• Excursión 727. 28 Noviembre de 2017. Martes.
Llanura de Guaza. Palm-Mar.
Municipio: Arona.
ENP: Monumento Natural de la Montaña de Guaza
De 15.27 a 17.30h. De 25 a 130 a 25m. Excursión de B.
Distancia: 6,7km. Duración: 2h 3m.
Por el libro de B me entero de la existencia de canteras abandonadas en lo alto de la mesa de Guaza, la gran planicie bajo la montaña. Me decido hoy a explorarlas.
Salgo de Santa Cruz (14.25h) en la 110. Nubes altas y buena temperatura (28º). El viaje se me hace llevadero, aunque como siempre la guagua va llena. Llego a Los Cristianos (15.27h) donde también hay nubes altas y buena temperatura. Por otro recorrido de la otra vez que subí a Guaza me dirijo hacia la planicie de Guaza. No bajo por la avenida donde están las guaguas sino por la izquierda. Sin problemas, y con velocidad creciente para ir poniéndome en forma, camino por el duro suelo urbano, entre urbanizaciones, con menos comercios a la calle que por la avenida. No veo mucha gente por aquí. Cerca de la falda de la montaña de Guaza y después de recorrer una curva llego a la calle Marea y tras un minuto por la calle accedo directamente a un sendero que se mete hacia la base de la planicie de Guaza. Empiezo a subir (15.48h). Primero por senderos irregulares y atajos y ya después por el sendero “oficial”, el muy gastado y blanqueado camino rocoso que va rodeando la ladera de la planicie. Y con vistas cada vez mejores sobre Los Cristianos pero que nunca me llegan a emocionar, es sólo una ciudad sin personalidad, y muy homogénea. Lo que sé se nota bien es la diferencia entre lo urbano y la montaña, están completamente separadas. Tengo que tomar una desviación poco visible (B dixit) pero la pierdo y sigo demasiado arriba y demasiado a la izquierda. Cuando llego a la planicie ya me empiezo a dar cuenta de que no voy bien, pero sigo porque pienso que puede dar lo mismo.
En la planicie el problema es que hay demasiados senderos. Pero esta parte tiene la belleza de lo desolado, las rocas bien pulidas, empiezo a apreciar el millón de años de existencia de la montaña y de la llanura. Todos los perfiles están tan redondeados. Venga lluvia, venga viento, y así durante un millón de años, es como para ablandar a cualquiera. Me corta un poco el lote que no se corresponda lo que veo con lo que me dice el mapa (no estoy totalmente seguro de haberme confundido). Lo que al menos hago es tratar de acercarme todo lo que puedo a la línea de costa, pero que está muy lejos, es realmente grande esta planicie. La vegetación consiste en balos, tuneras indias de hojas delgadas, incienso, tabaibas y verodes; cardones no veo muchos.
Según las indicaciones de B ya tendría que haber llegado a las canteras, pero ni rastro. Y entonces veo a una pareja de senderistas que se aleja hacia la izquierda por un sendero muy bien señalizado con doble hilera de piedras. Es por ahí. Me las he pasado, pero ahora simplemente lo que tengo que hacer es ir hacia la derecha y recorrer ese tramo de la planicie a la inversa. Enseguida encuentro una cantera, que me resulta fascinante, es un hueco de base cuadrada de unos 15 por 15m que está excavado en la ladera, un borde está al nivel de la ladera, el opuesto tiene una pared vertical. Pero lo que me gusta es la montaña de lajas grises, que están apiladas cerca del borde de la ladera, por donde se entra. No hay ninguna señal de presencia humana, ninguna marca, ninguna caseta, ni cables, nada, sólo el hueco y las lascas. Las lascas no son muy grandes, del tamaño de platos grandes, con los bordes redondeados y abultadas en el centro, no me queda claro si lo que veo son los descartes o las auténticas lascas, o simplemente lo abandonaron todo en un momento dado y no volvieron la vista atrás. No es un fenómeno natural, quiero decir que no es un derrumbe o un cono volcánico, es claramente humano, pero se mimetiza todo tanto con el entorno. Alrededor la ladera está cubierta de tuneras pinchudas, tabaibas, cornicales y cardones.
