• Excursión 1664. 20 Marzo de 2025. Lunes (Anaga 294ª)
Taganana. Tachero. Playa Cardonal. Tamadite. Palos Hincados. Taborno. Taganana
Municipio: Santa Cruz
ENP: Parque Rural de Anaga
De 9.30 a 15h. De 180 a 0 a 150 a 0 a 640m
Distancia: 10,6k. Duración: 5h 30m
Con lluvia y algo de viento recorro la playa del Cardonal entre Tachero (Taganana) y Tamadite (salida del barranco de Afur). Antes de un gran risco (Risco Negro) encuentro un lugar para subir a un sendero señalizado (el PR 8). Cruzo el cauce del barranco de Afur, con mucha agua y subo por el barranco de Palos Hincados hasta Taborno. Durante la subida me mojo toda la ropa. En Taborno consigo ropa seca y después hago dedo y vuelvo a Taganana y espero con un precioso mar a la 946
Para hoy tenía pensado hacer la ruta del filo, la que recorre el borde superior del circo de las Cañadas, entre Izaña y Guajara. Sin embargo, el pronóstico de cinco grados me echa para atrás. Lo descarto. En su lugar decido hacer una que tenía preparada y aparcada hacía tiempo. Y me decido por ella porque la bajamar me favorece. Se trata de recorrer la costa, la playa de cayados entre Tachero (Taganana) y unos riscos marinos cerca de la playa de Tamadite. La bajamar será a las 10.30h.
Me levanto un poco más temprano que otros días y me sorprende la niebla y la lluvia fina. El tiempo ha estado lluvioso en los últimos días, pero esto es otra cosa. Me preparo y llamo a un taxi. Lo hago porque quiero aprovechar la bajamar lo máximo posible y si voy en guagua llegaría como una hora después de que ya esté subiendo el agua. Yendo en taxi puedo estar allí a las nueve de la mañana. El taxi viene, el taxi me recoge. Le pide al conductor que vaya por Tejina y Pedro Álvarez. Con este tiempo la autopista se colapsa. El conductor es hombre de pocas palabras, y me somete a una emisora de bachata, con el volumen bajito lo puedo soportar. A medida que nos vamos desplazando me empiezo a dar cuenta de que lo de la niebla y la lluvia no es un fenómeno local, sino que afecta a toda la isla. Subiendo por el camino del monte por Pedro Álvarez llueve, como lo hace al paso de la Cruz del Carmen. Sólo cuando pasamos el túnel del Bailadero deja de llover. Pero en Taganana cuando me bajo del taxi (67€) una hora y cuarto después de montarme el cielo está muy encapotado y llueve débilmente. Durante este trayecto me he estado preparando para esto así que cuando me bajo ya estoy decidido a intentarlo a pesar de que no haya traído los pantalones impermeables. Tengo el chaquetón y un paraguas, además de una buena bufanda.
Paso al lado del bar restaurante Picar. Después bajo desde la plaza por la calla La Cuestita recto hacia el mar. Me gusta la vista sobre el barranco a la izquierda profundo y con vegetación muy cerrada, también el empedrado del último tramo de la calle. Tras las últimas casas sigo a la izquierda por un sendero al lado de un murito de piedra. Pronto me lleva a descender a un barranco (El Agua). En esta bajada me empiezo a dar cuenta de que todo está mojado y que debo tener mucho cuidado sobre las piedras, muy resbaladizas, y con las plantas, llenas de agua que me transfieren al pantalón. Es una situación sostenible. En Tachero, el pequeño pueblecito, enseguida salgo a los cayados y empiezo mi ambicioso plan de hoy de atravesar la playa (Playa del Cardonal) y cuando ya no pueda seguir (riscos verticales) encontrar un lugar por donde subir al sendero (PR 8).
Nada más empezar ya me doy cuenta de las dificultades. A lo irregular del paso por cayados de todo tipo, color y textura (algunos deben haber estado aquí puliéndose durante milenios, otros se acaban de desprender y están llenos de aristas), se añade lo resbaladizos que están hoy, el viento, la lluvia fina y el sonido embravecido del mar que le añade una nota casi subconsciente de inquietud a la marcha. Me lo tomo con mucha calma y empiezo a avanzar. Pronto aprendo después de algunos resbalones sin consecuencias que unas las rocas de color gris verdoso (con pequeñas vetas) son especialmente peligrosas y las evito completamente. La gran playa del Cardonal (unos tres km de largo) es una sucesión de pequeñas calas. Cada una que recorro es un triunfo. Tras una hora de excursión la lluvia empieza a caer de lado, contra mí, el paraguas ya no me protege, me tengo que parar. Si la cosa sigue así tendré que volver. Paciente, espero. Diez minutos, quince, veinte. Cesa la lluvia horizontal. Continúo. En las esquinas de las calas es donde están las partes más caóticas, con grandes piedras, en el centro puede haber distintos tipos de cayados. En dos o tres de estas calas los cayados son de tamaño pequeño, todos muy redondeados y de una belleza extraordinaria, nunca había visto algo así, son de color gris o de color oporto claro y parecen translúcidos (un efecto óptico). Me quedo flipado. Es tan increíble y hermoso que no encuentro palabras para describirlas en mi mente mientras las veo. Me dejo ir y simplemente disfruto de estar pasando sobre ellas. Y en cada ocasión que las veo me pasa lo mismo. Es un momento único, es porque están mojadas por el agua de lluvia, la marea no llega hasta ellas.
