Cuaderno Nº 139

Índice Temático


GUALEGUAYCHÚ, Domingo 5 de Julio de 1998CVADERNOS DE GUALEGUAYCHÚ Nº 139
Cármelo Romero, un raro testimoniador- Leyenda- Análisis de la LeyendaHay un enfermo grave...EL SARAMPIÓN (Pipo Pescador)
CUADERNOS PREGUNTA... EL PROFESOR ALMEIDA RESPONDEGeología del Río Gualeguaychú - Parte XIII- MÁS PIEDRA PARA LAS CALLES

Cármelo Romero, un raro testimoniador

Cármelo Romero, el conde  de Gená

Una visita a Concepción del Uruguay, nos puso junto a un cuadrito pequeño, con una imagen hecha a tinta, con plumín en factura prolija de croquis, coloreado con acuarela de colores tenues que representa una parte del campamento militar de San José.

El Campamento del Palacio San José es uno de los tantos que pintó, al óleo, o como en este caso a la acuarela, Cármelo Romero, el Conde de Gená. (ver CVADERNOS N° 6).

Al pie y en el reverso de la lámina sobre papel, de puño y letra del autor hay Referencia y Leyenda aclaratorias sobre el motivo de lo que Carmelo Romero llama croquis.

Hecho en 1914 -residiendo definitivamente en Gualeguaychú- "el pintor que se pinta solo" reproduce el rancho que habitó desde 1866 a 1870 cuando formaba parte del Batallón 1 Entre-Riano. 

Firma su obra con el seudónimo Conde de Gená, pero las aclaratorias sin embargo, con su nombre, Cármelo Romero. 

Las fecha en Cañada de Sánchez, 21 de diciembre de 1916 y, como dedicado a Evaristo Martínez, comienza el siguiente texto:

LEYENDA

El 24 de Diciembre de 1866 a las 6 de la tarde salí en libertad; hacía un mes justo, en esa misma hora había entrado a la cárcel del Batallón 1° Entre-Riano. Llevado a presencia del Coronel D. Pedro M. González, Jefe del Cuerpo, éste me dijo:

Campamento en el palacio San José. Rancho que ocupó el Subteniente Carmelo Romero .

El General me ha ordenado que lo de alta en el batallón; va a ha ser dado de de alta en clase de Soldado Distinguido en la 1° Compañía. Yo espero que Ud. se portará bien en adelante. El General lo ha recomendado. 

En seguida llamó al capitán D. Miguel Míguez y me entregué a el, ordenándole me diera de alta en su compañía y me hiciera dar la instrucción militar con el Alférez Anastasio Retamar, destinándome al rancho que, dos antecesores míos, habían tenido por habitación. 

Jamás pasé una Noche Buena como aquella: toda la oficialidad me estimaba y en cuanto a la tropa me querían con delirio. Esa noche fui colmado de felicitaciones y demostraciones cariñosas por toda la tropa.

El 25 de Diciembre ocupé el rancho y en él habité hasta el 28 de Febrero de 1870, fecha en que salí licenciado por enfermedad". (copia textual).

En el anverso y bajo el croquis, fuera de margen, consta: "

Campamento en el Palacio San José Rancho que ocupó el Subteniente Abanderado Dn. Cármelo Romero durante estuvo en el Batallón 1° Entre Riano. 1866-1870".

Análisis de la Leyenda

Iniciada la Guerra con el Paraguay, Cármelo Romero se presenta ante López Jordán ofreciendo sus servicios de soldado en mayo de 1865, designado Portaestandarte en el Ejército de Urquiza, Subteniente y Abanderado del Batallón 1° Entre-Riano el 2 de octubre de 1867. 

Se incorpora al mando del Gral. Galarza en fecha 28-4 1870 y es ascendido a Teniente Primero (según datos autobiográficos trasmitidos a pedido del historiador Benigno T Martínez).

Para 1866, Cármelo Romero comunicó a sus padres, su voluntad de casarse. Estos se oponen al matrimonio. 