Sin sendero me dirijo hacia el mar y veo otra cantera más pequeña, muy pequeña, prácticamente un simulacro, pero con sus lascas abandonadas y su hueco. Entonces los chillidos que había oído en algunas ocasiones durante la excursión se hacen más fuertes y los veo, veo los pájaros marinos de grandes alas y pecho gris que vuelan haciendo círculos. Casi parece que dicen “un intruso, un intruso, guardad los pollitos”, pero no es eso, es que son así, revolotean escandalosamente. Las piedras rojas y amarillas están llenas de manchas blanqueadas, es el estiércol regado de estos pájaros. Están por todas partes y parecen un tipo de liquen, pero no tienen una forma demasiado estrellada. Atraído por el escándalo me acerco todo lo más que puedo al acantilado, bajo por él un trecho hasta ver bien el paredón vertical (unos cien metros) donde muchos más pájaros están revoloteando y otros simplemente apoyados en cornisas miran impasibles el panorama. Saco mis prismáticos para observarlos con calma. No me parece ver muchos polluelos, deben parecerse mucho a los adultos. Lo que sí veo son algunas cornisas con toda una corona blanca de excrementos, balcones blanqueados.
Me resulta muy interesante descubrir bateas en el mar. Están agrupadas y son de forma circular, de color negro. Hay varias agrupaciones cerca de la costa. No veo ninguna barca cercana. El sol promete salir de entre las nubes altas y finas, pero no lo termina de hacerlo, así que no puedo disfrutar tanto del color grisáceo y de la forma de bultos del acantilado. A lo lejos veo claramente el perfil de La Gomera. También, y menos claro, a la izquierda veo Gran Canaría. El mar está tan calmado que me resulta raro cómo golpean, como simulando, sin ganas, las olas la base del acantilado, que así parece todavía más sólido y macizo. Estoy en la gloria con este paisaje, el chillido de los pájaros le da urgencia a todo lo que veo, y por otro lado el mar está tan en calma que me tranquiliza verlo. Podría bajar más, pero todo está demasiado suelto, todo está como removido, por desmoronarse. Vuelvo a encaramarme a lo alto del acantilado y ahora quiero ver la otra cantera, la más grande. Está en la parte baja de un barranco (Hoya la Yegua) por donde va el sendero que debería haber hecho desde el principio y que ahora recorro a la inversa. Pero no tengo ganas de bajar tanto, así que me deslizo en horizontal por encima de la cantera, que también está excavada en una ladera, paso por encima de ella y por la parte derecha me alongo todo lo más que puedo para verla bien. Es un poco más grande que la primera que ví y mucho más profunda, en contraste el montón de lascas que hay en la abertura no parece tan grande. Me resultan tan primitivas ¿Cuándo dejarían de usarlas? ¿Qué usaban para llevarse las piedras? ¿Vivían cerca? Por la forma del hueco y de las lascas lo mismo podrían ser de hace miles de años.
Contento y satisfecho al haber logrado visitar las canteras, vuelvo a deslizarme por la ladera, sobre las rocas y salgo al sendero bien señalizado. Me dirijo hacia el Palm-Mar que veo pronto desde el borde de la planicie. Pero todavía me parece que le puedo sacar más jugo al acantilado y entonces voy por un sendero que veo hacia el borde. Y ahora sí que bajo bastante por el acantilado. Aunque me cuesta un rato decidirme a empezar porque es todo roca suelta y desniveles. Las rocas son ligeramente diferentes aquí, veo rocas con rebordes rojos, otras son ocres con líquenes amarillos. Realmente preciosas todas las formas rocosas, la pena es que el sol no termina de aparecer y no puedo ver con toda su intensidad potencial los colores de las piedras. De nuevo los chillidos de los pájaros marinos me acompañan en la bajada.
