• Excursión 1266. 25 Mayo de 2021. Martes.
Caldera del Rey. Risco Bisechi. Barranco El Rey.
Municipios: Arona. Adeje
ENP: Monumento Natural de la Caldera del Rey
De 15.40 a 18.43h. De 30 a 110 a 65 a 170 a 30m.
Distancia: 10,8km. Duración: 3h 3m.
Desde Los Cristianos hasta la entrada a la Caldera del Rey. Bajo por una ladera y sigo por el cauce del barranco del Rey un tramo, después subo la ladera y pegado a los invernaderos llego a una presa seca. Por un canal vuelvo al cauce del barranco y enseguida alcanzo la base del impresionante risco Bisechi. Regreso por una pista por el borde de la caldera del Rey ocupada de invernaderos
Han tenido que pasar casi ocho meses para que me “apetezca” volver para completar aquella excursión (la 1150, 30 de septiembre de 2020) en la que me quedé muy cerca de mi objetivo principal aquel día: ver el risco de Bisechi desde abajo. Y es que lo que me tiraba para atrás era el largo pasaje hasta Arona. En coche es una paliza y en guagua muy largo, pero justo hoy, ahora, en estos días que me siento bastante cansado ya antes de empezar me va a venir bien “descansar” y hacer una excursión más corta que las usuales de los últimos tiempos (cinco horas). En la guagua me puedo relajar y escuchar música o podcasts.
Salgo de Santa Cruz (donde está despejado y algo ventoso) a las 14.40 en la 110. Relajado, pocos pasajeros en el viaje, me bajo en Los Cristianos una hora después. Me lanzo por la avenida (Chayofita) hacia el Magma. Al sol, por esta avenida ancha y desangelada, voy bastante rápido, un poco por ganar tiempo, aunque me voy preguntando si no hubiese sido mejor tomar un taxi hasta Magma. Sólo mejora un poco al paso por la esquina en que se ve algo del campo de golf. Me gusta, mientras camino, ir desentrañando el mapa para saber por donde tengo que ir sin pararme nunca. Cruzo el puente sobre la autopista y empiezo a subir por la derecha del Siam Park. En una bonita avenida con palmeras exóticas de troncos suaves, como pulidos, y con bastante sol sigo subiendo por un barrio nuevo. Llego a la entrada a la Caldera del Rey y un gran cartel que dice: “prohibido el paso. Privado. Vigilado 24h” me echa para atrás. Parece muy conminatorio, si bien no hay ni puerta, ni cadena, ni nada. Vale. Lo dejo. Acepto el reto de rodearlo. A ver qué descubro.
Bajo al lado de chalets nuevos y llego al borde del barranco del Rey. A la izquierda empiezan los invernaderos, están recubiertos de un plástico verde. Por debajo una gran resbaladera por donde se han dedicado a tirar los escombros de las obras, haciendo una ladera potencialmente peligrosa, inestable. Investigo un poco en este terreno embrutecido, agredido, y encuentro una cortadura, como un gran foso seco, y una especie de barranquillo que baja recto al cauce del barranco del Rey, parece que por aquí lanzaban los restos de cemento de limpiar las hormigoneras, lo cual le da cierta estabilidad al suelo de la bajada, y por ahí que me lanzo. Despacio. A unos diez metros del cauce termina el barranquillo y tengo que bajar serpenteando por la ladera, ya la original del barranco. Lo logro. El rabo de gato está en el proceso de obliterar al resto de plantas, tal como vi el día anterior en el barranco Hondo (Barranco Hondo). Las paredes que son más verticales por la izquierda que por la derecha tienen balos, cardones, tabaibas, tabacos moros, pencas. Subo un rato, no mucho, unos diez minutos por el cauce, contento de poder recorrerlo. Al llegar a un pequeño salto oigo alguien silbando. Cierro el paraguas. Un hombre muy delgado está en una cueva. Le saludo. Es inglés. Pronto aparece otro, también en inglés. Les pregunto por si se puede subir el salto y por dónde. Me lo explica un poco ausente. Hablamos.
