• Excursión 1528. 9 Noviembre de 2023. Jueves.
Lomo Blas. Santa Úrsula
Municipios: Arafo. La Orotava. Santa Úrsula
ENP: Paisaje Protegido Siete Lomas. Parque Natural Corona Forestal. Paisaje Protegido La Resbala. Paisaje Protegido Las Lagunetas.
De 10 a 18.15h. De 800 a 2040 a 300m.
Distancia: 20,3k. Duración: 8h 15m.
Gran travesía entre vertientes, de sur a norte desde las medianías de Arafo hasta las calles céntricas de Santa Úrsula. Subida por una loma de pendiente extraordinaria con vistas únicas hacia dos barrancos de paredes espectaculares, una loma parte del gran pinar de la Corona Forestal observando los efectos del gran incendio del verano de 2023. Y desde lo alto (Roque Ayesa) descenso por pistas y senderos por la zona húmeda de influencia de los alisios, pistas y senderos muy afectados por el incendio con muchos árboles caídos y pinos muy chamuscados. En la zona de medianías de Santa Úrsula el incendio pareció buscar individualmente cada manchón de vegetación para devorarlo
Algunas excursiones cuestan mucho de llevar a cabo. Esta es una de ellas. Estuve a punto de hacerla en agosto, pero el tremendo incendio lo impidió. Ahora tres meses después y con la situación controlada en el monte me voy a atrever. De este recorrido supe por un usuario de Wikiloc, AndresAE, que hace excursiones largas e interesantes. Este recorrido lo ha subido a Wikiloc con el nombre de “Arafo - Monte de los Frailes - Morra de Cheque, circular inédita”. Recorre dos lomas entre el roque de Ayesa y la ZR Los Frailes. Posicionándose en la ZR, la loma de Blas es la de la izquierda y la loma de la Chapa de la Piedra Cumplida (o Albarditas) es la de la derecha. La loma de la Chapa ya la hice en otra excursión (la 1427, 8-2022). También hice un intento de subir la loma de Blas (excursión 1325, 10-2022) pero sólo llegué a los 1400m y el regreso fue tortuoso; pudo ser un desastre del que me salvé por los pelos.
Salgo del intercambiador de Santa Cruz a una buena hora (9h) en la 120 en una mañana estupenda de luz, claridad y buen tiempo. Con los auriculares inalámbricos me puedo relajar un rato escuchando música. Me bajo (9.25h) en la plaza de Teror en Candelaria y tomo un taxi en la parada en la cercana calle de Padre Jesús Mendoza. El taxista me lleva por la carretera vieja, dice que hay un atasco en la autopista. Al llegar a Arafo seguimos por la carretera de Los Loros y tras un km, más o menos, le pido que suba por el camino Cosme, tiene dos o tres eses al principio y después sube muy recta entre fincas con viñedos y chalets. El camino Cosme es una pista de cemento acanalado en buen estado. El taxista me dice que nunca ha pasado por aquí y sólo cuando llegamos al final, cerca de la barrera, se le “ilumina” la cara cuando reconoce el sitio, se acuerda de los perros en la casa y de la barrera. Son cerca de las diez (9.50h, 18€) cuando me bajo del taxi deseándole que tenga un buen día. Aquí el tiempo está maravilloso también, todo despejado, sin viento y sin calor, un tiempo perfecto para la subida que me espera, un desnivel de unos 1300 metros.
