• Excursión 618. 15 Marzo de 2017. Miércoles.
Barranco de Ruiz. La Vera. San Juan
Municipios: Los Realejos. San Juan de la Rambla
ENP: PP de Campeches, Tigaiga y Ruiz. Sitio de Interés Científico del Barranco de Ruiz.
Distancia: 10,6km. Duración: 4h.
Subida por el interior de un barranco espectacular, después cruce del barranco muy cerrado de zarzas y largo retorno por carreteras y viejos senderos hasta San Juan
Empiezo por la zona recreativa del barranco de Ruiz (rambla de los Caballos). Por la derecha sube un sendero por el barranco de Ruiz. Visito primero la Cruz de Pedro Domínguez, un mirador cuidado en un recorrido empedrado con algunas construcciones cerradas. No sé qué uso pueden tener (más tarde me entero que son viejos molinos de gofio). Vuelvo al sendero que va por la ladera subiendo con desnivel constante. El día está cálido y luminoso. Muchas plantas en los bordes del camino. Vistas constantes a las paredes de enfrente, muy verticales. El camino es claro y sube con desnivel constante. El camino tiene zonas muy expuestas por la posibilidad de caída de piedras. También es un poco tortuoso por la gran cantidad de grandes rocas y los constantes desniveles. Subo a ritmo, pero sin prisa. Después de pasar la parte en la que el sendero va por la parte de debajo de una pared vertical el barranco se abre todavía más a mi vista. Hacia arriba todo es verde. El barranco es espectacular y hacia arriba puedo puedo ver que confluyen dos barrancos, uno, el de la derecha, el de Ruiz, con un gran salto. Después el sendero sube por la derecha de una gran hoya inclinada en la ladera que tiene terrazas, ahora abandonadas y donde la vegetación autóctona vuelve a dominar, sobre todo las tabaibas. A pesar de lo cerrado del barranco no se me hace caluroso el recorrido. El sendero va ascendiendo y zigzagueando atravesando laderas muy cubiertas de vegetación.
Por fin, logro ascender toda la ladera y salgo del barranco. Voy a dar a un barrio: la Vera Baja donde hay una pequeña ermita y una cruz (15.46h, 420m) - Cruz de Pedro Domínguez. Subo por una calle con casas sólo en un lado hasta el principio de un sendero que, en menos de cinco minutos, de nuevo se mete en el barranco (15.52h, 475m). Debido a algunos derrumbes el maravilloso sendero ya no es transitado (excursiones 203, 205 y 437). El camino se me hace muy complicado porque la vegetación lo invade casi totalmente. Para el próximo invierno puede que sea impracticable. Al mismo tiempo me resulta una aventura adentrarme en esta selva y estoy todo el rato esperando que una fuerza mayor me impida seguir. Para añadirle otro poco de incomodidad, empieza a nublarse. Voy despacio apreciando cada progreso. Tengo que fijarme bien dónde piso porque hay tramos donde el sendero es estrecho. Afortunadamente la barandilla de madera está intacta y me protege de caídas. A medida que voy descendiendo se torna más húmedo hasta que llego a una zona con zarzas. Aquí con unas tijeras de podar, que traía para otra parte de la excursión, voy penetrando en un túnel entre las zarzas; algunas con tallos más gruesos que pulgares y de color oscuro, llenas de pinchos, temibles, en resumen. Tengo que ir más despacio todavía. Se me hace eterno.
Después de unos cuarenta minutos de zona asalvajada llego al cauce del barranco (16.29h, 440m). Ha sido una proeza atravesar ese bardo de zarzas. Me da la impresión de que no soy el único paseante que viene por aquí, algunas zarzas estaban algo recortadas. Me relajo un poco, aunque sé que todavía me falta bastante.
Ahora tengo que atravesar una zona entre dos barrancos (el propio barranco de Ruiz y el de los Calderones). El camino es mucho más ancho. Es una zona donde abundan los tiles, también hay muchos viñátigos (y un viejísimo madroño, el de más edad de Tenerife). Es la principal razón para estar aquí, poder identificar con claridad estos dos endemismos canarios: el til y el viñátifo. Ambos son árboles altos, el til tiene las hojas verdes, brillantes, de punta picuda y algo onduladas; y los voy encontrando hasta la saciedad. Fue en septiembre y octubre cuando estuve por aquí y recordaba las semillas negras en el suelo y el olor a fruta fermentada, entonces no tenía ni idea de que eran las semillas de los tiles. Los libros del Gobierno de Canarias me han ayudado para saber que estaban aquí. Los viñátigos tienen las hojas alargadas, de verde pálido y romas en la punta, con tendencia al secarse a virar al rojo. De hecho, la presencia de viñatigos en un bosque es más fácil de saber por la presencia de hojas secas rojas en el suelo que por la vista directa de los propios árboles. Muy contento de una identificación clara de ambos árboles sigo adelante. Pero el camino está muy invadido de helechos altos y zarzas que caen de los árboles. Tengo que atender a todos los frentes. Y además todavía sin saber si tendré que volver por mis pasos. Porque esté cerrado o demasiado tupido más adelante.
