• Excursión 1045. 14 Enero de 2020. Martes.
De Radazul Bajo a Candelaria.
Municipios: El Rosario. Candelaria
De 15.28 a 19.04h. De 10 a 140 a 25m.
Distancia: 9,1km. Duración: 3h 36m
Comienzo en zona turística por paseos y playitas con bañistas hasta una playa salvaje que cruzo hasta un caserío costero (El Varadero) que rodeo por pistas secundarias hasta un cruce de caminos (El Borrachito) para continuar pegado a la autopista hasta una pasarela sensorialmente brutal. Bajada campo a través y breve visita a otro caserío costero (Bajo la Cuesta) y finalmente recorrido urbano por Candelaria
Tercera etapa de la travesía Santa Cruz-Candelaria.
Por lo que me queda por recorrer espero lograr llegar hoy a Candelaria. Está despejado y soleado. En la estación de guaguas de Santa Cruz a esta hora (las tres de la tarde) el ambiente de pasajeros que esperan ordenadamente en línea, los que se bajan algo molidos, y los que deambulan es muy animado y cosmopolita. Me encanta este trajín de gente, hay tantas líneas, tantos trayectos, y yo uno más entre ellos, sintiéndome protegido en esta extraña hermandad de viajeros. Tengo que esperar un poco por mi guagua (la 139) y para no estorbar me retiro hasta una pared baja con vistas a la planta baja, mientras sigo fascinado contemplando el movimiento de la gente, aquí hay una brisa fresca que viene del mar, pero al mismo tiempo un calorcito relajón de ese que se siente con la barriga llena, y me parece que estoy en una estación de trenes de largo recorrido.
Salgo de Santa Cruz (15.10h) y me bajo en Radazul (15.28h) en la avenida marítima (Paseo de Colón) pasado el puerto deportivo. Por el paseo amplio llego a unas escalinatas que suben para salvar un acantilado alto y después bajan hasta el mar, y llego a Tabaiba Baja, con edificios altos y playita. Aquí se abre una vista amplia, más allá de los edificios de Tabaiba Baja, a la ladera, sin construcciones ni cultivos, que sube hacia la Montaña Bermeja y llega hasta Barranco Hondo. Siento una sensación fuerte a fiesta, a domingo, aquí ahora pasando cerca de la playita y de los edificios de Tabaiba. Frente al último grupo de edificios la gente toma el sol y se baña en pequeñas calas de arena negra con un ambiente muy relajado. Detrás de un pequeño parking atravieso una valla alta que cierra la playita rocosa que forma una esquina estrecha. Observo que hay algunos pasillos y espacios circulares hechos con piedras, que son como pequeños cercados de descanso. Un hombre desnudo en cuclillas contempla el oleaje silencioso, le saludo. Sigo por la la costa pegado al mar que tiene oleaje moderado. Enseguida me tengo que encaramar por un sendero estrecho medio oculto por el rabo de gato bajo el acantilado. Es un sendero muy irregular y salvaje y enseguida me veo muy arriba y encajonado y sin continuación. Tengo que bajar hasta la arena entre cayados. Desde luego que por arriba no hay sendero, pero es que aquí abajo el agua golpea la pared y apenas hay paso. Veo un trozo pequeño de playa donde hay más trozos de roca mojada que arena negra. No lo veo claro. Regreso. Me cuesta bastante volver porque tengo que trepar a la pared y volver a bajar. Qué complicado.
Cuando llego a donde está el nudista le pregunto. Con leve acento italiano y muy tranquilo me da una indicación de experto “más allá de la planta grande que sobresale hay un sendero que sube, pero hay que tener cuidado con las olas”. Gracias. Vuelvo esta vez más cerca del mar todo el rato. Y llego al sitio decisivo. Que es a donde llegué antes. La planta que sobresale es un gran ejemplar de tabaco moro con muchos troncos finos que el sol ilumina desde arriba y resalta de la ladera. El tabaco moro está después del trozo complicado. Me quedo observando el ritmo de las olas un buen rato. Por fin, decidido, pero sin darme prisa, las rocas están mojadas, lo más deprisa que puedo yendo lento avanzo por la arena y pisando las rocas mojadas rebosando de agua bastante emocionado y llego al tabaco moro. Ok. Salvado. Espero que esto sea lo más complicado. Pero no es así porque el sendero que ha subido un poco por la ladera con escalones aquí y allá vuelve a bajar al nivel del mar y llega a una playa grande de cayados. En un primer vistazo las olas llegan hasta la pared por encima de la playa, pero confiando en mi suerte avanzo por encima de los cayados y voy encontrando espacio alejado del agua, o quizás es que en este momento las olas son más pequeñas, el caso es que no me mojo. En la esquina posterior me hago un pequeño lío por seguir cerca del mar y tengo que trepar entre rocas peligrosas para lograr llegar a un sendero y las primeras casuchas de El Varadero (excursión 606).