Paso la barrera (cerrada) y empiezo a subir por la carretera asfaltada (Camino los Frailes) que va en ligero ascenso y rodeando un barranco profundo (Chucarco/Pendientes de Gorgo) donde las laderas están cubiertas de pinos que no están muy afectados por el incendio, sólo algunos un poco grises, al otro lado y en esa ladera siempre me fascina una caseta de cemento que parece inaccesible. Rodeo este barranco y después otro muy cercano (Piedra Cumplida). Paso al lado de un canal de agua con algo de rumor y llego a una curva donde hay un mirador estupendo (860m) y un memorial al trabajo en las galerías, una pequeña carretilla llena de grava. Sigo subiendo por un tramo muy recto y con bastante pendiente donde veo un coche aparcado al lado de la entrada a una finca. Pronto llego a la ZR Los Frailes, ¡tan bien equipada y tan desierta! Y así lleva desde la pandemia. Rodeo por debajo la ZR, bajo hasta el cauce de un barranco somero (La Granja), lo cruzo y por la derecha de una entrada a una pista y un poco a lo loco me meto campo a través hasta que pronto encuentro un viejo camino con algo de surco que va en ligero ascenso hasta la arista de una loma y después sube recto hasta una pista -960m- (este tramo desde la ZR hasta la pista no es del todo correcto en el track de la excursión). Me echo a la derecha por la pista que parece poco frecuentada, hay gran cantidad de piedras en el suelo. Algunos pinos están más quemados que otros y los escobones muy afectados con sus hojitas secas y caídas. La pista describe una uve y tras unos 300 metros llego a una trifurcación (1005m). Una segunda pista está muy pegada a la pista por donde he llegado. El sendero, que no se ve de entrada, por donde voy a subir, está entre esa segunda pista y la pista de continuación. Me subo a la derecha por un ligero resalte del terreno que apenas parece el principio de un sendero. Entre escobones resecados, jaras secas y pinos con las partes inferiores y los troncos chamuscados empiezo a subir.
Subo lo más recto que puedo por el centro de la arista de esta loma, el sendero sólo se ve en contadas ocasiones, la verdad es que se puede avanzar por muchos sitios. Paradójicamente el incendio facilita el paso, hay menos confusión, se ve más a lo lejos. Mi plan es subir hasta los 1200m aprox. y echarme a la izquierda por un sendero (que, tomando a la derecha, va la galería de Los Huecos), pero cuando (1080m) veo que el barranco que va por la izquierda empieza no me lo pienso y me echo a la izquierda, atravieso su cauce incipiente y en oblicuo me dirijo hacia la afilada arista del lomo de Blas (o de Los Pérez en otros mapas). Destacan al contraluz, como la cabeza de un mohicano, los pinos tiesos en la arista. La subida es un poco trabajosa y cuando estoy ya cerca pongo unas piedras al lado de la tubería colorada. La tubería gruesa va en paralelo a la arista y a unos pocos metros de ella, apoyada en pequeños bloques de cemento. He puesto el hito por si acaso tengo que volver y saber por dónde he bajado. Poco después llego a la arista (1130m) y pongo otro hito con el mismo fin. Subo muy precavido, tengo presente el mal momento que pasé en la excursión 1325.
En la arista ya tengo vistas hacia las laderas de pinos del barranco de Añavingo y Los Topos. También por aquí los efectos del incendio son variables, con laderas oscuras, más quemadas y otras verdes, intocadas. Empiezo a subir por la extraordinaria pendiente (40%) con algunos pinos y una delgada capa de pinocha marrón en el suelo. Que sea así me facilita la subida por donde no hay ningún sendero reconocible y se trata de subir simplificando y con un leve zigzagueo. Entre los 1200 y los 1250m la pendiente aumenta (50%) en una zona muy escarpada con grandes rocas ocupando casi toda la arista y por donde tengo que ir trepando. Sólo mirar hacia arriba es una extorsión para mi cuello. Subo despacio. Subo sin agobios. Sin esfuerzo. En los 1375m la loma por donde subo confluye con otra y coloco varios hitos en sucesión por si acaso tengo que regresar y sepa por qué loma tengo que descender (tendría que ser a la derecha según bajo). El arte de hacer hitos no es fácil, hay que elegir las rocas para que destaquen de la base, alternar colores y que las piedras estén en equilibrio.
