Se lamentaba PETISCO:
- En flor de lío me he metido. Tras de estar con menos pesos que lo justo, me anda buscando la policía.
- Y, si, don Petisco en su pintura los ha tratado mal, según parece.
- Pero le aseguro, compañero, que fue sin intención, mire. Me fue saliendo como si brotara. El pincel estampó en la chapa esas figuras. De haber sabido que iba ser para problema, me hubiese atado las manos.
- Y ¿se acuerda cómo le salió esa desdichada inspiración?.
- No me haga acordar, porque maldigo ese momento.
- ¡Ya está!... Con contarlo no va a ser ni más, ni menos
- Acuérdese compañero que ahora me tienen entre ojos. Y esos, cuando quieren, tienen buena memoria... Escuchemé... Yo venía del boliche, tal vez un poco divertido. Me había juntado con mis amigos, sabe, y no va que cuando salgo, me cruzo con un milico. Algo que no recuerdo le debo haber dicho, porque el hombre se molestó y me pidió por escrito mi nombre y la dirección y yo se los di, claro.
- Y ¿por qué no le pasó los datos cambiados?.
- Mire, le soy sincero, me julepié.
- No me diga que un hombre de mundo como usté, se perdió ahí.
- Vea, amigo, al gato a veces también lo cuerpea el ratón y lo deja descolocado.
- Ajá, ¿y después qué hizo, don Petisco?. -¿Cuando dice, compañero?
- Y, al llegar a su casa…
- Ah!, me senté a la sombra del paraíso, con un vasito con líquido.
- Claro, me imagino que con lo ocurrido lo habrá llenado con agua...
- Y, si, agua del color de mi cuero quemado.
- Usté sí que no tiene tiro don Petisco. Por el parecer, sus dos pasiones son la pintura y procurarse problemas. Y ahora que algo me ha contado... ¿no siente como que se ha liberado o sacado un peso de encima?
-¿Usté cree que el contarlo ayuda?
- Por lo menos, resulta bueno para el espíritu.
- Bueno, por ahí tiene razón. Pero no he terminado. Debo decirle que más tarde se allegaron cuatro de uniforme hasta mi humilde casa. Entraron y se quedaron firmes, mirando mi pintura. La tierra no se movía. Yo hubiera deseado, mire, que se la tragara, que se arrollara la chapa donde fue hecha..... Y nada, che!... Se la llevaron. Pero me dieron la mano uno a uno, se "encuadraron" y me saludaron haciendo la venia, viera. Le aseguro compañero que mis entrañas se retorcían fiero. Y, ¡fíjese!... el más jefe me dijo al irse:
- Petisco, está todo, no pasa nada. Por ahí pasamos en otro momento, a saludarlo.
- Pero, quiere decirme ¿qué diablos ha pintado para hacerles pasar el enojo y que se hayan interesado tanto?
- ... Y compañero, ¡pero qué casualidá!, había pintado nada menos que cuatro figuritas con uniforme, sacándole la billetera, gorda de billetes, a un moreno parecido a Petisco.
- Yo, don Petisco, en su lugar ya estaría pidiendo asilo, que le dicen, en alguna embajada extranjera, sí señor.
Eduardo Díaz