• Excursión 855. 23 Octubre de 2018. Martes.
Punta de Teno. Risco del Cordón.
Municipio: Buenavista del Norte.
ENP: Parque Rural de Teno
De 15.57 a 18.01h. De 0 a 225m.
Distancia: 6,4km. Duración: 2h 4m
Recorrido de la costa desde el faro de Punta de Teno hasta la base de un gran risco. La costa algo acantiladas de lavas negras es muy variada y bastante inaccesible. La vegetación halófila aclimatada al ambiente salino de hojas carnosas y muy pegada al suelo. Un terreno que se ha mantenido a salvo durante mucho tiempo gracias a su aislamiento. Los sendero fáciles hasta los aerogeneradores, después más complicados por una zona más escultórica y fascinante
En 25 minutos llego a Los Realejos (13.53-14.18h) y espero al lado de las gasolineras a la 363 que suele venir a esta hora algo retrasada (14.32h). Ya he consolidado esta manera de hacer las excursiones del Norte: en coche hasta Los Realejos, es fácil por la autopista y desde Los Realejos y para evitar la conducción complicada y llena de curvas sigo en guagua. Escuchando música me paso el trayecto hasta Buenavista (15.32h) entretenido con el paisaje. Hoy está soleado y despejado hacia el mar pero sobre todas las islas: de Tenerife y La Palma hay una gran corona de nubes algodonosas altas y con mucho volumen. Cuando, más tarde, veo la Gomera también la tiene; es un curioso fenómeno. Sólo hay nubes sobre las islas, pero no en el mar.
Tomo un taxi (15.42h) que me lleva hasta la Punta de Teno (15.57h, 15€), el conductor de pocas palabras se ha retrasado en llevarme porque le he dicho que estaba en la iglesia y él ha ido a la plaza del pueblo, resulta que aquí le llaman ermita a la iglesia de San Sebastián. En la Punta de Teno, cerca del faro, reina el habitual revoltillo de coches de turistas con algunos locales mirando-no-se-sabe-qué. Mi objetivo es recorrer un sendero que va por el borde de costa y recorre una gran lengua de terreno bastante plano. Me salgo de la carretera hacia la derecha y voy detrás de dos robustas jóvenes alemanas, que a su vez van detrás de dos adultos para poder empezar mi recorrido por la costa. En cuanto me separo unos metros del aparcamiento ya no hay nadie. Tengo suerte porque hoy apenas hay viento. Al principio el sendero está muy bien delimitado, pero poco después ya es menos claro por un terreno muy llano cubierto de piedras volcánicas pequeñas y terreno arenoso blando. Va cerca de la línea de costa con basaltos negros y costa irregular.
A una cierta distancia del faro ya el sendero es sólo una marca en el suelo arenoso blando y cada vez se va elevando un poquito y alejándose del mar. La única planta que veo por aquí es una tipo alfombra que crece en grupos compactos y elevándose muy poco del suelo, aprovechando piedras para sustentarse, de hojas verdes pequeñas y carnosas: la matocosta milengrana; pero me resulta llamativo que ninguna otra planta sobreviva en este terreno tan exigente, aquí debe haber un viento muy fuerte y es un terreno llano y ancho sin ninguna elevación, las plantas no tienen ninguna protección. Sólo a partir de la carretera empieza a subir la ladera. Es una planicie de unos 500 metros de ancho y dos kilómetros de largo (Llano de los Conejos). Cada poco me giro para mirar la gran pared del acantilado de Los Gigantes, con su ligero tono azulado, que parece más distante de lo que está en realidad. La perspectiva va cambiando a medida que me voy alejando de la punta y va tornándose menos impresionante. Pero la recuerdo igual que siempre, me acuerdo de las fotos que hice en 2005, tienen el mismo aspecto que entonces. Es algo que no me canso de mirar nunca. La ladera con sus cardones y pencas y esos tonos beis y marrones y mirando hacia Puerto Santiago los tonos azulados de gran lejanía.