Empiezo a tener vistas sobre una parte espectacular de los barrancos por la izquierda. La ladera contraria es muy vertical y afilada, de capas de colores alternados, son las sucesivas capas sedimentarias o eruptivas excavadas y a la vista por la erosión del agua. Primero está el barranco de Los Topos y muy pegado y separado por una pared delgada y afilada, la de las capas horizontales, el barranco de Añavingo. Incluso estando a la sombra es esa pared, esa ladera, espectacular, merece la pena la excursión entera sólo por ver esto. Destaca porque el resto de las laderas, con más inclinación, están cubiertas de pinos. Entre los 1400 y los 1500m hay una zona algo más llana. Después vuelve a tener mucha pendiente. Llego a una zona arriscada y tengo que ir por la derecha y muy pegado a la arista. Tengo que trepar. Es una zona más anárquica geológicamente hablando. Las superficies son de lava cordada, de emisiones lentas y viscosas, con brillos blancos y grises. Por aquí hay dos miradores escalofriantes hacia el barranco de Añavingo. Me pongo justo en el borde, no veo, en absoluto, la caída por mi lado. Cualquier ruidito me hace pensar que se va a desprender bajo mis pies. Tengo que luchar con las ramas de dos pinos bastante afectados por el fuego. Entre los 1500 y los 1600m vuelve la pendiente fuerte. Cuando miro hacia arriba tengo la impresión de que el saliente que veo arriba es el último. Es un espejismo. Esa sensación la he tenido varias veces durante la subida. La voy a seguir teniendo. A mi derecha las laderas tienen grandes franjas de pinos calcinados, calcinados por un lado más que por el otro. El fuego parece comportarse como un fluido. La pinocha que piso sigue siendo marrón, debe ser la de los pinos que están soltando sus acículas.
Llego a una zona bastante llana con varios picos y algunos cuchilletes. Muy despejada de pinos. Con vistas continuas hacia el prodigioso barranco de Añavingo. Esta zona se extiende entre los 1625 y los 1650m. Es la parte que tiene más incógnitas para mí. Supero por la derecha una primera arista afilada y después me veo subiendo por un cuchillete de lo más afilado, precioso, de color beis claro, de formas caprichosas, teóricamente se podría caminar haciendo equilibrios, pero no merece la pena semejante riesgo. Miro a un lado, miro al otro y veo que puedo superar el cuchillete por la izquierda. Retrocedo, desciendo unos 10 o 20 metros de desnivel en el proceso de superar el obstáculo afilado. Estando abajo y al apoyarme en una piedra grande se desprende, me da tiempo a empujarla mientras cae y logro que no me caiga en el pie izquierdo. Desde la base del cuchillete sigo el ascenso trepando por una zona de rocas y piedras sueltas con escobones secos y quemados en lo alto.
Tras la zona llana vuelve otra parte con mucha pendiente que concluye en un saliente (1760m) donde hay una torre baja y gruesa de piedras, de unos dos metros de base por uno y medio de alta, claramente una obra humana, de la que se me escapa el significado. Un repecho me sirve de descanso, sin pararme, unos ciento cincuenta metros. Por aquí tengo unas vistas muy claras de la ladera beis del roque de Ayesa, mi punto de destino. Ya estoy cerca. Lo voy a conseguir. Lo peor ya lo he pasado. Después al tiempo que la arista deja de ser tan definida la pendiente es algo más suave (entre el 30 y el 40%). Por aquí empiezo a pararme, periodos cortos de un minuto, para descansar. El bosque es más cerrado, afectado desigualmente. Pero ya distingo bien, sobre todo en los pinos más chamuscados, brotes verdes saliendo de los troncos o de las ramas, impresionante, sólo han pasado tres meses y los pinos ya están retoñando, pujantes. Una característica de los pinos es que por muy quemados que estén siguen de pie, raramente veo pinos caídos. No así con otros tipos de árboles, que veré en la bajada hacia Santa Úrsula. Pero eso lo contaré más adelante.
