• Excursión 942. 9 Mayo de 2019. Jueves.
Montaña Yegua Blanca. Montaña La Negrita. Dorsal de La Esperanza. Las Calderetas
Municipio: La Orotava. Arafo. Candelaria. Güímar. Santa Úrsula. La Victoria. La Matanza. El Sauzal.
ENP: Parque Nacional del Teide. Parque Natural Corona Forestal. Paisaje Protegido Las Lagunetas.
De 10.52 a 20.56h. De 2190 a 2088 a 2240 a 806m.
Distancia: 27,5km. Duración: 10h 4m.
Larga excursión por la dorsal de La Esperanza desde la montaña Yegua Blanca hasta la zona recreativa de Las Lagunetas. Yendo por la carretera, por pistas o senderos. Me encuentro con una senderista perdida y hacemos el recorrido juntos
Dejo el coche en el intercambiador de La Laguna. En guagua voy hasta La Esperanza (10.01h). En la parada está Tom que se alegra de verme, “cuánto tiempo sin verle”, dice. Yo, también, me alegro de verlo, me resulta amistoso, agradable, nada agresivo, no hablamos mucho durante el trayecto. Me deja en las Piedras de Mal Abrigo (10.54h, 2136m, 33€).
Tiempo estupendo aquí arriba. Mi plan hoy es ir por pistas y senderos cercanos a la carretera dorsal hasta La Esperanza. Como he llegado temprano tengo curiosidad, primero, por localizar una fuente y un viejo pozo de hielo que hay por debajo, y el principio de un sendero que va eventualmente hasta La Hidro en Güímar. Avanzo por una pista al lado de las Piedras y en la primera curva (donde hay grandes piedras) me salgo y relativamente pronto veo un refugio (Mal Abrigo). El refugio es una habitación amplía vacía con una abertura sin puerta, tiene una buena vista sobre la ladera que se hace más pendiente justo por debajo. Vamos, un buen sitio. Ahora, un poco a lo loco, bajo por la ladera con trazas de sendero entre las retamas, que son arbustos muy grandes por aquí y llego a un sendero más claro en una parte llana y describiendo una gran curva bajo por terreno suelto. El sendero cruza el cauce de un barranco somero (Las Manos) y bajo una pared de roca veo un hueco, en su interior hay un bidón vacío, debe ser la fuente del Mal Abrigo, la cuestión es que no tengo claramente definida la posición del pozo de hielo, que debe ser, además, muy difícil de ver, probablemente cubierto de plantas. Bajo por un sendero entre la arenisca y las piedras sueltas hasta que recuerdo que el pozo tiene que estar más arriba, por encima de la fuente.
Y cuando estoy volviendo oigo unas voces y pienso en excursionistas escandalosos, pero no, se trata de una mujer con una gran mochila que se dirige a mí. Hablamos en inglés. Me pregunta por la fuente y le digo que está seca. Le llevo hasta la fuente para que lo compruebe. Me pregunta si tengo agua, que se le está acabando, la tranquilizo y le digo que sí, que puedo compartir con ella la que tengo. Puesto en modo rescatador me olvido de buscar el pozo de nieve. Pasamos el refugio y llegamos pronto a la carretera dorsal. Ella me cuenta que su objetivo es ir a La Vica, lo cual, más o menos va por el recorrido que yo voy a hacer hoy así que le propongo que vayamos juntos. Acepta. Poco a poco me va a ir contando detalles de su travesía. Empezó en El Escobonal y subió por la pista de Anocheza, hizo noche (trae su caseta y un saco para dormir), y siguió por la mañana, (poco antes de la casa forestal de Güímar) continuó por la pista que viene de La Hidro y más arriba al perder el sendero estuvo errando por estas montañas cada vez con menos agua que fue cuando la encontré. Todo esto medio me lo contó y yo estoy reproduciendo lo que me parece más plausible de su recorrido. Es una mujer de unos 30 años, en forma, y lleva un pañuelo para protegerse del sol, la mochila le pesa más de quince kilos y yo no puedo ayudarla con eso, si me la pusiera yo, caería fulminado por ese peso, yo que llevo una mochila que pesa un kilo aproximadamente y solamente un litro de agua para toda la excursión.
