• Excursión 1487. 12 Junio de 2023. Lunes.
Camino Lomo La Paredilla
Municipios: Santa Úrsula. La Victoria
ENP: Paisaje Protegido Las Lagunetas
De 15.45 a 18.15h. De 540 a 925 a 370m.
Distancia: 8,2k. Duración: 2h 30m.
Excursión muy pasada por agua por una pista agrícola con viñedos, un viejo camino, campo a través siguiendo una tubería y un viejo canal, la pista de El Rayo, otra pista, al lado de un canal, pista ciclista, sendero por el bosque, fuente, y callejeo urbano
Sin apenas ideas para excursiones nuevas decido repetir una que me gustó mucho (la 1314). Una en la que subí hasta la pista del Rayo por Santa Úrsula. Voy en coche hasta La Victoria, lo dejo al lado de Luz Hogar, un sitio que ya he usado otras veces. El taxi viene en menos de un minuto, la parada debe estar cerca. El conductor es más bien antipático, no para de corregirme y me hace sentir inseguro. Cuando le digo lo que pretendo hacer, que tiene su valor, no me hace ningún caso. Después de subir por la calle Pedro Hernández toma a la izquierda por la calle La Puente, atraviesa un barranco (Infierno) y enseguida está la fuente. Me deja en la fuente de Antonio Mantita, que es donde empieza la pista por donde voy a subir (Camino Lomo La Paredilla). En la excursión 1314 subí desde la carretera general por la calle Tosca Ana María, hoy quiero abreviar un poco y centrarme en lo más interesante.
Como amenaza lluvia hoy traigo los pantalones impermeables que me pongo nada más bajarme del taxi porque nada más bajarme del taxi empieza a llover, no muy fuerte, es verdad, pero tampoco es el típico sirimiri de esta zona. Me cuesta ponerme los pantalones, siempre me cuesta mucho y ya me entra la urgencia nada más empezar, porque no sé cómo ponérmelos sin apoyarme en nada y con el paraguas abierto. Vale. La cosa no empieza muy bien. Una vez lo consigo empiezo a subir por la pista (La Paredilla) que tiene una pendiente fuerte (20% de promedio) con algunos tramos del 30 y 35%. El firme es de cemento. Alrededor, fincas de viñedos. La lluvia es constante. La parte buena es que no hace calor. Con los pantalones voy protegido, claramente se están mojando, la lluvia les resbala, están para eso. A ritmo bueno, no muy rápido, más lento en las partes de más pendiente, paso las últimas fincas de viñedos y sigo por un tramo de pista de tierra. Las laderas alrededor están totalmente cubiertas de árboles y arbustos, aunque yo apenas los puedo ver, sólo los laureles más cercanos a la pista. Poco después paso un distribuidor de aguas con una fecha (24-4-44) y tres nombres, de esos que se hacen con el cemento fresco. Aquí siguen sus nombres casi ochenta años después. Y enseguida llego al final de la pista de subida por la loma (750m, 1k desde el principio). Sigue lloviendo. Voy bien.
Me meto, a la izquierda, por una vieja pista, que ya sólo es un pequeño pasillo entre los arbustos: afollaos y brezos, sobre todo. Han crecido desde hace mucho en la pista. También abundan los torviscos. Y cada una de estas tres plantas presentan un desafío importante con tiempo lluvioso. Los torviscos almacenan las gotitas en sus varas largas y caen pequeñas cascadas cuando las golpeo al pasar. No importa es por debajo de la cintura. Los afollaos tienen un crecimiento curioso, no son densos, ni grandes, pero sus ramas ocupan un gran espacio, y es imposible evitarlas. No importa no almacenan mucha agua. Y los brezos sí que son un gran problema, incluso secos, aunque no muy altas, como mucho dos metros, están muy ramificadas, extraordinariamente ramificadas, y retienen el agua como esponjas. Es más, los brezos secos, sin hojas, todavía la retienen más en sus ramitas y algo que me ha parecido muchas veces muy fotogénico, las gotas como suspendidas en el aire, hoy se convierte en una pequeña pesadilla.