La lluvia aparece de vez en cuando, pero dura poco. Soy muy consciente de que estoy atravesando la playa con marea baja y que hay por lo menos dos sitios donde tendría muchos problemas para pasar con marea alta. Esto es relevante porque no estoy seguro de que haya una salida por el extremo. Y es que las laderas que tengo por encima, hacia El Chorro y el sendero PR 8 son de tierra, o de tierra mezclada con piedras y son muy verticales, imposibles de trepar o ir por ellas. De hecho, el rato que he estado apoyado contra una piedra esperando que escampase sólo el roce del paraguas o mis manos ha desprendido varios trozos de piedras y tierra. De manera que si no logro encontrar la salida tendré que volver por donde he venido y ya estará subiendo el agua.
A tramos más deprisa, sobre cayados uniformes, o más despacio, esquinas sobre grandes rocas logro llegar tras unos dos horas y media a un pequeño risquito pegado al mar. Trepo un pequeño montículo y paso al otro lado a una cala, la última practicable. Esta cala está limitada por un risco puntiagudo y afilado (Risco Negro) que hace honor a su nombre. En una pequeña plataforma rocosa al lado de un saliente (Punta Poyata) el mar bate a intervalos irregulares y cuando golpea me asusta por lo inesperado. Ha llegado el momento de buscar la salida de la playa. Estudio el mapa Topográfico de Grafcan (1/20000) que llevo en la app Twonav en el móvil y localizo un barranco posible por donde subir por su cauce. Se corresponde con lo que veo. Vamos a ver. El cauce no tiene saltos, con grandes piedras y señales (arena con marcas) de haber corrido agua. Vegetación escasa. Poco a poco, despacio voy trepando por las rocas y ascendiendo con algunos tramos mejores. En un par de saltos rodeo. En uno cuando ya he ascendido bastante me echo a la derecha para rodearlo y creo ir por una vieja vereda. Paso un tramo algo expuesto sobre una superficie rocosa inclinada con más señales de ser una vereda y entonces mirando hacia arriba a una zona de más vegetación descubro un muro ancho y de uno metro y medio de alto. Me da una gran alegría. Estudio el mapa y me doy cuenta de que ahora me tengo que echar a la izquierda sin llegar al muro. Lo hago y enseguida llego a una loma ancha que es por donde había visto que continuaba la cosa. Vale. Estupendo. Todavía me falta un rato para llegar al sendero, pero ya es más sencillo. Ahora subo entre viejísimas terrazas con una vegetación densa de cornicales e incienso. Ya me falta poco. El último tramo es rocosa, grises con vetas. La trepo y logro llegar al sendero PR (150m).
Justo en este momento en que estoy como loco de haber logrado subir aparece una senderista. Viene con una gran mochila a la espalda, y a pesar del tiempo con una camisa de tirantes. La saludo. En inglés me pregunta si me encuentro bien. Le explico que he pasado un rato un poco estresante subiendo por la ladera desde la playa. Se asoma e incrédula me pregunta: ¿por ahí? Viene de Afur. Me dice que todo es “so beautiful”. Me pregunta mi nombre, ella se llama María y es de Polonia. Se pone a llover, me saco el paraguas. Nos despedimos. Sigo a la derecha hacia Tamadite. En una cueva cercana me refugio de la lluvia y me quedo a comer (son las doce y media). Mientras como dos senderistas con bastones me saludan. Van perfectamente pertrechados contra la lluvia, de arriba abajo. Bien por ellos. No como yo, que hoy no traje los pantalones impermeables. Tras la comida enseguida llego a la vista sobre la playa de Tamadite. La vista de la loma de enfrente (Lomo Las Pesquerías) es fantástica, muy oscura por las nubes con vegetación muy verde e intensa en la base. Bajo al cauce del barranco de Afur que lleva mucha agua. Lo cruzo. Ahora tengo que decidir si seguir hacia Afur por un sendero PR ancho y claro para tomar la guagua de las tres de la tarde o si subir a Taborno por el barranco Palos Hincados por un sendero estrecho y vertiginoso que sólo he hecho una vez (excursión 365) y tomar la guagua de las cuatro y media. Me decanto por lo segundo. No es un sendero fácil, pero ahora con la app Twonav y la app de Wikiloc (con la que estoy grabando la excursión) me siento capaz de hacerlo.
