• Excursión 565. 9 Diciembre de 2016. Viernes.
Ifonche a Adeje
Municipio: Adeje
ENP: Reserva Natural Especial Barranco del Infierno. Parque Natural Corona Forestal
De 12.37 a 18.00h. De 1024 a 1140 a 250m.
Distancia: 11,8km. Duración: 5h 23m.
Desde el pequeño caserío de Ifonche por un sendero señalizado primero visito una era con un bonito mirador sobre el barranco del Infierno, cruzo el barranco del Infierno por su zona alta y atravieso un pinar monótono con amagantes pequeño y visito un pequeño viejo caserío donde procesaban pinos. Después por otro sendero bajo hasta un gran mirador sobre la costa y sigo descendiendo hasta Adeje en donde veo vestigios de la vida antigua
Nubes altas, cálido, algo de calima. Sigo una excursión de W. una gran excursión. Cambio “die große Exkursion” del jueves para el viernes.
Me atrevo a ir al Sur sin usar mi propio coche. Subo en un taxi hasta la parada de guaguas cerca de la Cruz Roja, al lado de la autopista. Pequeño susto cuando pasa una guagua sin entrar (hay líneas que no paran en Tacoronte). A las 10.19h me monto en la 107 hacia Santa Cruz. Acogedora y animada guagua de ruta larga con asientos paralelos (esta línea ceso en el año 2020). Me gusta ver cómo los pasajeros que llegan molidos del avión tienen la paciencia de esperar con sus maletas la guagua y se estrujan de nuevo ¡qué disciplina! En Santa Cruz en el último momento tomo la 111 en vez de la 110 hacia Adeje (11.01h), mal hecho, la 110 hace muchísimas menos paradas. Al menos en la 111 viaja poca gente y el diseño es diáfano y espacioso. Sale el sol. Me pongo a escuchar el musical “A Little Night Music” de Stephen Sondheim, el musical que más me gusta. Me gustan todas y cada una de sus canciones. Cuando voy escuchando buena música el paisaje mejora mucho, lo que su vez revierte sobre la manera de escuchar de la música, más atenta. Pocos viajeros, pero se bajan en paradas diferentes, no me pongo a elaborar una teoría estadística sobre ello. Se me pasa el viaje entretenido.
Llego a la rotonda de San Isidro donde hay una actividad frenética de coches que vienen y van, gente esperando las guaguas, un gran panel muestra todas las conexiones en esta gran conurbación. Pero yo no tengo conexión fácil a Ifonche así que me monto en un taxi de la parada que está al lado. Partimos (11.57h). El taxista se empeña en demostrarme que va a hacer el mejor recorrido y en su teléfono móvil me lo va mostrando. Vestido como voy enseguida sale el tema del senderismo, también tiene experiencia como senderista y me cuenta una ascensión desde los Roques de García hasta el pico del Teide. Le gustó mucho por sus diferentes terrenos volcánicos. Poco antes de llegar me pregunta cuántos años tengo y muestra respeto y asombro porque esté en buena forma para hacer estos recorridos en solitario. Es la primera vez que me preguntan la edad. El conductor solía ir en invierno a Ifonche, al restaurante, a tomar pescado. Llegamos a Ifonche (12.37h, 1000m, 33€ de vellón). Fresco y ventoso al bajar del taxi protector y el amistoso taxista.
Durante unos momentos me siento solo. En cuanto me encamino y tengo que resolver las primeras dudas ya se me olvida esa sensación. El recorrido señalizado (PR 71.2) va por una pista de tierra, por sendero, y después por pista de tierra llaneando unos 700 metros, diez minutos en total hasta una bifurcación donde me desvío a la izquierda. Paso una casa solitaria (casa de Benítez). La pista me dirige a una gran era con una gran vista (mirador del Infierno) de parte del barranco del Infierno, del pico de Imoque y parte del roque del Conde. Dos mujeres senderistas sentadas en el borde de la era me obvian completamente. Me parece rudo por su parte. Regreso a la casa y después a la y sigo hacia la izquierda hacia el barranco que se va encajonando más y más con paredes muy verticales recubiertas de pinos. Cerca del cauce hay una gran cascada de piedras, como un río seco, se ha desprendido del risco. El color gris y algo polvoriento de las rocas me hace pensar en desprendimientos casi continuos de rocas. En los bordes del sendero veo bicacareras, jaguarzos, amagantes, vinagreras, tajinastes y palomeras. Me cruzo con un grupo de cuatro senderistas alemanes, más adelante con una pareja de españoles. Hay cierta actividad. El día ahora está gris y se ha levantado algo de viento. Cruzo el cauce (un km desde la casa de Benítez) donde hay muchísimas montañitas de piedra (hitos) señalando por dónde cruzarlo. Parece que alguien ha tenido una inspiración artística porque están muy bien dispuestas, y las piedras unas sobre otras con gracia.