Esta parte al no tener vistas y ser menos definida se me hace un poco larga, con la sensación de que el altímetro me está indicando mucho menos de la realidad (no es tanto, lo compruebo más tarde). El último obstáculo es una pared de granitos suavizados (1975m) que trepo fácilmente (me acuerdo de otra pared similar en la loma de la Piedra Cumplida por aprox. la misma altitud). La pendiente se va haciendo cada vez más suave y cuando se aclara el pinar ya estoy al lado del roque de Ayesa. Trepo a lo alto por sus piedras rojizas. A las chajorras y los rosalitos no les ha afectado el fuego. Sin embargo, el bosquete de pequeños pinos al lado del roque está achicharrado, tan negro todo, tan negro los troncos, las ramas, las acículas, es tan radical que hasta tiene su propia belleza. Este pinar siempre me ha llamado la atención, por lo atormentados, doblados, pequeños que son los pinos y ahora parece que los hayan quemado con un soplete, con un lanza llamas.
En lo alto del roque (2040m, 14h) puedo ver bien el efecto del fuego en las laderas hasta la montaña Amarilla, alrededor de la ladera que atraviesa la pista de la Boca del Valle. La montaña Amarilla (Amarnia) sobresale transversal de la ladera. El efecto es a franjas verticales. Hay franjas oscuras, otras son grises y alternando también tiras de pinos verdes. Sin embargo, en la ladera de la montaña Amarilla todo es negruzco, requemado, deben ser las partes más verticales las más afectadas. Lo mismo ocurre al mirar justo hacia abajo. Lo que me resulta impresionante es la sucesión de riscos por los que he subido, que ya me parecieron imposibles la primera vez que los mire con la intención en algún momento de bajar (o subir) por ahí. Claramente pienso ahora que es más fácil subirla que bajarla. En la bajada la arista no está tan claramente marcada. He tardado cuatro horas en subir. Me parece razonable. Con un viento muy suave me quedo a comer aquí arriba disfrutando de estas vistas tan diáfanas que llegan hasta Anaga. Ahora mi plan es continuar bajando por el pinar de La Orotava (La Resbala) y el de La Orotava (Las Lagunetas) hasta lo más abajo que pueda.
Termino de comer y me enfrento al bosque fantasma. El sendero antaño rodeado de rosalitos, alhelíes, jaras, retamas, codesos ahora es sólo un surco gris. De esas plantas no queda prácticamente nada, se han volatilizado, como si nunca hubiesen existido. El sendero es más difícil de seguir que cuando estaba rodeado de plantas bajas. En la bifurcación cercana tomo a la derecha. No me deja de asombrar lo que ha hecho el fuego en el soto bosque. Todos los pinos por aquí están muy negros. En suave bajada alcanzo la carretera. Tomo a la derecha y en dos minutos me meto, a la izquierda, por una pista (Joco). Es una pista llana y ancha. Por aquí crece la cañaheja, la retama, el codeso, el escobón, el alhelí. No parecen muy afectados los grandes arbustos de codeso, retama o escobón. Me alegra ver que, aunque pequeñas, las cañahejas están repuntando, distingo sus pequeñas hojas, parecidas a las del perejil. El efecto del fuego es muy diferente en los dos lados de la pista. Hacia abajo están muy quemados, a la derecha bastante intactos. Parece que esta pista ha sido un buen corta fuego.
Avanzo por la pista como unos diez minutos y en la bifurcación (Gollada del Pino, 1900m) tomo a la izquierda para empezar a bajar por una pista (Pista Cortafuegos Santa Úrsula/Vereda las Yuntas) muy erosionada y con un gran surco. Se nota que se ha usado poco últimamente, y con las lluvias recientes está especialmente en mal estado, casi parece que está a punto de convertirse en un sendero. Ya era mala antes, ahora está deplorable. La pista baja, en general, con bastante pendiente y algunas curvas fuertes hasta que se hace llana alrededor de los 1700m. Los postes de cruce del GR131 han desaparecido, solo quedan las placas metálicas. En una bifurcación cercana tomo a la derecha (aunque ambos ramales llegan al mismo sitio un poco después). Avanzo unos 300 metros y cruzo una pista, sigo bajando. Después de toda la esforzada subida por el lomo de Blas ir por esta pista me resulta relajante. Aunque el tiempo por aquí está nublado, se terminó la alegría de los cielos despejados durante la subida.