En unos veinte minutos desde el inicio llego a una bahía elevada de paredes negras y enseguida a otra más ancha (Baja del Ancón Grande). El sendero va por el borde y puedo ver las aguas claras y la playa de cayados abajo, sin posibilidad de bajar. A veces me alejo mucho de la costa y sólo veo senderos finos y piedras pequeñas. El terreno es más cómodo de lo que esperaba porque la arena suelta es blanda y sólo me encuentro con pedregales cuando estoy llegando a los aerogeneradores (16.41h). Hay más de un sendero y todos son cómodos de recorrer. Los aerogeneradores son imponentes, algo de viento mueven las aspas lentamente, pero al nivel del suelo no se nota. Siento una especial fascinación por pasar por debajo de las aspas monstruosas que fantaseo siempre que se van a desgajar y clavarme en el suelo. Hasta su sombra me da respeto. Aquí me despisto del sendero que hay en el mapa porque no lo consulto y simplemente sigo sin alejarme demasiado de la línea de la costa. Quizás sea que no quiero pasar cerca de la hilera de los aerogeneradores, como tendría que hacer para ir por el sendero del mapa.
Aunque in situ resulta que sí hay sendero. Ahora empiezo a ver otras plantas: tabaibas dulces pegadas al suelo y muy machacadas. Llego a una bahía grande en donde confluyen varios barranquillos. Al otro lado un hombre con el pecho al aire y sin sombrero está pescando. No me mira. No me saluda. No parece contento. Tengo que hacer un buen rodeo para evitar el desnivel y por terreno de escorias y piedras logro pasar al otro lado, ya por sendero de nuevo.
La siguiente bahía (17h) es estrecha y el mar entra y golpea con fuerza una pared de columnas basálticas negras. Y al dar contra la pared se levantan nubes de espuma que suben aparatosa y rápidamente, se quedan un momento en el aire congeladas y se desvanecen instantáneamente. Y así una y otra vez. Los cambios de nivel del mar son dramáticos y todo me resulta muy emocionante. Yo camino por terreno negro cubierto de una película de sal y con muchos charcos con sal cristalizada. Camino inseguro porque estoy afectado por la violencia del agua y de su estruendo. Un olor fuerte a sal y yodo satura el ambiente. Por si fuera poco, sobre las columnas negras mojadas se eleva el acantilado del Cordón, del que no veo la base, solo la parte superior de este paredón que puede tener más de 300 metros de caída vertical. Es una sorpresa este risco, porque en mi mapa de OSM no hay líneas de nivel, y aunque era de suponer algo así, el verlo enmarcado por estas columnas de basalto lo hacen más que evidente. Me cuesta bastante trabajo seguir y separarme de este espectáculo. El sendero es muy poco claro ahora y llega un momento en que baja hacia la costa por un terreno muy suelto de arena y piedras. Lo evito y subo por una ladera hasta que para mi suerte encuentro un sendero claro que se dirige hacia el acantilado. Pero cada vez que paso un barranquillo aparece otro más, y no termino de llegar a un sitio donde pueda ver todo el acantilado desde la base.
La cosa se va complicando con cada nuevo paso de barranco y cambio de vertiente. Llego al que parece que puede ser el último, y cuando lo veo me asusto un poco, es una ladera de tierra y piedras por donde va un sendero fino, como una pequeña muesca por la mitad de la ladera, pero claro cuanto más cerca estoy más estoy dispuesto a atreverme a seguir. Pienso que lo importante es que vaya despacio y no provoque ningún alud. Una vez que tropiezo en una piedra se produce una pequeña cascadita de piedras por debajo. Sigo y sigo hasta que llego al último borde y desde aquí sí puedo por fin ver todo el glorioso acantilado (Risco del Cordón), todos sus trescientos metros gloriosos verticales y el mar que debajo está muy calmado. Estando en la arista descubro que puedo seguir bajando y llegar a una planicie de piedras grandes y pequeñas y verlo mejor y ahí que sigo. Llega un momento en las excursiones en que ya vendo mi alma al diablo y ya estoy dispuesto a seguir a donde sea necesario.
