• Excursión 754. 8 Marzo de 2018. Jueves. (Anaga 124ª)
Igueste de San Andrés. Hoya de los Juncos. Corral de los Puercos. La Cancelilla. Payba.
Municipio: Santa Cruz de Tenerife
ENP: Parque Rural de Anaga
De 10.08 a 16.12h. De 48 a 763 a 480m.
Distancia: 8,2km. Duración: 6h 6m.
Gran travesía casi en primavera por un sendero oculto bajo las plantas que sube por la ladera de una loma, la cruza y sigue por el cauce de un barranco hasta una degollada con vistas al barranco de San Andrés. Después por sendero con vistas hasta un viejo mirador (La Cancelilla) y recorrido por una carretera por el bosque hasta un sendero en bajada hasta un caserío rural (Payba)
En Santa Cruz está soleado y hace bueno. He salido de casa con mucho tiempo (8.50h) pero siempre hay imponderables. Además del usual atasco en la autopista, he tenido que ir al baño en el intercambiador y cuando he subido a la primera planta está cerrada, todavía están terminando de arreglarla. Más que deprisa tengo que ir hasta la parte trasera de la terminal y preguntar a un conductor por la 945. Muy amable, me la señala. En la 945 el conductor está esperando la hora de partir, y me monto un minuto antes de que salgamos (9.30h). No hay muchos pasajeros, pero todavía alguno se monta después que yo. Aprovecho el viaje para los últimos preparativos de mis pies: la esponja debajo de la parte delantera del pie derecho y la tobillera en el izquierdo, aunque con las curvas y el traqueteo las maniobras se hacen complicadas. Cerca de Valleseco, cuando un pasajero se baja, entra un olor a mar fuerte, no le hago caso. Pero sí en San Andrés cuando hace otra parada, es realmente intenso y me hace sentir la playa y el verano, este olor me despierta al exterior, y sobre todo cuando me fijo en dos pasajeros solitarios que van en la parte derecha de la guagua mirando al mar, ahora sí que me siento de viaje. La actitud de ellos es relajada, ambos tienen los brazos sobre la cabeza. Uno es un surfero que tiene mucho vello rubio en los brazos y lleva una camisa de asillas y unas cholas. El otro, varias filas por delante, es medio rubio y mira con mucho interés el mar que hoy está brillante y muy tranquilo con muchos caminos y algunos barcos fondeados. Me fijo en ellos, me llaman tanto la atención, y entonces me alegro de esta costumbre de salir de excursión porque me da la oportunidad de vivir cosas tan sugerentes como este pequeño viaje. Yo también viajo con ellos, a través de ellos, me he sentado en la parte izquierda de la guagua, lejos de las vistas. En las laderas ocres entre San Andrés e Igueste las magarzas están en flor y se mueven con una ligera brisa.
Al llegar a Igueste el surfero se baja camino de la playa. El otro ya se fue, no me di cuenta cuándo. Me bajo en el pico de la uve, que hace la carretera rodeando el barranco, muy cerca de la pista que va a La Hoya de Los Juncos. El tiempo está caluroso (31º), el cielo completamente despejado, llevo el paraguas a mano, no para la lluvia, claro. En el cauce del barranco hay mucha agua y dos patos se pelean sin descanso en un gran charco, dan vueltas y vueltas tratando de picarse en el lomo, extienden las alas y se elevan sobre el agua para atacarse, no sé si es un juego de cortejo u otro de dominación. Me paro para verlos porque no paran, siguen y siguen incansables hasta que por fin uno de ellos abandona y se sale del charco, el otro lo persigue, pero lo deja en paz cuando se aleja más y entonces el triunfador se pone a desplegar las alas y escupir agua.
Sigo mi camino por la estrecha carretera que ya empiezo a conocer muy bien. Cuando pasa un coche hago dedo una vez, pero me hacen el típico gesto de aquí, que voy sólo aquí cerca, pero entonces pienso que yo también voy muy cerca y me resulta irritante el gesto, para eso mejor que pase de mí. Pasan dos coches más pero ya no tengo más ganas de frustraciones así que sigo subiendo lentamente. El día está fuerte así que abro el paraguas, incluso con la brisa fuerte el sol está muy fuerte. Y con lo que tengo por delante mejor que reserve el sol.
