• Excursión 839. 17 Septiembre de 2018. Lunes. (Anaga 135ª)
Barranco Tahodio. Las Mesas. Los Campitos. Barrio Nuevo.
Municipios: Santa Cruz de Tenerife. La Laguna.
ENP: Parque Rural de Anaga.
De 15.08 a 19.24h. De 211 a 540 a 118m.
Distancia: 7,8km. Duración: 4h 16m.
En esta excursión lo más sorprendente ha sido comprobar cómo el mapa plano de openstreetmap (apenas se ven las curvas de nivel) se convierte en una montaña rusa al recorrer el territorio. También es de esas excursiones que me cuesta mucho abordar porque hay demasiadas posibilidades en algunas zonas y necesito aclarararlas. Estuve trabajando bastante con los mapas y algunos meses después, por fin, los voy a utilizar.
Dejo el coche en el intercambiador de Santa Cruz y tomo un taxi en el exterior. Un taxista serio y algo triste y que parece muy poco hablador. No se inquieta, ni se muestra inseguro cuando le digo que quiero ir a la presa de Tahodío. Después de pasar el barrio de la Alegría y cuando ya subimos por el barranco de Tahodío, de repente empieza a hablar. Me dice que una vez yendo por este mismo sitio apareció un hombre de mal aspecto, con unos pantalones muy anchos que se le caían, y le pidió que le subiese un poco más arriba a casa de su hermana. Y que cada poco, cada vez más arriba, le volvía a decir que estaba ahí mismo. Días después el taxista se puso muy enfermo, vomitando y estuvo con fiebre varios días. A saber, qué le habría pasado el hombre de los pantalones grandes. Y añade que él no lo puede resistir y si tiene que ayudar a alguien lo hace. Que va a visitar regularmente a su suegra a una residencia y que le dan pena los viejos a los que nadie va a ver. Cuando le digo que soy senderista entonces me dice que él es de donde se hacen las mejores excursiones, que es de la Gomera, y entonces se pone triste cuando me empieza a hablar de su hermana, que murió de cáncer con 52 años y que era poeta, que escribió una poesía que empezaba con “Barrancos y barrancos, esa es mi Gomera, Palmeras y palmeras, esa es mi Gomera…”. Un taxista compasivo. Me deja cerca de la presa (15.08h, 200m, 10€). Me deja en una zona llana donde se puede cruzar fácilmente el cauce del barranco y donde abundan los sauces.
Algo mareado e impresionado por este encuentro me siento un poco desoriento al cruzar el cauce del barranco. Se me pasa. Ya por el lado izquierdo con vistas a la pared de contención de la presa el camino ancho sube. Hace calor y el día es muy luminoso. Este comienzo ya lo conozco, y voy seguro subiendo por la pista de tierra que lleva a un pozo (Pozo Valle), en funcionamiento, algunos senderos salen a la izquierda pero sólo llevan a huertas. Es imponente la pared gris de la presa con plantas que salen de entre el cemento en filas regulares. Después del pozo la pista se convierte en un sendero pedregoso. Enseguida voy tomando altura y perspectiva sobre el barranco. Casi al llegar a la parte superior de la presa tuerzo a la izquierda y subo por un sendero claro hasta una casa abandonada con un gran eucaliptus. No parece una casa donde alguien viviera sino más bien un refugio para animales y cabreros. Una placa ondulada de fibra golpea rítmicamente contra unos bloques y casi parecen el sonido de un cantero trabajando. Le da presencia. Por todos lados bloques de tosca rojiza están caídos o cayéndose. Precioso el color del agua de la presa y la vista de la gran pared verde con innumerables barranquillos que forma un gran semicírculo, aunque a media distancia las barranqueras y las lomas son marrones y de aspecto seco.
Mi intención es recorrer un sendero (en los 320m) que sale a la derecha, pero tras dos o tres intentos que terminan en una masa compacta de plantas lo abandono. En ese sendero hay un drago robusto, copudo y muy frondoso que solo se puede ver a una cierta distancia, no lo puedo alcanzar. Es un milagro que le vaya tan bien a este drago. No hay ningún otro en los alrededores a donde la vista me alcanza. Sigo subiendo por el sendero y en una bifurcación (370m) tomo a la derecha, la otra vez que estuve por aquí (excursión 653, bajando) lo hice por el de la izquierda. Enseguida me doy cuenta de que es nunca había pasado por aquí. El sendero va a la vera de un risco, por la izquierda de un risquito, risquito cada vez más alto a medida que avanzo, es de color verde y gris, unos eucaliptus no muy grandes dan algo de sombra y el suelo está muy cubierto de hojas sus hojas secas. El sendero está algo inclinado y bastante resbaladizo y apenas sube. Muy por encima veo la casa de color rojo anaranjado hasta donde tengo que llegar. El bosque de eucaliptus es extenso y cubre el cauce de un barranquillo (Los Lirios). Lo cruzo por placas de piedra, después el sendero se termina y continúo trepando por placas lisas hacia unos roques a donde veo unas pasarelas de metal. Es realmente una trepada, y gracias a que las placas rocosas impiden que crezcan plantas puedo subir por ellas hasta el saliente rocoso donde hay restos de barandillas de metal. Es algo chocante ver una estructura tan sólida de barras de metal guiándome en el último tramo en un sitio tan perdido.
