Cuaderno Nº 153

Índice Temático


GUALEGUAYCHÚ, Domingo 7 de febrero de 1999CVADERNOS DE GUALEGUAYCHÚ Nº 153
El Periodista José María Neyra- Su casa natal- El muchacho viejoLAS LLAVESNecrológica de anticipaciónPON TU DEDO EN LA SIEN
CUADERNOS PREGUNTA... EL PROFESOR ALMEIDA RESPONDE- Los Túneles VII

El Periodista

José María Neyra

Su casa natal

Andrea Sameghini

Nota de Redacción: 

Bajo el título "La casa natal del periodista José María Neyra", nuestra Andrea Sameghini escribió una nota que hizo llegar por igual a "El Día" y a quienes entonces llevábamos la PÁGINA DEL DOMINGO. 

El colega la publicó el 19 de junio de 1983. Hoy en CVADERNOS la exhumamos con incorporaciones de referencias, una hermosa foto y una conmovedora semblanza - El muchacho viejo-, del diario "La Razón", en la tarde del día en que Neyra falleciera, el 23 de julio de 1929.

(Al 1.100 de Urquiza, nace y corre hacia el norte la calle José María Neyra)

José María NeyraSu casa natal estaba en calle Rivadavia, vereda norte, entre Rca. Oriental y 1º de Mayo.  Se conservó hasta la década del cuarenta. En ella vivió el joven Neyra hasta los 16 años, cuando buscó en Buenos Aires el camino que lo llevó al periodismo.

José María Neyra era un caballero criollo, de indumentaria severa a la que unía el poncho, el sombrero aludo y el cigarro.

Esta casa guarda para mí un perdurable recuerdo de la infancia.

Se conservó hasta comienzos de la década del cuarenta casi igual, como la dejara José María, cuando con sus jóvenes diez y seis años se alejara del terruño para buscar en Buenos Aires el camino al que lo llevó su vocación; el periodismo.

Quien la observara entonces podía apreciar las simples líneas arquitectónicas de la tradicional vivienda colonial. Había sido parte de la solariega casa de los Echazarreta, y al morir María Andrea Alvarez Echazarreta en 1859 y subdividirse la propiedad, heredó este lote con parte edificada, Doña Nicasia Echazarreta de Neyra, abuela de José María. Su valor se estimó en 1.417 pesos, tres cuartillos reales. (1)

Las dependencias de la casa eran las comunes a la época, resuelta en una galería amplia y dos habitaciones al frente, la sala y un dormitorio.

La sala, amueblada con el clásico sofá de tres cuerpos, dos butacas y doce sillas en madera laqueada negra; tapizados en zaraza multicolor, que el tiempo se había encargado de apagar. Cubiertos con fundas blancas. Una mesa con tapa de mármol y sobre ella un quinqué.

En las paredes retratos de la familia.

A continuación de la sala, el dormitorio principal, que perteneció a los padres de José María, Don Mariano Neyra y Doña Carmen Altolaguirre; dos vetustos roperos con luna, un sillón de mimbre, camas de hierro blancas, una cómoda, y sobre ella una talla de la Virgen del Rosario, imagen de vestir o de candelero, que pertenecía a la familia desde varias generaciones.

Seguía el comedor, con un alto aparador con mármol y espejo y mesa para doce sillas. Otras habitaciones menores y una amplia cocina la completaba.

La galería, cubierta con una parra y enredaderas por doquier. Un jardín repleto de plantas, casi sin distinguir unas de otras, donde florecían las madreselvas y las campanillas azules en los veranos soleados.

El aire impregnado del canto de pájaros, que los había y muchos, diseminados en pajareras a lo largo de la galería.

Esta era en síntesis la casa que albergó los sueños juveniles de un periodista de dotes singulares, que desde los cargos más modestos llegó a ocupar, con el transcurrir del tiempo, la redacción de dos importantes diarios metropolitanos: La Nación y La Razón.

En ella vivieron la anciana madre del periodista, sus hermanas, su cuñado y su sobrina Carmencita, que con su dulzura alegraba las horas oscuras de la abuela ciega.

Doña Carmen Altolaguirre de Neyra fue una noble dama. Con humildad y sencillez características de las mujeres fuertes que lucharon con las adversidades de la vida.