(He estado los días anteriores pensando en la excursión de los jueves de esta semana, y queriendo algo tranquilo, de poco esfuerzo, porque me sentía un poco flojo, pero al final he llegado a la conclusión de que esas excursiones no existen, y entre ir al barranco de Los Cochinos en El Tanque y la travesía de la Hoya de los Juncos hasta La Cancelilla pasando por la loma del Corral de los Puercos, me he decidido por esta última.)
Esta travesía la he hecho a trozos y conozco bien el sendero, pero hoy quiero hacerla entera. Vengo además sin mapas. A veces me recuerdo a los trapecistas que hacen sus piruetas sin red, lo digo por mi empeño en no llevar gps, en no llevar ni mapas ni nada, sólo mi memoria. En la subida por la pista enseguida compruebo que el barranco lleva mucha agua y esta cruza la pista en los badenes. En los campos veo algunos hombres que trasiegan en sus tierras limpias y surcadas, también algunos coches aparcados. Veo desde lejos las colmenas en una pequeña cresta a donde una vez casi me meto en un lío, por aquí un gallo cacarea sobrado. Llego un poco antes de lo esperado (10.49h, 180m) a la Hoya de los Juncos (40 minutos desde Igueste) y aquí tomo por un tramo que no he hecho antes. Uno que sale entre dos terrenos vallados. El camino sube por empedrado entre un muro de piedra y una tubería, alrededor huertos con papas en buena forma y árboles frutales (aguacateros, nispereros, higueras, almendros) y también los farrobos, antes alimentaban a los animales con sus vainas y en lo alto de la ladera veo algunos dragos no muy grandes. Es un camino maravilloso con esta luz, se ve despejado y limpio, es tan alegre. Cuando terminan las huertas el camino está lleno de plantas y se me hace más difícil pasar, pero es sólo un pequeño trozo. Esperaba que este camino fuese más hacia la montaña y cuando me encuentro en el otro sendero, el que sale del final del tramo recto y pedregoso (tras Hoya de los Juncos) me resulta un poco decepcionante, quizás debería haberme traído el mapa para estudiar esto mejor.
Vale, es un asunto menor. Empiezo el camino que pasa subiendo por debajo de dos grandes farrobos que hay en la última finca con papas y una pequeña caseta-cueva en la pared. La subida tiene mucha pendiente y en varios sitios es como una escalera. A media subida, antes de cambiar de vertiente, exploro por la izquierda un sendero pero que sólo me lleva cerca de una cabra, vuelvo al sendero. La mañana es estupenda y sigo con el paraguas abierto. En el dique me despisto y sigo por una desviación hacia arriba, pero me doy cuenta pronto y vuelvo al sendero. Al empezar la parte llana (por terreno arenoso) que va rodeando los pliegues de las montañas veo que ha desaparecido la marca clara y despejada del sendero, ahora está todo ocupado por las gamonas y en menor medida por las tederas. Las gamonas son unas plantas muy decorativas, unas cintas en el suelo y de ellas sale una vara con flores blancas en el extremo. Está arrebatado de vegetación. En las otras ocasiones (tres por lo menos) que había pasado por aquí estaban secas (ni me fije en ellas) pero ahora están en su apogeo. Son plantas que crecen de un bulbo y puede parecer cuando están secas que han muerto, pero no, simplemente están esperando su momento, que es cuando llueve. Y recientemente ha llovido mucho y durante mucho tiempo. Además, como tienen un porte muy bajo simplemente parecen yerbas secas. No me había dado cuenta de que eran estas plantas las que estaban aquí y dominando. Otras plantas de crecimiento más lento como el incienso necesitan más tiempo y no llegan a invadir el sendero, pero estas crecen muy rápido y han tapado la marca del sendero. Menos mal que lo conozco bien y lo sigo de una manera intuitiva.
