• Excursión 175. 24 Junio de 2014. Martes.
Risco y playa de la Garañona.
Municipios: Tacoronte. El Sauzal.
ENP: Paisaje Protegido Costa Acentejo
De 16 a 20.10h. De 340 a 0m.
Distancia: 4,9km. Duración: 4h 10m.
Bajada por el acantilado de La Garañona, recorrido por una plataforma cerca del mar hasta la playa y regreso por playa de cayados al enclave de Mesa del Mar
Por fin me decido a intentar bajar por el risco hasta la playa. Es una buena bajada: 300 metros de desnivel con gran pendiente y sendero apenas marcado en la mayoría del recorrido. Hace dos años, antes de empezar con las excursiones, lo intenté, pero fue un fracaso. Me perdí y un hombre me rescató cuando estaba, fuera del sendero, desfallecido y desmoralizado. Él subía en bañador y una gorrita con visera, el cuerpo muy moreno. Me guío en la bajada con mucho cuidado y me dejó en la parte de abajo. Le di un gran apretón de manos y le pregunté su nombre (Fernando). Desde el roquedal de abajo regresé, ya solo, hasta Mesa del Mar. Fue un incidente que pudo ser muy desastroso. La ladera está azocada y no corre viento porque hay una depresión central. El sol pega muy fuerte toda la tarde. Todo esto me lo fue desgranando Fernando según me guiaba hacia abajo.
Hace veinte años conseguí bajar hasta la playa, pero apenas recuerdo esa excursión ni por dónde bajé.
Hoy sí estoy preparado, salgo a las 4 de la tarde con un litro de agua y el altímetro, así puedo ir controlando lo que me falta. El sendero empieza en un pasillo al lado del número 4 de la calle Laurel en la urbanización Jardín del Sol, en Tacoronte. Llego desde mi casa en cinco minutos. Este pasillo es el que lleva al famoso recorrido de los 400 escalones. Tras bajar un tramo de escalones me salgo de la escalera y me desvío a la derecha de un rellano por un sendero, un pequeño andén. El sendero va por el borde de un risco entre vinagreras, tabaibas e incienso, en este tramo hay una bajada, de unos tres metros, delicada y resbaladiza entre zarzas, después vuelve a subir y rodea una roca. Llego a una terraza amplia con vistas estupendas sobre el barranco de Guayonje, el castillito de la finca de los Domínguez, la playa de la Arena y los edificios altos de Mesa del Mar.
Después el sendero, poco claro, baja hacia la izquierda hasta una pared vertical, la bajo destrepando. Tras este pequeño risco el sendero se civiliza un poco y baja con pendiente suave hasta un lugar en el que es fácil equivocarse y seguir de largo, la bajada sigue por unos grandes escalones formados por rocas que no se ven desde el sendero. Hay que pararse, alongarse hacia afuera y bajar por ellos (están a la izquierda). El problema es que tanta gente se ha confundido aquí y han seguido, que con sus pisadas han hecho un falso tramo de sendero (aquí fue donde me confundí yo hace dos años).
El día está caluroso y me tengo que parar a la sombra para descansar. La bajada es bellísima y salvaje, angosta e impredecible. Más abajo tras rodear un saliente veo unos hitos (un grupito de piedrecitas planas formando una montañita: señal de sendero), he visto un poco antes en dos sitios una mancha blanca pintada en la roca. Después veo una colilla. Todo ayuda para saber que voy por el sendero correcto. Pero cuando me faltan unos 40m de desnivel para bajar hasta la plataforma rocosa, por la plataforma que se va hasta la playa, pierdo el sendero completamente. No lo veo en absoluto. La plataforma rocosa es una parte ancha y caótica de rocas que rodea los acantilados (hacia la izquierda) hasta la playa, una especie de avenida marítima para gigantes. Lo que me falta para llegar a esa avenida es un desnivel fuerte pero practicable y una caída vertical variable de varios metros, pero sé que hay un sitio donde es de dos o tres metros y por donde se puede bajar por unos huecos-escalones hechos en la roca. Tan cerca pero tan lejos, me quedo paralizado un buen rato. Entonces ocurre un pequeño milagro: un joven pasa por la avenida, le llamo a voces, me ve y me señala por dónde bajar, pero no lo veo, tiene que subir él y guiarme para bajar. Se llama Moisés y vive en Tacoronte. Resulta que hace unos días fue a ver a una virgen que hay por aquí, no sé dónde, y se olvidó las gafas. Las encontró y volvía cuando le vi. Creo que, si no hubiese pasado por allí este joven, yo hubiese vuelto a subir. En este momento decido que el regreso no lo voy hacer subiendo sino siguiendo hacia Mesa del Mar. La subida es complicada, muy esforzada y hace demasiado calor.
