• Excursión 1321. 27 Septiembre de 2021. Lunes.
Risco la Sardina. Costa Acentejo.
Municipios: La Victoria. La Matanza. El Sauzal
ENP: Paisaje Protegido Costa Acentejo
De 15.30 a 19.42h. De 310 a 45 a 315 a 174 a 345 a 300 a 365 a 235 a 340 a 260 a 320m.
Distancia: 11,9km. Duración: 4h 12m.
Bajada por el risco de La Sardina hasta cerca del agua y vuelta por viejos caminos reales con vistas hacia la Costa de Acentejo.
Todavía con buen tiempo espero en la Estación (Tacoronte) por la 101, el coche lo he dejado en el aparcamiento del mercado. Me entretengo mirando en un monitor de Titsa con los prismáticos el tiempo que falta para que aparezca la guagua. Unos desalmados aparcan en el sitio de la guagua y se van tan tranquilos al bar. Me bajo antes del puente de Hierro (del Rey), justo antes del límite entre La Victoria y Santa Úrsula. No cruzo el puente, sino que me alejo de Santa Úrsula. Mujeres jóvenes están recogiendo a escolares de una guagua. Bajo por la segunda calle a la izquierda (Los Bajos), una calle estrecha con poco tráfico. Abajo en una rotonda otras mujeres, también, están recogiendo a sus niños, uno muy parlanchín acosa un poco a su hermano. Bajo hacia la autopista y la cruzo por un túnel. Después tuerzo a la derecha primero y después enseguida a la izquierda hacia la urbanización de La Palmita. Las fincas a la izquierda están todas cerradas con superfluos carteles de prohibido el paso en puertas enormes. Algo de tráfico hacia la autopista. El día está estupendo. Voy algo nervioso, mi objetivo hoy es bajar por el risco hasta el mar por un sendero que descubrí en otra ocasión (excursión 1225), un sitio temible, ni siquiera sé si es posible bajar hasta el agua, creo que es un sendero de pescadores que se apuestan en un sitio elevado para lanzar sus cañas.
Disfruto la calma antes de la tormenta. Llego a la zona de residencias y paso una cadena y me echo a la derecha hacia unas terrazas compartimentadas con muros y por su borde empiezo a bajar pasando una tras otra la entrada a esas terrazas, la última con colmenas. Es un sendero bien marcado, transitado (195m). Al pasar la última se abre la vista hacia el mar y el sendero gira a la derecha. Es estrecho pero protegido por plantas con ligero sube y baja hasta que tras unos cien metros llego una pequeña hoya. (El sendero va por una cornisa como tantas que hay en este acantilado brutal. El acantilado -Risco la Sardina- es bastante vertical y compuesto por diversos materiales volcánicos, por capas de distintos materiales que puedo ver claramente en la ladera de enfrente, la salida de un barranco vertical (La Reyerta), entre capas grises y beis y marrones destaca una roja, almagre, situada un poco más abajo de la mitad de la altura total del acantilado. Todavía no he empezado a bajar. Pero ya se que con multitud de salientes protuberantes la bajada va a ser tortuosa.).
Hasta esta hoya llegué en la otra excursión. Sin pensármelo mucho evito el primer paso bajo una oquedad negruzca y prefiero echarme hacia a la izquierda y hacia abajo por una resbaladera. Con mucho cuidado y frenándome llego a la confluencia con el sendero que empieza por la oquedad. El sendero me va echando hacia la izquierda, y tras bajar dos o tres tramos, en los que me tengo que sujetar con las manos para deslizarme por encima de las rocas buscando los apoyos abajo, llego a mi primer punto caliente. Lo primero que veo es una cinta (con la palabra Boluda escrito en el material de color marrón rojizo) de unos cuatro o cinco cm de ancho, en realidad varios trozos de cinta anudados y sujetos al suelo firmemente. Cuando me alongo sobre la caída veo una escalera (de aluminio) de unos diez peldaños apoyada contra la pared y a la que no llega la cinta. Vale. Allá vamos. Me sujeto bien a la cuerda y puedo bajar más o menos con seguridad por la pared que forma escalones en la parte superior y entonces sujetándome con una mano a la cinta y apoyando un pie en la pared voy tentando con el otro pie la pared hasta que casi sin verlo llego al escalón superior de la escalera. Una vez apoyado un pie en la escalera suelto el otro pie y sujetándome bien, muy bien, en la cuerda, bajo el otro pie hasta que también está en la escalera. Ahora suelto la cinta y voy bajando despacio, muy despacio, la escalera hasta una pequeña cornisa.