En signo de protesta el inteligente como extravagante hijo, prende fuego a la estancia del Gená, además de otros hechos notables de subversión. Por tal escándalo y daños es detenido y remitido a San José. Allí lo conduce su tío, el Alcalde de Genacito D. Juan Bautista Romero quien a su vez pide por su libertad.

Casa que habitó el Conde de Gená en nuestra ciudad, calle Andrade entre Gualeguay y Paraná, hoy remodelada

Desde este momento hasta 1895 en que a los 47 años Cármelo Romero, que se hacía llamar Conde de Gená, se radica en Gualeguaychú, (nació en Genacito el 9 de mayo de 1848 y murió en Gualeguaychú el 16 de agosto de 1925).

Aunque disperso e inestable, ejerció oficios que lo presentan como hombre curioso, estudioso y con inclinación hacia la pintura, conocedor de flora y fauna; de dichos y costumbres, etc. con conclusiones que fue anotando en cuadernos en forma bastante coherente y ordenada.

Cultivó el dibujo, la acuarela, el óleo y dejó una obra que el tiempo y su falta de interés, permitieron por caminos insospechados hasta en casi su totalidad.

De su serie sobre Campamentos, obra en el Instituto Magnasco un óleo, pintura ingenua que nos recuerda a las del manco Cándido López. En la Azotea de Lapalma, Museo de la Ciudad, obran óleos como: La Atahona de Domínguez, Gchú, al sur y otros.

Ahora nos hallamos junto a esta acuarela, que reproducimos para los lectores de CVADERNOS.

Referencia

Acuarela del Campamento de San José, propiedad de José Enrique García, C. del Uruguay, cedido para la publicación.

Hay un enfermo grave...

Cuando la ciudad era más chica y la población mucho menor, por eso conocida, emparentada con lazos de afecto o de sangre; la gravedad de un enfermo era también sabida por todos. El pueblo entraba en vela como los familiares; y autoridades también.

Había alguna carpintería que surtía de aserrín para cubrir la vereda de la casa en desgracia y también las aledañas. Se ponía sobre las lajas, ladrillos o mosaicos una gruesa y pareja capa que amortiguaba el sonido de los pasos de los transeúntes.

El aserrín se renovaba si el viento lo llevaba, o se esparcía con escoba o cepillo. La calle, como para cubrir toda la acera, si era empedrada con más razón, se cortaba en las esquinas con una cuerda o alambre, de vereda a vereda, y en medio se colgaba un farolito que se veía a lo lejos, como para que los coches pudieran desviarse en la distancia más conveniente. Se ataba el aldabón de la puerta de calle. Entonces el contagio respetuoso que impone el silencio producía efectos notables.

Todo esto se hacía con autorización, tras previa consulta a los poderes públicos. Algo menos de ochenta años de aquellos recaudos, cuando ya los enfermos graves pueden ser muchos más, en sus casas o concentrados en los sanatorios o en el hospital, unos cuantos, el ruido de los pasos y el tranco de los caballos nos parecerían susurros comparados con las bocinas de algún ansioso en su automóvil, la batucada sonora de las comparsas en un carnaval de muchos fines de semana, el pasa-casete de un coche que cruza como en explosión, irradiando, no se sabe para quién, la canción de moda.

¡Hay un enfermo grave!... Aquello del aserrín y el farolito, ya es historia.

EL SARAMPIÓN


Los niños de otros tiempos

no tenían la fortuna

de evitar enfermedades poniéndose

la vacuna.

Por ejemplo, el sarampión.

Rojo como una ciruela.

Te hacía volar de fiebre

y faltabas a la escuela.

El médico aconsejaba

un contagio general

así pasaba el peligro

y volvía la vida normal.

Se juntaban los hermanos

los primos y los vecinos.

¡Todos en dulce montón!

¡A contagiarse ahora mismo!...

Salvaje la picadera.

Las caras todas brotadas.

Alta la temperatura, los chicos decían pavadas.

-Mariano tiene síntomas. -

Mejor que le toque ahora.

Así en una semana

la enfermedad se agota.

Pedro contagia a Diego

y Yolanda a Noemí.

-¿Serías tan amable

de contagiarme a mí?...

Luz rosada, pañuelito

colorado en el pecho;

¿Podrías imaginarme

de cinco años y enfermo?