Sigo bajando por la pista que describe varias eses. Ahora voy buscando atajos para acortar la pista. No me acuerdo específicamente donde están. Tengo la sensación de que me he pasado un par de ellos. (No me acuerdo de que ahora tengo disponibles en el teléfono móvil todos los senderos de opensteetmap.org a través de la app Twonav que me da mi posición exacta). Confluyo (1780m) con otra pista que viene por la derecha. Y después de unos 70 metros y a la derecha encuentro el atajo. Tengo curiosidad por cómo ha afectado el incendio a los grandes pinos canarios centenarios que hay por aquí y a las fayas también antiguas (de la Linde, Gorda). El sendero es un sendero surco usado y mantenido por ciclistas que al haber tenido prohibido el acceso al monte han dejado de remarcarlo con sus pasadas. Y se nota, se nota mucho. Los pinos, los grandes pinos parece que han resistido el fuego, con los troncos chamuscados, tiznados de negro, pero arriba con hojas nuevas. Sin embargo, las fayas creo que han perecido. Y no sólo las fayas, también los brezos, los escobones, las jaras. Y estos árboles a diferencia de los pinos se desploman, están caídos sobre el sendero y lo interrumpen constantemente, el pasaje por el sendero surco se hace muy trabajoso, muy laborioso. Por otro lado, el suelo está muy húmedo, muy empapado de agua, además, una nube cargada de humedad está subiendo por la ladera y me crea una confusión muy fuerte por el emparejamiento paradójico de los troncos quemados, los arbustos caídos, su olor a calcinado con el vapor de agua que se me mete en la nariz casi como si me estuviese bañando. Tanto las hayas como los brezos crecen en pequeños troncos muy juntos, al fallar la base, cae todo. Los grandes pinos canarios se mantienen como gigantes eternos, aunque todavía tienen que soltar las acículas y las partes secas. Las fayas tienen las pequeñas hojas secas y caídas, es una cuestión de tiempo que se sequen completamente.
Tras pasar unos tres o cuatro veces la pista por el sendero surco llego a una pista (1460m, Pista La Orotava/Pista Cortafuegos Santa Úrsula) y sigo bajando hacia la derecha por ella. De nuevo tengo la sensación de que se me ha pasado otro atajo cercano. No importa. Conozco otro más abajo. Por aquí puedo ver mejor el efecto catastrófico del incendio sobre las fayas, sus troncos más finos se están cayendo. Hay tanta humedad, parece que estoy en una sauna, pero fría. Unos quince minutos después (1km) en un atajo (1365m) tomo a la izquierda por una pista más estrecha que llanea y por donde hay muchas fayas caídas, caídas aparatosamente sobre la pista. Cada vez me va quedando más claro el efecto más importante del fuego: el caos producido por los arbustos y árboles caídos, la erosión vendrá después. Tras unos diez minutos largos (900 metros) por la pista que baja suavemente y teniendo que saltar sobre los troncos de los árboles caídos en una curva encuentro, a la derecha, el atajo (1320m) que estaba buscando. No llevo conmigo ningún mapa de esta zona, sólo mi memoria, me refuerza mucho ir encontrándolos y moverme tan bien por el monte, aunque eso signifique en la práctica un recorrido muchos más esforzado por el estado lamentable del sendero-surco y aunque no recuerde exactamente todos los atajos. Me meto por el atajo y enseguida noto que a partir de aquí entro en una zona mucho más húmeda, es la zona de influencia de los alisios, y se nota. No sólo hay muchas más ramas caídas, sino que el suelo está totalmente cubierto de hojas secas de acebiños, de color gris oscuro o negro. Tengo que salirme constantemente de la trazada del sendero, evitar agujeros, evitar las ramas a la altura de mis ojos. Voy cruzando la pista y yo sigo bajando, metiéndome en líos. Cuanto más bajo más húmedo es el entorno. Empiezo a patinar y noto que el suelo está totalmente saturado de agua. Esto es dantesco. Del sendero claro y limpio que recordaba esto se ha convertido en un laberinto. Tiene toda la pinta de que este sendero se va a perder. No creo que las autoridades vayan a mantener un sendero de ciclistas. Lo que hace a este sendero reconocible es su surco, si se llena de ramas y troncos no se va a ver más. De hecho, lo pierdo en varias ocasiones. Tras cruzar la pista (La Orotava) dos veces llego de nuevo a ella (1150m). Desciendo otro poco y llego, en perpendicular, a otra pista (1145m). Tuerzo a la derecha y veo un cartel indicando que es el límite con el municipio de Santa Úrsula. El límite lo marca el barranco del Pino, cuyo cauce, muy llano es prácticamente irreconocible. Avanzo y sigo recto en otra bifurcación. Paso el famoso pino Las Mujeres, que parece intacto. Ahora bajo por una pista que se llama Hoya La Mona.