Y ya llego a la casa, de buen aspecto, y bien cerrada. Parece un sitio de bonchos. Y todavía hay más, descubro que por el sitio que he accedido a la casa sale un sendero que baja hacia otro barranquillo (La Clavelina) que hay a la derecha. Pero desde arriba no veo ninguna continuación. Me parecen lugares que fueron explotados donde las sólidas estructuras de acceso y paso han quedado pero los sitios a donde llevaban se han borrado. Me subo a la azotea de la casa para admirar la vista de la presa y del circo de la cuenca fluvial del gran barranco de Tahodío. Desde la casa subo por una pista ancha de tierra. El día sigue muy caluroso. La subida me empieza a cansar. Exploro un rato un sendero que sale a la izquierda que va hacia una cueva con la esperanza de que haya mejores vistas más allá, pero me doy cuenta de que me estoy desviando demasiado de mi objetivo. Cuando regreso me doy cuenta de que he hecho bien, las vistas buenas están mucho más adelante. Al oír los ladridos de un perro sé que he llegado a uno de los puntos complicados de este recorrido, es un perro pastor alemán que está al lado de unas casas en medio de la pista. Tenía la esperanza de que tras el tiempo transcurrido desde aquella excursión (un año y medio, excursión 653) el perro ya no estaría, pero aquí sigue. Gracias a que ya me enfrenté a esto sé la manera de evitarlo, hay que subir por un sendero por la pared antes de una curva y que rodea una casa por la izquierda para volver a aparecer en la pista más allá del perro que me ve y me ladra cansino.
A pesar de la actitud desganada yo me doy prisa en llegar al gran portón (16.55h, 550m) de entrada a la finca. Me llama la atención lo bien engrasado que está el tubo donde se inserta la barra que cierra la puerta. Aunque los carteles dicen que está prohibido pasar, y vigilado, y bla, bla, bla, … no hay candado, y está bien engrasado para entrar y salir. Qué contradictorio. Salvado el primer perro me preparo para el siguiente. Este sitio es otro estupendo mirador sobre la presa y el barranco, y ya le doy el último vistazo antes de empezar a bajar por una pista de tierra de suave pendiente, voy hacia el Lomo de las Casillas. Y justo cuando llego a la finca vallada con el temible perro bardino están llegando los dueños, a los que saludo. Una caterva de perros, comandados por el perrote que ladra con tono bajo me ve pasar y detrás de las vallas, otro bardino, de igual tamaño, pero más joven, me mira y no ladra. Sigo bajando por la pista y me gusta ver que han plantado acebuches en los bordes de la pista, todavía no han crecido mucho. Al otro lado del cauce del barranco (Valle Hilario) hay huertas y cabras, ese lado es la ladera de una montaña (Pico Hilario).
Sigo bajando por la pista y llego a una carretera, donde veo un cartel que indica que se ha terminado María Jiménez (17.19h, 455m), veo pasar la 228, tomo noto del número de la guagua. Tuerzo a la derecha para visitar una era, está muy cerca, a unos 50 metros, la localizo fácilmente. Está por debajo de la carretera, tiene un muro restaurado, el firme es de tierra con restos de piedras basálticas, y unos pinos y unos viñedos le dan algo de sombra por su parte izquierda, es un lugar idílico para sentarse y mirar el paisaje, el valle de María Jiménez, con el Toscal y al fondo la montaña de Guerra.
Regreso a la carretera, me echo a la derecha en unos dos minutos llego a una bifurcación donde hay una parada de guaguas. El día sigue fuerte de calor. Me echo a la izquierda de la carretera para tener una vista mejor sobre la presa de Los Campitos, que está completamente vacía. Aquí una mujer que está sentada me pregunta si deseo algo, le digo que estaba mirando la presa, ella, irónica, dice que está llena a rebosar, y después, enfadada, que sólo sirve para criar mosquitos. Le pregunto si en alguna riada la ha visto llena y me dice que sólo una vez la vio hasta la mitad. Es una presa muy vertical y profunda y el frente de la presa está hecho de filas sucesivas paralelas de placas de cemento, unas sobre otras. Por encima de la presa una gran ladera está llena de terrazas, de campos particionados, y todos abandonados y con un aspecto sequísimo. ¿Cuándo se plantó aquí? Regreso a la bifurcación y aquí es donde viene mi sorpresa con respecto al mapa, que parecía tan plano y llano, en la realidad es una montaña (Las Mesas) que se eleva redondeada y cubierta de paja seca y corta. No sé si encontraré el sendero que la sube, pero seguro que puedo subir campo a través.