Llego al cauce del segundo barranco (17.01h, 533m) donde hay agua corriendo, aquí hay un pequeño llano bajo una pared que parece que tiene frecuentes desprendimientos, apenas llega luz al suelo. En esta zona hay mucho afollado, este lo tengo bien claro por sus grandes hojas con pelusa en el envés, es más un arbusto que un árbol. El camino original abierto al lado de una pared ha sido ahora invadido por derrumbes de tierra y tengo que subir y bajar. Esto es una gimkana. Después del segundo barranco el terreno es más ancho y llano, aunque invadido de otros tipos de plantas. Una pared marrón cayéndose con pinos por todos lados es la última dificultad antes de salir a la carretera que sube desde Masapé (17.14h, 560m). Me siento un verdadero explorador, me ha llevado casi una hora y media esta travesía. Es una selva, totalmente salvaje, le faltan dos telediarios para cerrarse del todo. Una verdadera pena. (Las autoridades dicen que no tienen dinero para asegurar el paso frente a los desprendimientos).
Subo por la carretera (La Fajana) que bordea campos llanos y extensos. Este lado del barranco pertenece a Los Realejos. Parece que aquí es donde primero se empezó a cultivar la papa. Me resulta un paisaje aburrido (no es extraño después de la aventura del paso de los dos barrancos). La carretera de asfalto tiene también su dificultad, tiene mucha pendiente. En los márgenes veo ajinajo, mosquera y jaguarzo. Esta zona me trae malos recuerdos de mi segunda gran crisis (septiembre de 2014). Entre el gris del asfalto, lo cubierto del cielo y del susto que todavía tengo en el cuerpo voy un poco magullado, psicológicamente.
Cerca de la carretera de Icod el Alto veo a mi derecha una pequeña calle que al fondo tiene una casa antigua y una pequeña hornacina, parece prometedor. Un cristo muy pequeño y escrito en una placa: “San Antonio de Padua, Icod el Alto, 2013”. Estoy todavía entretenido leyendo el texto y mirando la casa cuando echo un vistazo a la pista que sale de aquí y que paralela al cauce del barranco parece adentrarse en él. En este momento siento una paz interior y una tranquilidad enorme, me sorprende tener esta sensación. Me desvío de la carretera de la Fajana y me meto por la pista a la derecha. Es una pista de tierra en curva con árboles (pinos, laureles, tilos) muy frondosos y altos. Parece que he encontrado otro de esos pasadizos mágicos y un poco secretos que hay por toda la isla. A la derecha va profundo el barranco (Quebrada, continúa al de los Calderones), a mi izquierda los árboles altos en la ladera. La pista es llana, un valor extra, es lo que yo llamo recorrido gratis, no tengo que esforzarme subiendo o tener precauciones bajando. Ahora es todo disfrute: de la tranquilidad del lugar, de la naturaleza, del lugar nuevo, de la prueba superada. Llego al cauce, lo paso, la pista sigue en el otro lado. En un grupo de árboles a la derecha descubro un delfino, otro de los árboles canarios, su seña característica son las hojas grandes. Después callejeo un poco cerca del borde de otro barranco y por el camino Lomo Juan de la Guardia voy a dar a la carretera general (TF-342) (17.41h, 670m) un poco antes del puente donde empieza San Juan de la Rambla. Me echo a la derecha por la TF-342 y enseguida paso, por un puente, el profundo barranco de Ruiz.
Después de mi momento de gracia viene un poco de stress. La carretera tiene algo de tráfico, los coches van rápido y no hay arcén. Al cruzar el puente miro al abismo cubierto de trepadoras y plantas, por un momento me viene a la mente un pensamiento catastrófico, si por casualidad un coche me golpease me arrojaría, por encima de los bloques de cemento en el borde, a la espesura del fondo del barranco (más de veinte metros abajo), y aquí no me descubriría nadie, ni en años. Nervioso y afectado cruzo el puente lo más rápido que puedo ¡Qué miedo! Un cartel al otro lado me da la bienvenida a San Juan de la Rambla. Después me tengo que afianzar bien en el borde de la carretera para poder hacer un par de fotos del barranco. Unos gamberros estúpidos me gritan desde su coche cuando pasan a mi lado, qué tontos del culo, porque me tienen que asustar, en este sitio tan peligroso, a lo tonto. A lo mejor (peor, mejor dicho) son estos los que me iban a tirar puente abajo, al pasar a mi lado, y me he salvado por los pelos.
