(Odas)
-fragmentos
¡No podía morir! ¡Cupo en la tumba
La gigantesca talla de su cuerpo;
Para encerrar su nombre y su memoria,
El hogar de la muerte era pequeño!
No cabía su espíritu grandioso
En la mansión eterna del silencio.
¡Como el alma de Dios, necesitaba
El espacio sin límites del cielo!
Aquel cóndor altivo que surgía
De entre las nubes de rojizo fuego,
Para tejer su nido de laureles
De los cañones en los hondos huecos;
Aquel brazo potente, que de España
Hizo temblar el formidable cetro,
Y que en la nieve de los altos Andes
Iba a templar su deslumbrante acero
Cayó en la tumba, como caen los astros,
En el sudario de su luz envuelto;
¡Cayó para dejar sobre la tierra
La memoria inmortal de sus destellos!
No se extinguió, dentro el sepulcro helado,
La irradiación de sus gloriosos hechos.
¡La libertad la recogió en sus alas
Para alumbrar su esplendoroso templo!
¡Héroe inmortal! Al recordar tu nombre
Chispear el alma de entusiasmo siento,
¡Y en vano intenta modular la lira
De tus victorias el sublime estruendo!
¿Qué extraño que arda al resplandor del tuyo,
Como un volcán mi enardecido pecho,
¡Si hasta las piedras de Maipú incendiaba,
Batiendo el casco tu corcel guerrero!?
¡Ah! ¡Quién pudiera levantar la vida
Sobre esas nubes que acaricia el viento
Y en luz de estrellas y ternuras de ángel,
Banar el arpa y arrullar tu sueño!
Beber de Dios, en la inspirada frente,
El blando acorde de su ritmo eterno
Para decirte, en inmortales himnos.
Que tu memoria, San Martín, ¡No ha muerto!