Unos hombres mayores sentados en la parada de guaguas con tejadito me dicen por dónde empezar evitando unos contenedores de basura. Gracias. Ahí está el sendero claro entre la yerba seca, pero es uno que llanea, y yo necesito otro que sube. Campo a través me desplazo hacia la derecha y al poco lo encuentro. Es estrecho pero evidente. Me gusta mucho esta montaña pelada al uno. Inmediatamente conecto mentalmente con las personas que lo mantienen abierto. ¿A qué subirán a la montaña? Cuando miro hacia atrás después de haberme elevado bastante destaca el pequeño barrio que se ajusta a la arista de la montaña (Lomo de Las Casilla). Los antiguos hacían las casas en los sitios abruptos y dejaban las partes llanas para cultivar. Desde este punto alto veo mejor la profundidad de la presa de Los Campitos y distingo una era situada en el borde de la carretera que baja hacia el barrio de Los Campitos. Continúo subiendo por una parte un poco más abrupta pero fácil de seguir y llego a lo alto de la montaña (17.56h, 547m).
La parte alta de la montaña es una zona llana amplia con caminos bien delimitados y localizo al instante un depósito de agua cubierto que me sirve de referente. Hay vistas hacia todos lados, una vista de 360 grados. Pero me tengo que acercar a los bordes para poder ver la ciudad, Santa Cruz. Lo que sí veo ahora directamente (mirando hacia donde debe estar La Laguna) es la pequeña cadena montañosa del risco de Las Chozas, que empieza en La Cancelita y termina en el pico Mariquita, este es un punto de vista nuevo para mí. Por detrás de ella está La Laguna. Hacia abajo tengo una visión mejor de conjunto del valle de María Jiménez, encerrado entre la montaña de Hilario, la montaña a donde estoy subido (Las Mesas) y la montaña de Guerra; y al fondo del valle veo las casas de La Cuesta, también distingo el edificio de Alcampo y los edificios de la universidad en Guajara. Hacia el Sur alcanzo a ver hasta la montaña del Socorro en Güímar. Más cercano distingo la montaña sobre las Moraditas de Taco.
Cuando me acerco al borde y puedo ver la ciudad, Santa Cruz me apabulla, con sus calles estrechas, el gran manchón verde del parque de García Sanabria, me resulta absolutamente demencial esta vista, es tan abigarrada. También veo el perfil de la dorsal de Anaga donde sobresale el Pico del Agua, cerca del Pico del Inglés, y toda la masa verde oscura debajo de ese perfil, también veo y más cercana la montaña del Viento, detrás de ella están Los Catalanes. Hay perfiles redondeados marrones que se corresponden con las partes más áridas y secas y perfiles cubiertos de verde más suavizados. Lo puedo ver todo simplemente como formas y colores o puedo entrar en los detalles de los nombres de los sitios. Parece que empiezo a conocer mi tierra.
Cuando tomo un respiro empiezo a ir hacia un mirador, está a la izquierda, hacia la presa de Los Campitos. Estos senderos están llenos de hinojos muy altos y apenas puedo pasar, está todo muy abandonado. No parece que las autoridades de Santa Cruz le hagan mucho caso a este lugar. Después del mirador camino al lado de grandes torres metálicas, ya sin uso, no hay nada sobre ellas, no tienen cables. Y ahora paso por un bosquecillo de árboles de tamaño mediano que crecen a su aire. Parece un bosque diseñado, es un bosque de árboles canarios: hay sabinas, palmeras, pinos, acebiños y fayas. Tiene senderos señalizados con muritos de piedra. Es un parque recreativo con algunas mesas y bancos. Llego a una pista que rodea la montaña y avanzo hacia Santa Cruz. Estoy en vilo, por ver qué cosas más puedo ir descubriendo y lo que encuentro me gusta, es un gran edificio de dos plantas, un gran mirador sobre Santa Cruz (18.26h, 490m), de cemento, una construcción brutal. Está abandonada y rodeada de una valla metálica que tiene varios tramos caídos y por donde se puede pasar fácilmente. Parece un espacio para restaurantes, bares y terrazas, pero ahora sólo quedan las paredes indestructibles de cemento armado, llenas de grafitis. En algún momento doy un mal paso y siento un pinchazo en la espalda, cerca de la cintura en la parte derecha, algo que ya he sentido antes. Pero no va a más.