Unos cinco minutos después del puente me desvío de la carretera por la derecha. Me meto por una pista empedrada que va por el borde del barranco (de Ruiz) ¡Qué alivio! De nuevo en mi elemento, terreno solitario, plantas por todos lados y vistas sobre el enorme barranco. La pista va derechita y pasa por el lado de algunas huertas, del empedrado al cemento y algo de tierra. Un poco antes de llegar al principio de la travesía por el barranco de Ruiz (18.02h, 500m) encuentro unos lavaderos con una pila de más de quince metros de largo y unos chorros de agua, también hay un círculo con el suelo de piedra (La Talanquera). Sigo bajando hasta la Vera Baja, por donde salí del barranco y tomo por el camino de la Vera Baja (Orilla de la Vera), una carretera asfaltada que baja con muchísimo desnivel. Un sitio muy poco transitado. Terrenos vacíos y algunas fincas agrícolas, sobre todo, por la izquierda. Unos aspersores de agua girando en una huerta hacen un bonito efecto al contraluz. En medio de ellos se mueve un hombre. Sigo deslizándome por la inverosímil pendiente. Ningún coche. Nadie.
Paso el mirador del Masapé (cerrado). Llego a las dos palmeras que parecen formar una puerta, cada una a un lado de la carretera (18.12h, 353m). Conozco este sitio de otra vez (excursión 227) y las palmeras al contraluz es una de las fotos que mejor me han quedado. Hago algunas fotos, he llegado a un momento parecido con el sol dando en las palmeras desde detrás. Pensaba explorar una bajada desde aquí a la Cruz del Paso (excursión 540) pero es demasiado tarde y estoy un poco cansado para resolver otro rompecabezas de caminos perdidos (había traído las tijeras de podar para este tramo). Por otro lado, una barrera en el principio de la pista de bajada me acaba de disuadir para dejarlo para otro día. Ya no me queda hoy valor para saltar una barrera. Sigo carretera adelante. El contraluz es muy fuerte y tengo que ir con las manos sobre los ojos, a pesar de que llevo gafas de sol. Ahora tengo que encontrar el desvío que lleva a San Juan de la Rambla, el camino empedrado que baja por la ladera por encima de San Juan. Me tengo que esforzar porque no he traído mapa y sólo tengo el recuerdo de la excursión 227 (enero de 2015). Encuentro el desvío a la derecha (donde hay un cartel a la finca hotel San Juan). Bajo entre terrazas sin cultivar, mucho polvo en el ambiente, paso el hotel restaurante. Aquí me despisto y en vez de torcer a la izquierda después del hotel sigo bajando. Llego a una casa y unas huertas sin salida, estoy un poco estresado ahora porque en estos momentos la disyuntiva es: el camino correcto o el desastre. Conservo a duras penas la calma, vuelvo al hotel y estrujándome el cerebro logro recordar por dónde hay que ir.
Cuando veo unos escalones para cruzar un barranquillo ya me vuelvo a tranquilizar, los recuerdo perfectamente de la otra vez. Ahora sigo un sendero estrecho al lado del barranco, llego al borde de la ladera y enseguida empieza el camino empedrado. Me emociono muchísimo al contemplar San Juan de la Rambla enmarcado por curva empedrada del propio camino con una luz cálida de atardecer. Después de superar este segundo momento de estrés me llena una tranquilidad total y puedo saborear cada vistazo de San Juan. Aunque la bajada es muy demandante porque el empedrado es algo irregular y el camino de mucha pendiente, sobre todo en la parte final. Cruzo el puente sobre la autovía. En un despacho de lotería pregunto a dos mujeres muy amables por la guagua para ir hacia el Puerto. Sería suicida por mi parte tratar de hacer los dos o tres km que me separan de la zona recreativa del barranco de Ruiz por la carretera. Tengo que ir en guagua. Me dicen que tengo que salir del pueblo, en dirección contraria a donde quiero ir, para encontrar la parada. Más que fundido llego al bus stop (19.05h). Mientras espero hago los estiramientos. Hay que aprovechar cada momento. Después rememoro los mejores momentos de la excursión. En la guagua el conductor se hace el extrañado cuando le digo que voy hasta la Rambla de los Caballos, parece que es la primera vez en su vida que escucha este nombre. Hay un momento un poco tenso, le parece que me estoy haciendo el enterado, me tengo que poner firme para defender el nombre del sitio (¡qué coño, es el nombre que usa MPC!). Acabamos bien porque cuando me bajo me desea un buen día.
Durante toda la excursión me han vuelto loco los helicópteros sobrevolando los barrancos. ¿Qué estarán haciendo? (El día siguiente me entero de que una cabina del teleférico del Teide se quedó atrapada y tuvieron que rescatar a los pasajeros, y que además al interrumpirse el servicio tuvieron que ir evacuando a los que estaban arriba con helicópteros).
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Track orientativo, no obtenido durante la excursión, elaborado después de realizarla
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Barranco de Ruiz a la carretera de Icod a La Vera a San Juan