• Excursión 1148. 28 Septiembre de 2020. Lunes.
Las Maretas/El Río. El Médano. Hermano Pedro. San Isidro
Municipios: Granadilla. Arico
De 14.45 a 18.51h. De 0 a 50 a 0 a 180m.
Distancia: 16,7km. Duración: 3h 26m
Recorrido costero desde la desembocadura del barranco de El Río empezando por Las Maretas. Por un sendero árido entre piroclastos alcanzo una playa con tarajales, cruzo una preciosa lomita de piroclastos en capas y alcanzo las instalaciones de la central eléctrica de Granadilla y el gran puerto desierto. Después sigo por playas abiertas hasta la Montaña Pelada y encuentro un sendero por su borde externo, precioso de aristas, que me lleva al Médano, el pueblo clásico de vacaciones en el sur de la isla. Por un barranco estrecho llego hasta la cueva del Hermano Pedro y después continúo hasta San Isidro
Aunque en mi anterior etapa de mi gran recorrido por la costa (desde Santa Cruz hasta Puerto Santiago) llegué hasta la central eléctrica de Granadilla hoy prefiero empezar por El Río, creo que es un sitio más seguro para dejar el coche que el descampado a las puertas de la central. Dejo el coche al lado de la desembocadura del barranco de El Río, en El Río/Las Maretas. Soleado y con algo de viento, poca cosa. Las charcas de la desembocadura están secas, las grandes extensiones de cosco sí siguen aquí, son plantas rastreras acostumbradas a un nivel alto de salinidad y gran exposición solar. Atravieso el terreno arenoso y paso cerca de la entrada a un barranco (Los Salones, excursión 858) por una pista cercana al agua. Me lleva un tiempo acostumbrarme y apreciar la belleza agreste y desértica de esta costa de piroclastos beis de formas caprichosas, de olas petrificadas. Hay una claridad deslumbrante que ni las gafas de sol lograr amortiguar del todo. El mar está tranquilo. Voy subiendo y bajando, voy atravesando salidas de pequeños barranquillos con la vista puesta en la alta chimenea de la central eléctrica. El suelo es áspero, rugoso. Casi siento como se desgastan las suelas gruesas de mis zapatos, que me amortiguan sobre las piedras. Llego a un extenso terreno abandonado para la agricultura donde los plásticos se mecen por el viento sobre estacas de madera que tiene a la izquierda una playa recta de cayados (Los Tarajales), de donde viene un olor fuerte a mar con la espuma que trae el viento. Los tarajales que crecen en dos grandes masas compactas, como defendiéndose entre sí, tienen un aspecto muy seco y están agazapados, no se distinguen individualmente. Una pequeña lomita me separa de la central.
De entrada, me empiezo a encaramar a la ladera para treparla, me llama la atención la forma extraordinaria de la ladera de piroclasto, es una serie de capas de formas onduladas, cada capa a caballo de las de abajo, cada capa una cuevita poco profunda con incrustaciones de rocas oscuras, y así toda una ladera por la que se puede subir. A mitad de la subida decido hacer otra cosa. La otra vez (excursión 1136) trepé la lomita, hoy voy a intentar rodear la lomita por debajo. En el extremo de la playa encuentro un paso, algo arriesgado, por entre grandes piedras desgajadas de la lomita. Por entre ellas se cuelan las olas. Paso por detrás de una roca enorme que me da sombra instantáneamente, se nota la diferencia. No me cuesta mucho salir al otro lado. Una vez al otro lado sigo y rodeo el muro de la central. Ninguna familia, ningún grupo de veraneantes, ocupa con sus voces, su alegría y sus cuerpos hoy el espigón de cemento, no como a principios de este mes. El espigón protege una pequeña cala donde zambullirse. Yo lo prefiero así: desierto. Camino al lado del largo muro, a su sombra, hasta rodearlo por completo. Me meto por un agujero de una valla en el espacio que rodea el gran puerto desocupado de Granadilla. Enseguida me llaman desde una cabina. No puedo estar por ahí. Me tengo que ir ya. Vale. Me han pillado, pero al menos lo he intentado. Con el rabo entre las piernas sigo por la carretera rodeando este enorme espacio que en algún siglo se ocupará de instalaciones y almacenes, hoy es un erial. Lo único que está en el puerto intensifica la desolación de este lugar: dos plataformas, están atracados en los extremos de los dos grandes brazos, son de esas plataformas para extracciones submarinas. Tenía curiosidad por este puerto. Lo imaginaba con más actividad, tiene cero, ninguna. Eso sí alguien le paga a los de la cabina para mantenerlo bien vacío.
