• Excursión 1280. 22 Junio de 2021. Martes.
Montaña del Socorro.
Municipio: Güímar
ENP: Reserva Natural Especial del Malpaís de Güímar
De 15.33 a 19.16h. De 90 a 185 a 100 a 280 a 5 a 40m.
Distancia: 12,2km. Duración: 3h 43m
Visita a dos volcanes en la costa de Güímar, Los Guirres y El Socorro. Soportando un viento atroz asciendo a ambos volcanes, el segundo con un gran cráter. Desciendo del segundo por un viejo camino de arena suelta con gran sensación de ingravidez. Paso una zona antigua de cultivos sobre escorias, atravieso el polígono industrial, un contraste fortísimo. Finalizo pasando al lado de un viejo pueblito marinero y por un sendero por la costa llego hasta Candelaria y la hermosa vista del valle de Güímar sobre la iglesia
Todavía vapuleado psicológicamente por la excursión de ayer pero incapaz de quedarme en casa decido salir a subirme a la montaña del Socorro, en Güímar.
Despejado en Santa Cruz cuando salgo en la 120 (14.45h). Cuando la guagua no para en los alrededores del acceso a la carretera que baja al Puertito desde la TF-1 me doy cuenta que hubiese sido mejor haber tomado la 111. Esta línea baja hasta el Puertito para al volver a subir y parar enfrente de la gasolinera (Puzol) cerca de la TF-1 (15.28h), es decir, tres cuartos de hora, demasiado tiempo. Vale. Antes de subirme a la montaña del Socorro (Montaña Grande) voy a visitar la Montaña de los Guirres, otro volcán algo más pequeño que está cerca. Cruzo a la gasolinera (Puzol de Disa) la rodeo y me meto por una calle a la izda. Es una pista ancha medio cubierta en los laterales de arena fina, es la arena que el viento fuerte que predomina en la zona trae de todos lados. Tras la gasolinera paso una fábrica de prefabricados de donde asoman dos depósitos cilíndricos polvorientos, uno verde, el otro amarillo, muy fotogénicos. Antes de la primera curva encuentro un sendero que sale a la izquierda hacia las faldas de la montaña de Los Guirres. Es un volcán en forma de media luna o, quizás, dos volcanes de igual altura y muy juntos. El sendero sube hacia un depósito de agua, cuando lo supero veo que tiene un fondo de agua verdosa. Tras el depósito sigo subiendo campo a través por la ladera, muy rala de vegetación, de escoria rojiza compactada y piedras sueltas aristosas de escoria. El viento ya bate cuando estoy subiendo.
Desde lo alto de la montaña (186m) puedo ver bien las instalaciones de la fábrica de prefabricados, con líneas paralelas de bocas de pozos hechas de cemento, que me parecen cascarones de altavoces. Enfrente y al otro lado de la autopista se eleva la montaña del Socorro, cien metros más alta que esta. Por la parte llana de arriba por una zona de tiras alargadas de lavas petrificadas camino hacia el otro volcán. En el centro descubro muros bajos de terrazas muy antiguas, hace mucho abandonadas. En un gran hueco, excavado para extracción de áridos, a la derecha hay una línea de colmenas; no parecen tener actividad. Tras una ligera bajadita empato con una pista ancha y llego a la cima del segundo volcán (186m, también). Las tabaibas son pequeñas y están acostadas, las aulagas casi todas secas y enanas, el incienso como quemado y ralo, aquí debe reinar un tiempo extremo. La cima es una llanura despejada con vistas hacia la costa y los edificios del Puertito. Empiezo a bajar por la ladera, pero el viento es tan fuerte que pensando en el viento atroz que me va a hacer en la montaña del Socorro (más alta) que tomo la decisión de darme un descanso antes de someterme a la subida fuerte de la excursión. Por la pista ancha y por otro camino que el de subida bajo hasta una calle (Camino Los Guirres). Por aquí hay una mezcolanza de chalets aislados, vallados, con actividad indescifrable, parcelas vacías, invernaderos, huertas y grandes excavaciones de áridos. Un paisaje rehecho mil veces. Sigo por la calle entre muros de fincas, sí, esos típicos muros con espacios entre los bloques, o hechos de bloques con agujeros, seis por bloque. Paso los depósitos fotogénicos. Cruzo la carretera, bajo un poco y me meto por la izquierda por una calle (Camino Samarines). Aquí domina una empresa de transportes con mucha actividad, después voy encajonado entre fincas con plantaciones de cactus y palmeras hasta un puente que cruza la autopista. Mucho polvo y tierra por todos lados. Pasan camiones y todo terrenos. También tres corredores delgados que van en silencio, qué raro con lo parlanchines que son. Cruzo el puente sobre el fragor de la autopista. Me echo a la izquierda hacia unas fincas y por una pista (Camino Samarines) entre muros llego a otro puente sobre la autopista. Varios coches están aparcados. El viento rachea. Un hombre joven que está muy moreno con pantalones cortos de deportes, gafas de sol molonas y sin camisa hace estiramientos. Me mira serio. Nos miramos. No digo nada, él tampoco. ¿Cómo puede estar tan expuesto al sol? Me pregunto yo. Seguro que él se pregunta de mí ¿cómo puede ir tan tapado con este calor y este sol?
