• Excursión 372. 17 Diciembre 2015. Jueves.
Mil Ventanas.
Municipio: Güímar.
De 15.05 a 18.10h. De 870 a 1230 a 870m.
Distancia: 7,4km. Duración: 3h 5m.
Aprovechando el maravilloso tiempo cálido y despejado y decido intentar recorrer lo de las Mil Ventanas en Güímar. Lo dudo hasta el último momento, también me gustaría ir a hacer el sendero por encima de Los Órganos en Aguamansa (La Orotava) que ya he dejado una vez a medias por mal tiempo y esperando por cielos despejados. Pero me da la sensación de que no tengo suficiente tiempo para Los Órganos, anochece muy pronto.
Desde Güímar voy por la carretera general del Sur (Tf-28) hacia el sur. Una vez que se empieza por la ladera de Anocheza (la que cierra el gran valle de Güímar, Candelaria y Arafo) la carretera es una maravilla de curvas pegadas al borde y a la pared vertical. Las vistas son muy buenas aunque es algo que sólo se puede disfrutar yendo en guagua).No me cuesta nada encontrar la carretera (Pista Anocheza) que poco después del mirador del (hotel de) Don Martín sube hacia la galería. Es estrecha y asfaltada. Hay alguna que otra finca e incluso un cartel de “se vende” en medio de la nada. Las vistas sobre el valle de Güímar son fantásticas y la carretera va pegadita al borde subiendo y subiendo. Previamente (en el mirador de Don Martín he hecho unas cuantas panorámicas). Una buena excursión sería simplemente bajar por la carretera. Voy consultando el altímetro para saber por dónde parar. En los 700 y pico metros empieza el cemento acanalado y cuando llego a unas grandes antenas (870m) y dejo el coche en la confluencia de dos pistas. Recuerdo vagamente el comentario de un taxista que me habló de este sitio y me dijo que había que llegar hasta una antena (me la imaginaba más pequeña). Me cambio de ropa (pantalones, camisa y zapatos) para la excursión y estando allí veo primero uno y después otro, coches todo terreno que suben por la pista de tierra. Pienso que deben ser amantes de la naturaleza que van a la galería, parece ser que este es un lugar muy popular, más adelante me daré cuenta de que no son amantes de la naturaleza sino simplemente amantes.
Empiezo la subida por esta fea pista y buscando una desviación hacia los 950 metros porque esa es la altura a la que creo que está el recorrido de las Mil Ventanas. Además, recuerdo que otra persona me dijo que desde donde se aparcaba el coche hasta el canal había un kilómetro que yo me lo imaginaba umbroso bajo los pinos (Es increíble como yo me imagino cosas que después no tienen nada que ver con la realidad). Después de rebasar esa cota (los 950m) la pista sigue y sigue subiendo. Además, el suelo está muy resbaladizo, de un polvo fino, por los malditos coches todo terreno. De repente, en una curva-mirador, veo aparcado uno de los todo terreno que vi subir y con la creencia que han aparcado al principio del sendero me acerco un poco pero me paro en seco cuando veo una figura femenina maniobrando en un asiento, y ya me doy cuenta de que estos eran mis supuestos amantes de la naturaleza. Sigo subiendo y cuando llego a los 1000m paso otra gran antena y un coche de instalaciones eléctricas. Hay un trabajador que se dispone a comerse una escudilla de lentejas y le pregunto si sabe por dónde es el sendero hacia Las Ventanas. Me dice que cree que más arriba, aunque él nunca ha estado y me dice que es peligroso ir solo por ahí. Yo le agradezco el consejo, y le digo que estoy acostumbrado a ir solo. Poco después por fin encuentro la desviación a la derecha (1040 metros). Hay un cartel que con signos advierte de que hay peligro de caídas y de que el camino no es transitable, e inscrito en el cartel con algo punzante dice “Las 1000 Ventanas” y una flecha.
Esto es la otra característica de muchas de mis excursiones: la inseguridad y la inquietud hasta que por fin encuentro el sendero. Enseguida veo el canal, grande y seco, con muchas de las losas (superiores) rotas. Transcurre por medio de un sotobosque denso (jaras y amagantes), y a veces hay un sendero que se desvía del canal y después vuelve a él. Progresivamente se va acercando al borde de la montaña y la vegetación haciéndose todavía más y más densa. Y las vistas son gloriosas. Se ve hasta Anaga y por supuesto todo el valle de Güímar. Pero ahora no estoy para vistas porque estoy ansioso por encontrar ya los túneles. El canal llega un momento que se acerca tanto al borde que apenas hay un espacio de medio metro entre el canal, cubierto de plantas y no transitable por encima, y el precipicio y esto dura un buen trecho cuando el canal se pega a una arista de la ladera, por lo menos cincuenta emocionantes y vertiginosos metros, y yo prefiero no pensarlo mucho y simplemente concentrarme en pisar bien sin prisa y esperar que no se ponga peor.
