• Excursión 857. 25 Octubre de 2018. Jueves. (Anaga 139ª).
Taganana. Llanito de Lázaro. El Chorro. Tachero. El Bailadero. Santa Cruz de Tenerife.
De 11.20 a 18.17h. De 215 a 415 a 0 a 681 a 590m.
Distancia: 11,6km. Duración: 6h 53m.
Hay alerta por fuertes lluvias, pero eso no me arredra en absoluto. Vengo preparado con pantalones impermeables, chubasquero y paraguas. En Santa Cruz llueve un poco mientras espero la 946. Se me hace cansina la salida de la ciudad con tanto semáforo. Tengo tantas ganas de empezar hoy. Cuando la guagua empieza a subir por el barranco de San Andrés veo que está pletórico: tan verde y tanta agua corriendo. El cauce, seco en verano, ahora lleva agua en toda su anchura. En varios tramos veo cascadas de agua entre los cañaverales. Todas las laderas están verdes.
Me bajo en Azanos, en Taganana (11.23h, 217m) y empiezo a remontar por la Avenida Los Cubanos, una calle estrecha que va rodeando varias lomas con sus ligeras subidas y bajadas y con vistas hacia abajo, hacia las crestas con sus hileras de casas. Paso Los Naranjos (principio de la subida del sendero de Las Vueltas). En la calle hay charcos grandes, no me inquieto. Después de un barranquillo (240m) me desvío a la izquierda por una calle con mucho desnivel (La Cruz Vieja) y enseguida voy teniendo vistas elevadas, más elevadas, sobre las lomas. Llego a un frente de casas pegadas, con vistas estupendas. Unos cien metros después me desvío a la izquierda por un sendero señalizado (PR TF-8). El firme mojado no resbala. Converjo poco después con la pista otra vez y unos dos o tres minutos más tarde me desvío por la izquierda por una pista de cemento que sube fuerte hasta un espacio amplio (12.16h, 345m) donde empieza un sendero. Amenaza lluvia y por momentos caen gotas, pero no dan para que tenga que abrir el paraguas. Los surcos de la pista están llenos de agua y hay mucha humedad. Toda la ladera está aterrazada con viñedos, muy verde y en lo alto está coronada con una sierra de picos altos, entre alguno de esos picos hay un paso hacia Afur, pero ni idea de cuál será. La pendiente continúa, y me encanta el sendero estrecho por tierra y rocas, a lo largo del sendero paso algunas casetas entre viñedos. Las rocas están algo resbaladizas y tengo que ir despacio. En una bifurcación me desvío a la izquierda, pero al llegar a unas terrazas de viñedos sin salida tengo que volver a bajar hasta la bifurcación. Me estoy empezando a mojar mucho los pantalones con el agua de las yerbas que hay en el sendero, pero no me apetece ponerme los pantalones plastificados impermeables.
Continúo subiendo, pero con menos desnivel. En otra bifurcación más adelante elijo seguir a la izquierda. Se me ocurre la luminosa idea de ir separando las yerbas y plantas mojadas con el paraguas, pero tras un rato el mecanismo de plegado se rompe y no lo puedo abrir más, ahora sí que tengo un problema. Afortunadamente no llueve y, todavía me puedo seguir mojando los pantalones. Me voy elevando cada vez más en la ladera y por debajo veo el camino que va hacia la playa de Tamadite, los viñedos a su alrededor, y abajo del todo las laderas erosionadas sobre el mar. Hacia atrás tengo la vista de los roques, pero están medio ocultos por las nubes que entran desde el mar. Sigo subiendo hasta llegar a unas terrazas con viñedos que se extiende hacia arriba. Aquí de nuevo hay una bifurcación (415m), el sendero claro está hacia los viñedos, donde veo una pequeña caseta, pero está cerrado el acceso con una valla de plástico y un cordel. Puedo seguir a la derecha, pero este sendero es muy estrecho y muy rodeado de plantas, y unos metros después llego al cauce de un barranco somero por donde baja un chorro de agua. Es un barranco vertical, hacia arriba una maraña de zarzas y plantas, al otro lado una pared de roca. Me quedo parado, no sé qué hacer. Antes que pueda reflexionar ya estoy trepando por la roca húmeda por donde chorrea agua eligiendo bien los apoyos y un par de metros más arriba llego a una especie de estrecho sendero que va por una cornisa pero que según la recorro me parece lógica, plausible como sendero, bien defendida por piteras y plantas el lado que da a la caída.
