• Excursión 702. 6 Septiembre de 2017. Miércoles.
Las Aguas. San Juan
Municipio: San Juan de la Rambla
De 15.38 a 18.20h. De 70 a 0m a 60 a 0m a 70m.
Distancia: 5,2km. Duración: 2h 42m.
Por la costa agreste, bella, abrupta y bastante inaccesible de Las Aguas y San Juan de la Rambla con recorridos por sus calles
Tomo la 108 en Tacoronte (14.55h) con tiempo nublado. La guagua viene muy llena y un viajero se rueda de asiento para que me pueda sentar. Otro duerme y un tercero, muy cerca, huele muy bien. Llego a Las Aguas (15.38h) con tiempo nublado, como en Tacoronte.
Bajo hacia el mar por una entrada entre la protección de cemento. Esta bajada está un poco antes de la gasolinera y enfrente de la parada de Las Aguas. Hice un montón de bajadas en la excursión 654, pero esta me la salté. Me alegra cuando me doy cuenta. Bajo entre terrazas y plataneras con algunas huertas y aguacateros. En una finca con la puerta desvencijada veo rosas: amarillas, rosas, blancas y rojas. Realmente es diferente a cada una de aquellas diez bajadas/subidas de la excursión 654. Al final va por el borde de una terraza y va a dar al aparcamiento grande (calle Destila), lo cruzo y me meto por una calle (El Cantito) con algunas casas antiguas, pero no tiene salida. Bajo y vuelvo a entrar por otra calle que también es El Cantillo que por la derecha no tiene casas. Sigo adelante y ahora la calle se llama Nueva. Llego en perpendicular a otra calle (también es la Nueva), tuerzo a la derecha y encuentro una entrada que va hacia el mar y voy rodeando las casas hasta llegar a su parte trasera (25m) que da al mar, el suelo es de escoria negra y lava, muy rugosa.
Abajo el mar bate con fuerza y lanza columnas de espuma. Recorro un pequeño saliente, pero no me puedo encaramar en una cresta, es bastante peligroso (el track de la excursión no recoge fielmente esta parte, el track va sobre las casas, pero en la realidad voy por el saliente volcánico). Regreso al muro trasero de la casa y la recorro, hacia la derecha, por un terreno muy resbaladizo de escoria negra y salgo a otro saliente. Desde aquí tengo una vista buena del saliente sobre el que acabo de estar, es imponente y tiene un arco debajo, así que he estado sobre un puente, es una gran columna basáltica negra con un gran dinamismo, las olas al retirarse descubren su base y después la golpean con fuerza creando remolinos. Me resulta impresionante como bate el mar, y eso que hoy no está muy malo. Lo mejor está a la izquierda, una gran cueva ocupa todo el frente, de ella salen pájaros que anidan en lo profundo y en lo alto de esa cueva, de donde el agua entra con fuerza y rebota y sale. Todo ese espacio donde está la cueva es una pared vertical de lava negra de formas dramáticas y muy inestables. Es como si la corriente de la lava se hubiese solidificado al contacto con el mar y así se hubiese quedado durante miles de años. Tan pétreo que ni el mar la puede suavizar, sólo ella misma se destruye al desplomarse sobre el mar. Por encima se ven las casas pequeñas del pueblo. Por eso el pueblo vive de espaldas al mar, es inaccesible. Cuando el mar golpea contra el fondo de la cueva se producen sonidos de retumbe, quizá sea menos profunda de lo que creo. Pero no la puedo ver de cerca.