Fantástico. Aquí estoy. Toda esta actividad de las excursiones me lleva a hacer este tipo de cosas, que en principio yo no haría pero que acepto de buen grado cuando se presentan. No se puede decir que sea cobarde. Quizá sí que soy temerario. Después el sendero me echa a la derecha. De nuevo hay una cinta de Boluda (he visto un almacén de esta empresa en la bajada antes de La Palmita), aunque ahora menos dramática que antes. Después bajo por un saliente rocoso de forma escalonada. Tengo que deslizarme por otras rocas y en los 60m de altitud aprox. hay una bifurcación, hacia la izquierda un sendero que llanea. A continuación sigo bajando por terreno más resbaladizo hacia la derecha. Abajo, en el mar, una lancha pequeña se balancea al lado del acantilado por donde sale el barranco de La Reyerta, no veo a nadie, deben estar pescando. El mar está muy tranquilo. Tras la zona resbaladiza el sendero se echa a la derecha más y llego a una zona (45m) donde ya no hay traza de sendero, solo una gran resbaladera hasta un saliente, el sitio que imagino que los pescadores usan para lanzar las cañas. Pero ya se me ha acabado el valor para bajar más. Sin una idea clara de si puedo o no bajar hasta la playa de cayados y con la perspectiva de deslizarme sin control por esa resbaladera doy la cosa por concluida. Quizás otro día. Ese saliente que veo puede estar a unos 20 o 25 metros del mar, el equivalente a una casa de seis plantas, ningún moco de pavo. Regreso por donde he bajado y al llegar a la bifurcación decido explorarla un poco.
Es un sendero que va por debajo de una pared de material compactado, de piroclastos oscuros, no es basalto, es un material más blando donde voy pasando pequeñas cuevas. El sendero pasa por la base de las oquedades y tengo que ir algo encorvado para no golpearme la cabeza. Algunas cuevas tienen restos de trapos y botellas vacías. También el sendero va expuesto por terreno arenoso sobre una ladera de la que no veo a donde termina. Sigo con ritmo ligero sin quedarme mucho bajo las oquedades, tampoco yendo deprisa, hacia el roque de la desembocadura del barranco Hondo. Avanzo hasta un punto en que las plantas han creado una maraña cómo afianzando un paso, pero aquí ya se me termina totalmente el valor, es demasiado arriesgado, no sé qué hay debajo, si es que hay algo o acaso el puro vacío. Decido regresar. La subida por las rocas por las que me deslice bajando ahora es más sencilla, y la subida por la escalera de aluminio (diez peldaños o así) es mejor que antes, en lo alto de la escalera agarro la cinta y puedo seguir subiendo. Cuanto más arriba subo más aliviado me siento de salir de este laberinto vertical. Y ahora sí hago el sendero bajo la última oquedad oscura por donde la hoya. Fantástico.
He logrado descender mucho más de lo que esperaba, unos dos tercios del total. El día está estupendo y ya parece que he hecho la excursión entera. Ahora “sólo” tengo que volver a casa caminando. Y es que los lunes estoy sobrado de fuerzas y estoy deseando meterme una buena paliza. Ahora es mi momento. No regreso por el sendero bajo las terrazas con muros, sino que subo directo la ladera por un sitio donde hay un cartel con un nombre “Nemo” y un pequeño memorial. Subo sobre escombros con cierta inestabilidad e inseguridad mientras leo los carteles de las losetas y los azulejos rotos. En lo alto ya a la altura de las casas de La Palmita sigo por un sendero, entre las plantas secas, lo más recto posible que puedo hacia la carretera. Encuentro varias bifurcaciones y yo sigo hacia arriba al lado de una valla por un pequeñísimo barranquito (Barranquera Las Monjas). Quiero encontrar otra manera de acceder al principio del risco de la Sardina. La traza del sendero termina, pero puedo, entre plantas, seguir subiendo entre la valla y un pequeño talud hasta que me tengo que salir a una pequeña terraza a la izquierda donde veo unas grandes vigas de metal.
