• Excursión 1522. 19 Octubre de 2023. Jueves.
Mirador Chío. Lomo Adara. Guía de Isora.
Municipios: Guía de Isora
ENP: Parque Nacional del Teide. Parque Natural Corona Forestal.
De 11.15 a 18.50h. De 2080 a 2000 a 2050 a 1970 a 2050 a 2010 a 2050 a 1150 a 1300 a 560m.
Distancia: 17,8k. Duración: 7h 35m.
Descenso desde el mirador de Chío, km 3 de la carretera de Chío al Teide, por senderos señalizados atravesando el pinar de la Corona Forestal. Sigo por otro sendero abandonado (Camino de Córcoba) y después campo a través por una loma (Adara). Cruzo campo a través el cauce de un barranco hasta un camino muy pedregoso y después atravieso Chirche y Aripe hasta llegar a Guía de Isora
Me levanto antes de amanecer y cuando miro por la ventana hacia el oeste, hacia Icod, me emocionan las luces en la ladera norte de la isla, son como constelaciones de estrellas que destacan con ciertos patrones y formas, delatan las carreteras, calles y pueblos y delimitan la forma de la ladera norte, una forma triangular con la punta en el faro de Buenavista y el lado corto del triángulo formado por los caseríos de El Andén, Icod el Alto y San Vicente, los tres en Los Realejos. No me he despertado del todo y ya me emociona esta isla maravillosa. Una hora más tarde, cuando me dispongo a salir, vuelvo a mirar por la ventana y ya las luces se han apagado y la ladera norte es una franja gris medio borrosa a punto de iluminarse con las primeras luces, y, me vuelvo a emocionar cuando las casas, pintadas de blanco, de San José de los Llanos brillan como estrellas en la grisura del pre amanecer al recibir los primeros rayos de sol.
Tres semanas después regreso a Guía para completar la travesía por el lomo de Adara. No lo pude hacer entonces por las nieblas espesas que lo cubrían. Con mi habitual “meneo” de coche, guagua y taxi (45€) llego al principio de la excursión a las once y cuarto. “Sólo” me ha llevado tres horas el trayecto desde la puerta de mi casa hasta el principio de la excursión. Ya lo tengo tan automatizado este complicado acceso que lo veo como algo normal. Y es fantástico porque me permite acceder a zonas muy remotas del sitio donde vivo (Tacoronte). Puedo acceder a la parte oeste del Parque Nacional del Teide, a Guía de Isora, a Santiago del Teide y hacer excursiones largas en bajada hacia Adeje, Guía, Los Silos, El Tanque, Icod. Hoy este recorrido no lo disfruto especialmente, he pasado una mala noche y apenas sintonizo con la travesía en los diversos medios de transporte, lo sobrevivo. Ahora bien, en cuanto pongo pie a tierra y empiezo a caminar por una pista con barrera hacia el roque del Cedro cambia todo, es como un renacer. El taxista me ha dejado unos 300 metros después del mirador de Chío (vistas a la ladera del Pico Viejo con el volcán de las Narices del Teide a media ladera).
Ya ha pasado la ola terrible de calor que ha afectado a Tenerife durante dos semanas y ahora corre una ligera brisa fresca, qué lujo. Hacia el roque del Cedro ya me envuelve este paisaje grandilocuente con vistas amplias hacia todas direcciones. Al llegar a la base del roque sigo a la izquierda por la pista. Me gustan los grandes escobones y la vegetación de mazorrillas, retamas, codesos y alhelíes con grandes rocas beis esparcidas por una cañada llana. Entre el roque del Cedro y la montaña del Cedro sobresalen varios picos rocosos compuesto de piedras angulosas, cada uno de ellos un prodigio. Al ir rodeando la montaña del Cedro las vistas son hacia los lejanos roque del Almendro y del Sombrero y todavía son más expansivas. Rodeo toda la base de la montaña y me echo a la derecha (Boca Chavao, 2060m) y sigo por pista de tierra, no tomo por el sendero (PN 35, PR70.2) que sale enseguida a la izquierda. Hoy estoy haciendo un recorrido diferente al que hice hace tres semanas, prefiero menos desnivel. Por el pinar de pinos pequeños y calor en aumento sigo rodeando la montaña del Cedro.
