• Excursión 1090. 2 Junio de 2020. Martes.
El Porís. Los Abriguitos (Abades).
Municipio: Arico
De 15.29 a 18.08h. De 40 a 0 a 70m.
Distancia: 8,9km. Duración: 2h 39m
Recorrido costero entre El Porís y Abades empezando por una visita a unas formaciones rocosas agrestes en el tabaibal del Porís. Después y por la costa se recorre todo el Porís, otro pequeño enclave marinero con playa abrigada, más terrenos en la costa junto a un gran faro y se termina atravesando un antiguo lazareto que se quedó a medio construir
Sigo con mi gran tour de la costa Sur y Oeste entre Igueste de Candelaria (Santa Cruz) y Puerto Santiago (Santiago del Teide). Me va a llevar 15 excursiones 928, 937, 1022, 1032, 1037, 1041, 1045, 1090, 1136, 1147, 1148, 1160, 1167, 1178, y 1215. (Escribo esta crónica en Marzo de 2022).
Salgo de Santa Cruz (la 111, 14.55h) con tiempo soleado y cielos despejados. Me bajo en El Porís con algo de viento, lo esperable. Cruzo el puente. Mi primer objetivo es la zona (a la izquierda de El Porís) de rocas blancas de formas caprichosas, por eso antes de entrar en la primera calle me desvío a la izquierda y voy por la trasera de las casas, por el campo de tabaibas. Me gusta el aspecto seco del paisaje con las piedras beis quebradas, la tierra clara y donde las tabaibas todavía son grandes. A la izquierda tengo un pequeño barranquillo (Las Maretas). En unos 200 metros me echo a la izquierda por un sendero. Me desvío por otro senderillo a la derecha antes de cruzar el cauce del barranquillo y sigo hacia el mar. Un poco después vuelvo a echarme a la izquierda y esta vez sí cruzo el cauce. Esta es la zona que quiero ver. Una zona de rocas blancas, tan blancas y de formas tan caprichosas, como si un gigante hubiese estado jugando con arena y cal fina y lo hubiese dejado a medias y después el viento lo hubiese ido puliendo y afilando. Es una zona diferenciada de la de los alrededores, más marrón y de una textura diferente. Incluso diferente de la que está más cerca del agua. Y tiene una extensión pequeña. El suelo del cauce es de rocas blancas y pulidas. El mar está muy tranquilo y los pescadores encaramados en los bordes del pequeño acantilado le dan un aire de tranquilidad y laboriosidad, no es gente ociosa tomando el sol. Sin embargo, el sol es demasiado fuerte para ver bien estas rocas, les faltan matices y sombras, el sol lo aplana todo. Suficiente de rocas por hoy. Regreso hacia las primeras casas del Porís: edificios de apartamentos por la costa agreste, salvaje, de formas caprichosas, en tonos beis y marrones, la suavidad del mar hoy dulcifica y humaniza un poco la agresividad de las formas de las rocas. El recorrido no es sencillo, no hay un sendero claro, tengo que ir a veces sujetándome a las barandas y los muros de los edificios. En este paso se levanta el viento y me empieza a molestar. Llevo puesta una bufanda para protegerme, no me la quitaré en toda la excursión, por mucho junio que sea. En el cielo las nubes altas estiradas, como a jirones, enfatizan y hace eco del viento de la costa. Las fotos del cielo con casas en primer plano tienen mucha fuerza. Paso una piscina pequeña con agua marina muy turbia y unos jóvenes, que aparecen de repente, bajan a su lado y se quedan en el borde.
Después de esto salgo a una zona urbana y sigo por una calle. Al torcer la punta (Puntilla del Tío Espino) se abre la vista de la bahía con una pequeña playa en el centro. Tras recorrer el paseo marítimo atravieso la playa por la arena suelta y seca, alejado del borde húmedo y las olas suaves. Después de la playa recorro la parte vieja del pueblo con casas de una planta y tarajales. Tras la última punta (La Sarnosa), una punta de roca gris en placas donde antaño hubo salinas de las que no quedan nada, sigo por sendero de tierra cerca del mar. A medida que me alejo del pueblo el viento va amainando y el sendero se hace más pedregoso y difícil, voy en paralelo a una carretera con cierto tráfico cerca del mar. El sendero se eleva un poco antes de encarar una playa de forma arqueada perfecta, ancha y de arena fina y que está muy animada. Lo primero que me choca, en cuanto empiezo a caminar torpemente por la arena, es lo vestido que estoy en contraste con la poca ropa que tiene la gente aquí tumbada o jugando a la pala. Y me llama la atención el trasero descubierto de una mujer con un bañador negro que se dobla atendiendo a un bebé en un capazo. Qué corte me da ir tan vestido. Paso ligero, como de perfil. Me gusta el murmullo, el ambiente, el movimiento de la gente, también me gusta que estén disfrutando, relajados. No como yo que en momentos como estos parezco tener una misión sagrada.
Salgo por unas escaleras de la playa y después voy rodeando la costa por un sendero algo elevado sobre las rocas y los entrantes y siguiendo la forma de la costa, a veces, campo a través, para no separarme mucho del agua. No siempre el sendero es claro. Paso un entrante y después otro, algo más grande, donde se bañan dos jóvenes. Después sigo cerca de la costa hacia el faro. Paso por delante del gran faro con sus franjas blancas y rojas. Un gran punto de referencia. Todo es polvoriento y rocoso por aquí. Unos trescientos metros después del faro me alejo de la costa cuando alcanzo la primera casa abandonada. Es una del pueblo que se diseñó y se construyó como sanatorio para leprosos, nunca se terminó. Quedan los esqueletos de las casas, hechas de bloques de tosca, del material de la zona que encaja perfectamente en este entorno. Las casas, que son grandes, tienen formas diferentes. Hago un recorrido por el extremo derecho del área por donde están desperdigadas las casas. En el mapa de Grafcan algunas casas tienen nombre: Gayanía, Casa del Guardián, Casas Las Monjas, El Hospital, Cuarto Mortuorio. Las casas apenas están vandalizadas, aunque es cierto que no tienen ninguna instalación hecha, ni electricidad, ni tuberías, solo los bloques desnudos y eso sí, con techos. Me gustan mucho estas casas. Quedan muy bien con los cielos de nubes en jirones. Habrá unas veinticinco casas y destaca la iglesia con su techo picudo, un hito que destaca cuando uno pasa por la autopista. Tras pasar la última (Cuarto Mortuorio) bajo al cauce de un barranco (La Brevala), el límite del pueblo residencial de Abades (Los Abriguitos), de casas nuevas, chalets y adosados. Prefiero seguir por el cauce de este barranco salvaje donde descubro tiras de alambre de espino largas sujetadas en picas de metal, todo herrumbriento. Puede ser que para rodear el gran lazareto. No es fácil la travesía por el barranco. Con la típica vegetación de balos, tabaibas, matorriscos, aulagas y alguna que otra penca. Me gusta ir por aquí. Tengo que subir a la derecha o a la izquierda del cauce y puedo seguir por su cuenca hasta rodear completamente todo Abades y prácticamente al lado de la autopista salir por un cauce de otro barranquillo hasta la misma rotonda donde está la parada de la guagua. En la parada (18.07h), solo tengo que esperar un minuto, un simple minuto para que aparezca la 111. Cuando ocurre algo así me parece que la vida es un paseo. Dentro no hay muchos pasajeros y en 40 minutos llegamos a Santa Cruz (18.47h)
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Track orientativo, no obtenido durante la excursión, elaborado después de realizarla
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El Porís a Abades