Después de unos pocos metros de recorrer el sendero a Afur me desvío a la derecha (hacia una casa en la ladera) y ya después voy siguiendo el track que atraviesa el cauce de un barranquillo con un gran dique (hay flechas rojas pintadas) y después sigo por lo alto de una loma yendo a la izquierda de viejas terrazas y una caseta. Antes de que el dique termine el sendero tuerce a la izquierda y en una bifurcación cercana (70m) tomo a la derecha en subida, el ramal izquierdo llanea. El sendero está muy invadido de plantas, me mojo un poco. Me da un respiro el sendero con zonas más despejadas y cuando se me ocurre usar el paraguas para arrojar el agua de las plantas o protegerme me doy cuenta de que lo he perdido, no tuve la precaución de cerrar la cremallera del bolsillo del chaquetón. Descarto regresar a buscarlo. Si llueve, ya veremos. Cuanto más subo más me voy mojando los pantalones, primero la parte por debajo de las rodillas, después los muslos. Pero ya estoy entregado. Es una maravilloso de sendero que sube por escalones de piedra a la derecha de una vieja zona de terrazas de muros altos, sube por el cauce angosto de un barranquillo (del Agua). Me sigo mojando, cada vez más, los pantalones enchumbados, totalmente mojados. Ya no me importa. Yo sigo. El sendero es fantástico, tan vertical, rodeado de una vegetación súper frondosa. En los 150m aprox. el sendero pasa de la derecha a la izquierda del cauce, pero sigue muy cerca del cauce. No hay otra posibilidad en esta ladera de ir por otro lado que el sendero. En los 190m aprox. termina la zona de terrazas. Me tranquilizo de lo de los pantalones porque no hace frío. Es perfectamente soportable y mientras siga subiendo con el consiguiente esfuerzo físico no voy a tener problemas por mucho que me moje.
El sendero después de la zona de terrazas se ha echado a la derecha y sube con poco desnivel. En los 210m llego a una gran oquedad en la tosca rojiza y por su izquierda y por escalones tallados en la roca continúo subiendo. Ya estoy en el barranco de Palos Hincados. El tramo después de la tosca es de lo mejor de la subida, un sendero algo expuesto y bastante llano con vista a una preciosa cascada negra y pulida por donde cae un hilo de agua (Salto de Tamadite) con un gran charco abajo. Apenas recuerdo nada de la vez que hice este sendero (hace diez años), sólo de este tramo y que a partir de aquí la cosa mejoraba. No va a ser así. En absoluto.
Tras un tramo bueno por la derecha del cauce con no demasiado vegetación llego al cauce (325m), con mucha agua corriendo que logro cruzar milagrosamente sin caerme en los charcos. Después de los charcos y el agua el sendero vuelve a subir por la derecha, pero ya muy invadido de plantas, que me mojan y me mojan, es una ducha continua, que increíblemente no me molesta, al revés, me gusta como caen las gotas finas y transparentes y limpias de agua, como me caen. Los pantalones están mojados hasta el cinturón. Chapoteo en los zapatos. El sendero tiene continuos pequeñas curvas a la derecha para seguir subiendo la gran pendiente. Cada vez veo menos el camino, todo ocupado de plantas. Me paro dos veces para chequear que voy bien. Siento un gran alivio cuando cruzo el cauce (450m) y el sendero ya sube con menos pendiente por una zona de terrazas con brezos. Pero por aquí el sendero está inclinado y es resbaladizo y… de barro. No me pongo nervioso y agarrándome a las plantas logro pasar los tramos inclinados. Llego unos 300 metros llego a una loma y subo por ella por un camino serpenteante y muy claro que me lleva al sendero de Taborno (580m).
Ahora voy maquinando qué voy a hacer, cómo voy a resolver el asunto de los pantalones. En cuanto llego a Taborno pregunto en el bar a los camareros si tienen ropa seca. No, no tienen, son trabajadores que no viven en Taborno. Me salgo y toco en una puerta, nadie. En la segunda puerta que toco oigo música de rap. Sale una joven, como de unos 18 años. Le explico, que me he mojado y que necesito ropa: calcetines, pantalones, camiseta, camisa. Ella enseguida me dice “claro”. Entonces le digo me preste o que me la venda. Ella dice: “prestar no, pero te la vendo”. Ok. Fantástico. Se mete para dentro y al cabo de diez minutos sale. Me trae un pantalón negro de chándal, una camiseta negra de “chico”, unos preciosos calcetines azules y blancos y de su cosecha un gorro de lana azul. Lo mete todo en una bolsa de plástico y le digo que cuánto quiere. Me dice que lo que yo quiera, le doy dos billetes de diez euros y todas las monedas que tengo en el bolsillo. Muchas gracias. Le pregunto su nombre, le digo el mío. Y le vuelvo a dar las gracias. Regreso al bar (Historias para no dormir) y le pido permiso para usar el baño para cambiarme. Me lo da. En el pequeño baño, muy bien provisto de papel de cocina me seco y papel de baño, me pongo la ropa y meto todo lo mojado en la bolsa de plástico (también los zapatos).