El camino, que sólo tenía torviscos al principio, ahora es una maraña de afollaos, brezos y laureles. Y me empiezan a mojar la camisa. De entrada, no me importa, es una camisa de tejido muy ligero, que no retiene agua. Pero poco a poco, me empieza a mojar seriamente. A veces tengo que salirme de la trazada de la vieja pista e ir por encima de un canal de cemento cubierto de musgo. Y me voy mojando y mojando. Lo último que pienso con sensatez es que es junio y que, aunque me moje no va a importar, no hace frío. Tras unos 200 metros, en los que la vieja pista rodea por la izquierda una loma afilada, la pista vuelve a la arista justo por donde hay un distribuidor grande de agua (un pesadero, una tanquilla). Tiene agua. No me puedo apoyar en lo alto, amenaza colapsarse la cubierta de cemento. Ya estoy muy empapado y me cambio la mochila de detrás a adelante. Lo hago para preservar seca la camisa y la camiseta que llevo en la mochila. Ahora viene una parte complicada y sólo por milisegundos pienso en retroceder, yo quiero seguir. Tengo que brincar al otro lado del distribuidor, a su izquierda y entonces sigo subiendo por un viejo camino que está muy invadido de afollaos y pequeños laureles. Pero termina en una parte de vegetación muy densa y ahora tengo que subir un metro a la derecha para poder continuar por otro camino, que parece que va en paralelo. Pero tengo que, con las piernas, abrir un hueco en la vegetación para poder subir a ese viejo, segundo, camino. Cada vez más mojado, pero no me importa, ahora sólo me importa superar esta parte, que es la más complicada, después será laborioso, pero no tan difícil. En el segundo camino logro continuidad durante más tiempo, sólo tengo que rodear un gran brezo y cuando se topa con otra parte rocosa y con plantas entonces tengo que subir a la derecha agachado bajo los afollaos hasta que salgo de nuevo a la arista de la loma donde hay otro distribuidor de aguas, más pequeño y también lleno de agua.
Vale, ya he pasado la parte más complicada, pero lo que viene, por el tiempo que hace hoy me lo tengo que tomar con calma. Ahora se trata de seguir al lado de una tubería metálica gruesa, que a ratos va al lado de un viejo canal de piedra al que le quedan muy pocas losas, y las que tienen no ofrecen ninguna confianza, piso una y se rompe. La pendiente sigue fuerte, la lluvia continúa, yo estoy muy mojado, las dos mangas empapadas, pero no hace frío. Voy por la derecha de una cresta rocosa por una parte algo inclinada y puedo progresar mucho mejor que en los dos viejos caminos y la vieja pista. A veces me tengo que agachar para sortear un afollao, o unos rejos de zarzas que cuelgan de no sé dónde. La otra vez me pareció mucho más corto, hoy se me hace muy largo, no puedo ir muy deprisa. A veces el espacio al lado de la tubería está inclinado con una considerable caída, no un precipicio, pero caer sería un slalom muy peligroso. Paso dos cuevas, una más grande y espaciosa. Después de las cuevas poco a poco la pendiente empieza a aflojar y llego a una parte en la que llanea. Ahora ya podría tratar de trepar por la pared a mi izquierda, pero como sé que esta tubería converge con la pista del Rayo me empeño en ir a su lado, pero llega un momento en que es muy complicado, hay demasiadas plantas así que me decido y trepo por la pared de tierra y plantas y piedras y me voy sujetando en los troncos de los árboles hasta que logro llegar a la pista del Rayo. Impresionante mi tesón. También puedo decir: atrevido, suicida. En fin. Me ha llevado una hora y cuarto subir hasta aquí.