Ahora viene una parte muy emocionante del recorrido de hoy, se supone que hay un sendero que baja por la montaña, muy recto, y que va hacia Barrio Nuevo. Pero toda la zona está llena de terrazas y escaleras y caminos. Es una zona muy extensa y tengo que bajar varios tramos de escalones para poder llegar al monte salvaje y después ir hacia la izquierda, campo a través, hasta que logro encontrar el sendero que baja muy recto. El camino es muy árido, pedregoso y fácil de seguir, simplemente baja recto hacia Santa Cruz. Lo más curioso es que han plantado mimosas, de flores amarillas, que acompañan un gran trecho el recorrido del sendero. Las vistas sobre Santa Cruz son fantásticas, aquí se puede estar todo un día buscando detalles, sitios de la ciudad, con unos buenos prismáticos. Este sendero lo encontré en la página web de OSM y va a dar al final del sendero de Las Lecheras (excursión 483) y lo que me fascina es que cuando supe de ese sendero por MPC me pareció tan exótico y ahora, bastantes excursiones después, lo veo simplemente como otra posibilidad más, otra parte en la inmensa red de senderos tradicionales.
El sendero por el que bajo está muy degradado en algunas partes, y hay demasiadas bifurcaciones, pero la principal la voy encontrando, veo un plástico rojo y blanco en un arbusto, una señal para senderistas, y me alegra por reasegurme. Realmente es un camino muy antiguo, con algunos restos de edificaciones, totalmente demolidas, y vestigios de muros de terrazas que parecen borrados con saña. Hay muchos desniveles, curvas, plantas, y cuando el sendero llega sobre un risco, sobre un saliente rocoso (Roque La Bala), me encuentro con dos columnas de piedra, son una verdadera puerta indicando por dónde continuar. Me dejo llevar por estas señales instintivamente y veo claramente que voy bajando por la derecha del saliente rocoso por un camino en zig-zag de largos tramos, un trazado para bestias de carga, muy pedregoso, y con muros de apoyo en las esquinas. Estoy cada vez más cerca Barrio Nuevo. Este sendero es muy pedregoso y culmina en una pequeña terraza llana en donde confluye con el camino de Las Lecheras y desde ahí hasta el asfalto ya sólo tengo que bajar por un sendero en la roca que va a dar por encima de la gran cueva bermeja (La Cueva Roja).
He llegado a Barrio Nuevo (19h, 256m). Me resulta absolutamente emocionante haberlo conseguido, de Tahodio a Barrio Nuevo, qué bueno. Ahora sigo recto subiendo ligeramente por asfalto a un espacio de aparcamiento que se puede convertir en plaza de fiestas y ya directamente empiezo a bajar por las escaleras de las calles estrechas de este barrio, que cubren toda una ladera, de las faldas de la montaña de Las Mesas. Bajando lo más recto posible, me gustan los nombres de las calles por donde voy: Atarjea Blanca, Atarjea Tahodio, El Surco. Entre tramo largo y tramo largo hay pasillos llanos en los que hay, agrupados, carritos de la compra, que los habitantes de este barrio usan para transportar cosas de un lado a otro. El aspecto de las casas es bueno, están cuidadas, y no hay muchos huecos. En uno de ellos han plantado plataneras y un jardinero las cuida y las riega mientras el dueño desde una ventana se chiva de mi presencia al jardinero y me deja que le haga una foto sólo cuando le aseguro que no se le va a ver la cara ni la foto es para ninguna red social. Se oye a la gente hablar de casa a casa y paso al lado de varios jardines con flores. Sólo veo dos casas antiguas abandonadas.
Voy emocionado, después de todo el recorrido de hoy todavía me quedan estas sorpresas de vida urbana sin coches. Me sorprende ver dos marcas (amarillo y blanca) de sendero, son las marcas de los PR (senderos de pequeño recorrido). No he visto documentación sobre esto en ningún lado, o son muy antiguas o son muy nuevas. En la parte de abajo del Barrio Nuevo paso al lado de la tienda donde compraba repuestos de Moulinex, ahora cerrada, y siento ambiente de barrio en los hombres ociosos que hablan fuera de los bares. Tras abandonar el barrio y en la calle Febles Campos encuentro una parada de guaguas dispuesto a esperar a la 902 que he visto subir. Una mujer joven con una niña en brazos que viene llorando, me confirma que por aquí pasa la guagua mientras la niña me mira con curiosidad y se calla, vaya farsante. Pero en cuanto veo a un taxi libre pasar lo llamo y me lleva en un suspiro al intercambiador (19.34h, 5€).
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Track orientativo, no obtenido durante la excursión, elaborado después de realizarla
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Presa Tahodio a Las Mesas a Barrio Nuevo