Tras unos 150 metros por la pista llego a la entrada (a la izquierda) a un sendero, otro atajo, en realidad, para evitar las pistas. Sin dudarlo, a pesar de los problemas que he vivido más arriba, me meto al sendero que está en bastante buen estado al principio. Bastante llano, además. Después empieza a bajar con un surco profundo por zona de pinos caídos y por lo alto de una ladera sobre el barranco del Pino, erosionado, sí, pero despejado, en general. Mejor de lo que esperaba. Llego a una pista (1025m, Pista La Laja), la cruzo. Ahora sí que es de verdad húmedo y me recibe un muro alto por la derecha con sus piedras cubiertas de musgo muy verde. El suelo cubierto de hojas secas de laureles y acebiños. Entre los 1000 y los 800 metros es la zona de máxima humedad, donde las nubes que traen los alisios son más gruesas y permanecen más tiempo. El sendero es precioso, con curvas reforzadas por los troncos de los viejos laureles llenos de chupones. Paso más tramos de muros cubiertos de musgo y el sendero va bajando por el bosque húmedo. Esto se va a reponer, eso es seguro. No encuentro demasiados arbustos caídos sobre el sendero, sendero-surco en algunos tramos. Voy hipnotizado por la belleza de este viejísimo sendero de aprovechamiento forestal por donde subían los lugareños por leña al monte. Todo el sendero es maravilloso, incluso afectado como está por el incendio. Tengo que ir muy atento a las ramas perdidas y caídas. Cruzo viejas pistas que no llevan a nada, sigo bajando. Paso una zona de eucaliptus y llego a una pista (Las Charquitas, 940m).
De nuevo entre eucaliptus, ahora el suelo está cubierto de sus hojas alargadas y grises. En el cruce con el canal de Aguamansa dos grandes troncos (un pino y un eucaliptus) están caídos sobre el canal y taponan completamente el sendero. Parece que los tuvieron que cortar y dejar caer de cualquier manera. Por el canal pasa muy poca agua (hacia la derecha). Acceder de nuevo al sendero es muy complicado. Tengo que meterme entre las ramas de los eucaliptus, destrepar un poco para lograr acceder al sendero. Si no hubiese sabido que el sendero estaba ahí no me hubiese atrevido a bajar. Los eucaliptus le dan un aire más anárquico y salvaje a esta zona del monte. Son tan aparatosos, sueltan hojas, botones, tiras de corteza, se caen, un desastre. Vuelvo pronto a cortar la pista Las Charquitas (910m) y sigo por el viejo camino, ahora algo más ancho. Si pensaba que la cosa iba a mejorar estaba muy equivocado. Ahora los troncos caídos sobre el sendero son de eucaliptus y son enormes y lo taponan completamente. Tengo que rodear por la izquierda uno enorme. Ya esto es una obsesión, podía haberme salido en tantos sitios, pero me empeño en seguir este sendero hasta el final. Empiezo a ver y a oler bosquetes de brezos quemados, con cenizas por el suelo, los troncos como muñones negros, redondeados. Las viejas terrazas abandonadas revividas por los brezos ahora son llanos espectrales. Incluso dejo de reconocer este viejo sendero que tantas veces he recorrido. Tengo que regresar por mis pasos y volver a avanzar para convencerme que es el viejo sendero. Y más abajo el olor a quemado es todavía más intenso. El fuego en estas zonas de Santa Úrsula se ha revivido varias veces. En un día como hoy nublado y húmedo no temo al fuego, pero el olor es muy intenso. Tengo que escalar en una batahola de troncos de castaños y eucaliptus que han taponado el sendero, tengo que meterme por entre las ramas y destrepar hasta el sendero. La presencia de una tubería y un viejo muro me indica que ya estoy cerca del final.