El día está maravilloso y las vistas hacia el Teide, como siempre son espectaculares. Tanto al sur como al norte está cubierto de nubes. Tengo la sensación de que vamos por nuestra propia isla porque al tapar las nubes una gran parte del terreno lo que queda es un paisaje diferente, muy diferente. Más adelante, y vamos a tener mucho tiempo para hablar, me dirá que se llama Rosa, Rosa Mira y que hace dos meses que está aquí, ahora vive en El Escobonal con un amigo, pero que pretende alquilar una casa en La Vica, con su novio, que ya trabaja aquí. Al llegar a la carretera dorsal enseguida nos desviamos, a la izquierda, por un sendero que va a la montaña Limón, pero nosotros unos metros después nos volvemos a desviar, esta vez a la derecha, para seguir por un sendero que sube con poco desnivel a la montaña de la Yegua Blanca. Es una montaña pelada (2250m), de laderas muy suaves con una cima muy llana de la que bajamos, cruzamos la carretera, y proseguimos por una pista, con barrera, que va hacia la montaña de La Negrita. Realmente está todo cubierto también para el Sur y no se ve nada del valle de Güímar. En ocasiones me paro y miro hacia atrás y lo que veo es el Teide en una perspectiva en la que es muy anguloso, todo lo contrario que desde La Guancha, y que está enmarcado por el mar de nubes algodonosas, casi blancas, es un contraste brutal entre los marrones, ocres, amarillos y pardos del Teide y las montañas y conos volcánicos con el blanco grisáceo y plúmbeo de las nubes, y cada vez que lo miro me asombro. Me gusta que no hable mucho.
De momento vamos bien, sólo un ligero ascenso a la montaña de La Negrita, aquí, tenemos suerte y una pareja de la isla que están en lo alto nos regala una botella pequeña de agua. No parecen excursionistas, lo digo por su ropa. Muchas gracias. Un poco después de la cumbre hay un mirador fantástico a las cumbres sobre la hoya de Pedro Gil, el gran valle con el volcán de Las Arenas, y le señalo la montaña de Ayosa, que es parte de nuestro recorrido. A mí me asombran las distancias, aunque ya sé que es un efecto óptico y en realidad, no está tan lejos. Pero guardo la imagen para cuando lleguemos al otro extremo y podamos mirar hacia donde estamos ahora. El descenso de la montaña es un poco complicado, ella viene detrás a una cierta distancia y yo voy chequeando que no se quede muy atrás. Es que ni me puedo imaginar lo que tiene que ser negociar este camino infernal de piedra suelta con un peso tan grande en la espalda, que además le cambia el centro de gravedad. Las retamas blancas están en flor, el rosalito todavía no, los alhelíes, sí, algún pino pequeño hacia el borde, y empezamos a ver codesos en flor. Después el descenso es mejor cuando va por un pequeño pinar. Llegamos al mirador de la Crucita, donde un grupo de personas está haciendo algo extraño.
Resultan ser un grupo de estudiantes de un master de Geología, que con sus martillitos están estudiando las coladas volcánicas. Volvemos a tener suerte y uno de ellos nos da una botella grande de agua, prácticamente llena. Ya le he dicho yo que más que en fuentes, nuestras oportunidades de conseguir agua están en los miradores donde hay gente. Por el mirador volvemos a no ir por la carretera, lo que hacemos es subir al sendero que, por la izquierda, va por la ladera de una montaña (Las Cuevas) y sobre la carretera va hacia el refugio de Ayosa. Me encanta, me gusta mucho este sendero algo confuso en algún momento puntual, pero, en general, claro, que va entre escobones grandes, pequeños pinos, y codesos en flor. Le voy diciendo los nombres de las plantas y a ella también le cautiva el aroma de los codesos, le recuerda al olor del jazmín y yo le añado que a mí me recuerda al olor de la canela. Me habla de un amigo suyo que hace perfumes de plantas. Me empieza a parecer curioso que cuando le digo los nombres de las plantas y algo sobre ellas, ella me pregunta si se pueden comer. Y me doy cuenta de que ella va en modo supervivencia tratando de ver de qué manera puede ir más ligera y aprovecharse de lo que hay in situ. Este sendero que va por cerca de la cresta me engaña porque a veces baja hacia la carretera como para ya llegar a ella, pero no, remonta y vuelve a seguir por arriba, en una de estas veces pierdo el sendero y tras un par de minutos por la ladera me doy cuenta y tengo que trepar hasta encontrar el sendero, ella me sigue atrás a unos quince o veinte metros. De nuevo en el sendero hay algunos lugares con vistas al Norte, hoy totalmente cubierto, y también pasamos por un goro (un refugio), un poco antes de que esta vez sí, bajemos a la carretera, justo enfrente del refugio de Ayosa, que al estar unos metros por debajo de la carretera casi ni se ve.
No bajamos al refugio, sino que seguimos unos metros por la carretera y enseguida nos salimos (por la derecha) hacia una estación meteorológica de color blanco que destaca de la vegetación circundante. Sigue haciendo mucho calor, más para ella, que no está acostumbrada a este tiempo. En la estación meteorológica Rosa descubre una tapa metálica que esconde un gran bidón de agua. Lo saca. Se lo vierto por la cabeza. Maravilloso. El agua está muy fría. A mí, más comedido, me lo echa por las muñecas. Fantástico. Subimos por el mal camino, muy perdedor. Ella me va preguntando, rogando, parar ya para comer, yo le voy diciendo que sólo un poco más para llegar a Ayosa. Tras un buen rato me doy cuenta de que recordaba más corto este trecho de lo que es, y tras empatar con el sendero que va al roque de Acebe tenemos que parar para comer a la sombra de unos pinos. Ella sólo trae chocolate, higos y gofio, pero con tan poca agua no lo puede usar. Comparto la mitad de mi sándwich y la mitad de mi bizcocho con ella.
