Cuaderno Nº 50

Índice Temático


GUALEGUAYCHÚ, Domingo 16 de Octubre de 1994 CVADERNOS DE GUALEGUAYCHÚ Nº 50
LA FORZADA SERVIDUMBRE DEL NEGRO O EL FATAL DESIGNIO DEL HOMBRE BLANCO (Primera parte)   - En el camino del infortunio   - La identidad de los negros   - Censo de 1787 en Gualeguaychú   - Censo de 1825 en Gualeguaychú   - Mezcla de razas 150 ANIVERSARIO DE LA FUNDACIÓN DE GUALEGUAYCHÚ   LOS HABITANTES DE LA MANSIÓN IV   - Entre Letras y Pinturas (Carlos María Castiglione)   - Platería, un culto universal ( Aurelio Gómez Hernández)

LA FORZADA SERVIDUMBRE DEL NEGRO O EL FATAL DESIGNIO DEL HOMBRE BLANCO 

Nati Sarrot 

Aurelio Gómez Hernández 

En reunión del 9 de agosto de 1787, el Cabildo de la incipiente Villa de San José de Gualeguaychú labra un Acta que, en su Artículo 11º determina:

“Si un negro o mulato porta armas, lo pagará con veinticinco azotes y será paseado por las calles, lo que será anunciado por pregonero y con toque de tambor”

La regla se hace bando para conocimiento del pueblo y se lee en la Plaza Mayor.

Hoy, a la vista de documentación que evidencia la vida del negro venido del África por designio del blanco y de la de sus descendientes nacidos en América, comprobamos que su existencia contemporánea a la de nuestros fundadores y sucesores, hizo el destino de Gualeguaychú como innegable participante, otro de los elementos que suman en su personalidad, como los de los tantos inmigrantes que la integraron.

El esclavismo fue en América, la práctica de uso para activar la producción; los indios, fueron el primer recurso para el propósito conquistador y el colonizador.

La necesidad de mano de obra para explotar los productos en el nuevo continente justificó su posesión a los que, condiciones fortuitas, colocaban en inferioridad.

Así lo fueron los negros por espacio de varios siglos para su infortunio, reemplazando al indio que rendía menos en las zonas cálidas donde las enfermedades importadas de Europa, viruela, sarampión, tifus…, lo diezmaban tanto como el cambio radical de cultura que imponía el conquistador. 

EN EL CAMINO DEL INFORTUNIO

Desde los primeros tiempos de la ocupación del Continente americano, España importó mano de obra servil, encargándose del tráfico a comerciantes y sociedades de Portugal, luego de Francia e Inglaterra. Recién a fines del siglo XVIII, comerciantes españoles y criollos se interesan en el infame comercio. Los barcos negreros marcaban con su ruta un triángulo multiplicador de beneficios. Europa, África y América despachaban sus productos; manufacturas, esclavos, caña de azúcar, maíz, cueros, carnes saladas, cuya descarga era reemplazada por la mercadería requerida en el siguiente punto de desembarque. Aumentaba la ganancia un constante contrabando que se aceptaba como lógico fatalismo.

La legislación española, aplicada en las colonias con cierta adaptación regional, rigió el tráfico de esclavos y ajustó a rigor la vida y el trabajo de los negros que pasaron a ser “una cosa” dependiente de otro, el amo. Como para el blanco estaban abiertas las puertas de la administración, el comercio, la escuela, seminarios y universidades, para negros, mulatos y zambos constituyeron una aspiración inalcanzable. 

Los documentos coloniales, desde el siglo XVI hasta el XIX, denominan de mala raza a quienes poseen sangre africana, mora o judía, vedándoles el casamiento con personas estimadas como blancas. Pero la esclavitud constituyó un estigma jurídico exclusivo del negro, que se heredaba por línea materna en todos los casos. Es esclavo el hijo de negra aunque su padre sea blanco, y a éste se le reserva el derecho prioritario a comprarlo.

Aún libres, los negros estuvieron regidos por duras normas legales, con obligación de permanecer a órdenes del amo, vivir con tutela de personas conocidas, no andar libremente de noche, no portar armas y las mujeres no debían adornarse con joyas, ni vestirse de seda… (1)  

La caza del negro en África, el traslado hasta la costa, el viaje en los barcos negreros, produjo una merma notable en el número de “piezas” o “cabezas”. Situación estimada por las compañías que merecían la concesión para el mercado. De forma que se cargaba un excedente del 20 % para cubrir la pérdida que el sufrimiento de enfermedades, hambre, sed, hacinamiento, suicidios y sobre todo la tristeza provocaban en “la carga”.