Sus ojos de ciega se perdían en la serena aceptación de su destino sin luz, pero cuando llegaba su nieto predilecto, Marianito, desde Buenos Aires, parecía que se iluminaban de felicidad.

Don Mariano Neyra, un federal de Urquiza que, por sus servicios, recibió dos leguas de campo, fue el padre del periodista. De ese linaje recio provenía este hombre de claros ojos y mirada triste que volvía con frecuencia al solar nativo, a comulgar con los árboles, el río de aguas tranquilas y las calles de quietud provinciana que tanto añoraba, él, cuya misión era andar por el mundo para traducir el acontecer diario en la noble tarea de comunicador.

Quienes lo conocieron lo pintaban como un hombre honesto, probo, leal, cariñoso, caritativo, que transitó más de cuarenta años por el periodismo argentino. (2)

Sirvió a la patria con la pluma, alabó lo bueno y censuró lo malo, (3). Era un caballero criollo; de indumentaria severa a la que unía el poncho, el sombrero aludo y el cigarro.

Había formado su hogar, junto a su inseparable Celina y a la hija María Celina que heredó del padre claros ojos y su vocación de escribir.

El buen Viejo Neyra, como lo llamaban en las redacciones porteñas, iba a cumplir sesenta años cuando lo sorprendió la muerte; víctima de una pulmonía, el 23 de julio de 1929.

A la casa de Gualeguaychú- Rivadavia, vereda norte, entre Rca. Oriental y 1º de Mayo regresaron muchas veces Celina y María Celina. Volvían como a recoger el eco de José María.

A imaginar sus días de niño en la atmósfera íntima, junto a la anciana madre y las hermanas, entre los viejos muebles familiares, las plantas y los pájaros.

Muchas veces disfruté y compartí esas visitas. Entonces aprendí a conocer a este periodista de la guardia vieja el que pidió dormir su último sueño junto a sus seres queridos en el cementerio de Gualeguaychú, a la sombra de un sauce llorón.

A la casa de Neyra, antiguamente le correspondía el número 123 (4).

REFERENCIAS


1) Hijuela de Doña Nicasia Echazarreta de Neyra- fs. 24- Testamentaria de María Andrea Alvarez de Echazarreta- Papeles de los Echazarreta. Archivo Julio Irazusta.- 2) Francisco A. Barroetaveña. Discurso pronunciado el día del sepelio de J. M. N., "La Razón", Bs. As. 24-7-1929.3) Justo Bregada Mujica ob. cit.- 4) Tablillas colocadas en 1875. Vences, nombre anterior de calle Rivadavia. La casa fue parcelada en las décadas posteriores a 1940.

El muchacho viejo


Cuando llegamos esta mañana a la sala de redacción, era como si un dejo de tristeza flotara ya en el ambiente, como si las cosas inanimadas que todos los días movemos en la tarea precipitada de informar al gran público, sintieran la ingrata nueva que iba helando en nuestras caras la sonrisa del "buenos días", acompañado de un violento restregar de manos para desentumecer los dedos.

-Murió el "viejito" Neyra... 

La frase pasaba de uno a otro a medida que los muchachos de la redacción iban llegando y la exclamación de sorpresa brotaba de todos los labios espontáneamente, dolorosa y sincera. ¡Hacía tan pocos días que estuviera por última vez a nuestro lado... Tan pocos días que aún alguno ignoraba que se hallase enfermo!

Los muchachos de la redacción hemos llorado en silencio, como se llora cuando se siente de verdad una pena muy honda. 

Porque don José María Neyra, era entre nosotros un muchacho más, el muchacho viejo. El "viejito" Neyra se sentaba a nuestro lado y sobre la mesa desordenada, donde se mezclaban papeles, recortes, diarios y los diversos elementos de trabajo, escribía siempre, elaborando sueltos y comentarios, con ese estilo tan suyo, sobrio y tolerante, capaz de descubrir todos los errores, señalar todos los efectos, buenamente y buscarles el remedio, dando buenos consejos, como el abuelo cariñoso que indica a los niños la senda del bien con frase sabia y cariñosa.

