• Excursión 1034. 10 Diciembre de 2019. Martes.
El Guincho.
Municipios: Garachico. Icod de los Vinos
De 15.27 a 18.10h. De 200 a 50 a 115 a 0 a 80m.
Distancia: 9,3km. Duración: 2h 43m
Callejeo por Icod pasando por un barranco con muchas plantas, huertas y canales. Subo por la parte vieja de Icod hasta la antigua carretera del Norte hasta Las Canales y de ahí desciendo por una finca abandonada hasta localizar un sendero medio perdido por el que bajo a una zona de cultivo de plataneras cerca del mar (Finca La Coronela) y llego hasta el borde del mar donde una pequeña bahía con mucha fuerza paisajística cerca de un terreno de escorias
Dejo el coche en Los Realejos y me acerco hasta la rotonda al lado de Alteza para tomar la 108 (15.07h), la línea rápida para recorrer el norte. La excursión comienza en cuanto me siento en primera fila y, viajando con pocos pasajeros, la experiencia es fantástica en un día soleado y repasando los sitios que me van recordando las veces que he estado recorriéndolos. Me bajo en Icod (15.27h) que es el final de esta línea. Me echo a caminar hacia abajo por la calle concurrida. Pasado el último comercio, una guagua está parada y echando vapor y agua por la parte de atrás, y veo que se bajan todos los pasajeros. Menos mal que no tengo que ir en esa guagua. Sigo hacia la rotonda, la rodeo y poco después trepo por una laderita a la izquierda lateral. Enseguida llego a una calle, sigo a la derecha, paso por un puente y rodeo una casa en forma de cubo, y que está en lo alto de una pequeña elevación. Inmediatamente en una bifurcación elijo a la derecha y en unos pocos metros cruzo la TF-5 por un puente, esto es el camino Alzola.
Siempre me gusta mirar al otro lado de la carretera, tras el puente, a la gran casona canaria que parece deshabitada (Casa Vizconde del Buen Paso). Desciendo por una bajada muy fuerte entretenido mirando las fincas repletas de plataneras (a la izquierda) y pasando las casas de un barrio antiguo de casas pequeñas (a la derecha). Llego a un llano que hace de parking y tomo por el circuito para ciclistas, corredores y caminantes. Mi objetivo hoy es recorrer la costa de El Guincho, la parte de debajo de las fincas de plataneras. Pero en mi afán de llegar pronto a esas fincas me meto demasiado pronto por un callejón entre las plataneras y solo salgo de mi error cuando me doy cuenta, al llegar al borde, de que estoy en la plataforma, unos cincuenta metros más arriba de las fincas que quiero recorrer. Llego hasta la araucaria solitaria en el borde sobre el barranco-surco del barranco de Caforiño y me doy la vuelta. Me gusta de todas formas recorrer las plantaciones de plataneras, son altas, con hojas tan grandes y verdes como orejas de elefante, el olor característico, la hojarasca en el suelo, la abundancia, las piñas sujetas con grandes bastones y envueltas en plástico, las tuberías negras por el suelo, todo es muy aparatoso.
Regreso al circuito y me desvío poco después por una calle lateral con una casa y coches aparcados y una casa con buganvillas. Bajo por la pista y poco después y ahora sí bien me meto por un callejón lateral entre plataneras para ir hacia la costa, hacia el mar. Pero de nuevo me despisto y me meto por la izquierda por otra callejuela que no tiene salida. Regreso hacia la pared del barranco y sigo bien lo más pegado que puedo a la pared y el último tramo lo hago por el borde del barranquillo. Paso la gran casa aislada y me encanta llegar al puro borde del agua, al saliente con la columna metálica toda oxidada que parece algo orgánico. Enfrente tengo un roque basáltico que hoy el mar apenas bate, y, por detrás, la pared alta con oquedades en la base y más a la izquierda y al fondo los edificios de San Marcos. Es un lugar fantástico. El mar tiene un color azul oscuro y profundo. Está tranquilo, pero no puedo olvidar como se puede poner en cuanto hay un poco de viento. Me salgo de esa punta y empiezo a recorrer la costa por un terreno muy agreste, de escorias negras por un senderillo que se dirige a una casa vallada aislada. Veo sabinas pequeñas aisladas. Ya solo tengo por delante y hacia el mar una zona de escorias, como recién salidas de un cráter, muy oscuras, por donde descubro pasillos, profundos como trincheras, que la recorren. Me bajo dentro de uno con mucho cuidado, todo está lleno de aristas, un paso en falso puede ser terrible, sólo apoyarme en una piedra y me hago un rasguño sangrante. Los pasillos tienen desviaciones laterales que terminan en huecos circulares. Deben ser refugios para pescadores. Pero para pescar tienen que salir de aquí y llegarse hasta el borde del acantilado, no muy alto, y desde allí lanzar las cañas. Me acerco al borde y el mar bate entre las cuevas y resquicios de las lavas, es un laberinto de columnas, entrantes y cuevas subterráneas.