Vallecito tras vallecito, todo está cubierto de plantas y en todo el paisaje sólo se ven dos pequeñas casetas, una pintada de naranja y la otra en blanco en todo el sistema de barrancos en torno al que baja desde La Cancelilla. Apenas unas nubes y una brisa en este momento. Pero es tan alegre alrededor, tengo que ir con cuidado porque hay tramos donde el sendero es estrecho y si piso arriba me resbalo y si piso abajo me puede caer. De hecho, en un tramo con rocas me resbalo y me caigo sobre otras rocas más abajo. Enseguida hago un control de daños, y aunque aparatoso no parecen gran cosa, en una canilla varias rasguños y en el muslo otros más pero apenas sangre. Vale, no ha sido mucho. Pero desde ese momento me pongo más precavido todavía. Sólo encuentro un respiro en una esquina de roca roja pero las plantas después lo tapan todo, en una ligera subida por un pequeño barranco pierdo el sendero y me tengo que emplear a fondo para encontrarlo de nuevo bajo las plantas. Sólo muy de vez en cuando lo logro ver despejado. Es tan diferente a las otras veces. Me cuesta mucho trabajo y tengo que ir despacio. Llego a una arista rocosa ancha (12.05h) y me empeño en memorizar bien como se ve desde dentro para volver y la altitud (410m) porque no sé si tendré que volver por aquí. Que pueda lograr hacer este recorrido está por ver. Subo por la cresta rocosa unos 30 metros y de nuevo tomo el sendero (a la derecha) que llanea y que asciende poco a poco. Todo está cubierto de plantas muy verdes y muy frescas. Pero son pequeñas, las únicas que dan un poco de sombra son los brezos que ya empiezo a encontrar cerca de llegar a la loma rocosa (Corral de los Puercos). También veo codesos en flor (amarillas) y brezos en flor cerca de coronar en la loma (12.29h, 480m).
Me ha llevado una hora y cuarenta minutos desde la Hoya de Los Juncos, demasiado. La otra vez (excursión 712) tardé una hora y diez minutos. Desde luego que si no hubiese ya conocido el sendero no me hubiese atrevido a hacerlo. Me quedo un rato en la loma rocosa que termina en el roque de la Hoya de los Juncos (hacia la izquierda) y admirando la sagacidad que hay que tener para cuando se viene desde arriba encontrar esta continuación. De todas formas, lo memorizo. Sigo por la roca desnuda, la roca rojiza, bastante áspera y donde los zapatos se agarran muy bien, apenas hay arenilla suelta, aquí hace tanto viento en muchas ocasiones que hace de erosionador y limpiador natural. Ahora estoy un poco nervioso por ver si sabré encontrar la continuación. De entrada, la cosa va bien, subo un poco por las rocas y por unos escalones (creo que excavados) y llego a un principio de sendero pero que enseguida me lleva a otro trozo de roca pelada donde hay unos agujeros que pueden sugerir que hay un sendero por ahí, los sigo, pero después de avanzar unos 100 metros llego a una gran placa rocosa, muy inclinada, que no tiene continuación. Me fijo que debajo hay una terraza amplia que recuerdo que es por donde va el sendero, aunque ahora no lo veo porque las plantas lo han ocultado. Con mucho cuidado bajo por la superficie rocosa, varias veces me viene a la cabeza la frase “te vas a hostiar”, pero logro con mucho cuidado y muy despacio acercarme a la terraza pero cuando me alongo al borde veo que es imposible pasar, apenas hay un metro y medio de desnivel y tres metros en línea recta pero está llena de pencas y de plantas que las ocultan, así que me doy cuenta de que es imposible pasar por aquí, con una determinación increíble trepo por la pared rocosa (al día siguiente me descubriré agujetas en los brazos y el pecho) infinitamente más deprisa de cómo bajé y regreso al principio de donde empezaba el sendero en la parte rocosa.