En la otra ladera del profundo barranco del Infierno me toca subir. Cuando llego al final del tramo que va por dentro del barranco (unos 400 metros), decido pararme a comer en un pequeño saliente con vistas estupendas (13.45h, 1100m). No resulta un momento memorable, el viento desagradable me obliga a embutirme en el suelo, entre las rocas. Sigo el camino (14.15h) por un paisaje tristón con pinos jóvenes y amagantes deslucidos como única vegetación. Muy monótono entre barrancos superficiales y lomas suaves. Este paisaje me resulta aburrido si está nublado. Mejora cuando aparece una loma de toba con un canal excavado y son interesantes las formas de las rocas duras. En un cruce de caminos me desvío a la derecha para visitar el caserío del Aserradero (15h, 1100m). Llego enseguida, el caserío son dos casas aisladas y lejanas entre sí. Aquí se procesaba la madera antes de bajarla hacia Adeje. A una no puedo acceder, insisten mucho varios carteles en varios idiomas que es privado. Está en un pequeño vallecito y tiene árboles frutales: higueras y almendros. Se nota que es muy húmeda la llanada. A la otra, un poco más allá, si llego. Dos o tres habitaciones techadas, una de dos plantas. Me gusta. Todavía se podría pasar una noche aquí resguardado. Recuerdo esta casa de un libro de la arquitectura popular canaria (Rincones del Atlántico. Número 10. 2019/2020). Regreso al cruce y sigo bajando (PR 71). Desciendo por una loma (Aserradero) acompañado un rato por un canal excavado en la roca de formas caprichosas en naranja y amarillo. Desde luego que los antiguos sabían por dónde trazar un camino. Hacia adelante otra loma con pinos y un paisaje de soto bosque.
Después de rebuscar entre la música me pongo a escuchar la música algo psicodélica de King Crimson “In the Wake of Poseidon”. Las vistas sobre La Gomera son impresionantes, nunca la había visto tan grande, tan bien perfilada. No sé porque tengo la intuición de desviarme hacia la izquierda y trepo un pequeño desnivel y entonces tengo la visión del día justo cuando la canción enmarañada e intensa y estridente de “Pictures of a City” da paso a la lírica y bucólica “Cadence and Cascade”. Ante mí se abre un paisaje de riscos y barrancos enormemente espacioso. Una emoción enorme me atenaza y casi caigo de rodillas, el sutil rasgueo de la guitarra precede a las primeras palabras mientras me emborracho del enorme espacio. Me quedo petrificado (muy apropiado). Algo repuesto bajo hacia el sendero y llego a un mirador natural (Boca del Paso) (15.47h, 950m) donde varias parejas de senderistas en distinto grado de desmadejamiento tratan de asimilar el brutal paisaje. Este mirador está al final del Risco de la Boca del Paso y se abre a toda la costa del Sur desde Las Américas hasta Guía de Isora y Santiago del Teide. Hacia la derecha veo la parte alta de la montaña de Tejina en Guía. Hacia la derecha sale un sendero señalizado (PR 71.1) hacia la Quinta. Me alongo lo más que puedo por una meseta hasta el borde del precipicio mirando las lomas y los barrancos que surgen hacia abajo (Las Torres, Colorado, Chabor) tratando de comprenderlos (ocho años después recorreré todas esas lomas). Vuelvo al mirador y empiezo el descenso hacia Adeje recorriendo un escultural camino empedrado en curva con vistas hacia Imoque, Los Brezos y el roque del Conde, el barranco del Infierno está oculto por su ladera izquierda.
