Pero las reuniones que parecen hasta mentira son los bailes de la "velada del angelito". Estos se hacen cuando fallece un niño sin conocer este mundo...
Todo se prepara para el baile, la fiesta. Se acondicionan faroles; aparece la novedad de los llamados "sol de noche". Se utilizan algunas bolsas y cueros para agrandar los aleros. Y, así dar más espacio a la concurrencia.
El piso de tierra, tiene que estar bien regado, por los zapateos; si no el polvo vuela como movido por un ciclón. Y la música: polkas con saltos y los infaltables valses, "La Loca de Amor", "Desde el Alma", y las "Rancheras con relaciones".
Cuando para la música, el bastonero dice ¡aro aro! y salen silbidos de palabras. De los verseados en relaciones, unos suman aplausos y otros profundos silencios.
Al caer la noche va llegando la gente para homenajear al angelito. Comentan: ¡Pobrecito, nació y se va!. Como no ha sido bautizado, es costumbre acompañarlo con una velada musical.
Se suceden saludos de todos lados. Comadres, compadres y parientes llegados en la ocasión para acompañarse. Empieza enseguida a correr la caña, el vino tinto patero, más fuerte cada día que pasa porque sigue fermentando. Las mujeres, disimulando, hacen delicia con las copitas de anís: ¡Total no se nota! es transparente como el agua.
El baile da comienzo con la orden del bastonero, que por lo general es persona que conoce todos los enriedos amorosos y así acomoda las parejas. Si por ahí se equivoca; es baile con pelea.
Los músicos se van turnando para poder tomarse un trago y comer. Ya tarde, los alcoholes traen melancolías. Siempre hay alguno que quiere improvisar dedicando su sentimiento cantado al "angelito".
A eso de las 4 y media de la madrugada anuncia el canto de los gallos, los que en ocasiones si hay cerrazón, lo hacen media hora más temprano.
La madre del angelito comienza a acomodar las cositas, las prendas, acompañada por los parientes más cercanos, para llevar al guricito que estuvo de cuerpo presente en la velada, como es costumbre dado vuelta boca abajo en la cajita.
¡Pobrecito! dicen todos.
Se oye como el relincho de un bagual.
Es el más alegre del baile del angelito. Deja el vaso vacío, opaco y gastado de tanto prenderle a los bordes, los labios. Empuña la guitarra y comienza un recitado ronco, sin rima y molesto...
¡No es cuento!
Lloró el angelito. Inquieto movió las manitos; la lengua, buscando el pecho de la madre y se calmó, dando ruidosos chupones.
En este momento dijo el improvisador: ...El mejor gaucho soy yo. Mis versos "resucitan" y voy a seguir cantando y no porque esté agrandado.
Se acomodó la bombacha, la faja; ajustando el cinto de hebilla grande, y cruzó la vaina de cuero a la altura de la cintura. Tocó la chaira y el cuchillo, para hacerlos notar. Endureció el gesto; entrompó los labios, mirando fijo y desafiante al bastonero.
Este empezó nervioso a pestañar y a dar pasos cortitos para atrás.
Los músicos entendieron. Guardaron los instrumentos...
EDUARDO J. DÍAZ