Vale, ok, suficiente. Regreso hasta la planicie y empiezo la bajada de la planicie hacia el Palm-Mar, me llama la atención lo poco que usan el blanco en los edificios, están pintados de marrón oscuro, beis, más bien. Así no resaltan del color de las laderas rocosas del entorno. ¿Lo habrán hecho a propósito? Me resulta mucho más agradable que la vista sobre Los Cristianos. Los colores de los edificios distorsionan el tamaño del Palm-Mar, parece más pequeño de lo que es. La bajada por el acantilado es complicada y hay que destrepar en varios sitios, al menos, está muy bien marcada, no me puedo equivocar. Adelanto a una pareja, que parece que tienen qué planear como hacer cada paso. Los seguiré viendo bajar cuando ya haya llegado al interior del Palm-Mar. ¿Y por qué no bajar más despacio? Tampoco es una mala idea. Antes de llegar a la costa me desvío del sendero, pero no tiene continuación con la parte de abajo y tengo que desandar parte del camino. Parece que llega abajo pero un desnivel de cuatro metros ya es suficiente para hacerse uno un cristo. Así que humildemente tengo que desandar para encontrar la bajada, que así y todo es un poco abrupta.
En la costa veo grupos de jóvenes vestidos de negro que vienen charlando y hablando de cosas del instituto. Se me hace largo llegar hasta las primeras calles del Palm-Mar (17.30h). Cuando llego a la parada de taxis resulta que no tengo saldo en el teléfono para llamarlo. Un inglés al que le pido que me llame un taxi sólo me da excusas, que si “english”, que si “no hablo español”, y se va como una rata escurridiza. Al siguiente que veo, un hombre de acento italiano, con mangueras de aspiradoras y cachivaches bajo los brazos, ya le hago una petición más razonable: ¿Dónde hay un sitio para hacer recargas telefónicas? El tío se porta y prácticamente me lleva hasta una y eso que va muy apurado. Es un estanco donde venden un poco de todo, me lo tomo con calma y espero que termine una conversación entre el encargado y una pareja de residentes peninsulares sobre el precio de una cesta de navidad (3,5€, se lo van a pensar). Con mi carga nuevecita y mi mensaje confirmándolo voy a la parada y llamo al taxi que aparece pronto. La conductora resulta ser portuguesa y sólo habla portugués, aunque me cuesta un rato descubrirlo porque es más bien callada, sólo se emociona cuando me ve hacer una foto del roque de Jama con las últimas luces del día.
El trayecto hasta Los Cristianos es larguito y me deja al lado de la parada de las guaguas (18.12h, 11€). Cuando la guagua aparece, menos de dos minutos después, estoy en la gloria. Nada más montarme y cuando ya estamos en marcha me pongo a hacer los estiramientos en el pasillo de la guagua. Inmediatamente el conductor me pregunta ¿si me pasa algo? En realidad, me está diciendo: nada de excentricidades en mi guagua, siéntate, ar. Un poco frustrado le hago caso y me disculpo después de explicarle lo que estaba haciendo, él dice “no es lugar para estiramientos”, vale, mandingo. En la guagua me cuesta encontrar un sitio agradable, la pasajera que tengo delante es todavía más excéntrica que yo y empieza a hacer estiramientos con un brazo, a mover el cuello, a sonreír vacuamente, en fin, un número, me pone nervioso y me traslado seis filas más atrás, pero aquí caigo en el área de influencia de una discusión de pareja, de la que no me gusta enterarme de sus detalles, así que tengo que poner la música súper alta para acallar la indignación de la mujer y las vanas escusas del hombre. ¡Qué difícil es a veces un viaje en guagua!
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Track orientativo, no obtenido durante la excursión, elaborado después de realizarla
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Mapa parcial de la travesía de Los Cristianos a El Palm-Mar atravesando la mesa de Guaza