Resulta que son hermanos y que sí, viven en la cueva. Increíble. El delgado me da dos buenas indicaciones de cómo seguir más arriba: evitar un gran salto subiendo por la izquierda la pared, y segundo ir pegado al plástico verde de los invernaderos. En cuanto pongo el pie en el basalto resbaladizo y polvoriento (justo como ayer) me despido de ellos y pierden el interés en mí, no chequean como logro subir este salto de unos tres metros de alto, que no es complicado. Arriba pronto encuentro un segundo salto, algo más bajo y sencillo, pero después llego a un salto imposible y veo que sí, que se puede ir ascendiendo la ladera por la izquierda subiendo por grandes rocas (consejo 1 del inglés), que parecen arrojadas en algún desmonte de los invernaderos. Voy con precaución, todo está suelto y precario. Las piedras son enormes. Trepo un desnivel de unos 40 metros y llego a los invernaderos. Está todo muy tirado, restos de tuberías de plástico, cuerdas, plástico forman la ladera por debajo del invernadero. Y empiezo a ir “pegado a los invernaderos” (consejo 2 del inglés), no hay camino, ni espacio, me tengo que ir sujetando de los alambres que forman una malla y sujetan la pared de plástico. Avanzo muy despacio, es muy tortuoso, balos y tabacos moros crecen pegados a la pared del invernadero y tengo que ir metiéndome entre el plástico y los troncos finos de estos arbustos sujetándome en los alambres para poder atravesarlos, otra alternativa no hay, bueno sí, podría meterme dentro del invernadero por algún hueco, pero todavía no tengo el cuerpo transgresor, eso me suele ocurrir más tarde en las excursiones. Y aquí me ayuda la perseverancia, esta perseverancia que estoy entrenando y afinando y afianzando con cada nueva excursión y sus variados retos. Hay telarañas, muchas telarañas que voy cortando con la mano y arrojando sus telas pegajosas a un lado. Las arañas huyen antes. Me gusta esto, debe ser una de las primeras veces que hago algo así. No me puedo despegar de la pared, por debajo ya empieza la caída.
Cada poco miro hacia el cauce del barranco y cada poco compruebo que es imposible que pueda volver a bajar al cauce. Sólo en un pequeño momento se hace el paso más fácil, pero enseguida vuelve a complicarse cuando tengo que ascender unos metros para alcanzar otro invernadero. Tengo que dar un ligero rodeo cuando me encuentro con una telaraña enorme, un súper enjambre de arañas, lo evito caminando sobre zarzas rastreras. En el siguiente invernadero hay una base de bloques que me facilitan un poco el paso, pero sigo yendo luchando con los tronquitos de los balos. Llego al final del invernadero y ahora se me presentan dos alternativas: o bajar por derrubios al cauce o subir, también por derrubios, a lo que puede ser una pista (no la veo). Me decido por subir. Es una subida sobre piedras blancas y tierra suelta, blanca también. Muy despacio para no provocar una avalancha en este terreno inestable logro subir el desmonte y llego a… una presa (Depósito La Caldera/Embalse Barranco del Rey), una gran presa cuadrada seca. (En los mapas más tarde la veo representada con un maravilloso color azul, qué espejismo).
Alrededor del embalse vacío hay una especie de camino. y aquí me emociono todo cuando veo que el camino sigue en dirección al risco de Bisechi, y me llama la atención del camino el muro alto, formado por muros de tosca de un metro y cuarto de alto. Qué raro camino, me gusta, va salvando los barranquillos sucesivos describiendo grandes arcos, y siempre muy llano, sin casi desnivel. Me siento guiado, conducido, protegido, y me va llevando. El risco lo veo a lo lejos como una grieta oscura, una cortadura negra en la pared. Pero voy tan emocionado después de haber superado la prueba de los invernaderos que esto es una autopista, un relax, a pesar del calor, del calor fuerte. Al otro lado del cauce, veo los árboles frutales de la gran finca vallada que ya recorrí en la excursión 1150. No me acuerdo de haberme fijado en este camino por donde voy ahora, no lo vi. Pero por dentro está todo tan claro. Aunque algunos tramos están completamente ocupados por el rabo de gato. Veo marcas de pisadas. Y poco a poco voy acercándome al cauce (después en el mapa de IGN veo que el camino que he hecho es un canal, qué ingenuidad pensar que por aquí podía fluir agua, ¿o no?). Llego a una explanada casi al nivel del cauce y me asusta un perrillo que sale de improviso de una caseta y me ladra, le hablo, se calla y vuelve a la caseta.