Tras unos diez minutos tuerzo a la derecha en una bifurcación para subir por una pista con el firme reforzado de arena y cemento. Esta pista tiene una pendiente algo fuerte, es pura subida. Me paro un momento a tomar agua y colocarme bien las mochilas. Me tomo con mucha calma esta subida, unos 70 metros de desnivel hasta el cauce de un barranco de cumbre no muy ancho, al otro lado del cauce sigue la subida, menos pronunciada, por una pista muy deteriorada, más complicada y llego a una torre de incendios (Chavao). Ahora sigo por un sendero, señalizado con carteles, y en unos pocos metros tomo a la derecha en una bifurcación de senderos (el PR 70). El sendero no es del todo claro, se nota que apenas lo mantienen, a veces tiene filas de piedras, a veces nada. Va por un pinar joven con un soto bosque ralo y mucha piedra. Un trayecto agradable. En unos dos o tres minutos paso el cauce de un barranco (Tágara) donde unos carteles advierten de que hay que extremar las precauciones por el paso de un cauce. Puede que en algún momento pase mucha agua por aquí, pero me parecen una exageración muy fuerte estos carteles, en general, no ha de pasar nada de agua, como ahora, y si pasa mucha agua ya se ve muy bien como para que haga falta advertirlo. Debe ser cosa de funcionarios que desde sus despachos imaginan cosas.
En este tramo hay grandes pinos canarios caídos, con unos troncos gruesos y de corteza preciosa, monumentales. Interrumpen el camino, hay que saltarlos o rodearlos. Poco después el sendero empieza a bajar por una loma (Lomo del Pino). Cuando estoy empezando a bajar me doy cuenta de que me falta una mochila, la que me pongo delante y en la que llevo el agua, el paraguas y los auriculares, me la he dejado al principio de la subida por la pista reforzada, tengo que regresar por ella, esto no admite alternativas. Apenas un minuto y cuando vuelvo algo frustrado por este percance suena el teléfono, me llaman para darme una cita que he pedido con un médico en el hospital San Juan de Dios, sin embargo, tras las primeras palabras me dicen que se entrecortan mis palabras y me cuelgan el teléfono. Cuando logro llegar a un sitio con buena cobertura y llamo sale un telefonista que me pregunta que a qué departamento llamo, que hay 500. Al no saber yo qué decirle me cuelga, adiós, chao. Este doble paréntesis frustrante me deja algo tocado y por si fuera poco empiezo a oír el aparatoso jaleo de un helicóptero que revolotea no muy lejos de donde estoy, lo veo dar vueltas y me fijo en unas extrañas nubes que suben por la ladera, y me pongo a pensar que si se habrá declarado un incendio. Es un triple paréntesis que me deja un poco fuera de mí.
Disciplinado trato de aparcar todo eso en mi cabeza y regreso y, afortunadamente, encuentro mi mochila, justo donde pensaba. Retorno por donde he venido y en el trayecto de vuelta hasta el Lomo del Pino voy pensando en cómo resolver lo de la cita del médico, llego a la conclusión de que no me van a dar una cita para hoy, así que lo puedo resolver otro día. Las cosas van mejorando cuando dejo de ver al helicóptero y las nubes se despejan. Así y todo, me cuesta un rato largo despegarme de todo esto y volver al paisaje. Un paisaje precioso por una cresta rocosa y un camino serpenteante que a veces no está claro con vistas a dos grandes barrancos y unas vistas diáfanas hacia la costa y la isla de La Gomera, en la lejanía, cubierta de nubes.