A mí el día me parece absolutamente maravilloso, y el olor a los codesos ya me ha entrado tan profundamente que se me va a quedar hasta el día siguiente, qué bueno. Descansamos un poco tras comer. Mientras ella se echa un rato yo busco el sendero hacia Ayosa y a pesar de que lo encuentro seguimos por el que estamos ya algo más descansados. Y faltaba más de lo que creía. En lo alto de Ayosa puedo completar la imagen total de esta gran hoya (Pedro Gil) y le señalo la montaña al lado del mirador de la Crucita (Las Cuevas). La vista del gran risco bajo el pico del Valle, el Cho Marcial, es fastuosa, el sol le da muy vertical y sobresalen todos sus relieves en tonos verdes oscuro, como terciopelo cubriendo toda la ladera vertical. Abajo el cono volcánico de Las Arenas está muy bien remarcado. Seguimos por el sendero por el pinar, entre codesos y alhelíes. En el tramo que va al roque de Ayoze pierdo el sendero y tenemos que ir campo a través hasta que lo vuelvo a encontrar, ella me sigue detrás sin una queja, es una todo terreno. De nuevo en la carretera la llevo hasta la fuente del Joco para que compruebe que está seca. Las pintadas de los nombres de gente están por todos lados, algunas de más de veinte años. Por la carretera vamos hasta el mirador de Chimagüe, pero no hay nadie aquí, no podemos conseguir más agua. Le propongo que acortemos por un atajo que hay por aquí, pero se resiste, todavía no confía en mí del todo. Abandono la idea y volvemos a la carretera y seguimos bajando hasta que nos podemos desviar por una pista a la derecha. Hablando de los refugios por donde hemos pasado me dice que en las montañas de Suiza y el norte de Italia y Alemania los refugios están equipados con agua y comida para evitar que la gente deje basura en los senderos, senderos que están muchísimo más transitados que aquí.
Vamos enhebrando pistas a un lado y el otro de la carretera hasta el mirador de Ortuño, en el que ella consigue una botella pequeña de agua de un turista alemán. Gracias. De ahí seguimos por la carretera, ya no hay más pistas cercanas. Tenemos que parar para que ella se reponga un poco del peso de su mochila. Después viene una larga tirada por la carretera hasta que llegamos a las cercanías de Las Lagunetas. Que es donde ella quiere hacer noche. A la mitad de la gran recta torcemos a la izquierda y enseguida llegamos al campamento Quimpi que es donde ella quiere pasar la noche, ya mañana seguirá hacia La Vica. La niebla sube y empieza a tapar el campamento. Tiene suerte, está aquí hoy un grupo de senderistas franceses, en realidad probadores de productos de Decathlon, están en las instalaciones y ella puede pasar la noche en una habitación. A mí me da una gran curiosidad lo de los probadores de Decathlon y hablo con uno de ellos señalándole todas las cosas que llevo de Decathlon, en realidad, todo menos los zapatos. El probador me dice que van a ir al Teide a hacer pruebas de equipamiento allí. Aquí Rosa se alegra mucho cuando me regala una botella de agua que yo acepto encantado. Me propone que me quedé a dormir esa noche, pero como yo soy un desastre para dormir, necesito mis somníferos (limovan) y un sitio perfecto declino la oferta.
Nos despedimos y ella en perfecto español (durante toda la excursión hemos hablado en inglés) me dice “ha sido encantador ir contigo”. Gracias, también me ha gustado a mí ir con ella. Intento llamar por teléfono a un taxi, pero no hay cobertura de ninguna clase así que decido bajar caminando hasta Las Calderetas, es un poco excesivo, pero ya estoy rodado y sólo se trata de bajar y bajar. Aunque también está el problema de la luz, son las siete y media de la tarde cuando empiezo a bajar. Y este bosque puede llegar a ser muy oscuro, pero la ventaja es que está muy bien señalizado y no voy a tener ninguna problema de orientación. El firme bueno, en general, y me concentro en pisar bien y no forzarme más, me empieza un ligero dolor en la espalda a la altura de la cadera. Los kilómetros van pasando y pasando y es todo muy laborioso. Cuando llego a Las Calderetas tengo una decepción: tampoco hay cobertura aquí, sigo bajando por asfalto. Sólo cuando estoy casi a la altura de la carretera de Ravelo, cerca de la farmacia hay cobertura y puedo conseguir que suba un taxi a recogerme. Estoy más que molido. Milagrosamente el dolor de espalda se me pasa con los estiramientos que hago a duras penas. El taxista me lleva a casa (7€) con poca charla.
Cuando al día siguiente defino el recorrido con Basecamp compruebo que es mi récord de distancia: 27,5km y también de tiempo: unas diez horas. ¡Qué vicio tengo!
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Track orientativo, no obtenido durante la excursión, elaborado después de realizarla
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Dorsal desde Yegua Blanca a Las Lagunetas