De repente veo una monstruosa máquina amarilla totalmente incoherente con el lugar, un poco desvencijada y algo herrumbrienta, pero imponente aquí, un cable le sale por debajo, parece una pala contrahecha. No me detengo en ponerme a imaginarme para que pudiera servir porque justo detrás empieza el túnel. Me pongo mi casco de reglamento con su luz delantera y me meto en el túnel. Es larguísimo, se ve una pequeña luz al otro lado. Sin pensarlo empiezo el recorrido, pero tengo que hacerlo por fuera del canal, hay agua por dentro. Hace fresco, me sale vaho al respirar, pero yo no lo siento. Voy lentamente avanzando, el techo es bajo por afuera del canal, y empiezo a pensar si soy un insensato. La luz al otro lado es pequeñísima. Sólo después de recorrer un buen trecho me puedo meter en el canal y empiezo a recorrerlo con más soltura, aunque sin fiarme nunca mucho recordando todos los chichones y las heridas que me hice en el túnel del barranco de Las Gambuesas (en Arafo) por recorrerlo deprisa. La luz del final del túnel (eso espero) se empieza a agrandar. Cuando, por fin, salgo veo pintado en un lateral 215, deben ser los metros que mide el túnel. Después el sendero va por un terreno muy denso de vegetación (vinagreras, bejeques, cerrajones, fayas, bicacareras y montones de plantas más que no identifico) que hacen muy difícil y tortuoso el paso. El sendero va serpenteando próximo al canal. Hay un gran desplome de rocas sobre el canal, y reciente por el color de las piedras.
Entonces me fijo en la ladera por delante y me doy cuenta de que el recorrido es demasiado largo y por la inclinación menor de la ladera parece que no va a haber otro túnel sino mucho más adelante y entonces ya me entra la sensatez y decido volver. Demasiado para uno solo contando con todas las limitaciones del tiempo y del terreno, tan hostil y salvaje. Y no me parece que sea que no tengo valor, sino que es más prudente volver. Quizá en otro momento con más tiempo lo haga. (Tardaré tres años en volver). Ahora cuando regreso sí que me pongo a disfrutar de las vistas, de las vistas panorámicas que llegan hasta el roque de Antequera. Me siento, saco mis binoculares y me pongo a escuchar el Danubio Azul de Strauss y entonces despego como un cohete en el aire y me siento maravillosamente. Con calma voy tratando de reconocer los sitios por dónde he estado. Güímar y Arafo son muy evidentes. Y en Güímar me emociona cuando descubro en la plaza de San Pedro Arriba la casa donde vivieron un tiempo mis padres, la descubro porque tiene unos plásticos de color verde en el tejado y unos grandes laureles tapan la iglesia. Y siguiendo hacia arriba, con la vista, llego hasta Los Pelados, la zona alta de vides y que resalta porque el resto de las zonas altas de Güímar están pobladas de pinares. Después distingo San Juan y su plaza. De Arafo me cuesta más descubrir sitios, pero reconozco unas casas verdes donde estuve pidiendo información del barranco de Las Gambuesas. El volcán de la Las Arenas en Arafo se ve bien. Y también las torres eléctricas en La Mesa (en Araya). Pero es que también se ve todo Anaga y el Pico de Agua se ve perfecto, es un monte en forma de pezón que está al lado del Pico del Inglés y donde estuve el jueves y viernes anterior. Este pico sobresale en el perfil de Anaga Las Casas de la Cumbre, Jardina, y más y más.
De vuelta a la pista de tierra (Anocheza) descubro un misterioso paseo de cipreses en medio de la nada. Parece esa fila de árboles que dan a una gran mansión, pero aquí no hay ninguna casa, sólo una tubería gruesa de cemento que ya no transporta agua. Más arriba en la pista descubro al otro todo terreno que también está en un sitio privilegiado y que tiene los cristales de la parte trasera tintados y las ventanas delanteras algo abiertas. No me acerco, me imagino que será otra pareja de amantes (no de la naturaleza) atareados. Regreso hacia el coche y me pongo a vagar por un par de caminos laterales y descubro algunas casas abandonadas y un poco de viento en medio de plásticos rotos a jirones de antiguas plantaciones. No me atrevo a entrar en las casas. De vuelta al coche voy viendo como el sol va retirándose progresivamente de todo el valle y después sólo la ladera de Araya permanece iluminada (la otra ladera que encierra el valle). Y al final el sol sólo ilumina el Pico del Agua y el caserío de Las Casas de la Cumbre (Anaga) y un par de cristaleras en algunas casas allí titilan con los últimos rayos de sol. En este atardecer me acompaña la “Alondra elevándose” de Ralph Vaughan Williams.
Bajando en el coche por la pista veo a otros todo terreno y algún coche suelto que sube, de manera que me da la impresión de que es un lugar especial. Exhausto llego a la autopista pero ahí todavía en el coche me acompaña la música de los Beatles y de Neil Young y el regreso se me hace como un sueño, como una película, de la que me despierta un accidente de coche que hay en la subida a la TF-5 y que logro evitar por los pelos.
Gran éxito de excursión.
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Track orientativo, no obtenido durante la excursión, elaborado después de realizarla
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Pista Anocheza a Mil Ventanas