTOS ERAN LOS DE ANTESDon BONINI supo honrarla- Gualeguaychú: Para echar raíces- Aquí, eternamente
CUADERNOS PREGUNTA... EL PROFESOR ALMEIDA RESPONDE- Geología del Río Gualeguaychú - Parte II

Retrato de "FRAY MOCHO"

Un documento absolutamente válido.

En "Caras y Caretas" de comienzos de la segunda década del presente siglo, se registra una nota titulada "JOSÉ S. ÁLVAREZ, maestro sin par de humoristas".

A manera de introducción, aparece recuadrado y en tipografía negrilla, este RETRATO DE "FRAY MOCHO", por Mariano J. Lorente, que consignamos tal cual, a la derecha.

José S. Alvarez - "Fray Mocho"

La vida no ha sido pródiga con Alvarez, y aunque respirase "bonhomie" por todos sus poros, fácilmente se adivinaba al verlo que con más frecuencia había probado hiel y vinagre que no leche y miel.

Acababa de cumplir los cuarenta años y ya, sin embargo, sus cabellos obscuros, aquellos duros cabellos a peine y cepillo, comenzaban a teñirse en blanco y hasta su bigote de amplias proporciones dejaba entrever algunos hilos blancos entre la seda negra. 

Surcaban su espaciosa frente, no las arrugas verticales del pensador abstraído o del inventor, sino una serie de rayas horizontales, especie de pentagrama en el que se dejaba traslucir una triste melodía. Espesas cejas sombreaban sus ojos soñadores y de profeta; tenían más bien la mirada despierta y observadora de un hombre sensible a todas las cosas que lo rodeaban.

Tenía mejillas carnosas pero no eran sus pómulos salientes.

Su nariz luenga, de una pequeña depresión en la frente, se continuaba, recta y regular, hasta terminar en una curva netamente recortada hacia la punta. 

Daban una impresión de austeridad las líneas que unían su nariz a las comisuras de la boca, ésta, bien proporcionada al resto de la cara, estaba casi escondida por el bigote, que sólo dejaba ver una porción del labio inferior, ni grueso ni delgado.

El mentón, bien recortado y algo agudo con supereminencia acentuándose por un esbozo de papada; la piel trigueña con punteado de vieja viruela. 

Una cabeza decididamente varonil, la cabeza de un hombre observador, despierto, con cierto aire de severidad en la expresión.

Al hablar, iluminábase la mirada con un buen humor y brillaba en su cara el placer que experimentaba por su propia conversación, pues tanto como su auditorio, gozaba el Mocho en el arte mágico que empleaba para describir sus cuentos de gauchos, atorrantes, gringos y vigilantes.

El dialecto de Buenos Aires en boca suya, y con las inflexiones que le imprimía su voz melodiosa, adquiría un encanto propio. Tenía al hablar la fluidez natural de quien domina el idioma y tiene los hechos en la punta de los dedos; además, y como es frecuente entre los latinos, acompañaba su discurso con gestos a menudo inimitables. 

Murió Alvarez a los cuarenta y cinco años, a pesar de hallarse asistido por los médicos de Buenos Aires, donde nadie quería conformarse con su pérdida y donde nadie quedaba para llenar el vacío. 


Ya en prensa la reproducción del retrato de Fray Mocho en "Caras y Caretas" (1913), encontramos en RADAR ("Página 12", fecha 28-12-1997) la sugerencia de la afamada escritora Angélica Gorodischer, como lectura de vacaciones, cuando hace falta serenidad, introspección, emocionarse algo...

Nombra: Toda pasión concluida, de Vita Sacville West; Deleite de J. B. Priesley; Yenje Monogatar con Lady Murasaki; a Fonseca Rubal; y pone el moño, y esto sí que viene a cuento "para divertirse, para aprender a hablar sin perorar, para quienes odian las fiestas y quieren despejarse... pueden optar por CUENTOS" de nuestro José S. Alvarez, Fray Mocho.


ALIMENTOS ERAN LOS DE ANTES

En una hermosa nota periodística que Eduardo Vázquez firmara en la revista de La Nación, titulada "EL MOSTRADOR, confesionario del barrio", produce este insoslayable pasaje:

"Alguien ha dicho, y es la verdad, que la civilización de algunos años a esta parte ha desterrado nuestro modo frugal de comer; bebidas adulteradas, alimentos que no lo son menos, combinados con abusos de todo género han traído consigo una degeneración manifiesta".

Este comentario no pertenece a un ecologista indignado ni a un nutricionista precavido ante la invasión de la comida basura. Fue escrito por José Antonio Wilde en su libro Buenos Aires desde setenta años atrás, publicado en 1881.

Es posible, si fuese cierto, que el pasado es siempre suavizado por la nostalgia y los recuerdos de la infancia; años que fueron los mejores en la vida de todos. 

Para el Wilde de la década del ochenta, su niñez en una Buenos Aires al apacible y lejana (había nacido en 1813) transcurrió entre vendedores ambulantes, la carne recién faenada y los productos de almacén todavía comprados en la pulpería. 