Regreso a la calle Nueva y sigo hacia adelante y tuerzo por la primera calle a la derecha que puedo (El Puntón). Esta calle solo tiene casas a la izquierda y a la derecha está la gran cueva que acabo de ver un poco antes. Me salgo de la calle donde un hombre está arreglando la rueda de un coche y donde hay un desagüe hacia el mar (cerca del final de la calle). Bajo por la ladera de tierra suelta y logro bajar por un saliente hasta tener una perspectiva mejor de la cueva. No es tan profunda como pensaba, pero igualmente impresionante. Las palomas entran y salen de la cueva aleteando y tranquilas. He bajado con sumo cuidado hasta este saliente, y la subida también la tengo que hacer muy despacio, todo está muy suelto y el suelo tiene unas rocas de lava con aristas muy afiladas. Regreso al sitio por donde he accedido y sigo adelante por un sendero que va por la trasera de las casas hasta que llego a otro saliente volcánico con rocas grandes pero que no puedo apenas visitar, hay mucho desnivel, esto es un gran caos de rocas. Vuelvo a la calle El Puntón, sigo por ella hasta la calle El Pícaro. Tuerzo a la derecha y logro volver a dar con una salida al mar. Hay una bajada por donde sigo, donde sólo veo hinojo de mar. Por aquí se puede bajar hasta el nivel del mar, donde hay una pequeña playita de cayados. La pared aquí tiene un inmenso bloque de basalto negro brillante y desgajado. Este es el lugar para ver la inmensa violencia/potencia del mar.
Regreso a la calle El Pícaro. Me gustan las pequeñas casas cuidadas de este pequeño barrio costero. Al llegar a la calle Nueva tuerzo a la derecha, la recorro y rodeo un polideportivo (campo municipal de fútbol Las Aguas) y después por la calle Manguita llego a la desolación de las fincas abandonadas de plátanos. El día gris y el ambiente algo caluroso contribuyen a enfatizar la tristeza de las superficies abandonadas y llenas de yerbas amarilleando. Accedo a la finca, todo está abierto. Voy por un sendero hecho por las personas que transitan entre San Juan y Las Aguas. Me encuentro con un hombre delgado con la cintura de los calzoncillos por fuera del pantalón, son calzoncillos de diseño. El hombre, amable, se para cuando le pregunto. Viene con dos bolsas de plástico y un sombrero de paja le da sombra. Me dice que sólo se baña si el mar está bueno, lo hace en una playa que hay bajando por dónde le he encontrado. Me da la impresión que me confunde con otro porque me da demasiada información y habla demasiado. Llego a una pista, tuerzo a la derecha, pronto, giro a la izquierda y en menos de un minuto, a la derecha para ir hacia la playa por otra pista de tierra. Todavía quedan algunas parcelas con plátanos. Todo este recorrido por pistas es complicado, no está nada claro, lo logro, es una playa con mucha pendiente de grandes cayados. Ni loco me baño aquí, bueno, de hecho, ni cuerdo me baño en ninguna playa, el agua está demasiado fría, tengo muy poca grasa corporal para protegerme.
Regreso por la pista y después me echo a la derecha para ir por el borde de las terrazas separadas por muros. En las parcelas la tierra tiene surcos, pero están demasiado redondeados para ser recientes, no hay nada plantado, parece que es un plan que se quedó a medias. Hay bonitos arcos para pasar de una parcela a otra, todas ellas compartimentadas con muros de bloque beis de tosca. Paso por delante de una casa con aspecto extraño. Varias personas jóvenes están dentro. Me da la impresión de ser una casa que fue de los guardeses de las fincas que ahora han reconvertido para vivir en ellas, está a medio reconstruir. Los habitantes actuales la tienen en buen estado, con macetas y plantas.
Bajo por la pista que pasa por delante de la casa hacia el mar. La pista es ancha y hace una curva a izquierdas para pasar entre una pared y la playa. Va poco a poco bajando. Accedo de nueva a otra playa (La Caldereta), esta es mucho más grande, es enorme, de cayados. Veo una caseta hecha con plásticos azules, no sé si habrá alguien dentro, la evito. Me acerco al mar, toco el agua. Vuelvo a la pista y la sigo hasta llegar a una gran pared que forma una bahía, por encima está San Juan de La Rambla. Imposible subir por ningún lado, la pared es totalmente vertical. Avanzo, hasta que no puedo seguir, entre grandes piedras redondeadas. Arriba veo un salto, es la salida de un barranco (Poncio). La pared que está debajo del salto está llena de plantas. Por encima de la pared a la derecha hay una fila de adosados y una pared de arena suelta cayendo. Me imagino a mí mismo tratando de subir por esa resbaladera, cayendo abajo y volviendo a subir, en un movimiento eterno. Como un Sísifo enloquecido.