Pensaba hacer un recorrido hacia Santa Úrsula, hacia la derecha, pero con este tiempo, sigue lloviendo, tengo que abreviar y buscar el recorrido más corto hacia la civilización. Cuando le echo un vistazo a la ropa dentro de la mochila me doy cuenta de que está más mojada que la que llevo puesta. Por otro lado, no me puedo detener, no hay refugio en millas a la redonda. Sólo cambiándome de ropa me mojaría más. A paso bien vivo empiezo a caminar por la pista hacia la izquierda, hacia La Victoria. El sombrero está completamente mojado, pero no me lo quito. La pista tiene un firme bastante regular y puedo caminar deprisa. En bajada casi todo el rato no tardo mucho (unos 20 minutos) en llegar a una pista lateral (Pista Lomo Las Casillas) y empiezo a bajar. Bajo los pinos y con el suelo de la pista mullido, blando es una delicia caminarla. Poco después de un muro de una vieja construcción me meto a la derecha para seguir al lado de un canal (Aguamansa-Santa Cruz). Va bajo el pinar y sigue el contorno de las lomas. No es del todo seguro, tiene una parte algo expuesta al cruzar un barranco, pero ahora estoy disfrutando mucho de estar aquí en un día como este, con las brumas, los olores fuertes a madera y tierra, la lluvia incesante. Lo bueno del canal es que es totalmente llano y va por dentro del bosque. Tras unos diez minutos llego a un sendero y bajo por él. Es un sendero ancho que deben usar ciclistas, el suelo es de tierra blanda. En menos de cinco minutos llego a una pista (El Topo) justo por donde empieza otra pista que baja. Baja por un terreno de castaños que ya han sacado sus hojas, lucen lustrosas y brillantes con la lluvia.
Ahora estoy en un momento muy dulce, a pesar de estar todo mojado, no tengo frío y, en bajada, puedo disfrutar a tope de este día de lluvia. En menos de cien metros de bajada por la pista me meto, a la derecha, por un sendero. Es un fantástico sendero por el bosque de castaños y pinos y brezos que describe un recorrido algo largo y caprichoso, casi siempre en bajada y con pocas partes complicadas (rocosas o resbaladizas). Voy como el viento por el sendero, ancho y cómodo y mullido. Es quizás la mejor parte de toda la excursión hasta que llego a una pista ancha que va por el cauce muy ancho de un barranco (Dornajos). No me gusta nada el firme de piedras medianas y grava de esta pista con pequeños riachuelos. La verdad es que esta pista nunca me ha gustado. Con disciplina y sin enfadarme logro llegar sano y salvo a la fuente de los Dornajos por donde empieza el asfalto. Sigue lloviendo. Ya llega un momento en que prefiero que no cese de llover, casi que me siento protegido por la lluvia. Callejeo entre viñedos por pistas hasta que llego a una calle de La Victoria (La Asomada) y por ella, recto, bajo casi hasta la carretera general. Sólo tengo que hacer un pequeño rodeo para llegar hasta abajo. Me echo a la derecha y enseguida llego a Luz Hogar donde dejé el coche.
Desde fuera del coche, desde el maletero paso al asiento trasero: camisa, camiseta, pantalones, zapatos y calcetines y lo paso al asiento trasero. Lo hago todo a cámara lenta, estoy aterido. Sigue lloviendo. Entro al coche y me paso al asiento trasero y lentamente voy cambiándome de ropa. Nadie se fija en mí, llueve demasiado para fijarse en un loco que se cambia la ropa dentro de su coche. Toda mi ropa está mojada, y cuando digo todo es todo, también los zapatos de Goretex están empapados. Una vez que logro cambiarme la sensación de ropa seca es maravillosa. Y como si no hubiese pasado nada pongo en marcha el coche y casi que silbando vuelvo para casa.
Y eso que parecía que iba a ser una excursión rutinaria.
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Track orientativo, no obtenido durante la excursión, elaborado después de realizarla
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