Nos despedimos, él se va hacia Mesa del Mar, donde dos amigos suyos están cogiendo olas. Me siento de maravilla, lo he logrado, he bajado. Me ha llevado una hora y veinte minutos. Pero ahora tengo que llegar a la playa, y lo que me falta es un trecho tortuoso. El terreno es muy escabroso. Rugoso. Desigual. Con derrumbes enormes. Al llegar a la parte que estaba húmeda cuando estuve aquí hace unos meses (excursión 103, 27 de Enero) veo que está seca y puedo continuar. Pero todo es muy complicado, no se deja recorrer fácilmente. Cuando creo que he llegado a la playa veo que hay dos tramos de cayados y un hueco entre rocas. Cuento los pasos para tranquilizarme. Bueno más que pasos los saltitos entre piedras: 400. Y así, de piedra en piedra, llego a la playa.
Después de todo lo que he pasado la belleza de la playa es triplemente intensa. Enorme, de arena negra, muy ancha y muy larga. La bruma que sube del mar hace que la parte final de la playa se pierda a los pies del risco bajo El Sauzal. Me tiro en la arena y me quedo quieto y exhausto mirando el cielo. El mar está muy suave y las olas suben muy despacio sobre la arena de la playa, que es muy plana. El olor a la sal y el yodo es fuerte. El rumor de las olas muy tranquilo. Me acerco y me subo al gran roque formado por columnas basálticas que parece una gran barca que se va a echar al mar. A pesar de su color oscuro destaca por su forma de la arena negra y es un mirador natural. Me encaramo. Cuando estoy en lo alto y miro hacia la playa veo a una mujer joven que está de pie sobre la playa, sólo lleva un tanga, entre sus pies en el agua somera está un joven, este sí va desnudo, está tumbado entre las piernas de la joven. La saludo, me saluda. Ambos son toda una visión. Después se alejan hacia una gran cueva.
Me quedo un rato disfrutando de la inmensa playa, camino hacia El Sauzal un rato hasta que empiezan los cayados. Me echo otro rato en la arena, a la sombra esta vez. Recuerdo que una vez mi mujer y yo estuvimos en esa cueva grande. Vinimos a la playa desde Mesa del Mar y pasamos la noche dentro de la cueva oyendo las pardelas.
Bien revuelto e hinchado de playa empiezo el regreso. Todavía me queda un largo camino. Recorro toda la avenida caótica de rocas y paso el sitio por dónde accedí desde el risco. Llego al tramo peor de este recorrido. Hay que pasar por una cornisa estrecha con caída libre (15 o 20 metros) al mar, en la que incluso me tengo que agachar para evitar unas rocas que sobresalen de la pared. Cuando estoy en la cornisa veo dos jóvenes que están sobre tablas en el agua, deben ser los amigos de Moisés, están en una pequeña bahía y el fondo es rocoso. Cuando ellos me ven se empiezan a reír de mí y a decirme que me voy a caer y qué miedo y más cosas de ese estilo. Lejos de asustarme sus comentarios tienen el efecto contrario, le quitan todo el hierro a la situación y hacen que me tranquilice completamente y pase la cornisa sin problemas. Y todavía hay una ultimísima prueba de valor. Para bajar a la playa de cayados hay que agarrarse a una cuerda y bajar unos metros hasta el nivel del agua. Aquí está Moisés haciéndoles fotos. Me quedo un rato charlando con él y haciendo, yo también, fotos de sus amigos cogiendo olas.
Después sigo hasta la playa de la Arena. Está desierta porque no dejan pasar. Hubo un derrumbe en febrero. Salto la valla y en el teléfono público llamo al taxi de Tacoronte. Tarda un rato en llegar, me quedo esperándolo sin ir a ningún sitio. Un cartel del ayuntamiento recuerda que pueden multarte hasta con 750 euros por acceder a la playa. Pero yo no he accedido a la playa, yo vengo de la playa (qué listo/tonto soy). El taxi llega. Me monto y él taxista me mira un momento y dice ¿Jardín del Sol? Asiento con la cabeza y sólo digo “esto da gusto”. No conversamos nada de nada hasta que me deja en la puerta de casa. Impresionante colofón para esta excursión. Me cobra 8,30 euros pero le doy diez, hoy estoy sembrado.
Ha sido un gran éxito esta excursión.
---------
Pulsar en el siguiente enlace para descargar el track de la excursión
Track orientativo, no obtenido durante la excursión, elaborado después de realizarla
drive.google.com/file/d/1qS3p668osZ-fwwHjqkpa8tnrtDhRK08w/view?usp=share_link
Bajada por acantilado a la playa de la Garañona