Logro llegar de nuevo (800m) a la pista de Las Charquitas. Por debajo tengo a la vista algunas casas entre huertas y jardines cercanas a una calle (camino de Candelaria). Y, ahora, como último remate me empeño en seguir bajando hasta la calle, cosa que había intentado una vez sin éxito. Me meto por el viejo camino, que ahora está abandonado y tupido de zarzas y otras plantas. Tras un pequeñísimo tramo paso un muro a la derecha y llego a unas huertas donde alguien parece estar construyendo una casa, pero muy despacio. Me meto más abajo pero no tiene salida, sólo da a la trasera de los jardines de las casas de más abajo. Me echo a la izquierda y veo una puerta cerrada que da al viejo camino taponado por las zarzas. No puedo pasar. Subo un poco y me meto entre las plantas y las zarzas y accedo, con mucho trabajo, al viejo camino. Me encaramo en el muro (de la izquierda) y sobre una tubería y evitando las zarzas traicioneras logro llegar a la puerta (por fuera, la de antes). A partir de aquí el camino está expedito. En unos pocos metros y por una escalera de piedra llego a una pista. La cruzo y al lado de un depósito de agua sigo bajando hasta que llego a la calle Camino de Candelaria (735m).
A partir de aquí ya no lo voy a describir en detalle, es una larga y entretenida travesía desde la calle La Bandera pasando por Pino Alto por las calles de Santa Úrsula hasta la carretera general (300m, 18,15h) a donde me quedo a esperar la guagua al lado de una vieja casa que han renovado y convertido en un centro social donde unos jóvenes juegan al pimpón. He tardado unas cuatro horas en bajar, lo mismo que en la subida, aunque la bajada ha sido bastante más larga en kilómetros. En la subida la pendiente ha tenido una media del 35%, en la bajada del 10%. En la parada me pongo a escuchar música y es como si me diesen un gran premio. Me siento instantáneamente como si estuviese volando. He atravesado la isla de lado a lado y aquí estoy al otro lado, tan tranquilo, entero. Esta excursión la había estado esperando desde hacía mucho tiempo y la he completado en las circunstancias especiales producidas por el efecto del catastrófico incendio de agosto. El viaje en las guaguas hasta Santa Cruz a donde dejé el coche es maravilloso todo el rato. Sigo en una nube. Estoy en estado de gracia. El de la 101 no está mal pero el de la 015, entre La Laguna y Santa Cruz, me gusta especialmente ir en una guagua atestada después de un día en solitario, es todo un contraste. Los usuarios de esta guagua son jóvenes, siempre jóvenes. Uno me ofrece su sitio cuando me siento en el suelo entre dos filas. Lo acepto encantado. Definitivamente ya no soy joven.
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Track orientativo, no obtenido durante la excursión, elaborado después de realizarla
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Parte 1 - ZR Los Frailes a Roque Ayesa
Parte 2
Parte 3
Parte 4