No dura mucho el empedrado. Después el camino es tortuoso, tiene un firme irregular, tengo que ir muy atento y no me doy prisa cuando una pareja que tomaba el sol arriba me adelanta. Mirando hacia arriba veo el risco que acabo de doblar. En la bajada voy meditando y mirando cada poco la mole enorme del roque del Conde, que es una meseta natural y trato de identificar la cueva de la que me habló el taxista. Un lugar inaccesible un poco más abajo del borde y cerca de un árbol donde los guanches resistieron hasta el final. El sendero no tiene sombra de ninguna clase, no me preocupa, las nubes altas me protegen. Hacia adelante vuelvo a fijarme en la fantástica Gomera que libre de nubes logro distinguir en ella montañas y picos con brumas que suben desde el mar. Bastante abajo hay almendros, la mayoría secos (16.40h, 600m). Poco antes de llegar a Adeje me desvío por un camino a la izquierda y me acerco hasta el borde del barranco del Infierno, veo el camino empedrado que se adentra en él y el portón cerrado de la entrada. Creo que por aquí está la posibilidad de acceder al barranco sin pasar por la puerta, deslizándose por el risco unos 10 metros, de esto también me habló el taxista. De vuelta al sendero veo un molino de agua y unas instalaciones anexas. Llego a la entrada al barranco (17.33h, 360m). Carteles informan del molino y del barranco.
Aquí me acuerdo de unos amigos (Armando y Gloria) que hace más de treinta y cinco años trataron de visitar el barranco y se confundieron. En vez de entrar al barranco siguieron subiendo y cogieron una insolación impresionante y juraron nunca hacer más excursiones (cosa que parecen haber cumplido). Ahora sé bien el lugar donde se confundieron, lo acabo de recorrer bajando. En aquella época no había señalización, ni entrada ni camino, era salvaje. Ahora me gusta la visión de la entrada al barranco del Infierno.
Desciendo por una calle muy empinada por dónde acude gente a cenar a un restaurante que parece popular. Voy leyendo carteles informativos sobre El Aserradero, los lavaderos, el camino, oficios antiguos. Más abajo los muros de una casona. Leo que son los restos de una hacienda azucarera que se fundó en el siglo XVI con fortificaciones para defenderse de los piratas y que se incendió en el año 1906 quedando sólo el archivo y algunas salas. Hay algunos cañones expuestos. Debe ser esta una de las partes más antiguas de Adeje. Bajo bastante por un paisaje urbano moderno y anodino y tengo suerte porque tomo justo cuando pasa (18h) la 447 hacia la estación de guaguas de Adeje.
No me gusta la estación de Costa Adeje, es lóbrega y alargada. No veo taquillas de información. En un pequeño barito en el extremo una camarera que me llama cariño me sirve un té. Deambulando leo en un cartel que justamente la 110 que pensaba tomar ahora se ha suspendido, me cuesta un rato procesar esta información y me resulta como una suerte de lotería, pero al revés. Resignado espero a la 111 (18.30h). Parte y enseguida se va llenando hasta los topes. En el tráfico lento de la zona la cosa se empieza a poner tensa en mi cabeza. Culmina cuando entramos en el aeropuerto y una interminable fila de pasajeros va dejando sus maletones debajo y pagando (no tienen tarjeta). Es el momento de concentrarme con todas mis fuerzas en la música, vuelvo a “A Little Night Music” que empecé a escuchar por la mañana, estoy buscando un valor seguro. Lo encuentro porque cuanto más lento va el tráfico y más conversaciones tratan de asaltarme más me identifico con los cantantes y sus réplicas y la música me saca de la guagua y me eleva y me aísla y la oigo con una intensidad increíble, como nunca: “In Praise of Women”, “Liaisons”, “The Glamorous Life”, “Send in the Clowns” cada canción como un monumento, con sus duetos, tríos, una maravilla de voces. Lo repito cuando termina.
Empaquetado, pero feliz llego a Santa Cruz (20h). A La Laguna media hora después. Y ya está bueno. Decido bajarme del juego, me voy a la puerta de la estación de guaguas y tomo un taxi, me siento en la parte de atrás –no acostumbro- me arrellano y llegamos como una centella a casa.
Más tarde en casa hago cuentas y veo que he estado cinco horas de viaje para una excursión de cinco horas, no creo que repita más excursiones en este plan al Sur (sí las repetiré y más largas).
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Track orientativo, no obtenido durante la excursión, elaborado después de realizarla
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