¿Dondé está la continuación? Por más vueltas que le doy, bajo incluso por un dique, no logro ver cómo seguir. Y tengo muy claro que no me puedo poner nervioso, si me caigo por estas rocas me voy a hacer mucho daño. Son grandes placas muy inclinadas y terminan en pencas llenas de pinchos. Así que tengo que ser muy minimalista en mis esfuerzos por encontrar la continuación. Tras varios intentos me paro y empiezo a recordar. Ya me enfrenté una vez a esto mismo, la primera vez que vine aquí y no pude seguir bajando (excursión 660), y logré encontrar la continuación y que también me costó dar con ella. Entonces recuerdo que el truco es (tras pasar la parte rocosa de la loma con escalones excavados) que hay que despreciar un tramo limpio de roca y bajar, a la izquierda, entre plantas. Y lo encuentro nada más pensarlo. Fantástico. Bajo, y al ir bajando me voy acordando de cuando lo subí la primera vez. Llego a la terraza y la sigo hacia adelante. El sendero ha desaparecido pero la cosa consiste en avanzar sin acercarse mucho al borde izquierda de la terraza que es muy ancha. Qué fe tengo que tener. El día se está poniendo además muy caluroso y he tenido que cerrar el paraguas para tener las dos manos libres en caso de tropezón. Con una determinación notable llego al extremo de la terraza y veo la bajada por escalones muy altos, casi para deslizarse por ellos y me siento completamente liberado cuando atravieso el barranquillo con algo de agua y asciendo hasta la caseta aislada (13.20h, 470m).
Me siento tan bien de haberlo logrado que me dan ganas de comer aquí pero no encuentro ni un gramo de sombra. Me refresco las muñecas con una manguera de ducha que veo colgada de la pared, previamente tengo que desenroscarle la cebolla para poder liberarla y después de haberme refrescado bien la vuelvo a dejar en el mismo sitio. Hay una pequeña huerta y parece un lugar perfecto para un ermitaño. Pero yo no oso abrir nada ni entrar en ninguno de las dos habitaciones. Así que repuesto sigo subiendo, prefiero dejar la comida para cuando no tenga todavía tanta subida por delante. De nuevo me voy dando cuenta de que no hay sendero, menos mal que las plantas que han crecido en el sendero son muy blandas y puedo pisar sobre ellas sin peligro, pero me da intranquiliza no ver el sendero. Estaba tan claro la primera vez. Tengo que subir varios tramos por el cauce húmedo de un barranquillo (Corral de los Puercos) y la subida me empieza a resultar muy trabajosa. Me tengo que parar con el corazón a mil en varias ocasiones y descansar uno o dos minutos antes de poder seguir subiendo. Hace mucho calor. Tengo que salvar unos doscientos metros de desnivel. A partir de los 550m empiezo a ver bicacareras y alguna faya. Desde los 600m los jaguarzos (jaras) están tan lustrosos.
La subida es triplemente complicada: no la veo, hace mucho calor y la pendiente es fuerte. Así que cuando llego a tramos arenosos me resulta liberador, será resbaladizo, pero al menos lo veo, veo el sendero. Después de dos o tres tramos más rectos llego a la degollada (14.20h, 650m). He tardado una hora desde la caseta. La primera vez era un pasillo claro entre plantas secas hoy no hay ni pasillo, ni paso, sino un gran pasote de subida. Aquí en la degollada corre brisa y resulta una liberación. Busco la terraza al lado de un dique y me quedo a comer aquí con las maravillosas vistas sobre el barranco de San Andrés y los picos de los diferentes barrancos hacia Santa Cruz, que no destacan mucho, hay nubes grises sobre el Chiguel y sobre la Fortaleza. Pero ver los coches como hormigas en la carretera me da tanta superioridad que me empiezo a olvidar del esfuerzo y arrobarme por la vista impresionante hacia San Andrés. Los coches parecen ir tan despacio. Y la carretera serpenteante es un prodigio, como se ajusta a las montañas. Trato de verle la lógica al trazado de la carretera, ir subiendo, pero evitar las partes más verticales. Todo está verde. El perfil dentado de las montañas está muy oscurecido. A mi izquierda destaca la montaña Pelada y otra puntiaguda al lado de una serie de picos. Como muy despacio, es que no tengo fuerzas ni para comer. No me siento, estoy de pie mirando y mirando este paisaje inagotable. Delante de mí los bejeques tienen sus coronas secas. Esta debe ser una atalaya para los cazadores. No tiene salida.