Sigo subiendo por una pista y más arriba confluyo con otra más ancha y sigo hasta que un portón me impide progresar recto. Tuerzo a la izquierda bajo un muro y cuando termina tuerzo a la derecha para seguir subiendo. Todo esto debe ser privado, pero sin actividad y no creo que haya ni perros ni vigilantes. Aunque algo inquieto sí subo. Es una pista muy ancha y logro llegar, para mí alivio, a la carretera de servicio tras saltar una cadena. Bien. La carretera de servicio va pegada y en paralelo a la autopista. Sigo a la izquierda. Una carretera tranquila con poco tráfico donde una picadora está ensanchando la acera. Es un tramo muy llano y bien de firme con vistas casi continuas hacia el mar, por aquí suelo ver gente caminando, no hoy. Tras unos dos km muy suaves llego a un pequeño núcleo urbano (Guía). Me desvío por la izquierda de la carretera auxiliar y bajo por una calle (Acentejo) entre las casas de este viejo barrio separado de la parte más animada de La Matanza por la autopista. Tras unos 300 metros por la calle Acentejo paso la entrada a una calle por donde se puede bajar al Jagre, hoy yo sigo recto por la calle Acentejo. De las casas del viejo barrio paso a una zona residencial con pequeños hotelitos (parece que sin actividad ahora) y grandes chalets hasta que, como un km después de la bajada al Jagre, llego al principio de la carretera que baja al Caletón. Aquí yo subo hacia la carretera de servicio y en un minuto o así me desvío a la izquierda por una pista de entrada a unas casas que enseguida se transforma es un viejo camino, un camino real, usado desde tiempos remotos, que tiene el suelo de rocas, es algo irregular y donde voy viendo marcas de distancia. A la izquierda tengo una ladera cubierta de arbustos bajos; espineros, almendros retorcidos, vinagreras, verodes, inciensos, algunas zarzas. De esta zona me viene un olor fuerte, acre, característico de los inciensos, las más aromáticas, el olor de los acantilados de la Costa Acentejo.
Paso algunas entradas hacia la ladera y me salgo por una al lado de una señal de distancia que pone 1000m. Es un sendero reconocible que baja en perpendicular al camino real, delimitado por un lado por un viejo muro de piedra volcánica renegrida y que va aprovechando en algunas partes, como firme para transitar, tiras volcánicas que son como nervaduras. Me asombra que todavía haya una esquina de terraza intacta con su buen muro. Esto debe estar abandonado hace más de cincuenta años. Me parece que la vegetación original de la zona se ha recuperado completamente. Al terminar el muro sigo bajando por la ladera puedo tener estupendas vistas hacia la costa tanto hacia los grandes edificios del Puntillo del Sol, como el saliente del Puertito y la cala estrecha del Caletón. Se podría bajar más pero ya el desnivel es más pronunciado. Regreso al camino real que me lleva en un par de minutos de nuevo a la carretera de servicio. Tras solo cien metros me vuelvo a desvíar de la carretera de servicio. Lo hago a la izquierda, por un camino y llego hasta otra pequeña urbanización (Risco del Perro) y tengo que hacer una fuerte subida para salir a una carretera (Las Breñas). Sigo a la izquierda por ella y paso un grupo de casas y después el cauce de un barranco (Cabrera que marca el límite entre La Victoria y La Matanza) y enseguida me meto (a la izquierda) por la carretera del Puntillo del Sol.
Es una bajada fuerte, primero bastante recta y tras una bifurcación (320m) donde sigo recto (no a la izquierda) sigo bajando entre bonitos chalets por una calle con muchas curvas (Avenida Roma) hasta que en los 240m localizo una conexión (un sendero) con la carretera que va por dentro de la finca del Drago (hacia El Puertito, la costa de El Sauzal). Esperaba echarles un vistazo a los almácigos, pero están muy abajo y prefiero seguir por la carretera de la finca hasta salir arriba a la carretera (en obras). Están arreglando la acera y han puesto una barandilla de madera de aspecto agradable, un sitio cómodo para caminar por la zona. Sigo por la carretera de las Breñas hacia la izquierda y voy pasando por la parte de arriba de una serie de urbanizaciones (Naranjos, Primavera). Hasta que por fin ya encaro la subida larga hacia El Sauzal. A la izquierda hay una gran valla de una finca abandonada donde crecen inciensos salvajes. En El Sauzal hay animación en la calle principal, la venta, la farmacia, la institución. Yo ya estoy deseando llegar a casa. Tomo la 011 al vuelo y después camino hasta casa. Cuando llego veo, para mi sorpresa, que el coche no está en el garaje. Entonces me acuerdo que lo dejé en el mercado. Mi mujer me lleva.