La pared vertiginosa que está por encima está trufada de grandes piedras que parece que solo les falta un empujoncito para desprenderse y bajar a plomo sobre esta pequeña planicie. Por fin llego hasta el puro borde (17.19h). Y aunque el mar está calmado todavía se puede oír el sonido sordo y apagado del mar golpeando contra la base del acantilado. Muy por encima, y en el acantilado, puedo ver la parte por dónde va el túnel y también puedo ver los miradores donde los turistas con sus coches se paran para mirar hacia donde yo estoy, no me pueden distinguir. La pared es impresionante. A la derecha hay una pequeña playita de cayados. Al otro lado del acantilado veo la costa de Buenavista. Un espectáculo. La inquietud y el temor sólo se me pasa un poco cuando aparecen tres pescadores locales que me saludan con un festivo y burlón “jelou”. En cuanto empiezo a hablar con ellos se calman, pero no me hacen apenas caso, ellos van a pescar y parecen tener prisa. Los dejo y empiezo el regreso. Subo hasta la arista y con algo de miedo y muy lentamente recorro el doble arco, bajo la pared de tierra y piedra por el pequeño andén en la ladera hasta alcanzar la arista sólida (Morro del Diablo). Y aquí en vez de volver hacia los aerogeneradores simplemente empiezo a subir por la ladera de pendiente fuerte pero no insalvable. Puedo subir sin grandes problemas por un terreno algo compactado con tabaibas, lechugas de mar, pencas de mar, uvas de mar en donde me parece de vez en cuando entrever un sendero que zigzaguea. Es una subida demandante (de 40 a 170m) pero después del temor de la bajada a los pies del acantilado el esfuerzo físico no me cansa nada.
Llego a la carretera (17.46h, 170m, TF-445) al lado del km 6 y veo que hay unas piedras indicando el sendero invisible por donde he subido que sólo es claro en su parte final. Me siento exultante, a prueba de balas, y ahora simplemente sigo por la carretera a la izquierda en dirección a Buenavista. Las vistas hacia abajo son fantásticas pero también lo son las vistas hacia el risco por encima que en algunos puntos se eleva por encima de los 600 metros. Redes metálicas cubren las paredes y protegen a los coches de los eventuales desprendimientos. Las formas de las paredes son escultóricas en grises, negros y marrones. Los coches que pasan no me afectan nada. Me siento como si fuese levitando. Después de un kilómetro por la carretera ya casi llego a la entrada al túnel (18.01h). Me saco de la mochila mi pequeña linterna y en este momento pienso que si alguien se ofrece a llevarme y pasar el túnel le voy a decir que sí, aunque estoy más que preparado para pasar este túnel oscuro, otra experiencia más, y justo cuando voy a entrar se para a mi lado un coche y me hace un gesto. Lo acepto y me subo al coche dándoles las gracias en inglés. Me preguntan a dónde voy y les digo que Buenavista. Llegamos en un suspiro. Son húngaros, Zoltan y Ondi; pero para mi contrariedad he olvidado todo el húngaro que aprendí y no recuerdo ni como se dice un simple “hola” o “buenas tardes”, y ni me acuerdo de mi autor favorito húngaro: Sandor Marai para poder hablarles de él, ¡qué desastre! Él, Zoltan, no habla nada de inglés y ella malamente. Pero les ofrezco enseñarles un poco Buenavista y cuando llegamos les doy una vuelta hasta la plaza y por las callejuelas de este bonito pueblo que está en fiestas y tiene el tráfico restringido. Gracias. Me despido de ellos cerca de la estación de las guaguas, de donde salgo para Los Realejos (18.45, la 107).
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Track orientativo, no obtenido durante la excursión, elaborado después de realizarla
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