Y en esto llego al cauce, por encima hay un pozo (El Rey), sin actividad aparente. Qué bueno. He llegado al cauce ancho y pedregoso. Veo la valla a dónde me quedé sin poder seguir en la otra excursión. Ahora estoy en el otro lado, libre para poder meterme en el desfiladero. Y me meto en el desfiladero. Sigo un tramo recto por el cauce sorteando piedras pero bastante llano y tras una curva a la izquierda y otro pequeño tramo llego a un imponente salto. Paredes altísimas me rodean por todos lados. A la izquierda del salto hay una enorme grieta renegrida con algo de humedad. Es un sitio imponente. Ruedo un par de vídeos de las paredes como una manera de poder capturar el lugar, imposible con fotos. Y, durante todo el rato, no me puedo olvidar que debe ser un lugar con frecuentes caídas de piedra. Y, también, tengo miuyu presente las dos veces que lo intuí, medio vi, desde arriba, tanto por la derecha (excursión 930), como por la izquierda (excursión 603). Magnífico. Ha sido todo un reto llegar aquí. Vale. Ahora regreso por donde he venido hasta el pozo del Rey. Puedo meterme por la valla, que ahora veo que tiene un agujero y seguir por dentro de la finca, pero no lo hago. Podría regresar por el camino/canal, pero finalmente me decido por lo más sencillo, subir por una pista hasta arriba, hasta una carretera que rodea la Caldera del Rey, sé que existe por el mapa y por los camiones que vi recorriéndola en la excursión 1150. Y si me paran ya veremos. Por ahí ya es esa finca privada con 24 horas de vigilancia. Ahora si me atrevo, ahora ya tengo el cuerpo transgresor.
Me siento liberado al llegar al asfalto y empezar a bajar con vistas hacia la gran caldera del Rey, algo singular, ocupada por grandes invernaderos de formas geométricas irregulares cuyos techos brillan al sol formando un cuadro abstracto y donde se cultiva el plátano y el valioso aguacate. Curiosamente la caldera tiene forma de aguacate. Una gran hoya protegida del sol y del viento que con agua y sol asegurado tiene que ser de una productividad impresionante. La vi desde el borde de enfrente en otra excursión (la 733), y me pareció más impactante que ahora. Bajo con un poco de temor e inseguridad pensando en los vigilantes, al mismo tiempo me tranquilizo cuando descubro estiércol seco de caballos en el asfalto. Pero no pasa nada. Y menos cuando llego a unas casas bajas donde vive gente (Casas de la Caldera). Son pequeñas casas adosadas con arbolitos y pequeños jardines por delante. Y un cartel me advierte de la presencia de niños y otro de que no vaya a más de 20 por hora. Vale. Algunas casas están cuidadas con verjas de metal, otras algo deslucidas. Ya me relajo del todo. Podía haber venido perfectamente por aquí. Me despido del barrio. La gran cortada, el foso seco, es mucho más grande en la salida del barrio, un puente lo cruza. Bajo por la avenida de las palmeras exóticas, cruzo el puente, Magma está ahora habilitado como centro de vacunación. Le pregunto a un conductor de la 110 por la parada hacia Santa Cruz y al cruzar la calle y alcanzar la parada aparece la 110. Fantástico. Salvado. No me apetecía repetir la desangelada avenida, por muy de Chayofita que sea.
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Track orientativo, no obtenido durante la excursión, elaborado después de realizarla
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Caldera del Rey y Risco Bisechi