Son las tres de la tarde cuando continuo a cámara lenta subiendo. Ahora el sendero sí está claro y despejado, qué lujo. Paso el tramo arenoso y pendiente muy parsimoniosamente, para no violentarme la digestión. Por fin llego al bosque, donde además de brezo, faya, acebiño, afollao y laurel veo un ejemplar de sanguino y codesos en flor. Es maravilloso poder seguir a la sombra con el olor fuerte a humedad de bosque de laurisilva. Entre la digestión y que ya apenas hay subida me relajo completamente y empiezo a poder fijarme más en las plantas y hacer más fotos. Tenía otros planes para la continuación, pero el esfuerzo psicológico para encontrar la continuación en el Corral de los Puercos y, después, la subida, me han dejado baldado. Así que simplemente sigo hasta la Cancelilla (15.37h, 770m). Sigo por la carretera hacia la izquierda. Hay claros y nubes y la temperatura está muy agradable. Paso la entrada al sendero del Pijaral, la entrada que parece secreta. Pasan pocos coches por la carretera, hermosas vistas hacia Taganana, con la espuma del mar en la costa. Son increíbles los roques de Taganana, tan tiesos, tanta nervadura.
Llego al principio de la bajada de Payba (15.54h, 730m). Entre esperar a la guagua que viene de Chamorga y tomar la de Taganana en Payba elijo lo segundo, pero tengo que ir deprisa porque el tiempo está justo. Así que hago una bajada relámpago hasta Payba, pero cuando llego me da la sensación de que la guagua ya ha pasado. Incluso yendo deprisa disfruto de este tramo de sendero por bosque de laurisilva a la sombra, prácticamente siempre a la sombra, es uno de los mejores tramos de sendero de Anaga por su variedad y por su trazado. Al principio de la bajada siempre me ladra un perro a lo lejos. Hay fincas al principio y en el último tercio. El sendero tiene un tramo malo de zarzas, pero parece que lo han limpiado recientemente. Es un descenso de más de doscientos metros de desnivel en donde las plantas van variando según bajo, hasta las más secas y duras al final. Llego a la carretera (16.12h, 470m) y sin agua y me siento, me tumbo, con el paraguas abierto, hace mucho calor. Los coches que pasan con cierta frecuencia no me ven. Qué raro que yo me tumbe en una excursión. Si ya pasó la de Taganana me queda una larga espera, así que me lo tomo con calma con música y con el mareante paisaje del Chiguel y los demás picos de las crestas de los barrancos, sobresalen todos, y son tantos en diferentes planos, maravillosos. Cansado como un perro los puedo disfrutar tumbado, ¡tumbado!
Por fin aparece la guagua de Chamorga (17h), antes de lo esperado. Tengo que ponerme la música muy alta porque viene una pasajera que habla muy alto y en tono de indignación, las cosas que dicen no son para decirlas indignada, debe ser su manera de ser. Habla con un pasajero al que apenas deja meter palabra y que cuando dice algo apenas se le oye, un pajarito. Ella es joven y poderosa con una gorra de visera curva y hacia abajo que le obliga a subir la cabeza para mirar a su interlocutor. Tengo que poner la música a todo trapo para no tener que oír su salmodia vindicativa. Qué liberación cuando se baja en la avenida marítima.
En mi coche ya de subida desde Santa Cruz me siento fantásticamente, siento que he hecho una proeza, he resuelto todos los problemas y he llegado sano y salvo. Esto es un vicio muy fuerte.
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Track orientativo, no obtenido durante la excursión, elaborado después de realizarla
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Igueste a Hoya de los Juncos a Corral de los Puercos a La Cancelilla a Payba