PIPO PESCADOR

(Inédito)

CVADERNOS


le pregunta y

el Profesor

ALMEIDA

responde

Geología del Río Gualeguaychú

MÁS PIEDRA PARA LAS CALLES

PARTE XIII

Para los últimos trabajos que se hicieron a principios de este siglo, las piedras se extrajeron de la estancia "Las Piedras", siendo embarcadas en barcazas desde unos 200 m. al sur del actual puente de la ruta N° 136 que lleva al puente "San Martín"; de allí al puerto. Los adoquines eran elaborados en la cantera de origen con gran habilidad por los picapedreros, que lograban dar una notable semejanza en tamaño y forma.

Podemos observarlo en las calles aún pavimentadas con piedra como Bolívar, entre C. Nievas y Alem.

También los cordones de limite con las veredas de unos 50 a 90 cm. de largo y un ancho de 30 a 40 cm. confeccionados en las canteras de origen, son tan perfectos en su talla y hasta curvos, siguiendo la línea de acera en las esquinas.

En calles pavimentadas con cemento hallamos cordones quebrados o rotos lo que difícilmente ocurre con los de piedra solamente que los hayan cortado para hacer canales de desagüe.

En el primer período del siglo XX, la tarea del empedrado de calles fue intensa, adoquinándose con piedra gran cantidad de calles, empezando por Luis N. Palma y Rivadavia y sobre todo la Urquiza, en la que se extendió hasta el Hospital y más tarde hasta el Bulevar Daneri. Además se empedraron calles transversales y se completaron las ya empedradas, desde Mitre a Alem.

Comienza luego la era del pavimento con cemento, las primeras con pedregullo y después con piedra arenisca picada. Es posible ver en algunos sectores el uso del pedregullo que se traía de las canteras de Colonia Elía (Depto-Uruguay), por ejemplo, en sectores de Luis N. Palma, y de piedra picada en muchas calles de la ciudad.

En el período del cemento, con piedra picada y últimos adoquinados de piedra, el material se extraía de diferentes lugares de las márgenes del río Gualeguaychú, de estancias como: "San Martín", "Centella", "Isleta", "Las Piedras" y el "Salto de Méndez". Por último de las canteras próximas al Frigorífico Gualeguaychú.

En el trabajo realizado por los picapedreros o empedradores, resaltan algunos nombres como Vicente Cicarelli, Pedro Narbais, Manuel Bilardo, Juan Tramontín, etc.

Aunque el pavimento con cemento en calle 25 de Mayo se hace por 1927, éste comienza en gran escala entre 1936 y 1942 con Urquiza y Luis N. Palma.

En 1936 se transforma la del Valle de arroyo en calle pavimentada, mediante fondos nacionales, con cemento, durante la presidencia del Gral. Agustín P. Justo que visita la ciudad. (CVADERNOS N° 75). 

La década del 30 es histórica para Gualeguaychú pues las obras que se llevaron a cabo fueron de tal magnitud, que quizá no haya otra similar. La mayor cantidad de ellas están ligadas a un hijo de Gualeguaychú.

Este fue el Diputado Nacional Juan Francisco Morrogh Bernard. (CVADERNOS N° 36).


Nota: El Gral. Agustín P. Justo visitó Gualeguaychú el 29-5-1937. (CVADERNOS N° 75)

INVESTIGACIÓN Y TEXTOS. Nati SarrotJEFE DE REDACCIÓN: Marco Aurelio RODRIGUEZ OTEROREDACTOR INVITADO: Fabián MAGNOTTACOLUMNISTAS: Prof. Manuel ALMEIDA - Carlos M. CASTIGLIONEAurelio GOMEZ HERNANDEZ
Digitalización: Museo "Casa de Haedo" :  Natalia Derudi - Danilo Praderio - Pilar Piana - Marianela Muñoz.Edición y OCR del texto: Patricio Alvarez DaneriTRANSCRIPCIÓN Y ACTUALIZACIÓN Silvia RAZZETTO DE BROGGI - DISEÑO Y DESARROLLO WEB: PATRICIO ALVAREZ DANERI
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