• Excursión 1041. 30 Diciembre de 2019. Lunes.
Los Roques. El Porís.
Municipios. Fasnia. Arico
ENP: Sitio de Interés Científico del Acantilado de la Hondura. Sitio de Interés Científico del Tabaibal del Porís
De 15.02 a 18.07h. De 40 a 0 a 30 a 0 a 40 a 0 a 40m.
Distancia: 10km. Duración: 3h 5m.
Recorrido costero sobre un acantilado no muy alto y con descensos eventuales a algunas pequeñas playas atravesando un paisaje árido de piedras, escorias donde domina la tabaiba, una planta maravillosamente adaptada a las condiciones extremas de viento y sol que domina casi todo el año esta costa. Toda esta costa es un espacio natural protegido donde no hay asentamientos
Hace calor y hay calima. Salgo del intercambiador de Santa Cruz en la 111 (14.27h). Y me bajo en Los Roques donde no hace apenas viento, lo cual me sorprende. Atravieso la autopista y me echo hacia la derecha para evitar las casas y apartamentos. Enseguida estoy en el extremo del pueblo y siguiendo las calles llego por una pista al borde, no muy alto, de un barranco (San Joaquín). Por debajo de derrubios de una obra encuentro el sendero fino que baja muy resbaladizo a la playa de cayados (Chinchorro). Remonto por el otro lado para seguir por un sendero fino poco definido, en realidad se puede ir casi por cualquier sitio en este paraje llano arenoso, rocoso y con vegetación rala y muy baja.
El acantilado (La Hondura) entre Los Roques y Las Eras es un espacio natural protegido: el Sitio de Interés Científico del Acantilado de la Hondura. El sendero va elevado sobre la costa, apenas hay oleaje, pero con esta costa abrupta e irregular de escorias volcánicas el mar siempre choca fuerte contra las paredes negras. Las tabaibas son las plantas que dominan este paisaje. Cuanto más cerca del borde del pequeño acantilado más pequeñas y pegadas al suelo están. Tienen troncos rosados gruesos que se van adelgazando a medida que se ramifican en ramas cada vez más finas y de las puntas salen unas pequeñas hojitas verde pálido. Están pegadas al suelo y ocupan un espacio circular. El sol algo inclinado y flojo intensifica el tono rosáceo de su corteza. Cada tabaiba es una pequeña maravilla. También hay plantas xerófilas de hojas grandes como las de la lechuga, pero más gruesas. Ver la costa con sus agujas y sus caídas me da urgencia y no es un paisaje relajante, todo lo contrario, es para estar muy alerta.
Al llegar al borde de un barranco más angostado y cerrado (Barranquillo Chapín/La Salina) veo abajo y tumbado en la playa negra lo que parece una figura humana, con los prismáticos puedo apreciar que se trata de una “performance”: han rellenado de piedras unos pantalones vaqueros y con piedras más grandes simulado un tronco. Interesado, no obstante, bajo al cauce y después por piedras lisas llego hasta el “muerto”. Es una playa (Zapata) recogida entre paredes altas, aquí no hace ningún viento. Puede que venga gente en verano. Cuando regreso al sendero, malamente visible, el viento sopla un poco más fuerte. De vez en cuando me llega el rugido contenido del tráfico pesado de la autopista del Sur, que no va muy lejos. El sendero no se ve claramente y lo sigo muy aproximadamente. Las vistas a la costa irregular y batida por las olas son la constante de la excursión. Al llegar a otra pequeña bahía, que es la salida de un barranco (La Canal) veo cerca del sendero y en la ladera una base de cemento de la que salía un cable de acero, ahora oxidado y partido. Al acercarme a esta base me fijo en que en la parte de debajo hay una construcción maciza de una planta. Simplemente dejándome ir hacia el cauce y bajando por él encuentro unas escaleras que, pegadas a la pared derecha, van bajando y rodean por arriba la caseta maciza. Me gusta mucho encontrar estas escaleras. Un tránsito algo amenazante porque van pegadas y por debajo de la pared. La caseta tiene por delante una barandilla muy marinera: una gruesa maroma apoyada a tramos regulares en barras de hierro. En la misma esquina de la casa veo montañas de conchas de lapas. Apenas hay playa, sólo cayados. La caseta está acorazada y ni un obús la podría abrir.
