• Excursión 236. 5 Febrero de 2015. Jueves.
Los Roques. Rambla de Castro
Municipio: Los Realejos.
ENP: Paisaje Protegido Rambla de Castro
De 15 a 17.30h. De 140 a 40 a 100 a 0 a 100m.
Distancia: 5,2km. Duración: 2h 30m.
Paso por la Rambla de Castro de camino a los roques, dos formidables rocos con arcos al lado de una pequeña playa de cayados
Día gris. Muy gris. Comida en el restaurante que está en la Rambla de Castro después de fracasar en el restaurante de El Monasterio. Decido ir a comer a El Monasterio porque es mi día libre. Me va muy mal. Hace mucho frío. El sitio es muy poco acogedor. El camarero intenta retenerme con una copa de vino fino (jerez dice él). No lo soporto. Me voy a otra parte del restaurante. Previamente él me ha arrancado la copa de la mano. Muchos extranjeros comiendo al aire libre carne y salchichas. Me siento en el interior. Pasa una eternidad sin que venga nadie. Me voy hecho un basilisco. Sobre la marcha decido ir a la Rambla de Castro a un restaurante que hay en el mirador (Restaurante mirador de San Pedro). Está lleno de excursionistas alemanes. Buen ambiente. El sitio está lleno. Tengo que esperar bastante por la comida, pero el resultado es bueno, una rica crema de calabaza y un solomillo de cerdo muy tierno y jugoso con su guarnición y todo.
Decido hacer la excursión a Los Roques. El día está gris pero no es ni frío ni desagradable. De entrada, hay que serpentear mucho por caminos de piedras. Ya tomo el camino hacia los Roques, hay que subir y bajar bastante. Está bien señalizado. Es un bonito paseo entre palmeras y zonas muy húmedas. En un recodo diviso una casa grande y llamativa, es la casa Hamilton. Hay una puerta de acceso que está abierta y una buena escalera (en la subida los contaré: 180 escalones). Me lanzo a bajarla. Los escalones son muy altos, tengo que bajar despacio. La casa me sorprende porque no está pegada a la ladera, sino enfilada hacia el mar. Es grande, es maciza, de ladrillos rojos vistos, sólo quedan las paredes, el tejado y el suelo de las dos plantas superiores ha desaparecido. Es impresionante. Durante todo el rato que estoy me imagino que estoy visitando la casa de unos ingleses ricos que decidieron vivir aquí, eso aumenta mi vivencia del lugar, imaginándome cómo tendría que ser despertarse mirando hacia el mar: como en la proa de un barco y los desayunos después, con un pequeño ejército de criados. Pero no, parece ser que la casa era una estación de bombeo de agua, del agua que caía en cascada por aquí o de galerías. El sitio está algo cuidado, han tapiado algunas ventanas y puertas. Hay muchas pintadas ácratas como “ni dios ni amo”. Incluso veo un colchón dentro de la casa. Lo que me sorprende es que está hecho de ladrillos, en cantidades abrumadoras, sorprendentes y que los techos de las plantas son muy bajos. Después me daré cuenta de que si era una estación de bombeo tenía que haber allí máquinas grandes y pesadas y tenían que tener una construcción de soporte muy sólida. Rodeando la casa hay tarajales y pegada a la casa hay terrazas y bonitas vistas de la Rambla de Castro. En total el edificio tiene seis plantas, aunque a las de abajo no se puede acceder, un cartel de prohibido lo afirma taxativamente, tampoco se puede acceder a una construcción más moderna donde pueden estar ahora las máquinas de bombeo, aunque no se oye ningún ruido de máquinas. La casa está a unos 20 o 30 m sobre el nivel del mar. Desde luego que la casa de Hamilton es una edificación sorprendente, destaca desde la Rambla de Castro. Está en un pequeño recodo y el mar bate fuerte abajo. De todas formas, en su época dorada alguien viviría allí permanentemente para mantener las máquinas.
Mi siguiente objetivo es llegarme hasta Los Roques. Subo las escaleras lentamente. La comida está siendo un poco difícil de digerir. Después sigo el camino pasando por un pequeño puentecito que salva un barranco (Gordejuela) donde coincido y charlo un momento con una pareja de alemanes que han comido en una mesa cerca de mí en el restaurante. El camino después mejora, tiene mejores vistas y va más pegado al acantilado (Riscos de Méndez). Llego a la urbanización La Romántica II y allí me pierdo dos veces en calles sin salida. Por momentos estoy por volver, pero persisto con la idea de al menos darles un vistazo de lejos a los famosos roques (de los que no se nada, sólo que son dos y que están en una bahía). Persisto y por fin encuentro los roques. Los veo de lejos. Tienen un entorno muy cuidado, con plantas y senderos. Unas mujeres dan un vistazo mientras un familiar con el coche en marcha las espera. Eso me espolea a seguir, hace del lugar algo preciado y buscado. El sendero es de piedras y hay que ir con cuidado y despacio.
Los roques son muy hermosos e impresionantes. Son dos de unos 25 o 30 metros de altura. Ambos son arcos. Como arcos del triunfo de la naturaleza. El mar bate fuerte en ellos por momentos y los arcos se llenan completamente de espuma y agua. El día es gris y la luz no es muy buena. Me esfuerzo en buscar un buen sitio a la izquierda de los roques, antes de ellos. Me salgo del sendero cuando veo a unos pescadores en un saliente. En el extremo del saliente la vista mejora, se ve el arco claramente. El suelo tiembla cuando bate el mar contra los roques. Después encuentro un camino muy cerca del agua y enfrente de los roques. Muy buena vista desde ambos.
Ha merecido la pena perseguirlos y llegar hasta aquí, ninguna imaginación suple el verlos roques de cerca. Todavía el camino sigue más por encima de una playa de cayados hasta un hotel famoso y muy alto (el Maritim), pero yo ya estoy fundido y en un bar cercano (Alfredo) le pido a la camarera/dueña que me llame a un taxi. Además, he sentido un pinchazo en la ingle izquierda. Y el camino de vuelta es largo. El barito es muy pequeño, tiene un ambiente muy agradable y acogedor, dos o tres grupos de alemanes charlan animadamente. Le pido un vaso de agua y no me cobra. Se los agradezco. Me repite dos veces que el taxi va a venir. Es como si estuviese insegura de que la haya entendido. El taxi viene pronto y el taxista se ríe cuando le digo que se me han acabado las pilas. Me cuenta que antes había muchos más extranjeros haciendo el camino. Y que el mar lleva y devuelve caprichosamente la arena negra brillante de la playa. Ahora no había ninguna, sólo cayados. Le hablo de la casa Hamilton y cuando me deja en el mirador de la rambla de Castro se la señalo. Él no la ha visitado.
Buena excursión a pesar del tiempo medio malo.
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Track orientativo, no obtenido durante la excursión, elaborado después de realizarla
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