• Excursión 149. 9 Mayo de 2014. Viernes.
El Farrobillo.
Municipio: Santa Úrsula.
De 18.45 a 20.45h. De 390 a 610 a 390m.
Distancia: 4km. Duración: 2h.
Recorrido por una loma estrecha (El Brezal) entre dos barrancos en las medianías de Santa Úrsula
Comienzo desde el mismo sitio que el día anterior (al lado de la subida de la calle El Dornajillo esquina con Guanches) porque quiero acceder a la loma (El Brezal) donde está el barrio del Farrobillo. Y lo quiero hacer cruzando el barranco (Los Garabatos/Los Lances) aprovechando un camino que vi en la excursión anterior.
Cuando empiezo el camino veo a las dos mujeres, las que vi el día anterior charlando en la terraza de una casa con vistas al barranco de Los Garabatos. Les pregunto por el camino para cruzar. Me lo señalan -se ve claramente- les pregunto si tiene conexión con El Farrobillo, me dicen que no, pero que puedo ir por el canal que está un poco más arriba, por la calle de El Dornajillo. Que lo han limpiado recientemente, y han visto que pasa al otro lado. Me dicen algo que no entiendo: “hay que bajar hasta las viñas y después saltar sobre un contenedor que hay en la calle”. No entiendo de qué se trata, al menos lo memorizo palabra por palabra.
Subo por El Dornajillo y encuentro pronto el camino, entre vides, que va a dar al canal (del Norte). No lo vi el día anterior, y eso que es bastante evidente. Describe un arco entre las vides sulfatadas, es ancho y cómodo. Me recuerda a un canal que conozco bien, en mi barrio, en Jardín del Sol, en Tacoronte, y que también cruza un barranco (es el mismo canal, más tarde me enteraré). Saludo a un hombre que vuelve caminando, más tarde me cruzo con otro que corre acompañado de un perrito. El canal va pegado al barranco y en algunos tramos va sobre postes, formando un acueducto. Es bastante ancho, pero no deja de dar un poco de vértigo, va bastante elevado. Recorre el barranco amplio y de suave pendiente. Debajo hay viñedos y viñedos, unos amarillos y otros no. Debe ser un terreno muy fértil, cada centímetro cuadrado está ocupado y tiene una complejidad visual impactante y armoniosa.
Llego al otro lado y el canal desaparece. Recuerdo las palabras de la mujer, aunque no me sirven ante lo que tengo delante. Un poco a lo loco, subo entre marañuelas y voy a dar al patio de una casa. La casa no tiene signos de actividad, eso es bueno, pero un muro me separa de una calle, eso es malo. Me asomo al borde hacia la calle, hay una altura de unos dos metros, si estuviera desesperado saltaría, pero no es para tanto. Por fin voy entendiendo la utilidad de las instrucciones de la mujer cuando veo un terreno con viñedos al lado del patio de la casa donde estoy. Es entonces cuando veo que un hombre me mira desde la ventana de una casa al otro lado de la calle. Le pregunto si hay salida a la calle y no me da información precisa (parece que no se quiere comprometer). Me dice que abajo, en el viñedo, hay una puerta y que vive un hombre ahí, en una casa baja. Le pregunto si estará (el hombre), cree que no, le pregunto si tiene perro y me dice que no. Ya entiendo del todo el jeroglífico de la mujer. Salgo del patio bajando por las marañuelas y vuelvo al final del canal. Ahora tengo que llegar al terreno con los viñedos que está a unos diez metros. El problema es que no hay ningún acceso y estoy en la ladera del barranco. Pero hay un muro de bloques. Pensando sólo lo suficiente para vencer la dificultad y no en lo que me puede pasar, empiezo a recorrer el muro poniendo los pies en un pequeño espacio en la base y cogiéndome con la mano a la parte superior del muro. Tengo que separarme de la pared para evitar un clavo enorme que sobresale, está clavado a un tablón de madera. Lo logro ¡qué bueno! llego al terreno con las vides.
Me producen una impresión buenísima las vides, las acaban de sulfatar y están frescas y vigorosas con sus hojas grandes y sus zarcillos. Es un pequeño vergel fresco y acogedor. Sigo una fila, otra, y otra, el terreno es pequeño. Me asomo por encima del muro que da a la calle y veo que hay un contenedor de basuras justo debajo. Decidido salto al muro y de lo alto me dejo caer sobre el contenedor verde y de ahí al suelo. Me siento de maravilla después de haber resuelto el acertijo. Sano y salvo en la calle, ya no soy un delincuente, vuelvo a ser un ciudadano normal. Nada más llegar a la calle una mujer le dice a otra “he sentido un pinchazo aquí, estoy preocupada”.