Sólo cuando he bajado casi toda la loma me empiezo a reintegrar en el paisaje, es cuando tuerzo a la derecha en una bifurcación (1770m) donde hay un gran pino caído. Sigo bajando por un sendero, ya muy claro, y en una segunda bifurcación (1690m) tomo a la izquierda por un viejo camino (señalizado con una equis), medio abandonado, y bastante invadido de escobones y pequeños pinos. Como lo recorrí hace poco no me cuesta mucho seguirlo. En dos o tres minutos llego a un llano con grandes pinos caídos, estos tienen los troncos chamuscados, ardieron totalmente. Pero incluso quemados tienen una rara belleza. Este tramo que he hecho hasta el llano es parte del antiguo camino de Córcoba que por aquí tuerce a la derecha pero que según dicen está cerrado más abajo. En todo caso yo voy hacia otro lado hoy y sigo recto siguiendo la misma dirección que traía. Paso a la izquierda de una pequeña elevación por un tramo reconocible de pista que se pierde enseguida y después sigo campo a través en ligera bajada y lo más recto que puedo y paso a la izquierda de otra pequeña elevación. Por aquí hay zonas con grandes pinos, de troncos chamuscados, pero bien ramificados y en buen estado. El soto bosque es de escobones, malpicas y tajinastes azules, muy denso. Me cuesta mantener la trayectoria. A veces encuentro un viejo sendero que desaparece enseguida. Sigo. Voy hacia una mesa, una planicie (Mesa de la Fogalera) que hay un poco más adelante, sólo la atisbo por momentos. Lo tengo bastante fresco de hace tres semanas. Siento un gran alivio cuando llego a la mesa (1610m) tras pasar una pequeña degollada (1600m). La mesa es alargada y cubierta de vegetación baja y tiene restos de muros bajos y un sendero la recorre hacia abajo zigzagueando.
Al terminar la parte más llana de la mesa (1600m) ya me enfrento con la loma (Lomo Adara) por donde quiero bajar. Hasta aquí llegué en la excursión de hace tres semanas (la 1516). Ahora empieza lo bueno, ahora empieza lo desconocido. El plan es bajar por la arista hasta los 1240m aprox., descender hacia la izquierda al cauce de un barranco (Tágara) y subir la ladera contraria hasta otra loma. Vamos a ver.
Con visibilidad perfecta inicio el descenso por un terreno algo irregular con grandes rocas. La arista de la loma por donde tengo que bajar destaca claramente, difícil confundirse, es una arista bien definida. Domina el tajinaste azul de Tenerife, en marzo y abril (cuando florecen) esto debe ser un espectáculo, también hay malpica, incienso, tabaiba, escobón. Me sorprende, agradablemente, que vaya encontrando una trayectoria clara por donde bajar, no lo llamaría un sendero, pero no tengo que bajar campo a través. La arista tiene un desnivel constante (de un 30%) con salientes rocosos que o bien destrepo por la izquierda o por la derecha. Los salientes son de grandes rocas de color beis. Y tras destrepar vuelvo a encontrar una trayectoria clara por donde seguir. Esto me da buena sensación. Puede significar que abajo haya un paso para cruzar el cauce del barranco. El día se ha vuelto más caluroso. Mirando hacia la izquierda, hacia la ladera contraria del barranco, destaca un precioso risco vertical de columnas basálticas. (He estado estudiando el perfil de la loma en su parte inferior tanto con el Mapa Topográfico Integrado como con fotos aéreas -ortofotos, y me ha parecido que abajo, en la parte final de la loma, tengo una oportunidad bajando hacia la izquierda, pero no recto, hay una caída, ni tampoco hacia la derecha).
