• Excursión 101. 18 Enero de 2014. Sábado.
El Jagre
Municipio: La Matanza
ENP: Paisaje Protegido Costa Acentejo
De 17.15 a 18.45h. De 120 a 0 a 120m
Distancia: 1,7km. Duración: 1h 30m.
Recorrido por la meseta, al lado del mar, del Jagre y bajada al nivel del mar a un antiguo asentamiento de veraneantes, hoy en ruinas
Vuelvo a la meseta del Jagre. Me meto por la pista que sale de la quinta curva a la izquierda de la bajada al Caletón y dejo el coche al principio del tramo recto de bajada con invernaderos a la izquierda. Bajo por la pista hasta la llanura donde aparcan los coches. La costa hacia la derecha está blanca de espuma. El mar bate fuerte en toda la costa hasta la punta de Juan Fernández en Tacoronte. Entre que el día está gris y que el mar batiendo hace que el agua vaporizada ascienda por las laderas, apenas logro distinguir las tiras blancas de las casas que se agrupan en la ladera: Mesa del Mar, El Sauzal, Jardín del Sol. Los cardones están hermosos y enmarcan el cuadro gris y blanco.
Cuando inicio el recorrido por el borde de la meseta y empiezo a mirar hacia el Puerto de la Cruz también está muy gris el paisaje. Pero la luz que viene de allí perfila los riscos y los edificios del Puerto. La luz está muy matizada por el agua en suspensión, pero la capa de nubes no es uniforme y hay claros. Cuando he rodeado la parte baja de la meseta y empiezo a subir se abre la vista a la gran bahía (Caleta La Negra) y veo que está apagada y el agua oscura. Subo un poco por el sendero y encuentro otro que baja, es e, que ya había localizado en otra excursión. Me meto por el sendero que baja hacia el mar. No está señalizado, pero no es difícil de seguir. Un poco antes de llegar al nivel del mar empiezo a ver los restos destrozados de las casas cueva de los antiguos veraneantes de La Matanza. Lo salvaje del paraje no desentona con el salvajismo de haber destrozado todas estas viviendas, que habrían construido con tanto trabajo. Quedan muchos restos de infraviviendas trogloditas. Me imagino el esfuerzo de construir cuando tienes que llevar por aquella ladera pedregosa, que ni un burro podría atravesar, todo el material: sacos de cemento, ladrillos, zócalos. Una industriosidad increíble. Menudos días de verano se pasarían aquí, tan cerca del mar, con el oleaje fuerte, el olor, los días largos e intensos. Varios caminos recorren la ladera, con pasarelas precarias, pero seguras. Lo que queda hoy en día de todo eso es algo de actividad pesquera. Algunas barcas están guardadas en grietas en la roca, bien sujetas. Huele fuerte a gasoil y a sal. Hoy no hay nadie. El mar entra con fuerza en rendijas y brota como un manantial. Más allá del puertito hay un saliente donde bate el mar, un senderillo lleva hasta allí, pero, yo inseguro, no me atrevo.
El día sigue gris y solo sale muy de vez en cuando un rayo de sol. Inicio la subida y se ilumina el mar que cobra un color azul acero. Está encrespado y como bate tan fuerte cerca de la costa, forma riscos de montañas de agua que cambian continuamente de forma crendo remolinos. Por momentos me parece estar mirando un cuadro: una marina, pero que es diferente casi en cada pestañeo. La realidad imita a la ficción. Como en esos cuadros de mar embravecido que me parecen irreales, ahora yo estoy viendo ese mar que imita a los cuadros.
Al volver me confundo de camino en una bifurcación. Tomo a la derecha en vez de la izquierda que era por dónde había venido. El camino no es tan fácil como antes, al bajar, pero no me doy cuenta. Me empiezo a inquietar cuando me doy cuenta de mi error y porque el sol ya se ha puesto. Sigo por la ladera, sin ascender apenas, un tramo largo. Procuro no asustarme pensando en lo que puede suponer quedarme sin luz en estos parajes. Persevero por el sendero que sólo veo cuando estoy en él. Logro subir por una pared muy vertical entre grandes rocas. El sendero está, pero sólo delante de mí, de lejos no lo veo en absoluto. Cuando, y de repente, me doy cuenta de que ya he llegado a lo alto de la meseta siento un enorme alivio y una gran alegría. He llegado a la meseta, sólo que a un punto bastante más arriba que por donde empecé a bajar, unos 30 metros de altitud más arriba. En el sitio por donde he llegado a la meseta veo un cartel “Camino del Jagre”, y el principio de un camino empedrado (sube al caserío de Guía, otro día lo haré). Hoy ya es muy tarde para seguirlo. Suerte tengo de encontrar un camino recto y llano en dirección a la parte superior de los invernaderos, más o menos a la altura donde dejé el coche, al que llego después de trepar por una barrera de grandes piedras.
La alternativa era bajar por el borde de la meseta con muy poca luz. Este camino que he encontrado es ancho y llano y va entre arbustos altos y termina en un grupo de enormes piedras. Deben haberlas puesto -las autoridades- aquí para impedir el paso hacia las infraviviendas. Ahora veo claramente que la gente traía, en coche, el material para las casas por aquí, por este camino y hasta donde está el cartel. Desde allí lo bajaban hasta el mar. Estas piedras están en una curva del camino de bajada. Por aquí he pasado ya varias veces, pero era imposible ver este camino, estaba taponado por las piedras y las plantas que han crecido alrededor. Todavía le faltan un par de excursiones a este paraje.
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Track orientativo, no obtenido durante la excursión, elaborado después de realizarla
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