Empiezo a subir una calle (Las Tosqueras), empinada como todas ellas. Empiezo en unos 430m -llegaré a los 625m. Después de mi pequeña aventura creo que me puedo enfrentar con pendientes más empinadas que escaleras. La calle va pegada al borde del barranco de Los Garabatos. El tiempo empieza a mejorar, no está tan nublado, un poco más arriba sale el sol un rato. Todavía muy agitado, subo ligero como el viento, deseando encontrar más dificultades que resolver. No se ve a nadie, unos perrillos me ladran, claro, tienen que estar extrañados porque por aquí no debe pasar ni el tato. Cada vez menos casas y más separadas en la calle. Sigo y sigo subiendo. En los 520m ya sólo veo campos baldíos y encuentro un camino que va hacia dentro del barranco. El sendero es muy estrecho y baja suavemente al lado de una tubería de agua no muy gruesa. El barranco se angosta hacia arriba, me resulta imponente la ladera de enfrente con los fantasmas de los castaños resaltando entre otros árboles. Al otro lado está el depósito de aguas de Los Ojitos. Paso al lado de una cueva con un surrealista tresillo de sky marrón, el alto de la cueva sólo da para estar sentado. Sigo bajando siguiendo la tubería, algunos tramos del sendero tienen cemento, pero llega un momento en que tengo que desistir, las zarzas han invadido el sendero.
Vuelvo a la calle y sigo subiendo, más arriba hay vistas diáfanas de nuevo. En los 620m tuerzo a la izquierda por una pista que llanea (Camino Las Crucitas). Por aquí más viñedos. Dos pistas salen hacia arriba (Camino El Brezal, y Vereda los Garabatos) hacia el bosque. Por la pista llana llego al extremo de esta lengua de terreno y veo el siguiente barranco (Barranquera Honda). Creo que es el que continúa al de La Mina (excursiones 86 y 87). Me da una sensación de familiaridad muy buena. Empiezo a bajar por una pista (El Pinito) que va por el borde de la Barranquera Honda. Vistas diáfanas y amplias sobre Santa Úrsula y las medianías. Hablo con un hombre con botas de goma que está en su viñedo. Me dice que el camino llega a la parte alta del monte. Cuando le lisonjeo por los bonitos carteles de madera de las calles, me dice que cuando él fue consejero hicieron un mapa de los caminos de Santa Úrsula. Y que lo puedo conseguir si voy la oficina técnica del ayuntamiento. (Días más tarde lo conseguiré junto con otro de pistas forestales).
A pesar de sentirme como si fuese volando, muy seguro de mí, no me atrevo a pedirle al hombre de las botas que me baje hasta el Farrobillo cuando lo veo pasar en su todo terreno. Ya estoy muy cansado. Bajar por estas pendientes es algo que sólo se puede hacer muy despacio, por las rodillas, por precaución, por montones de cosas. Puedo pensar que soy completamente libre por tener estas maravillosas vistas sobre Santa Úrsula y sobre La Victoria y La Matanza, pero en realidad estas cuestas me apresan y sólo puedo moverme por ellas, incluso cuesta abajo a cámara lenta; y no digamos cuando voy cuesta arriba.
La vereda El Pinito me va llevando. Tuerzo por otra pista más abajo (Camino El Monte) y me impacta un conjunto de piteras mantenido a raya a golpes de machetazos. Las piteras se han usado para lindes de fincas. Tengo que bajar bastante (360m) hasta lograr empezar a subir hacia el coche. Lo encuentro recordando por donde había pasado en coche el día anterior. Cuando paso al lado de casa donde estaban las mujeres, las que me hablaron del canal, impulsivamente toco en la puerta, no sale nadie. Un joven que está viendo la tele con la puerta abierta me dice que sí que vive aquí, la llama y la llama, se llama Chona. Sale y le doy las gracias por la información y que he hecho tal como dijo, se alegra.
Maravivivivilloso. Otro súper éxito. Que pase la siguiente. Quiero más y más.
Una cosa curiosa que me pasa es que cuando vuelvo a casa los parajes cotidianos se me hacen extraños. Y por momentos no reconozco ni el camino a mi propia casa. Supongo que este esfuerzo, casi en cada excursión, casi cotidiano, de intentar descifrar los mapas y los caminos para ir a sitios desconocidos tendrá algo que ver. Me encanta que lo familiar se convierta en extraño.
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Track orientativo, no obtenido durante la excursión, elaborado después de realizarla
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El Farrobillo