Y para cada uno de nosotros tenía siempre una palabra de amistad, de estímulo, de compañerismo... Era de los primeros en llegar todas las mañanas y su cabeza blanca, inclinada sobre la mesa de trabajo, se nos ocurría un símbolo y un ejemplo, un ejemplo que daba el muchacho viejo a los muchachos jóvenes que lo queríamos y lo respetábamos, porque era de los nuestros y nunca supo del mal: había nacido sólo para el bien. Se nos ha ido para siempre el mejor de los compañeros...


La Razón - Martes, 23 de julio de 1929.

LAS LLAVES


Amo las llaves que no quema el tiempo 

-forma de fragua y golpe del herrero-

duras banderas con el paño alado 

secas como el silencio.


Las tengo para mi y en el costado 

justo donde mi mano las sorprende 

cuando quiero llegar hasta la casa 

de tu raro misterio.


La vuelta fija al centro de una danza 

me lleva hasta la tierra de tu pena, 

puedo entrar con los dedos en antorchas, 

los pasos sin arena.


Después, se quedarán como el secreto, 

cómplices mudas de un nacido encuentro, 

ése, en que tu palabra y mi palabra 

hablan el mismo acento.


NATI SARROT/ 1977

Necrológica de anticipación


En sus "Recuerdos de la vida literaria" el gran novelista argentino MANUEL GALVEZ narra así la confusión de diarios montevideanos, en 1932, en ocasión de la muerte de su padre:

"Dos diarios que, sin duda, pertenecían a una sola empresa, lo cual, en parte, estaba corroborado por sus nombres - El Plata y El Diario del Plata -, me despidieron de este mundo con un artículo de algo más de un jeme, incluido el retrato. 

El artículo era el mismo, en ambos diarios, y también el mismo era el retrato, inoportuno por lo excesivamente juvenil. Consistía el suelto en algunos datos biográficos - los suficientes- y una lista incompleta de mis libros... 

Mis novelas eran juzgadas así: "Pero lo que le ha dado toda su popularidad han si do sus novelas, de un realismo ameno, llenas de episodios y reflejando con prodigioso verismo la vida argentina". Estas palabras me gustaron. 

Terminaba el artículo con este parrafito: "Manuel Gálvez era un temperamento batallador e infatigable. Como prueba del prestigio que gozaba nos parece bastante con recordar que su candidatura acababa de ser propuesta para el Premio Nóbel de Literatura".

PON TU DEDO EN LA SIEN


Tenía dos abuelas, obviamente. Distintas, muy distintas, la una del la otra. Igualitas en asuntos morales. Desde ya.

Vamos a ver. La abuelita Hipólita era "la del Sauce", como mirando para Sarandí. La abuelita Elisea era la de Gualeguaychú central; misia Elisea, para el cartabón social de hasta casi mediados del siglo XX.

Difícil, como asunto general, que el plato no se inclinara para el regazo de la abuelita materna; la madre de la mamá, diría Perogrullo: la abuelita Hipólita. Hacia ella, con ella y por ella se revolcaban los hijos de su hija. Los chiquilines, lo que no le conocían se lo adivinaban a la abuelita del Sauce. 

Lo que no le pedían ella se los regalaba. Lo que ella les pedía, los mocosos, como mejor podían se lo escamoteaban. Por ejemplo, el hacer la siesta. Esa siesta de antes: Cuidadito, ¿eh?, que no vaya a sentir los talones de ninguno por la galería -sentenciaba la doña Hipólita del Sauce. ¡Qué va... A media siesta o menos ya andaban los gurises sacando del aljibe la cuajada dulce y fresquita -o la cocoa-, con el mejor sabor a cosa robada.

Como en todo asunto de piel, en la época, la sauceña de tez cobriza sabía rendir sus honores a la misia blanca que, oh! el mundo chico, tenía rumor de sauces en sus ancestros. Anunciaban la visita de misia Elisea, para la hora del té, y la Hipólita se permitía, ella la morochonga, dictar un bando conforme al cual la casa toda debía ser puesta "de punta en blanco"; hasta el casal de teritos del fondo, con higuera, bañado y prolijado.

Encerrado, el gallo colorado para que no haya escándalo con mucho cocorocó, pisando a gallinitas blancas.

