¿Cuáles son las tareas del arqueólogo? ¿Sus sensaciones?
La Arqueología es una apasionante aventura. Nos ubicamos en la cuarta dimensión e iniciamos un viaje imaginario en el tiempo para retroceder y hurgar en el fondo de los siglos en busca de gestas olvidadas. Las cortinas del tiempo se descorren y vemos cómo vivieron los hombres en los albores de la historia.
Los pueblos de nuestros antepasados tuvieron su momento en la historia y luego se perdieron en el pasado. La madre tierra recogió amorosamente en su seno los restos de sus hijos conservando en sus entrañas y a través de los siglos, el testimonio de su existencia.
La madre tierra nos brinda ese mudo testimonio del monumento que llega hasta nosotros, con su mensaje desde el fondo de los siglos.
Su exhumación nos convoca, nos incita y nos apasiona. Allí está la vieja historia en millares de páginas inéditas que, en manos prudentes y movidas con amor, nos devolverán las mil secuencias del gran escenario prehistórico.
Rescataremos hilvanada y restaurada la epopeya perdida, reivindicándola para nosotros y para ofrecer a las generaciones del futuro el precioso don del pasado.
El monumento encierra siempre un mensaje. Descubrir, interpretar, develar o traducir ese mensaje, es el principal objetivo de la investigación.
Recordamos que es monumento todo resto o testimonio que nos ha quedado de la presencia o actividad del hombre en el pasado. Es el documento claro y convincente para la reconstrucción histórica. Testimonios mudos donde ha de jugar la prudencia, la intuición y la deducción a fin de ir colmando espacios, poner nuevamente en ellos vida, movimientos y sentido para hacer surgir de las ruinas informes el verdadero panorama del proceso humano.
Cuando introducimos las manos en la tierra en busca del monumento, sentimos que las enterramos en el tiempo y hasta en el rumor del zapapico hurgando en los estratos nos parece percibir los primitivos ecos de la actividad del hombre que labora, su canto a la vida y al trabajo y el mismo bullicio de los pájaros, se nos antoja un coro de voces infantiles que nos llega desde las entrañas de la tierra. Es el reclamo de este suelo que “agarra”, atrae y da vértigo. Es el amor del hombre por su tierra lo que empuja con una curiosidad insaciable, con fervor y una paciencia inagotable en el afán de evocar la vida primitiva de los hombres que habitaron este suelo.
El período ocupado por la historia escrita es sólo una fracción de nuestros anales. La Arqueología permitirá asistir al primer acto para levantar la bruma que aún cubre el horizonte y pueda conocerse la verdadera dimensión en el tiempo, del desarrollo humano.
Y... ¡allá vamos!... ¡con la pala!...