Pero por fin, tras recorrer unos 20 o 30 metros de esta cornisa entro en razón y decido darme la vuelta: tengo el paraguas roto, este sendero es de los que hay que ir descifrando, amenaza lluvia, hay una humedad asfixiante. Son demasiadas cosas así que me doy la vuelta, recorriendo la cornisa pegada a la pared y lo más lejos que puedo del borde y cuando bajo la pared rocosa y llego al otro lado, a la bifurcación, me asusto cuando echo un vistazo al sitio por donde he ido, y veo con claridad que es una cornisa muy estrecha suspendida sobre una buena caída. Y entonces cuando todavía estoy sobrecogido empieza a llover a lo bestia, un torrente de agua. El paraguas está roto, pero lo puedo abrir y extendiendo el brazo sujetar el mecanismo de desplegado con la mano. El paraguas no es muy grande pero bien quieto y con el paraguas muy pegado a mi cabeza puedo capear el temporal. Pero no cesa de llover muy fuerte. Y no me puedo mover, cualquier movimiento me hace que se pliegue el paraguas. Tengo que hacer algo, tengo que buscar refugio en la caseta que hay entre los viñedos. La valla de plástico tiene un nudo muy complicado, le hago una foto para poder dejarlo como está, lo abro y paso, pero más arriba hay una segunda puerta hecha con un palé de madera con otro nudo de fantasía, que está vez no fotografío, sino que deshago y paso y me quedo pegado a la caseta que tiene el tamaño de un armario grande, y su puerta también está cerrada con más nudos. Y la lluvia sigue desaforada. No me atrevo a entrar ahí, pero al darle la vuelta veo que detrás tiene un espacio cubierto por un plástico acanalado. Salvado. Bastante mojado me refugio debajo. Tiene el tamaño justo para que no me moje y apoyar mis cosas dentro. Y cómo llueve. Qué refugio tan acogedor. Me relajo instantáneamente. Me quedo a comer aquí (13.15-14h). Me pongo una camiseta seca, la que llevo está toda mojada por la humedad y el sudor de la subida. Qué lujo tomarme el bocadillo con la lluvia golpeando fuerte sobre el plástico acanalado. Escampa poco después, las nubes se separan y el sol penetra e ilumina los roques, pero sólo un pequeño círculo puedo ver, el resto sigue cubierto de nubes. Las gafas se me empiezan a empañar y el objetivo de la cámara también, es una humedad tremenda. Me quedo con la cuerda del palé de madera y por un momento pienso en dejarle un cartel al dueño, pero no se me ocurre nada inteligible que decir. Necesito la cuerda para que el paraguas se pueda mantener desplegado sin tener que sujetarlo con la mano. Cierro la valla de plástico de cualquier manera, no me puedo entretener en reproducir ese nudo tan complicado, y hago bien, porque cuando estoy bajando me doy cuenta de que me he olvidado el sombrero en el espacio cubierto y tengo que volver a deshacer el nudo. Espero que no se moleste demasiado el propietario de la caseta, ha ayudado a un senderista en apuros. (A día de hoy, marzo de 2023, sigo llevando ese cordel en mi mochila).
A la vuelta no me llueve y las vistas sobre la costa son muy variadas y van cambiando: el agua en la costa tiene tiras marrones de la tierra desprendida de las laderas, el agua color turquesa brillante cuando le da el sol, las palmeras destacando en El Chorro, el roque empinado (Ánimas), y el roque sólido (Enmedio) iluminados brevemente, las nubes subiendo hacia el interior. Y todo el rato tengo que desenroscar el protector UV del objetivo y secarlo al sol y también mis gafas. Además de esto el altímetro se me ha vuelto loco y me marca 6340m de altitud y no tengo la paciencia de volver a calibrarlo, se me ha olvidado cómo hacerlo. (El resto de las altitudes que doy las obtengo más tarde con el programa Basecamp). Y según me voy acercando a Taganana van cambiando completamente las perspectivas de los roques con palmeras o viñedos en primer plano y ellos mismos cambiando de forma, ahora grandes y salientes, ahora ocultos y pequeños. Después del trauma de la cornisa y de la lluvia estoy volviendo lo más despacio que puedo. Exploro una bifurcación que pasé, pero al recorrer ese sendero el barro me añade una suela extra a los zapatos y sólo lleva a viñedos, sin continuación. En la pista de regreso me entretengo mirando las laderas de tierra suelta y los barranquillos sin vegetación, todo parece estar disolviéndose.