Algún sociólogo diría: Una falsa traspolación de pigmentación. 

Efectivamente, la abuelita Hipólita despotricaba contra "esas muchachas que se van a Mar del Plata y vuelven que son un marlo quemao" y gozaba tiernamente cuando un nieto le presentaba una novia blanca, rubiecita de ojos claros.

Tenía dos abuelas, es verdad, distintas, muy distintas la una de la otra. 

Pero qué difícil de olvidar a la abuelita del sauce cuando ensayaba finuras y reprimía al nieto olvidadizo con esta exquisitez

- Pon tu dedo en la sien.

Entonces era cuando el abuelo don Ramón decía, socarrón y a media voz: A mi viejita hoy la vendería como refinada, a un kilo por familia....

Marco Aurelio -99

CVADERNOS


le pregunta y

el Profesor

ALMEIDA

responde

LOS TÚNELES

Parte VII


Con referencia a los túneles, aún queremos agregar algunos detalles de importancia.

El primer edificio de la Comandancia, fue construido en el año 1847. Tenía el largo de una cuadra, desde Urquiza a Luis N. Palma, con frente a Sáenz Peña (nombre actual de las calles).

Edificio de planta baja, tenía siete puertas de entrada a sus oficinas sobre el frente. En 1893 fue reformado.

Perdió parte de sus laterales, quedando con sólo unos cuarenta metros a Sáenz Peña por unos setenta de fondo hasta calle República Oriental.

La base de esa construcción "(ver Cvadernos N° 119) es la misma sobre la que fue construido el edificio actual de la Jefatura de Policía de 1893 (ver Cvadernos N° 42)". La construcción fue hecha sobre el conjunto de habitáculos y túneles que existen aún en el subsuelo.

¿Formó parte de la Comandancia esa gran cantidad de habitáculos? Y de ser así, ¿qué función cumplieron? ¿Fueron construidos al mismo tiempo o en fecha anterior?...

Eso es lo que nos preocupa saber para tener conocimiento del motivo y fecha de su construcción.

¿Por qué al levantar la Jefatura de Policía actual, fueron relegados o abandonados los habitáculos que han de ser unos cien o más...?

Al construir el edificio actual no se destruyó nada de lo que ya existía y el cimiento de la nueva construcción coincide con los cimientos de los habitáculos/ límite. 

Queda como informe otro aspecto que nos preocupa.

Más o menos a mitad de este siglo, se procedió a cambiar el piso de la primera habitación del sector norte, sobre calle Sáenz Peña, que creo era oficina del Jefe. Al levantase el piso que se iba a reemplazar, se descubrió debajo del mismo la existencia de un habitáculo que se comunicaba hacia el Este con otro similar, a través de un pasaje con arco de medio punto. En ese lugar se vio gran cantidad de carpetas, biblioratos y muchos mazos de papel propios de un archivo, mezclados con diversos restos de elementos de todo tipo, característicos de un basural que habría pertenecido al siglo anterior.

Como se pudo apreciar, lo hallado podrían ser restos de un archivo descartado.

Se intentó obtener la autorización para el rescate respectivo pero la orden superior fue: ¡Tapar! ¡Tapar!... Y fue tapado con un muro.

Lamentablemente, se perdió de vista lo que pudo ser un archivo del siglo pasado que, desde luego, podría contener documentos de valor.

Existe la posibilidad de que dicho archivo sea recupera do ya que, en la actualidad, sería posible proseguir la investigación.

INVESTIGACIÓN Y TEXTOS. Nati SarrotJEFE DE REDACCIÓN: Marco Aurelio RODRIGUEZ OTEROREDACTOR INVITADO: Fabián MAGNOTTACOLUMNISTAS: Prof. Manuel ALMEIDA - Carlos M. CASTIGLIONEAurelio GOMEZ HERNANDEZ
Digitalización: Museo "Casa de Haedo" :  Natalia Derudi - Danilo Praderio - Pilar Piana - Marianela Muñoz.Edición y OCR del texto: Patricio Alvarez DaneriTRANSCRIPCIÓN Y ACTUALIZACIÓN Silvia RAZZETTO DE BROGGI - DISEÑO Y DESARROLLO WEB: PATRICIO ALVAREZ DANERI
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