Hoy tengo un objetivo muy concreto así que no me entretengo en visitar este enclave, sino que sigo por un sendero hacia arriba, un sendero que sube bastante recto a la derecha de un barranco (La Vinagrera) y entre bancales abandonados con muros de sustentación todavía en buen estado. Con la moral muy alta disfruto de pasar por un sitio no especialmente bello, pero por donde nunca había estado. Tengo que subir bastante por la ladera para encontrar el paso del barranco de La Vinagrera y después bajo campo a través hasta la carretera que comunica la autopista con El Varadero. Aquí dos hombres están cortando el rabo de gato que rodea en triple línea la pequeña tira de asfalto. Uno usa una podadora eléctrica de hilo y el otro un ventilador para recoger lo cortado. Montan un buen escándalo. Bien protegidos por mascarillas y caretas de plástico parecen cansados. Les saludo y sigo subiendo preguntándome si será dañino aspirar este aire cargado de polvo de rabo de gato. La subida siguiente es bastante empinada hasta la pequeña carreterita que paralela a la autopista me lleva a la montaña Bermeja por donde entran o cruzan la autopista los coches. El coche bar está animado con hombres. Este sitio se llama El Borrachito. Aquí en lo alto y mirando hacia Candelaria el sol bajo me da en los ojos, y en combinación con el viento que me da de frente y que me sube el bordillo del sombrero voy cegado y estresado. Me tengo que sujetar el sombrero con la mano y apretarme las gafas de sol para sobrepasar el tramo largo recto encarando el sol. Todavía más rabo de gato por aquí. Sigo por la carretera paralela a la autopista y voy pasando las instalaciones del club 12 de enero Círculo de Amistad. Mucho sitio para aparcar, algunos buenos edificios y montones de canchas de tenis. El viento de frente y el sol de cara me siguen castigando. Cuando he pasado todas las instalaciones del club todavía sigo un poco más por una carretera estrecha que cruza otro acceso de la autopista y sigue en paralelo a la autopista.
Cuando termina esta pista comienza una pasarela que va pegada a la autopista, es un pasillo estrecho con suelo de cemento entre dos verjas altas formadas por tubos metálicos altos que casi parece una jaula. He tenido que saltar una valla al principio porque están de obras y no estoy seguro de si podré continuar hasta el final. La sensación de ir deprisa por aquí es vertiginosa, el estruendo de los coches y camiones pasando al lado es sobrecogedor, como si me fuesen a atropellar, vienen rugiendo por la subida a todo esfuerzo. Si me pego a los tubos y miro hacia adelante no veo los coches, porque la fila de tubos forma una pared, pero si me voy por el centro del pasillo y miro hacia la autopista los veo pasar como exhalaciones. Voy en vilo: el sol bajo, el viento constante, el fragor y el ruido de los coches, el crescendo de los motores que se acercan y pasan y cambian de sonido pero que se va renovando continuamente forman una tormenta sensorial que me abruma. A la izquierda y por debajo, que casi no veo, tengo un acantilado alto y erosionado, con una gran tubería por debajo de la autopista y el mar enorme con oleaje abajo. Y sigo y sigo. Paso unos sacos de cemento y máquinas que casi llenan el pasillo y ya llego a una zona algo más llana con tubos más bajos y que continua hacia abajo, pero yo ya harto de esto me salto la verja y me tiro por la ladera hacia abajo, hacia un llano entre la autopista y la estación de Las Caletillas. Pero esta ladera es de tierra suelta medio compactada por las lluvias, es una ladera de derrubios de la construcción de la autopista y tengo que bajar con el culo pegado a la tierra y avanzando como un cangrejo solo que, hacia adelante, apoyado en mis manos y mis pies y a veces poniéndome de pie y bajando otro poco. Es de lo más lento y laborioso, no quiero despertar a la bestia y producir una avalancha de tierra suelta. Logro llegar al llano y todavía me cuesta pasar una zona de vegetación alta y seca hasta alcanzar una pista.
Ahora sigo hacia la izquierda para visitar un pequeño enclave de casas con un nombre muy apropiado “Bajo la Cuesta”. De casas bajas de una planta, cuidadas y habitadas, sin embargo, se corta a la mitad, con una buena barrera que llega hasta el mar y peligrosa de escalar y pasar, hecha con rejilla metálica y barreras de plástico. La evalúo un rato y desisto de seguir. Al otro lado de la barrera las casas están abandonadas y en proceso de lenta destrucción ¿quién trazó el límite? Regreso. A la vuelta hablo con un joven que con su perro va hacia Bajo la Cuesta y me confirma que no se puede pasar hace mucho por desprendimientos y con nostalgia me habla de que le encantaba ir hasta el final para pescar y que había un sendero que subía hasta la autopista. Al despedirse me desea que encuentre todos los senderos que ando buscando. Gracias. Sigo hacia Candelaria y por Las Caletillas voy pegado al mar por un paseo marítimo estrecho que rodea algunas calas arenosas (calle Gara, calle Caletillas) que me gustan, aunque no parecen lugares para bañarse. Poco después ya el camino se separa del mar y tengo que hacer un recorrido urbano hacia Candelaria que está en continuación sin separación clara de Las Caletillas. Por fin recorro la gran avenida (Avenida de los Menceyes) que tantas veces he visto subido en la guagua. Con una rambla en el centro y muchos paseantes-caminantes-corredores. Y muchos comercios. Entro en varios bazares chinos que son lugares fascinantes, están atestados de objetos, sin carteles orientativos, en estrechos pasillos, en uno llamado Bazar Hermanos (calle Samarines) y ya cerca de la calle que da a la basílica entro y recorro los pasillos por donde solo cabe una persona y no muy gruesa y me hipnotiza la variedad enorme de flores de papel, de todas formas y colores sobre todo me gustan las flores blancas blandas. De vuelta a la realidad ya se ha hecho de noche, bajo un poco más y llego a una parada de la guagua. Como me gusta la temperatura perfecta que hay aquí. Tengo que esperar un rato por la guagua (19.26h, la 130) que me lleva de vuelta a Santa Cruz.
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Track orientativo, no obtenido durante la excursión, elaborado después de realizarla
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Radazul a Candelaria