La bajada es bastante trabajosa. Hay zonas de vegetación más densa, aunque nunca se llega a cerrar del todo, puedo pasar entre los tajinastes (sus flores del año pasado totalmente secas) y las malpicas me pican, cómo no, aquí y allá. No llego a ver nunca hitos, ni marcas, la loma parece muy poco transitada, deben ser caminos muy antiguos por los que voy bajando. Hacia la derecha distingo una pista que va a una galería (Río Bermejo, excursiones 1293), también se ve bien el camino de Córcoba, un sendero fino por la ladera contraria (excursiones 1293 y 1516). Pero sé bien que esta loma tiene por su derecha un risco vertical. Así y todo, me gusta mucho descubrir y distinguir esos caminos y pistas. Casi todo el terreno amplio que diviso no tiene marcas de presencia humana, sólo esa pista y ese sendero y también un canal y un sendero que va por la loma de la izquierda hacia otra galería (Saltadero del Junco), esos pocos caminos enfatizan la ausencia de presencia humana, me imagino que estas laderas estuvieron cubiertas de árboles y arbustos más grandes en tiempo remotos. Al llegar a los 1300m (unos 300 metros de desnivel desde la Mesa de la Fogalera) veo bien que el risco por la izquierda de esta loma es muy vertical; no es muy alto, pero lo suficiente para no poder destrepar por ahí. Me paro y al mirar hacia el cauce del barranco de la izquierda (Tágara/El Sauce) veo que la ladera baja suavemente hasta el cauce pedregoso y gris, la bajada por la ladera no es recta, directa al cauce sino que hay que ir echándose hacia la izquierda (la clásica maniobra para bajar al cauce de un barranco). No tengo la paciencia para seguir bajando toda la loma (hasta los 1220m aprox.), lo apuesto todo a bajar hacia el cauce pedregoso y gris.
La bajada es muy complicada, por aquí ya no hay sino vegetación más o menos densa y caídas pequeñas o medias entre piedras y rocas grandes. Tras avanzar unos cien metros me topo con un risco, el mismo que ya he visto desde arriba y que se extiende por una gran franja de esta ladera, lo empiezo a rodear echándome más hacia la izquierda, me paro cada poco, pero no logro ver ningún sitio por donde bajar, siempre me topo con una caída de varios metros. Ahora tengo que ir hacia la izquierda sin bajar nada o incluso subiendo hasta que tras unos cien metros más llego al final del risco donde descubro un gran hito formado por grandes piedras, una buena señal. Ahora puedo seguir bajando por la ladera y atravieso una hoya pequeña con vegetación muy alta. Tengo a la vista el tramo del cauce pedregoso y gris al que me voy acercando cuando me topo con otro risco vertical, este logro destreparlo, no es muy alto, logro destreparlo por el único sitio posible, lo memorizo desde abajo por si tengo que regresar, por si no logro cruzar el barranco. Sigo bajando hacia el cauce gris y pedregoso, pero de nuevo me topo cuando ya estoy muy cerca con otra caída, y ésta por más que me empeño no logro rodearla, se mantiene constante, el rodeo es bastante peligroso y expuesto. Estoy tan cerca y tan lejos, en realidad. Vale. Ya son más de las tres de la tarde, no he comido, empiezo a tener mucha hambre, pero quiero retrasar el comer hasta que no haya resuelto esto. Con mucha paciencia y sin apurarme deshago el trayecto por el sitio expuesto y ahora empiezo a ir en paralelo al cauce y hacia abajo. Qué paciencia y qué sangre fría hay que tener. Me consuelo con que, simplemente, es posible, es posible avanzar en paralelo al cauce. A medida que avanzo tengo mejor vista de la ladera y veo que hay una bajada suave, ahora sí. Y lo mejor es que voy descubriendo pequeños muritos, muy primitivos, muy antiguos en la trayectoria que voy siguiendo en paralelo al cauce, es una señal buenísima. Deben ser los restos de un viejo camino para bajar al cauce. Se me hace largo, es muy trabajoso, hay que subir y bajar, pero sigo encontrando pequeños tramos de murito. Y, por fin, logro llegar al cauce del barranco (1170m aprox.). El cauce es estrecho y bastante llano. Vale. Ya he bajado. Ahora tengo que ver por dónde subir.
