• Excursión 671. 12 Julio de 2017. Miércoles.
El Realejo Bajo.
Municipio: Los Realejos
De 15.46 a 18.37h. De 214 a 320 a 150 a 200m.
Distancia: 6,4km. Duración: 2h 51m.
Recorrido urbano localizando dragos monumentales del Realejo Bajo, casas antiguas en torno
a una vieja y muy importante hacienda (El Príncipe) y una pequeña aventura por un barranco de cauce salvaje (Godínez)
Sin una idea clara de lo que voy a hacer llego a Los Realejos y dejo el coche en una calle (Puerto Franco, 19) que comunica la plaza del Realejo Bajo con San Vicente. Está nublado y gris. Subo por la calle hacia la plaza. Al llegar a una zona de juegos (Parque San Agustín) me meto hacia abajo hasta el borde del barranco y bajo por las laderas con terrazas que rodean el barranco. Es una gran extensión de terrazas vacías. Me resulta de lo más llamativo como la ciudad no quiere ver este enorme barranco (La Gordejuela), en realidad dos barrancos, el otro se llama Tornero. Aquí tuvo que haber huertas muy productivas, hoy sólo crece rabo de gato. Muchos senderos las recorren, puede que sea sólo la erosión. Cada vez que he pasado con la guagua por aquí me ha llamado la atención, por fin la recorro. Una casa entre la carretera y el borde está justo pegada a un puente y sobre el cauce de piedra negra pulida. Debe ser un buen espectáculo ver desde la casa cuando corre el agua salvaje por aquí. No me decido a bajar hasta el cauce, no veo clara la bajada. Regreso a la calle Puerto Franco y veo en el mapa un símbolo de drago en el barrio de San Agustín, que es el que tengo más cercano. Y veo más símbolos en el Realejo Bajo.
Ya he decidido el contenido de la excursión de hoy: ver los dragos notables de Los Realejos. Callejeo (García Estrada, Ecce Homo, La Marina) y me acerco a uno de los dragos, pero sin llegar a verlo todavía. Me meto por la puerta abierta de una finca entro, sigo un pasillo con columnas, alrededor mucha basura, sitio de fiestas salvajes, desciendo un poco y ahí está imponente: es un drago grande, copudo, muy regular, está en el patio por delante de una casona antigua en estado de abandono, casona que parece que se ha utilizado recientemente para guardar bueyes (seguro que para una romería). Es el drago de Las Siete Fuentes, me deja impactado, la pena es el día gris que no me deja hacerle ninguna foto de interés. Le doy vueltas y por todos lados es igual, con muchísimas ramificaciones (al día siguiente me entero que el drago tiene 12 metros y más de 200 años). Mucha basura y maleza por el patio. La gente que viene aquí no se lleva los residuos que producen. A pesar de todo es un lugar especial y magnífico gracias a este drago. De un día sin plan ya tengo uno sólido. Desde donde estoy puedo ver mi coche en la calle donde lo dejé (Puerto Franco).
Por el borde de las terrazas vacías bajo por un sendero, paso al lado de un depósito grande de agua y llego a la calle Puerto Franco (Tf-334). Un par de surfistas pasan a mi lado en su camino al mar. Bajo por la calle que al poco ya no tiene casas y que va hacia el cauce de un barranco (Godínez). Por aquí pasan algunas líneas de guaguas, por eso lo conozco. Al otro lado del puente que salva el barranco descubro una escalera y bajo hasta el cauce. El cauce está colonizado por el rabo de gato principalmente, con algunas tabaibas e inciensos. Empiezo a subir por el cauce. A ambos lados terrazas sin cultivar y más arriba las casas que dan al borde, sólo podría ver a alguien si se asomase a la ventana, todas completamente cerradas. El barranco no existe para la ciudad. No es que haya un sendero, pero puedo progresar hacia arriba. Paso una cerca hecha con maderas y llego hasta un salto, no es muy alto, pero es insalvable. Arriba la civilización y el orden, aquí el caos y el abandono. Me gusta el caos de aquí abajo. Trato de rodear el salto pero las zarzas me lo impiden. Por un terraplén muy arenoso empiezo a subir ladera arriba para ver si logro salir del barranco sin tener que volver al puente (antes muerto que regresar por dónde he venido). Muy inclinado y con la cámara al hombro casi rozando el suelo voy subiendo por la tierra suelta. Llego a una pequeña pared. Veo un poste de luz en un saliente. Con cuidado voy sujetándome a las cañas y las plantas. Tengo que quitar una placa de hojalata (un barril aplanado) para poder escalar el último tramo. Éxito. Lo logro. Llego a unas terrazas con viñedos. Y sin un rasguño.