Vista desde hoy, la higiene no debe haber sido tomada muy en cuenta no sólo por la falta de tecnología adecuada sino porque así eran las costumbres aceptadas del momento".

"SE VA LA VIDA, SE VA E NON VOLVE..."

Don BONINI supo honrarla

Miguel Bonini

Cuando estalló la primera guerra mundial, 1914, Miguel Bonini era un niño de 13 años. 

Allí, en su pueblito natal, Pieve Fosciana, provincia de Lucca, un valle cerrado al mar de la Liguria por una cadena montañosa, su familia pertenecía a una tradición de labriegos. Un canto diario al laboreo de la tierra en pos de la leche, el cabrito, el ave, el huevo, la fécula, el maíz.

La verdura, la fruta deliciosa. Y nada más en lo existencial; nada menos si la escena perteneciera a una postal color del tiempo, tan igual a siempre.

Dura la vida, con el horizonte apretado y una guerra abrasadora, pegando fuerte durante más de cuatro años, generando un devenir oscuro, mezquino. Como para quedarse los viejos y alejar su vuelo los jóvenes.

De Pieve, Fosciana, se largaron a la América, más que soñada, anhelada, los Angelini, los Gianotti y otros gringos lindos. Luego de la consabida instancia burocrática en la Capital Federal de Argentina, se radican en Pehuajó, los pagos agrícolo-ganaderos de la tortuga Manuelita, provincia de Buenos Aires. Allí, por ejemplo, don David Angelini, un señor constructor, funda "su" familia y nacen en Pehuajó todos sus hijos, menos la menor que vio la luz en Concordia, Entre Ríos.

Años después, en 1921, luego de un largo en la clase más económica de un barco, llega a Buenos Aires, un fornido italianito de veinte años: Miguel Bonini, alojado súbito en el Hotel de los Inmigrantes. A favor de la política inmigratoria argentina, con suerte para el recién llegado, surge, una vez más en Pehuajó, la demanda de mano de obra gringa para recolección de la cosecha y trabajos de campo de diverso tipo.

El primer habitáculo, un modesto ranchito con piso de tierra polvorienta y techo de paja, le sacudió el ánimo a Miguel Bonini. El idioma (duro de aprender...), los usos y costumbres le acicatearon pronto al extranjero las ansias familiares.

Entonces trabajó duro y mucho, juntó "pesito sobre pesito" hasta que, transcurridos dos años escasos, pudo sufragar la venida de su amada, Albina Toni, desde Pieve.

Se casaron de inmediato.

En momentos que también venían al país una hermana de Miguel, que casó "presto" con un buen entrerriano de Federal, lugar donde formó igualmente su familia.

Gualeguaychú: Para echar raíces

Convocado por David Angelini para trabajar en la obra civil del Frigorífico Gualeguaychú S.A., Bonini deja Pehuajó y con su Albina se radican en esta ciudad, donde nacieron sus hijos y donde, a poco andar, se dedicó de lleno a trabajar en la venta de fruta y verdura a porta dicasa". Comenzó allí una historia preñada de esfuerzos físicos notables, de incrustación de una fuerte personalidad a puro gringo, en la forma de ser de una ciudad provinciana, que, realmente, le supo tender la mano para fecundar una especie de convención de marchante indócil con "la idioma", por una parte, y, por la otra, cada patrona del zaguán de turno regalando sonrisas por oír tanta verborragia cocolicheada. Decía don Miguel, como si tal, "costanegra" (por Costanera)... "sono un gaúcho comparadito", cuando le observaron la flor calzada, en la oreja.

Trabajando fuerte, prendido a las varas de su carrito verdulero tan completo y tan pesado por cierto, cantando a toda voz por las calles aquel tango de Donato y Mario (éxito de Azucena Maizani) "SE VA LA VIDA, SE VA E NON VOLVE..."

Nos acota su hija, la señora de Luna: - Pobre Papi, con su negocio ambulante, empujando el pesado vehículo sobre las desparejas calles adoquinadas, cantando siempre con voz de tenorino italiano la estrofa del tango aquel: "Se va la vida, se va e non volve!..." o también, casi gritando, la cantarina "Dove está Zazá, madona mía"; silbando siempre, a veces, con una flor en la oreja y esa afirmación tan irreal como tana "Sono fo, un gaúcho comparadito".

En la mañana dominguera se lo veía de impecable traje gris, entallado, camisa blanca con grueso cuello antiguo, corbata al tono y zapatos bien lustrados, rumbo a la santa misa. Bien afeitado, todos los días, a partir del lunes, don Bonini romperá los silencios con sus ofertas, sus silbidos, sus cantos.

- Bon giorno, patrona ¿qué le vendo cuesta matina? 

- Poco le voy a comprar, don Bonini, por que la cosa... 

- Ah, porca miseria, eh!... Scarsa avanti la monedita oggi.

Nuestro hombre de hoy siempre hizo en su casa el vino bíblico, un tinto con invitante sabor dulzón, rica y dinástica labor que hoy prosiguen sus hijos.