Repuesto salgo y pido un café con leche (la primera vez en años que me tomo un café). Con una buena capa de espuma me sienta de maravilla. Al rato en calcetines camino hasta la parada y me quedo a esperar la guagua. Tardará una hora en llegar. Como el chaquetón está mojado no me puedo sentar. A los cinco minutos ya me he decidido a hacer dedo. Y el primero que pasa me coge. Una pareja de jóvenes, de unos 25 años. Yo les digo que voy a donde sea. Me dicen que van a subir a la carretera y después a bajar a Taganana. Para mí es estupendo. Les digo que sí. Me encanta volver a Taganana donde empecé la excursión esta mañana. Son de Polonia. Rubios. Vestidos igual. Camiseta azul y pantalones pitillos negro. No llevamos ni cinco minutos cuando en una esquina él para el coche. Ha habido un desprendimiento. Ha caído un árbol y mucha tierra y piedra está regada por el suelo. El coche no puede pasar. Sobre la marcha me bajo, él también. Y empezamos a romper ramas del árbol y quitar las piedras. Me asombra lo difícil que es cortarle las ramas al árbol, un pequeño laurel, cubierto de líquenes. Enseguida despejamos un paso para el coche. De la ladera siguen cayendo piedras, es un sitio peligroso. Le dirijo. Pasa el coche. Podemos seguir. De nuevo en el coche me gusta cuando el joven me pregunta si debemos llamar a alguien. Le digo que no se preocupe, que en cuanto el conductor de la guagua lo vea (en una media hora) llamará a la brigada y vendrán a arreglarlo. En Anaga es así. Y desde luego que la guagua no puede pasar hacia Taborno.
El trayecto hasta Taganana es de lo más agradable. Me pregunta mucho. Les hago de guía. Lo veo todo con sus ojos nuevos. Los dos hablan en un inglés muy fluido. Y ella además está ha estado estudiando español cinco años. Me dice en español: “yo quiero pedir en un bar un barraquito, y decirlo con acento andaluz”. En Taganana les digo qué pueden ver y me dejan en la playa del roque de Las Bodegas. Muchas gracias, les digo varias veces. Con mis bártulos en la acera al lado del restaurante “África” me siento en el suelo. Me siento el rey del mambo. Me acuerdo de un cantante pakistaní que hacía tiempo quería volver a escuchar. Encuentro en Spotify una lista de “the best of Nusrat Fateh Ali Khan”. Con muy pocos instrumentos, y temas larguísimos de 20 minutos o más, lo mejor son las voces de él y sus acompañantes. Una música que no me atrapa de entrada, empiezan casi sin querer, incluso tosiendo, pero una vez que llevo unos minutos me atrapa. Y sentado en el suelo mirando el impresionante paisaje de nubes negras sobre Taborno y sol entrando por encima con la espuma de mar perfilando las lomas hacia Taganana me siento relajad, feliz, perfecto. Mi pinta es un poco rara, pero aquí están acostumbrados y no desentono nada. El mar está muy lleno, el agua llega al muro, la playa cubierta, es la pleamar, unas seis horas después de la bajamar de esta mañana. Son las cinco de la tarde. Y no me importa nada en este estado esperar una hora y media a la 946.
Las nubes van cambiando de forma, sale un foco de luz, ya solo falta un arcoíris que hemos visto brevemente bajando hacia Taganana. Se me está acabando la batería del móvil y en el bar me dejan cargarlo. De vuelta afuera sigo escuchando a Nusrat. La guagua aparece puntual y es otro rato fantástico en el trayecto de subida hasta el túnel y por la vertiente sur. En Santa Cruz me salgo y tomo un taxi. Tengo suerte con el taxista. Enseguida nos ponemos a hablar. Él me cuenta un pequeño incidente que ha tenido, teme que le pongan una multa, por lo que me cuenta no es nada, le tranquilizo. Después yo le cuento lo de la ropa en Taborno. Un buen retorno a mi casa.
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Track orientativo, no obtenido durante la excursión, elaborado después de realizarla
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