NUESTROS ABUELOS LOS GAUCHOS
Siempre es bueno y oportuno hacer algunas reflexiones con respecto a nuestro gaucho y muy en particular al personaje Martín Fierro del poema de José Hernández.
El Martín Fierro es una personificación de nuestro gaucho del siglo XIX, subestimado, marginado, perseguido y castigado en la campaña contra la barbarie de entonces y que consistía en perseguir al pobre gaucho, sobre todo al entrerriano, por el solo hecho de no ser obsecuente y servil con el César de turno.
Se lo hostigaba y perseguía por “bruto”. El único pecado del gaucho de la época era ser pobre y analfabeto y si no dejaba de serlo era porque nadie, ni los gobernantes, se ocupaban de alcanzarle las primeras letras para rescatarlo de su ostracismo.
Hernández fue hostilizado por haber ejercido el derecho al disenso. Exiliado por causas políticas, volcó sus ansias de escribir una denuncia. La descripción de un infortunio, de una cadena interminable de penas, grita una protesta pero no la suya.
Su protesta es el lamento de la tierra con sentido telúrico que se corporiza en el hombre; pero en el desvalido, el marginado, el despojado; en el paisano rudo y simple que ha perdido su familia, su casa, su tierra y hasta su identidad.
El que sólo queda identificado con un número porque es arrastrado por la leva; empujado a la fuerza a una lucha fratricida en la frontera y el que a su regreso, si vuelve con vida, no encontrará ni su familia, ni su rancho y le habrán enajenado su tierra.
Y allá va a cantar su dolor sin lágrimas; a convertirse en el gaucho desgraciado donde no cabe la justicia ni el lamento. A beberse los vientos para calmar sus rebeldías, donde el derecho no existe y la justicia es artículo de lujo.
Esto que parece una leyenda va a ser el panorama, el fondo, el tema, el alma que animará al protagonista; que será el gaucho, el hombre. Va a nacer el Martín Fierro. A la Patria la hicieron los gauchos. Los campos de batalla de la Patria fueron regados, en todos los tiempos, por la sangre de los gauchos que integraron los contingentes de la llamada “carne de cañón” que acompañó a San Martín, a Belgrano, a Güemes en sus campañas libertadoras. De gauchos fue “la carne de cañón” en todos los entreveros de las luchas civiles durante el período de la organización nacional y las secuelas de su consolidación posterior.
Nuestros gauchos, generosos y valientes, empuñaron la lanza para enancarse en aventuras montoneras que muchas veces no tuvieron sabor a Patria.
Cuando el país necesitó mano de obra para encauzar el progreso por los senderos de la paz y el trabajo, el campo argentino no tuvo suficientes brazos para la labranza, entonces, vino una magnífica falange de “gringos” que llenaron con su esfuerzo y con su canto los campos de Argentina. Pero ella ya estaba hecha y consolidada. De sus artífices sólo quedaba el recuerdo y la mayoría había regado la tierra con su sangre para hacer más fecundo el surco.
Rescatemos con el mayor respeto su memoria; guardemos en el fondo del corazón no solamente un emocionado recuerdo sino un profundo agradecimiento por quienes gestaron el fundamento y la grandeza de nuestra Patria.
En mis 42 años de docencia, tuve la enorme satisfacción de ser maestro de campaña durante 20 años al frente de una escuelita rural, perdida entre los montes entrerrianos, y allí pude conocer y admirar al gaucho que vivía y aún vive en mi provincia y quien ha convivido con ellos puede atestiguar la limpieza y grandeza de su alma.
Si sabemos mirar con más devoción el pasado de nuestra Patria, podemos encontrar allí inspiración, sustancia y fortaleza para rescatar los perfiles de la vieja estirpe y atesorar los valores que nos servirán para enriquecer el arquetipo que ofreceremos a nuestros jóvenes y a las generaciones del futuro.