La ladera izquierda del barranco es mucho más vertical que la derecha, de piedras negruzcas puntiagudas, es como un gran escudo, como la piel de un saurio gigantesco, formado de grandísimas escamas. Es un contraste fuerte con respecto a la ladera por la que he bajado, de piedras beis y, en comparación, mucho más suave. Sin apurarme empiezo a recorrer el cauce, que tiene pequeños saltos suaves de basalto gris y muchos derrumbes de piedras, piedras de forma irregular, señal de un evento reciente. Paso unos cuatro pequeños saltos hasta que me topo con uno alto, imposible y no he logrado ver ningún sitio claro por donde subir la ladera. Retrocedo. Intento por un sitio, lo dejo, demasiado arriesgado. Retrocedo otro poco más y me decido por un sitio que puedo trepar en ligero zigzag. Ayudándome de los brazos, las manos y las piernas voy trepando. No me cuesta. Me es suficiente que pueda trepar. Tras subir unos quince o veinte metros llego a una zona de vegetación muy densa, con grandes escobones en plena forma, bien ramificados, y con grandes escobones caídos y secos que forman una maraña increíble, además de los tajinastes azules, vinagreras y tabaibas. Y aquí descubro los muros gruesos de un viejo camino que sube por la ladera en zigzag. Son las tres y media de la tarde. Me siento a comer. Todavía me falta subir la ladera, pero ya he resuelto lo más complicado. Mirando la ladera contraria me doy cuenta de que podría haber bajado la arista de la loma hasta los 1200m y después bajar por la ladera hasta, más o menos, el sitio por donde he accedido antes. Vale. Ya lo sé para otra vez.
Mientras como el cielo se va cubriendo y, además, suben nubes vaporosas que empiezan a cubrir la loma por donde he bajado, un poco más y no hubiese tenido vistas para saber por dónde bajar. La subida que tengo por delante me va inquietando y no logro terminar de comer, todavía comiéndome el bocadillo empiezo a subir, pero no por el viejísimo camino sino en vertical trepando por los muros y es que el viejísimo camino está totalmente invadido de escobones. Los muros no son muy altos y me permiten treparlos. Tengo que ir muy despacio. Cuando el zigzag del viejo camino se echa a la izquierda entonces lo abandono y sigo subiendo o recto o echándome a la derecha por la ladera luchando con los tajinastes, las vinagreras, las tabaibas y los escobones, tanto secos y caídos como vivos y verdes. Es una subida de pendiente constante sin saltos, ni riscos, me tengo que, de nuevo, armar de paciencia, para ir avanzando. En una de las innumerables veces que miro hacia arriba me siento aliviado cuando diviso una tubería metálica. Logro subir hasta ella, la supero y subo otro poco hasta un canal, acompañado de otra tubería, esta grande y de color bermejo. Sigo por el canal hacia la derecha y en unos 50 metros llego al sendero (1300m) que baja por lo alto de la loma (es el sendero que comunica Chirche con la casa forestal de Tágara).
Prueba superada, ha sido de lo más emocionante y trabajoso, pero aquí estoy. Llego al sendero por un tramo rocoso. Enseguida encuentro una bifurcación y tomo a la derecha para empezar a bajar al lado de la tubería gruesa con un agradable rumor de agua sonando dentro de ella. El camino es infame, es pedregoso, muy pedregosos, ancho, sí, pero hay que ir muy atento al suelo y las piedras. Las vistas son amplias a ambos lados, vistas de colinas suaves con cubierta corta de vegetación. A la derecha las nubecillas que han subido por el barranco las han cubierto, así y todo, tienen su misterio y su belleza. La sensación fantástica que me ha quedado después de haber logrado atravesar el barranco de Tagarga/El Sauce es lo que me protege de la tortura de la pedregosidad este camino antiguo. Poco a poco voy viendo las casas de Chirche, apiñadas en un espacio pequeño bajo una loma. Me lleva su tiempo alcanzar la altura de Chirche. Sigo recto en varias bifurcaciones y sólo tuerzo en los 900m. a la derecha por una pista hacia Chirche, y un poco antes de llegar a Chirche tuerzo a la izquierda por un sendero PR señalizado (PR 70). Me gusta un naranjal en una huerta que veo desde arriba. Y otro a la izquierda cargado de naranjas, todavía verdes. El sendero es un antiguo camino real que baja al lado de viejas terrazas de cultivo separadas por muros donde ahora sólo crece una yerba seca grisácea que forman corrientes, como si hubiese un agua invisible que las meciese. Al fondo algunos almendros ya tienen muchas hojas y están muy frondosos. Lo más interesante por aquí además de los gruesos muros de las viejas terrazas son los hornos de tejas. Hay varios. Están en el borde del terreno. Parecen pozos. El recubrimiento interior liso los delata, también los preciosos bloques de piedra y de tosca. Una era, a la derecha, conserva sus lajas anchas planas. Por lo demás el sendero es igual de demandante, es pedregoso o de placas rocosas. A la altura de Aripe (a la derecha, 740m) me desvío por un sendero señalizado hacia Aripe. Ya estoy aburrido de senderos difíciles abruptos e irregulares y quiero un poco de asfalto liso. Me confundo dos veces de camino bajando al cauce de un barranco ancho y sin salidas hasta que por fin logro ir por el correcto y eso que está perfectamente señalizado.