Para aprovechar el espacio, los barcos tenían diversas plataformas y cada esclavo ocupaba sólo el espacio de su cuerpo acostado, unido a otros con grilletes. Una vez al día era sacado a cubierta para “alegrarlo” haciéndolo bailar al ritmo de golpes de bombo y una vez al día comía ración de harinas y agua. Llegado el barco a Buenos Aires primero, a Montevideo después, el negro era marcado en la espalda, brazo, rostro, pecho, con un “carimbo”, pieza realizada en plata que se calentaba al fuego y se aplicaba sobre la piel (a semejanza de la yerra de animales). Esta operación, llamada “Carimbear” se abolió según decreto de febrero de 1787:

“Deseando el piadoso real de S.M. movido de los sentimientos de su grande humanidad e innata beneficencia, mitigar y mejorar la suerte de los negros esclavos”

En la costa rioplatense pasaban una cuarentena. Luego se ponían a la venta. Aquello que en su lugar de origen se había pagado 120 pesetas, al llegar a América valían 1200 pesetas. (2) Los esclavos no siempre se compraban. Los servicios a la Corona, se compensaban con el otorgamiento de abultadas partidas o el derecho de importarlos. 

Hacia 1778 en el Virreinato de Vértiz, Buenos Aires tenía una población de: 15.719 españoles; 1.288 mestizos e indios; 7.268 negros y mulatos. A mediados del siglo XIX, cuando en la Confederación Argentina se estimaba la existencia de 800.000 habitantes, 110.000 eran mulatos y 20.000 negros. En la guerra de la Independencia desaparecieron negros y pardos. La reproducción africana no fue alta como para multiplicar el bien de la esclavatura; por eso se hacía “mirada gorda” ante la evidente mestización, de negra e indio, zambo; o de negra y blanco, mulato.

Hacemos esta introducción antes de abordar lo que fue la incorporación de negros en Gualeguaychú. Los esclavos que sirvieron, se liberaron y más tarde se fundieron en nuestra heterogénea población, ingresaron desde Buenos Aires, en menor escala desde Montevideo y subrepticiamente desde el Brasil.

LA IDENTIDAD DE LOS NEGROS

Como alguien que se trató como “una cosa”, los negros dejaron en el África su nombre, su forma de vida y, casi totalmente, su lengua. El escritor uruguayo Ildefonso Pereda Valdez nos apunta algo más de cuarenta palabras que han quedado incluídas en el habla de su país y en Argentina por imperativo de una presencia que ha sido más determinante de lo que la historia ha puntualizado.

Bombo, batuque, bujía, cachumba, congo, carimba, catinga, catonga, candombe, candombero, malambo, mandinga, milonga, mucama, papagayo, quilombo … son algunas de ellas. Digamos que en su significado se han incorporado valores de orden peyorativo que lo han tornado, por lo general cargándolo, de minusvalía como la que se sentía por quienes lo originaron.

El Arrorró, la más difundida canción de cuna de todos los tiempos, se entiende responde al A Ro Orró de las negras, que cantaron durmiendo a sus hijos, como a los niños blancos de sus amas cumpliendo un milagroso rito de trasvasamiento, incólume en el tiempo. 

Las fiestas, la música, el ritmo, instrumentos, especialmente de percusión, la forma de emitir la voz en el canto, el gusto por el color vivo,… serenamente sumados a rasgos físicos y psíquicos, se han incorporado en la mezcla de la que nuestros pueblos son resultante. 

CENSO DE 1787 EN GUALEGUAYCHÚ

El Censo levantado por el Alcalde Josef Nadal, cuatro años después de fundada la Villa de San José de Gualeguaychú por Tomás de Rocamora, arroja 285 pobladores “entre grandes y niños”. El mismo año en que el Cabildo ordena el relevamiento, es el que sesiona prohibiendo a los negros portación de armas. Sin precisar sexo, edad, o apellido, figuran 8 esclavos, seguramente negros o mulatos y dos criados. Juan Esteban Díaz, vecino de Gualeyán estando gravemente achacoso y en avanzada edad (había nacido en 1747) da libertad a tres esclavos: Pedro Díaz, de 35 a 40 años; José Díaz, de 20 y María Díaz, de 28. (3) Juan José Serrano, Joaquín Goytía y Emeregildo Vázquez poseían un esclavo cada uno. Dos criados son de José Agustín de León. 

