• Excursión 201. 18 Septiembre de 2014. Jueves.
Icod el Alto. Masapé.
Municipio: Los Realejos.
De 17.30 a 19h. De 500 a 325 a 500m.
Distancia: 3,3km. Duración: 1h 30m.
Recorrido por una meseta-saliente sobre el mar con vistas a la costa norte
Después de tres semanas de paro forzoso y la visita a dos fisioterapeutas parece que me he recuperado. Y mientras tanto y todo el rato he tenido en mente cuál era la siguiente excursión: Icod el Alto. Voy a traspasar el valle y seguir más allá del borde de Tigaiga. Para llegar a Icod el Alto hay que pasar por Los Realejos, subir al Realejo Alto y recorrer una carretera con muchas curvas que va escalando por la ladera de Tigaiga. En esta carretera han hecho un circuito para caminantes en los últimos kilómetros y las vistas son estupendas. En el extremo está el mirador del Lance. La propia carretera de subida es en sí misma es un referente importante en el paisaje cuando se observa la ladera desde la costa. La puedo identificar desde mi casa (Tacoronte) a unos treinta y cinco kilómetros en línea recta.
Icod el Alto es parte de Los Realejos. Tardo unos 40 minutos en llegar en coche hasta el barrio del Masapé (480m). Esta zona está en una planicie rodeada por dos grandes barrancos (Madre del Agua y Ruiz) y limitada por un acantilado sobre la costa norte. Después de pasar el mirador del Lance la carretera describe una gran curva para atravesar el barranco de la Madre del Agua. En la recta que sigue me desvío a la derecha después de la iglesia por una calle (camino Real). Y después bajo por una calle con mucha pendiente hasta un pequeño barrio (Los Arrifes/El Masapé) donde dejo el coche y sigo caminando.
Con mi mapa en la mano encuentro la pista de tierra que baja hacia el extremo derecho de la planicie. La sigo hasta el caserío de El Riego, no más de media docena de casas en línea recta hacia el mar. Hay poca actividad agrícola, sólo un campo grande rodeado de flores, pero sin plantar. Lo mejor son las continuas y estupendas vistas sobre parte del valle y el extremo de la isla hasta Juan Fernández (Tacoronte). El cielo está muy cubierto de nubes, pero a veces sale el sol e ilumina caprichosamente una franja del paisaje y hay un momento en que un foco atraviesa la densa capa de nubes grises e ilumina el Jardín del Sol ¡mi caaaaasa! En el mar se dibujan muchos caminos, dándole mucha más profundidad a la inmensa superficie. A pesar de lo tranquilo del mar en la playa del Socorro hay mucha espuma blanca.
Llego hasta el extremo del caserío y de una casa con una bonita terraza enseguida sale un hombre (el dueño) que me informa de que se puede bajar un poco por el risco, que hay un saliente para ver la playa del Socorro y que hacia el otro lado de la planicie (hacia el barranco de Ruiz) se ven unas buenas puestas de sol. El hombre es muy acogedor. Me dice, también, que había una escalera de cemento que bajaba hasta la costa (por donde la gasolinera), pero que algunos tramos se desplomaron y ahora ya no se puede bajar.
Sigo por la callecita estrecha que pasa por delante de las casas hacia el mar y bajo un rato por el risco (por una escalera de piedra en muy mal estado) hasta un peñasco cubierto de líquenes amarillos. Me siento un rato largo (contrario a mi práctica usual) y disfruto muchísimo de todas las vistas, sobre todo de la playa del Socorro, y del triángulo totalmente cubierto de plataneras por encima de la playa. Los surfistas se agrupan lejos de la playa esperando su ola. Intento bajar por los restos de escalera hacia la gasolinera que está al lado de la carretera, pero está demasiado resbaladizo y es muy peligroso, así que lo tengo que dejar. Vuelvo y a la entrada del caserío, veo una pista (camino la Fajana) que va hacia la izquierda (el este), tiene una cadena pero como está en el suelo, avanzo por la pista de tierra con precaución hasta cerca del borde de la planicie, me llama la atención una caseta grande, es un almacén, tiene el portón abierto, y de dentro sale un olor muy fuerte a uvas fermentadas, por fuera también me gusta el olor de uvas muy maduras en las vides, y el olor a viejo y a moho. Llamo a voces para hablar con la persona que está por aquí, pero mis voceos no surten ningún efecto y temeroso de que sea privado vuelvo por dónde he venido. En esta parte de la planicie hay algunas casas aisladas valladas, y una densa vegetación en el borde del barranco y en el acantilado. Hacia arriba se ven las casas de Icod el Alto a lo largo del borde del barranco. Regreso lentamente por el camino, paso la cadena y vuelvo a subir por la pista de tierra hacia el barrio de Masapé. Saludo a varias personas en este tránsito y me queda una impresión muy buena, un sitio muy aislado y de gente amable y tranquila que saluda muy cortésmente.
Cuando vuelvo a casa y miro desde casa la costa que he recorrido hoy me doy cuenta de que reconozco, a simple vista, el caserío del Riego, es muy distintivo, es una pequeña tira blanca pegada al borde de un acantilado y al lado de un barranco. En el resto de este saliente no hay ninguna casa en el borde. Las otras casas están lejos del acantilado o están ocultas por la vegetación. Me gusta mucho esta sensación de haber estado allí y después desde aquí mirar hacia a dónde acabo de estar. Al reconocerlo tan claramente la distancia psicológica entre mi casa y el caserío del Riego se hace pequeñísima.
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Track orientativo, no obtenido durante la excursión, elaborado después de realizarla
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