Un senderillo estrecho y bien marcado con doble fila de piedras está justo al lado. Pero este no es el de subida, ¿dónde está? Lo encuentro pronto, está hecho de grava muy gruesa, piedras de pequeño tamaño forman una alfombra gris que apenas resalta del entorno de balos, tabaibas, pencas y aulagas; todas tienen un aspecto mejor que en la montaña de Los Guirres. El sendero es una tira como de un metro de ancha que sube muy recta por la ladera. La grava gruesa está suelta y por cada paso que asciendo bajo un cuarto de paso. Me tengo que ir asentando en el terreno con cada paso, no puedo ir más deprisa. Tantas veces he pasado por la autopista y he visto esta montaña y siempre me he preguntado si habría o no sendero de subida, nunca lo he distinguido, ni el menor atisbo. He tenido que venir a la montaña para verlo. El sendero tiene algún pequeño desvío para seguir subiendo. Paso una pequeña construcción de cemento, como una caja abierta ¿algún distribuidor de agua? Sigo subiendo. Más arriba el sendero es de tierra, terreno más firme y mejor para seguir subiendo. Con determinación y soportando las rachas de viento voy subiendo y… llego al borde del cráter. Es una visión magnífica. Todavía me queda otro trecho para subir a lo alto. El círculo (más bien una elipse) está inclinado, estoy en la parte más baja. Es típico de las zonas con vientos dominantes. La lava, los gases al salir impulsados por el viento se derraman sobre un lado predominantemente y así se crean estos cráteres inclinados. Tiene su buena hondura hacia abajo, parece muy regular desde este punto. Me impresiona. Me recuerda a escala reducida al cráter del volcán del Infierno en Tegueste. Subo por el borde que da hacia el mar. Cada vez con más viento. Es tan fuerte que casi ni puedo pensar. En lo alto (280m) las rachas de viento son tremendas. Un cilindro de cemento con un cubo en la base está caído al suelo ¿también el viento? Me refugio del viento un momento detrás de él. Es un mirador fantástico hacia El Puertito y toda la ladera hacia el mar y la zona del polígono industrial de Candelaria. Hago fotos panorámicas. Pero no puedo quedarme ni un minuto aquí. Es demasiado intenso. Bajo por el otro lado del borde del cráter, el lado a tierra. De la autopista viene un ruido constante hecho de zumbidos sordos y cacharrosos que crecen y decrecen, los coches, y de estruendos, los camiones y las guaguas. Durante la bajada veo que el cráter tiene zonas irregulares. No bajo al interior del cráter. Completo el recorrido del borde del cráter. Sigo un poco y empiezo a bajar por un camino muy ancho que desciende bastante recto. Es un camino de arena suelta. Bajo hundiendo mis pies en la arena. Dejándome caer. Todo está marcado de agujeros, los que hacen los que bajan (o suben). Es una sensación maravillosa bajar por aquí. Como de ingravidez, de bajar acolchado, y los zapatos no se hunden tanto como para que se me meta mucha arena por dentro. Si pensaba que la subida fue complicada y esforzada por donde subí, no me puedo imaginar lo que sería tratar de subir por aquí, por cada paso que se sube seguro que se baja otro. Pero yo me concentro en lo mío, en bajar deslizándome, arrastrando los pies tras hundirse en la arena. No quiero que termine. Me encanta. Finalmente llego abajo.