Para el primer cuarto de siglo XIX, Gualeguaychú tiene más de 200, entre negros y mulatos (Censo de E R 1825). Mateo García de Zúñiga, en sus estancias de Campos Floridos (Norte del arroyo Gualeyán) hace trabajar más de 61 negros, de los que 39 son esclavos. Ellos no figuran en el relevamiento ordenado por el Gobernador Sola. Eran ocupados en el laboreo de tierras, cría de ganado y en las rudimentarias industrias: saladeril, graserías, fábricas de dulces, velas… además de realizar las tareas de la casa, labores que se acordaban con confianza en su buena ejecución.

Los negros también se ocupaban de salir a vender los productos que hacían, otorgándoseles una pequeña parte de sus ventas lo que ahorraban para comprar su libertad, adquirir terrenos baratos, pagar costos de notario, permiso para casarse, etc. 

CENSO DE 1825 EN GUALEGUAYCHÚ

El Censo ordenado por el gobernador Sola nos posibilita conocer, nombre, apellido, color de la piel, lugar de nacimiento, edad, años de radicación en ésta, si era libre o esclavo, si fue vacunado y en escaso número su ocupación o trabajo. De ello pueden deducirse conclusiones ciertas e interesantes. 

Los apellidos son los de sus dueños, de los que usaban uno: Los de Juan Esteban Díaz, eran Días; los de García de Zúñiga, García; los de García Petisco eran Petisco; los de Melgar Pérez, eran Melgar. Lo que debió ser costumbre en el pueblo, para identificarlos, se agregó el nombre que también fue impuesto por los dueños al bautizar al negro que así pasaba a ser cristiano y participar de los rezos guiados por sus patrones blancos, a ciertas horas del día.

Otros apellidos de nuestros negros lo demuestran abultadamente: Basavilbaso, Zorrilla, Nadal, Nievas, Crespo, Lacunza, Mosqueyra, Lamego, Dominguez, etc. 

Si bien el negro de nuestra zona, originario de Guinea, Angola, Congo, Mozambique, Minas… tenía su religión, se incorporó o fue incorporado, como en todas sus manifestaciones a las formas de su amo pero puso de sí su carga cultural. Buscó como motivo de su devoción a santos de su color. También consideraba a algunos, “santos de gente rica”

En Buenos Aires es bien sabido rindió culto a San Benito, San Baltasar. Ogún, dios guerrero africano, fue personificado en San Jorge. De la misma forma, el negro de fuerte espíritu religioso asimiló el culto católico, poniendo en sus ofrendas elementos que contenían la expresión de su gusto, de ahí que llegó a decirse, significando lo recargado en colores y adornos, “como retablo de San Benito”.

Por los años de 1950, se refería en Gualeguaychú sobre procesiones que hacían en calle San José al norte con alguna imagen de santos que pertenecían a alguna mulata vieja y de cuyo hogar salía y al que volvía acompañada por un grupo de vecinos.

Según los negros fueron consiguiendo su libertad – la que siempre fue demorada con respecto a las leyes que otorgaban derechos- se afincaron en terrenos que compraban en lo que entonces eran los suburbios. La zona norte, fue especialmente elegida para levantar sus ranchos desde donde seguían asistiendo en las tareas domésticas a los que fueron sus amos, los hijos y nietos de aquellos.

Muchos de los esclavos, luego de libres, con un derecho que no sabían manejar por sus tantos años de sumisión, volvieron a vivir en la casa de sus antiguos dueños hasta morir. Mantuvieron un amor y fidelidad que trasmitieron a sus hijos, perdurando una relación especial que nuestra ciudad vivió y que más que perderse, se imbricó en la que construyó nuestra forma de ser. 

Prometemos, en notas siguientes, abundar en un tema como la coexistencia con los negros: la compra y venta de los esclavos en nuestra Villa, su participación en el trabajo, en las guerras; lo que hicieron tan ampliamente, recibiendo tan poco. 