Regreso por la pista hasta la casa de los guardeses y atravieso las parcelas abandonadas hacia San Juan de La Rambla. Por aquí hay algunas plataneras y algunas huertas valladas. Paso al lado de una empaquetadora de plátanos en pleno funcionamiento. Las piñas pasan, lentamente, de un lado para otro, ruido de máquinas, jaleo de voces, mirada de extrañeza de un operario que me ve pasar al lado. Cuando ya estoy en una calle de de San Juan (Avenida Las Aguas) el hombre delgado de los calzoncillos molones me adelanta, ahora ya es menos amable y no lleva las bolsas de plástico, sólo me dice ¿todavía por aquí? Voy por la calle principal (El Sol), atravieso el puente que cruza el barranco de Poncio –el que vi desde abajo. Sigo por la calle y paso por delante de un bar donde sufro el escrutinio extremo de cinco o seis parroquianos silenciosos, ya sé que soy raro, pero sus miradas me lo hacen sentir fuertemente, tengo que mantener la calma para no sentirme intimidado o simplemente tropezar y caerme en mi azoramiento.
Tras recorrer una gran curva que hace la calle que ahora se llama Avenida La Libertad me echo a la derecha en la primera oportunidad que tengo y no tardo mucho en ver un camino que lleva a una playa (La Laja) cuyo acceso está prohibido por peligro de desprendimientos pero que tiene el paso franco. Es como si el ayuntamiento te dijese, si quieres pasa, pero si te cae una piedra es cosa tuya. No entro y sigo adelante callejeando (La Malaya, Obispo Pérez, El Cercado, Los Sabandeños) hasta el mirador del Charco de la Laja, donde dos mujeres están sentadas disfrutando de la vista. Encuentro una bajada hacia el mar. Un hombre que sube y viene relajado como un koala después de haberse bañado me dice que el agua está muy buena. Hablamos un momento. No me cae especialmente bien, demasiado confianzudo. La bajada hacia el mar está muy bien, muy bien mantenida, fantástica. Tiene una desviación hacia un mirador de la salida de un barranco (Fuente de la Guancha/La Cantera) del que me impresiona la pared de enfrente. Sigo bajando hacia el mar. Una mujer acaba de salir de bañarse de una pequeña piscina artificial elevada ligeramente sobre el nivel del mar. Sale tonificada y revivificada del bañito, a pesar de mi resistencia al agua del mar soy capaz de identificarme con lo que puede estar sintiendo al salir del agua, esa relajación, ese alivio. Todavía se puede bajar un poco más hasta el mar. No bajo sino que me encaramo en unas rocas al otro lado para ver desde otro sitio la salida del barranco. Por un momento pienso que si alguna vez me bañase en el mar vendría aquí.
Regreso por la bonita escalera hasta el mirador y me salgo del camino por la derecha para subir barranco arriba hasta pasar al lado del cementerio de San Juan, siempre me gusta mucho ver la entrada con su arco tan gracil y sus cipreses, también las grandes letras de cerámica, me resulta una de las mejores imágenes de San Juan. Regreso por la calle principal hasta la parada de las guaguas a la entrada de San Juan (18.20h). La 108 aparece pronto (18.33h). Después de pasar San Vicente y la curva estrecha y cerrada que salva por un puente el barranco de Gonzialánez me encanta lo bien que se ve el drago de las Siete Fuentes en San Agustín (Icod). Durante el viaje le da un ataque a la puerta de entrada de la guagua, se abre y se cierra espasmódicamente, un viajero valiente se atreve y la arregla. No noto que el conductor se lo agradezca mucho.
Llego a Tacoronte sano y salvo (19.24h).
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Pulsar en el siguiente enlace para descargar el track de la excursión
Track orientativo, no obtenido durante la excursión, elaborado después de realizarla
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Las Aguas a San Juan