Subo hasta el nivel de una calle (La Alhóndiga, 16.45h, 244m). Estoy dentro de un solar, en un lado hay una casa antigua que parece que van a derribar para construir, de la calle me separa un muro de unos dos metros. De nuevo tengo que trepar y después de quedarme a caballo sobre el muro salto al nivel de la calle. ¿Qué pasa? Yo estaba paseando por aquí. ¿Has visto algo? No, pues déjame en paz. Cruzo la calle y subo por un callejón (calle Nueva) que empieza con escalones. Voy a dar a una calle (Cruz Verde) justo delante de una iglesia con escalones anchos que se derraman hacia el pavimento. Delante tengo dos dragos gemelos, no tan altos como el de las 7 Fuentes y menos regulares, uno un poco más alto que el otro, lo que les falta en armonía lo suplen al ser dos. Unas palmeras canarias le aportan contraste a los dragos. Estoy ya en el Realejo Bajo. Este barrio se extiende por una loma estrecha con mucha pendiente y está separada del Realejo Alto por el barranco de Godínez. El día sigue igual de gris, casi parece que se va a poner a llover.
Callejeo hacia arriba por donde hay muchas casas antiguas con historia, tienen carteles informativos. Más arriba está la mítica hacienda del Príncipe. En la esquina una iglesia sencilla y al lado varios edificios antiguos con balcones de madera. El cartel informativo que habla de la hacienda de una larga historia produciendo riqueza desde el siglo XVI y de muchos administradores de nombres extranjeros. Mucho abolengo. Ahora parece estar petrificada. La rodeo subiendo y dos hombres que reparan el jardín me permiten entrar por un bonito paseo hasta donde están ellos. Me dicen que todo esto es privado. No consigo ver más. Charlo un rato, pero no consigo conectar con la vena negativa de uno de ellos. Un poco frustrado, sigo mi camino. Lo que queda claro es que esta hacienda fue muy importante. Me acuerdo de vez que estuve en el barrio de Tigaiga (excursión 530) que dos mujeres me hablaron arrobadas de la hacienda del Príncipe.
Calle arriba por una pendiente terrible veo parte de los jardines de la hacienda. No me cuesta mucho encontrar el otro drago importante: el drago de San Francisco (17.22h, 320m) que está por fuera de un pequeño cementerio. Es igual de alto que el de las 7 Fuentes y quizás un poco más hermoso y regular. Imponente. Es un drago que he estado viendo de lejos en algunas ocasiones (en la excursión 530, por ejemplo). Tiene un mirador hacia el este desde donde se ve todo el valle de la Orotava y caminando unos metros hay otro mirador hacia la ladera de Tigaiga. Desafortunadamente hoy el cielo gris lo aplasta e iguala todo y no puedo dar un suspiro de asombro, bueno, dos. Mirando hacia Tigaiga distingo el serpenteante camino real y la casa aislada, la que tiene suelos de madera. Sigo deambulando por aquí con mi mapa en la mano cuando me aborda un hombre mayor que me pregunta si me puede ayudar. De aspecto juvenil y delgado me dice que tiene 81 años. Me habla con nostalgia de la hacienda del Príncipe, de su tremenda extensión, llegaba hasta el mirador de S. Pedro; hasta los años 60 fue un vergel con mucha producción agrícola, vacas, viñedos, estanques, dos molinos de gofio, lavaderos públicos; todo se lo ha ido tragando el desarrollo urbano, el solía de niño ir por la finca a llevar o traer cosas a su tío, y que también su padre trabajó aquí. Me acompaña a un descampado y me enseña donde estaba uno de los molinos de gofio. ¡O tempo, o mores! Toda esta zona ha tenido que gravitar durante cientos de años sobre la riqueza que daba la hacienda.
Regreso por la rectilínea y estrecha calle San Vicente con casas modernas y adosados hasta donde dejé el coche en la calle Puerto Franco con un sabor de boca buenísimo después de haber conseguido esta magnífica excursión urbana con dragos monumentales, casas con historia, una hacienda que conoció tiempos mejores y una pequeña aventura en un barranco salvaje
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Track orientativo, no obtenido durante la excursión, elaborado después de realizarla
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