Porque son ellos, los hombres de color, los que han dejado los huesos y su sangre en los campos de Ituzaingó y Chacabuco, a fin de tener esta patria, esta bandera, esta libertad, esta dignidad, que tenemos todos, menos ellos. Pobres hombres de color. Ellos lo han hecho todo, y ni siquiera las puertas del teatro y del café se les abren para gozar un instante de la paz que ellos nos han conquistado (4)

Referencias 

1- Recopilación de Leyes de los Reynos de Indias L. IV Tit. V

2- Kordon, Bernardo. La raza negra en el Río de la Plata en Todo es Historia. Nº 7

3- Testamento de Juan Esteban Díaz. Registro de la Propiedad Inmueble de Gchú. Año 1831

4- Alberdi, Juan Bautista. Escritos póstumos. Misceláneas T XIII Bs.As. 1900 .

Consultados

Censo de 1787. Libro de Acuerdos del Cabildo de Gualeguaychú. Biblioteca del Clero. Gualeguaychú. 

Censo de 1825, ordenado por el Gobernador Sola. Archivo General de la Prov. De Entre Ríos

Documentación del Registro de la Propiedad Inmueble de Gchú desde 1804 a 1860

González Arzac, Alberto. Prolongación de la esclavitud en la Argentina en Todo es Historia Nº 32 y 34

Bosch, Beatriz. Historia de Entre Ríos. Ed. Plus Ultra. 1991

Sforza, Carlos. El esclavo Salustiano.1978

Rodríguez Mola, Ricardo. De casas y misterios. El negro en el Río de la Plata. Historia Integral Argentina T I .

MEZCLA DE RAZAS 

La unión del negro con las razas que habitaban nuestro suelo produjo variedades denominadas así:

MULATO. Cruza con el blanco

TERCERON: cruza del blanco con la mulata

CUARTERÓN. Cruza del blanco con la tercerona

QUINTERÓN: cruza del blanco con la cuarterona 

ZAMBOS: cruza con indio

ZAMBOS PRIETOS: los que tenían fuerte color negro

SALTO ATRÁS: cuando un hijo era más negro que sus padres. 

Socialmente, poseer una cruza en el árbol genealógico era una mácula. La acusación de “mulato” se utilizaba para lograr el desprestigio de algunas personalidades, como ocurrió con Bernardo de Monteagudo y Bernardino Rivadavia. 

150 ANIVERSARIO DE LA FUNDACIÓN DE GUALEGUAYCHÚ. 

Cálido día cuentan que fue aquel Viernes 20 de Octubre de 1933, en Gualeguaychú. La ciudad celebraba, con mucha pompa y gusto, el sesquicentenario de su fundación por Tomás de Rocamora. Notable caso lo constituyó la muy activa participación de la Iglesia, que adhirió con énfasis, trasladando para ese día los cultos en honor de la Patrona, la Virgen del Rosario, cuyo Solemne Pontifical fue oficiado por el Obispo Auxiliar de Paraná, Monseñor Nicolás De Carlo y el discurso final estuvo a cargo del Presbítero Manuel J. Vasallo.

Por la tarde, a las 16,30 hs se desarrolló una imponente Procesión que recorrió las calles Urquiza, Humberto I (Italia), 25 de Mayo y por 3 de Febrero arribó a la Plaza Independencia (San Martín). Puntualmente, a las 17,30 se inició la Asamblea Popular en la Plaza, de la que participó una multitud.. Luego del Himno Nacional, el Presbítero Juan Francisco Queirolo hizo oír una ofrenda. “ La Acción de la Mujer Gualeguaychuense” fue el tema desarrollado por la señorita Lilia A Dumón. Por su parte, la Escolanía “Santa Cecilia” dirigida por el Padre Desiderio Moia cantó: Ave María, de Arcadelt, coro a cuatro voces y La Vergine degli angeli, coro a cuatro voces.

Finalizó el acto con un discurso alusivo por el señor Julio Irazusta. 

EDICIÓN IMPRESAINVESTIGACIÓN Y TEXTOS. Nati SarrotCarpetas de Andrea SAMEGHINIJEFE DE REDACCIÓN: Marco Aurelio RODRIGUEZ OTEROREDACTOR INVITADO: Fabián MAGNOTTACOLUMNISTAS: Carlos M. CASTIGLIONEAurelio GOMEZ HERNANDEZ 
TRANSCRIPCIÓN Y ACTUALIZACIÓN Silvia RAZZETTO DE BROGGI – DISEÑO Y DESARROLLO WEB: PATRICIO ALVAREZ DANERI
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