En fin. Personaje peculiar este hombre de la foto ampliada, junto a su carrito, este itálico tan laborioso, tan sufrido. Este ahorrista a la antigua manera de los valles. Por esta condición pudo viajar en 1971 a su pequeño pueblo natal, ya setenteada su vida, no obstante, su fuerza y su salud le dieron veinte años más para recordar con nitidez a su lar y a los suyos mayores.

Y cuando Miguel Bonini no pudo sobrellevar su pesado negocio ambulante, supo retirarse con una jubilación que acrecentó con la pensión que el Estado italiano acuerda a sus hijos en el exterior.

Retirado de la calle, tocó algunos timbres, golpeó algunos aldabones, para obsequiar a sus vecinos con olorosos ramitos de laurel..."para mangiare bene, signora".

Aquí, eternamente


El abuelo inmigrante anda conmigo.

Está en mi Chivilcoy y en su llanura.

Su sangre está en mi sangre en forma pura.

Fue amigo de mi padre y fue mi amigo.


El abuelo inmigrante anda conmigo.

Su figura viril está presente

en el viento que pasa, en la simiente,

en los caminos que yo siempre sigo.


El abuelo inmigrante anda conmigo.

Su grandeza de sueño está en el trigo.

En la raíz fecunda de la planta.


El abuelo inmigrante esta en mi suelo.

Está en la luz eterna. Está en el vuelo,

y en el paisaje donde el hombre canta.


SERAFIN MASTROPIERRO (1975)

CVADERNOS


le pregunta y

el Profesor

ALMEIDA

responde

Geología del Río Gualeguaychú

PARTE II

Al continuar nuestra información sobre la geología del Gualeguaychú, es necesario aclarar cómo se consideran las distancias señaladas entre las distintas características de nuestro río. 

La distancia entre nuestra ciudad y el punto final de nuestro informe, que será el Salto de Méndez, es de unos 32 Km. aproximadamente. A esta distancia apreciada en línea recta, la calculamos en unos 30 Km. ya que el camino no tiene mayores curvas. La consideramos así, porque a la distancia exacta, por agua, es casi imposible determinarla por la sinuosidad o meandros que tiene nuestro río. Probablemente ha de ser de unos 42 Km.

En muchas oportunidades hemos viajado desde nuestra ciudad al Salto de Méndez, a remo, en tiempos en que no se contaba con motores poperos. La duración mínima de esos viajes fue siempre de 8 horas. Descontando las demoras por pasos difíciles, por las piedras, el tiempo empleado se calcula en 7 horas.

La velocidad de la canoa con tres personas y la carga habitual para un campamento, es de unos 6 Km. por hora, lo que nos da un cálculo de 42 horas de recorrido.

Cuando pudimos hacer el viaje con un motorcito popero, el tiempo empleado fue de 4 horas. Descontando el tiempo de una hora por las demoras en los bancos de piedra, nos quedan tres. A la velocidad de 15 Km. (de nuestro motor) nos acerca a la distancia ya apuntada.

Señalamos en nuestro informe anterior, hasta el "Ojo de Agua": Desde ese punto, unos 3 Km. más adelante, nuevamente aparecen las piedras en bancos costeros en ambas márgenes del río, pero no dificultan la navegación. El río pierde su anchura que queda reducida en unos 30 metros.

Con río en nivel bajo, es necesario viajar con prudencia, siempre por las piedras. Luego unos 2 Km. con ausencia de piedra a la vista y un canal más profundo. 

Recupera el río un ancho de unos 50 metros y nuevamente la margen izquierda se cubre de piedras, a través de unos 5 Km. sin que molesten la navegación.

Más adelante aparecen las barrancas altas en la margen derecha y un meandro muy pronunciado, un rápido de unos 20 metros de largo y 15 metros de costa a costa. El rápido de muy poco declive, sobre pedregullo de vistosos colores y donde, con nivel normal del río, puede cruzarse a la otra margen con no más de 20 centímetros de agua.

A partir de ese punto reaparece la piedra en margen izquierda en los campos del establecimiento "Centella"; va cobrando altura a través de algo más de 2 Km. hasta llegar al "Salto de Méndez" donde la barranca pétrea alcanza los 4 metros de altura y en el monte, lejos de la costa, entre el pasto y los árboles hallamos la piedra a nivel del suelo. 

Continuamos en CVADERNOS N° 129.

INVESTIGACIÓN Y TEXTOS. Nati SarrotJEFE DE REDACCIÓN: Marco Aurelio RODRIGUEZ OTEROREDACTOR INVITADO: Fabián MAGNOTTACOLUMNISTAS: Prof. Manuel ALMEIDA - Carlos M. CASTIGLIONEAurelio GOMEZ HERNANDEZ
Digitalización: Museo "Casa de Haedo" :  Natalia Derudi - Danilo Praderio - Pilar Piana - Marianela Muñoz.Edición y OCR del texto: Patricio Alvarez DaneriTRANSCRIPCIÓN Y ACTUALIZACIÓN Silvia RAZZETTO DE BROGGI - DISEÑO Y DESARROLLO WEB: PATRICIO ALVAREZ DANERI
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