Regreso por las escaleras al sendero y sigo por lo alto del acantilado (La Hondura), más alto ahora. El viento bate fuerte en este espacio muy abierto que forma una bahía terminada en una punta con todo un nombre: Punta la Mar Fea. Esto es una franja estrecha de terreno entre el mar y la autopista. De lo más desolado atravesar este espacio batido por los vientos en suave bajada por terrenos más blandos mezclados con las rocas por senderos bien definidos por filas dobles de piedras. Y ya llego al pueblo marinero de Las Eras (ninguna era por aquí, que yo sepa). Una rejilla de calles con casas de dos y tres plantas, cocidas por el sol y el viento. Tiene una hermosa plaza que atravieso para seguir por otra parte con menos densidad de construcciones. En una casa pegada a la costa y con vistas diáfanas al mar le pregunto a un hombre por si hay sendero más allá, hacia el Porís. Resulta que acaba de llegar y sólo lleva media hora en el sitio ¿otro alojamiento de Airbnb? No sabe nada. Un llanto desde dentro de la casa le hace desaparecer. Paso algunas pequeñas playitas y por una pista en bajada llego a otra playa larga (Sombrerito) nada apetecible y a otra más, también grande (Del Rincón) que termina en una pared alta que no parece tener salida y además encuentro un sendero clarísimo que empieza a subir hacia la autopista, blanco y en botella.
Se me hace trabajoso subir este sendero fino arenoso que da al mismísimo arcén de la autopista. Por un espacio de tierra al lado del surco del arcén con muchísimos discos de botellas de gas butano y las indestructibles colillas rubias avanzo sin mirar a los coches a los ojos, trato de obviarlos, no existen para mí, pero el aire de los camiones y los autobuses me tambalea en este espacio estrecho pegado a una pared alta. Y tras unos dos minutos (200 metros) encuentro una subida al lado de una tubería, una salida con escalones, y lo curioso es que me resulta muy familiar, he recorrido tantas veces esta autopista en guagua que me conozco todos sus recovecos y esta tubería con escalones me la sé de memoria. Lo que no me imaginaba que era la salida del “sendero” o la entrada a otro tramo de sendero. Y efectivamente al llegar a lo alto de la pared encuentro un camino más anchito que se va alejando de la autopista. Esta zona también es un paisaje protegido: El Sitio de Interés Científico Tabaibal del Porís. Pero ahora yo ya estoy saturado de este paisaje adusto, seco, extremo, y además el viento se hace más constante y con rachas más fuertes. Procuro ir entre la miríada de senderillos que salen de todos lados por el más cercano al mar a pesar del viento.
Las tabaibas retorcidas parecen sujetar el terreno rocoso y se amoldan a todas sus irregularidades. Hay enormes tabaibas de troncos gruesos como puños que ramificándose eternamente siempre terminan en unas hojitas delicadas. Hay otras plantas llenas de pinchos y que parecen secas. Voy pasando barranquillos someros por un sendero mucho más cerca del nivel del mar. Una playa grande (La Caleta, la salida del barranco de La Hoya Negra) parece un imán para todo tipo de desechos, incluso grandes manchas de piche. De ella sale un bonito sendero que sube por la ladera para salvarlo con tabaibas por todos lados. Al sol pálido del atardecer me resultan preciosas las piedras beis que parecen esparcidas al azar por todos lados y también las filas paralelas de piedras que delimitan los senderos. Cuando llego a una parte muy interesante con rocas puntiagudas blancas, de una clase completamente diferente a la que hay por la zona el sol ya se ha puesto por el otro lado de la isla y ya no resultan tan interesantes. La otra vez que estuve aquí tampoco tuve suerte con la luz, tengo que volver con más sol, pero no el de mediodía. Más y más senderos que se bifurcan para atravesar otro barranquillo más y zonas más blandas de tierra que parece formar costras. Y llego a los muros de las primeras casas del Porís.
Me meto por el interior de las urbanizaciones de chalets para sentirme más resguardado del viento. No se nota vida en el interior de los chalets, no oigo nada, ¿vivirá gente realmente aquí? Sigo subiendo lentamente y llego a la autopista a la parada de guaguas (18.07h). Toco el pulsador, me cambio la camisa y la camiseta, hago mis estiramientos y escuchando música logro soportar el fragor de la autopista, de los choches pasando follados. Al menos con una vista perfecta de la autopista no me tengo que erguir como un suricato vigilando la llegada de la guagua. Por fin llega (18.27h) y puedo seguir escuchando música levemente bamboleado en la guagua bien amortiguada. En Santa Cruz no hace ningún viento (19.03h).
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Track orientativo, no obtenido durante la excursión, elaborado después de realizarla
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Los Roques al Porís