Salgo de la trinchera y sigo por encima de las escorias hasta una punta (Punta las Coloradas) y después sigo pegado a los invernaderos por una pista mejor pero enseguida me vuelvo a salir hacia el mar para explorar un entrante paralelo a la costa. Entre grandes piedras voy bajando y llego hasta el agua del entrante. Todo son formas muy caprichosas, con pocetas con salitre, que tengo que subir y bajar, las rocas tienen una textura escamosa, como si el salitre, el viento y el agua las fuese pelando como una exfoliadora. Pero cuando llego a una zona con más actividad del agua me empiezo a resbalar con el limo pegado a las rocas y me salgo asustado, si me caigo además de un buen golpe me voy a mojar todo. Por el mar de escoria escalo y trepo hasta salir a la pista pegada a los invernaderos. De lejos parece nieve pegada a las rocas lávicas, son líquenes que empiezan a colonizar esta zona tan hostil para las plantas. Cruzo este mar petrificado y sigo hacia la derecha hasta que tengo que atravesar un entrante del mar, es una abertura profunda donde ruge el mar, el agua entra por un agujero y golpea encajonada contra las paredes haciendo mucho ruido y levantando espuma, es un lugar que me da miedo, el paso por encima es pequeño, aunque seguro, pero pienso en lo que supondría caerse o tirarse ahí abajo y ser arrastrado y manejado como un peluche por la fuerza del agua contra las paredes de lava negra. Paso deprisa después de haber estado un rato hipnotizado por el ritmo del agua golpeando y rugiendo.
Llego a un pasillo entre plataneras sin salida y tengo que dar marcha atrás e ir por la derecha por encima de bloques por el límite del invernadero hasta que ya llego a una zona ancha y clara de la pista que rodea todos los invernaderos. Es una característica de este sitio, hay muchos desniveles que los agricultores han agudizado creando grandes terrazas con paredes sin salida. Ahora por una pista ancha tengo a la izquierda una gran zona de escorias que ya estuve visitando en otras excursiones (345 y 558). Llego hasta otro gran entrante de mar y bajo casi hasta el agua y después subo por un medio sendero por la lava y lo sigo hasta avanzar bastante por la zona de escorias que es tan caótica y tan extensa y llego hasta el borde del mar. Estoy al otro lado de la pequeña bahía y enfrente siguen las terrazas de plataneras a diferentes niveles.
Mirando hacia la punta de la isla está el roque de Garachico, con un reborde blanco en la base, y al fondo, la montaña de Taco con las casas en la ladera, y por encima los riscos que limitan toda esta zona baja de la isla. Esos riscos a los que es más difícil acceder pero que tienen unos miradores fantásticos en las puntas. De regreso a la pequeña bahía me meto por un callejón entre plataneras detrás de una pareja, de repente he sentido que necesito un guía para salir de este laberinto de callejuelas, pero los pierdo enseguida y me cruzo más arriba con un corredor. Logro llegar hasta un hotel rural grande (El Patio), lo rodeo por la derecha y sigo subiendo por una calle asfaltada donde dos corredores hacen estiramientos, todavía hay mucho terreno más que ver por aquí pero hoy ya me estoy quedando sin tiempo. Por la calle con alguna casa subo hasta una pequeña ermita (La Consolación) con tres palmeras rodeada de plataneras con vistas al mar. Una puerta verde de metal cierra la calle, pero no tiene la llave echada, la abro y salgo al exterior. Subo hasta la carretera por las calles de El Guincho y me quedo en la primera parada que veo de Titsa. Tengo que regresar otro día para ver el resto de las plataneras por debajo e intentar la subida a Genovés por el principio del túnel entre El Guincho y Garachico.
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Track orientativo, no obtenido durante la excursión, elaborado después de realizarla
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El Guincho