En la base encuentro un sendero. A la derecha hay un pequeño volcán erizado y picudo. Ahora me alejo de la montaña por el sendero hasta llegar a un camino con muro justo en el momento en que pasa el muy moreno con gafas molonas de antes junto con otro igual de moreno y también en pantalones cortos. Van sudando como sementales al galope. Mientras pasan corriendo me miran con desaprobación, no dicen nada. Yo tampoco. Se distinguen restos de terrazas, monolitos pintados de blanco aquí y allá marcan el terreno ¿Qué serán? Restos de canales, secos, claro, alguna caseta, muritos recuerdan una actividad agrícola muy antigua. Por la retícula de senderos y caminos y pistas, muchos más de los que vienen en el mapa de OSM me voy dirigiendo hacia una rotonda en el límite de la zona industrial. Es todo un contraste salir al asfalto y caminar por estas anchas avenidas entre grandes naves y parcelas desocupadas con materiales dispersos de construcción donde crecen los balos y las aulagas. Han plantado falsos pimenteros del Brasil y pinos en los espacios ajardinados entre las naves y la acera. Suavizan un poco el ambiente. A mí me gusta de todas maneras pasar por esta zona de naves industriales, en la mayoría no se ve ninguna actividad. Y así calle tras calle. Me gusta lo liso del terreno. Me gustan los números en pequeñas plaquitas de cemento, también ir azocado del viento. La calle termina en unas naves. Me echo hacia el mar unos pocos metros y encuentro un pasillo entre dos naves que da a un pequeño barranco reseco (Las Hornillas). Por la trasera de las naves bajo hasta cerca de una playa de cayados (Playa de Lima). Me doy una buena costalada, sin consecuencias. En la calle de abajo (El Tarajal) sigo hacia la izquierda y rodeo por encima el pequeño y antiguo barrio de La Viuda. No me atrevo ir por la costa, el viento es muy fuerte, me impresionan las olas blancas en paralelo y el azul del mar me recuerda una marina intensa, la naturaleza imitando el arte. Vuelvo a toparme con unas naves tras seguir una calle hacia Candelaria, inseguro de si habrá continuación por arriba antes de llegar a la autopista opto por ir por un sendero pegado a la costa, a pesar del viento, ya no es mucho lo que me queda. Entre dos naves y por un sendero marcado (de este me habló un hombre en otra excursión, la 450) bajo hasta la costa rocosa y sigo hacia la izquierda, bajo a la playa de Samarines, nadie por aquí, seguimos en pandemia. Paso el cauce del barranco (Samarines) y, al otro lado, sigo por el sendero, pero me salgo de él hacia arriba hasta llegar al final de una pista y pronto llego a la vista sobre la basílica con las dos palmeras, la vista fantástica, algo elevada, del lado oriental del valle de Güímar, con el perfil de las montañas y la costa elevada antes del Varadero (Montaña Bermeja) y las moles blancas de Tabaiba y Radazul. Bajo hasta el nivel de la iglesia, pero vuelvo a subir en la primera calle a la izquierda que puedo. Callejeo por escaleras viejas y trozos antiguos de senderos por las calles de Candelaria hacia la rotonda de la autopista hasta la parada de la 111 en la autopista (hay que pasar por delante de la gasolinera) justo en el momento en que llega la 111 (19.06h), lo cual es algo maravilloso. Perfecto. En la guagua sobre todo hay mujeres jóvenes consultando sus móviles. En un suspiro llegamos a Santa Cruz (19.24h).
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Track orientativo, no obtenido durante la excursión, elaborado después de realizarla
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El Socorro a Candelaria (parte primera)
El Socorro a Candelaria (parte segunda)