En Aripe entro a un bar donde algunos locales toman copas. Después del silencio de mi travesía sus voces resuenan muy fuertes y para el camarero soy invisible. Espero paciente. Una mujer que se ha fijado en mí le dice al camarero “ese señor está esperando”. Gracias, señora, aunque ella no parece darle importancia. Consigo agua con gas y sin gas mientras escucho como el hombre que está sentado a mi lado que tiene una gran cintura le habla a otro de que tiene que ir al cardiólogo y que le gusta trabajar a su aire en sus cosas. Hago mis mezclas de aguas y con ellas en la mochila empiezo a bajar por la calle asfaltada hacia Guía. Voy bastante deprisa y paso por delante del inmenso distribuidor de aguas y de las marañas de tuberías, gruesas, finas, de metal, de plástico que, enterradas, atraviesan la carretera y salen al otro lado, qué caos de distribución. Enseguida llego a Guía y callejeo hasta la calle principal a donde llego cerca de una parada de guaguas enfrente de una óptica (Europtica). Consulto en la app de Titsa el horario de la 460 y como dispongo de 16 minutos me llego a una farmacia cercana para conseguir una medicina. La empleada, las empleadas, se traban con mi receta electrónica y tardan muchísimo y angustioso tiempo en darme el ok. Cuando salgo veo que viene la guagua (la 460), le hago señas y, maravillosa y milagrosamente (no estoy en la parada), se para y me deja montarme. Me recorre una felicidad total en este momento “gracias, señor conductor” le digo humildemente, incluso servilmente, dos veces. La diferencia entre guagua y no guagua es tan grande que ni la quiero imaginar.
Sentado en el asiento delantero me pongo a escuchar música con el Spotify que tengo instalado en el móvil y con unos maravillosos auriculares de Sony que he conseguido hace poco (los WH-1000xm4). Y directamente entro en trance, el aislamiento acústico es total y la calidad de la reproducción fantástica, la música parece venir de muchos lados. Después de una excursión tan intensa como esta redondearla escuchando música y concentrado 100 por 100 en ella es algo que me llena de felicidad, de una felicidad básica y total. Empiezo escuchando “These boots are for walking” de Nancy Sinatra y después le pido a Spotify que siga con la radio de esa canción. Después de una hora de paraíso musical viendo como anochece en el norte de la isla todavía me bajo con los auriculares puestos y sólo cuando llego a mi coche, aparcado cerca de la estación de guaguas, me los quito. Una fiesta, esto ha sido una fiesta.
Cuando, ya de noche, llego a mi casa y miro por la ventana veo la misma ladera iluminada que vi por la mañana antes de amanecer, la misma constelación con sus formas definidas en las que destaca la gran línea de estrellas desde la costa hasta las cumbres: Icod, Las Canales, El Tanque, Ruigómez y Erjos. Es como cerrar un paréntesis, y me parece que hoy no he salido de casa.
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Track orientativo, no obtenido durante la excursión, elaborado después de realizarla
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