Cuando llego al primer barrio de Taganana (La Cruz Vieja) veo el cementerio en una loma y decido ir hacia allí. Me subo a la pequeña loma (200m) y en lo alto descubro que hay un sendero que parece bajar hacia la pista que va a la playa (Tachero), que es mi intención ir a ver, así que en plan aventurero y emocionado empiezo a descender por este sendero terroso y erosionado que baja y baja. Esto es un gran regalo: el descubrir un sendero que no vienen en el mapa y que, además, me evita ir por una pista. El sendero tiene incluso bifurcaciones a la izquierda, pero yo elijo el recorrido más recto hacia abajo, hasta que llego a una pista de tierra (100m), la que va hacia la playa. Por ella sigo. Descubro a la derecha un sendero que podría ser un atajo para llegar a la playa, pero decido no ir por él: está muy inclinado y rodeado de piteras. Sigo por la pista que hace un rodeo muy largo y está reforzado en algunas curvas. El día está gris y cuando llego a la playa de cayados (15.57h) un cartel avisa del peligro de bañarse. Algunas casas de una y dos plantas y dos o tres coches aparcados. Lo recorro hasta llegar a una playa de cayados y avanzo por ella al lado de una pared vertical. La pared es de tierra con piedras sobresaliendo, no me puedo quedar mucho aquí, hay demasiadas probabilidades de derrumbes y caídas de piedras. La playa se va estrechando y la pared cada vez más cerca. El mar no está muy agitado pero el cielo gris y el viento no lo hace agradable. Entre las casas subo por una escalera. Un grupo de gatos, los hay de todos los tamaños, se mantiene a una distancia prudencial mirándome. Después de la escalera encuentro un sendero que sube hacia una mesa (meseta) y que la recorre por un lado, bien pegado a la caída hacia el barranco. Llego a una zona de mucha vegetación y piteras y entonces me desvío hacia la derecha para ir subiendo poco a poco hacia la pista a donde llego después de dos repechos. Y todo el rato fijándome en las perspectivas cambiantes de los roques. Antes de regresar a las casas paso una zona dentro del barranco con huertas y donde veo a un hombre trabajando un huerto.
Tras una cuesta tremenda (camino La Cuestilla) llego a la plaza de la iglesia (Nieves) y en el bar (Casa Picar) pido un té que pongo en una botella de agua y sigo. Al consultar el horario de las guaguas me doy cuenta de que la siguiente pasa dentro de una hora y media y sin pensármelo dos veces decido subir hasta el Bailadero y tomar la guagua en la parada que hay después del túnel. Así puedo recorrer un sendero nuevo, uno que sale (160m) un poco más abajo del restaurante Xiomara (precioso almácigo en la puerta) que baja hasta el cauce del barranco y después sube entre rocas y el suelo compactado y firme. Y de nuevo según me elevo empiezo a tener vistas estupendas de las lomas de Taganana, de las hileras de casas. Cruzo la carretera (17.16h, 240m) y sigo unos 200 metros por la carretera hasta llegar al sendero que sube al Bailadero. En este tramo dominan las flores de las lenguas de pájaro (mosquera común). Son flores blancas con botones violáceos. Es una planta muy abundante. Este sendero lo hice una vez bajando, pero entonces estaba resbaladizo y seco, muy peligroso, hoy, sin embargo, está perfecto, ligeramente húmedo, compactado. Y las vistas hacia Taganana fantásticas todo el rato. Cruzo la carretera otras dos veces más (17.32h, 380m; y 17.43h, 430m), en la segunda vez sobre el roque de Amogoje. Se me hacen larguísimos los tramos bajo el bosque de laurisilva y cuando pienso que estoy muy cerca en una parte llana todavía me falta una gran subida por un terreno rocoso por donde baja el agua como un arroyo y tengo que ir eligiendo los apoyos para no mojarme ni caerme. Siento que esta parte se está convirtiendo en una pesadilla. Y subo bastante rápido, porque no sé cuánto es el recorrido en tiempo.
Siento un gran alivio al llegar al Bailadero (18.06h, 676m), cruzo la carretera y empiezo a bajar hacia la parada de la guagua (situada tras el túnel), pero se me diluye el buen rollo cuando me doy cuenta de que el sendero de bajada está más resbaladizo que el fairy (el líquido para fregar los platos), y es un sendero surco, estoy a punto de caerme dos veces, y es en alguna de esas que pierdo la camiseta que llevaba colgada de la mochila para que se secase y ponérmela en la guagua. La cosa mejora un poco cuando termina esta parte arcillosa y empiezo a bajar por un sendero de hojas mojadas y tierra y piedras sueltas con ramas caídas, un prodigio de estabilidad en comparación con el sendero surco… y llego a la parada (18.17h). Aparece un coche con dos turistas que se bajan y me miran, de lejos, como si yo fuese una planta o un árbol. Se les ve tan felices y relajados que ni se me ocurre pedirles que me bajen. Y para mi suerte la guagua aparece enseguida (18.21h). Perfecto. Maravilloso. Y menos mal que he subido como un gamo porque la guagua me da la impresión de haber tardado demasiado poco desde Taganana (sale a las 18.15h). Sano y salvo me voy recuperando en la guagua. En Santa Cruz (19.02h) y cuando voy a tirar el paraguas en una papelera me doy cuenta de que no está estropeado, funciona perfectamente. Qué locura. En excursiones como esta en las que aparentemente acabo entero me pregunto si habrá consecuencias más adelante, en forma de repentinos dolores musculares, resfriados u otros problemas físicos o psicológicos. (No los hubo).
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Track orientativo, no obtenido durante la excursión, elaborado después de realizarla
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