Veinte minutos después de caminar mirando el vacío, por fin, puedo volver a acercarme a la costa. Una playa pequeña muy abierta de cayados pequeños (Playa del Medio) y después otra mucho más grande (Playa del Tanque de Vidrio), esta con una pequeña zona de arena negra con bastante inclinación. Cuando más me alejo mejor perspectiva tengo del puerto y las dos plataformas, están tan inmóviles que parecen edificios. Por un sendero no lejos del mar diviso un grupo de casas originales, muy distintas entre sí, son viviendas bioclimáticas, pero me falta la curiosidad y la disciplina de acercarme para verlas más en detalle, y debe ser porque me encuentro con un grupo de soldados, de aspecto muy profesional, que con unas tremendas ametralladoras al hombro, parece que van a algún sitio, van separados entre sí, debe ser alguna estrategia, y me gustan y me llaman la atención las gafas de sol modernas que llevan, es la única parte de su atuendo que varía. Van serios, aparentemente relajados, pero no dejo de verles las ametralladoras, me impactan. Me adelantan y cuando yo me desvío, a la izquierda, hacia la montaña Pelada ellos siguen por un camino hacia arriba. Apenas les he oído hablar.
Un sendero señalizado me conduce hacia arriba y mientras subo puedo ver algunas personas que toman el sol en una pequeña playa de arena negra (Playa de las Cuevas del Trigo). Por terreno muy pelado y algo rocoso subo hasta el borde del gran cráter, Me tiro a la izquierda para rodear el cráter por un camino claro y unos 500 metros después me echo a la izquierda, por un saliente (Punta de la Pelada) y según lo recorro hacia afuera tengo vistas de otra pequeña playa (Playa de la Rajita), también de arena negra, donde tres o cuatro personas han logrado llegar y están tomando el sol. Sin un plan concreto me gusta recorrer este saliente de piroclasto beis. Cuando ya he salido bastante localizo un sendero por debajo. Me cuesta alcanzarlo. Está todo demasiado resbaladizo. Va como a unos 20 o 30 metros por encima del mar. Lo sigo hacia la derecha. Es una maravilla, a veces un poco expuesto, pero en general seguro, los piroclastos tienen formas caprichosas, oquedades, tiras alargadas redondeadas, todo lleno de aristas cortantes. Estoy en vilo, esta mezcla de belleza salvaje y sitio expuesto es un narcótico para mí. Y además debajo, en el mar, hay pequeñas charcas con el agua del mar entrando y saliendo, y más allá otra playa en forma de arco (Playa de La Pelada) donde más gente toma el sol, camina ociosa o se baña.
Tras pasar la playa donde la alucinación de la mujer desnuda (excursión 539), camino un km al lado de nuevas edificaciones y llego a otra playa (Playa la Jaquita), grande, muy llana, de arena apretada grisácea. Camino por la playa por la parte más cerca del agua donde mis pies se hunden un poco. Ya estoy en El Médano. Accedo al paseo marítimo y doy la vuelta por una zona muy animada de restaurantes y canciones sonando. Es un baño de sonidos y de ambiente playero, la gente va en cholas, pantalones cortos, y toda la pesca. Inmediatamente ya estoy en la playa del Médano, de arena más clara, más compactada, con algunas barcas envueltas en redes y la vista de la montaña Roja. Hoy no hace nada de viento, es fantástico. El ambiente de la gente por aquí es de lo más relajado, festivo, totalmente de vacaciones. Tras las últimas casas me echo a la derecha para pasar bajo un puente y seguir por el cauce de un barranco (Los Balos) somero que más arriba va entre paredes de piroclastos decorativos. En los alrededores veo casetas precarias habitadas. Con más o menos dificultad por las grandes piedras y las plantas avanzo por el cauce hacia arriba, ahora y en apenas unos minutos estoy ya completamente en otro mundo, nada que ver con el mundo social alrededor de El Médano, absorbiendo la belleza salvaje de este barranco algo tirado, del que solo salgo ya cerca de una carretera. Al otro lado y prácticamente en el extremo de la pista del aeropuerto está la pequeña cueva del Hermano Pedro, un lugar de peregrinación religiosa. Es una cueva ancha y baja y está llena de pequeñas figuritas.
Sigo por la carretera hacia arriba, hacia San Isidro, por este terreno con descampados e instalaciones auxiliares del aeropuerto hasta que me topo con un espectáculo que me impresiona, es una gran hoya (Hoyo de los Bobos) repleta de coches, están en filas y apilados unos sobre otros. Aquí es dónde terminan los coches que van al desguace, me pregunto si estará aquí el mío: el Opel Corsa que dejé hace seis años. Es como tantos que he visto en las películas americanas. Un lugar dantesco. Al final de la carretera sigo recto hasta el puro borde de la autopista y en paralelo cerca de la valla alcanzo la rotonda. En la parada de guaguas tomo un taxi para que me acerque al Río (19.01h, 12,5€).
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Track orientativo, no obtenido durante la excursión, elaborado después de realizarla
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Las Maretas a El Médano a San Isidro