Cuaderno Nº 47

Índice Temático


GUALEGUAYCHÚ, Domingo 4 de Septiembre de 1994 CVADERNOS DE GUALEGUAYCHÚ Nº 47
EN LOS TIEMPOS DEL AROMÁTICO ESTILO, LA AMISTAD PROFUNDA, LA IRONÍA CALADA Y OTRAS YERBAS- Juan Luis Secchi y Eufemio Francisco Muñoz - Vida de amigosBERTA DUMÓN QUESADA: LA VOZDARWIN LO DIJO….LOS EXVOTOS, NACIDOS DE LA FE EL SAN ANTONIO DE DON FERNANDO VELA CAYÒ EL CAROLINO! (Lobodón Garra)TÚPAC AMARU (Osvaldo Guglielmino)
LOS HABITANTES DE LA MANSIÓN IV- Conversación con Juan Pablo Domingo- Entre Letras y Pinturas- Platería, un culto universal 

EN LOS TIEMPOS DEL AROMÁTICO ESTILO, LA AMISTAD PROFUNDA, LA IRONÍA CALADA Y OTRAS YERBAS

Marco Aurelio Rodríguez Otero

Coloridos tiempos en que los hombres con talento y “ese” raro ingenio a pedir de boca, no tenían pereza, - metafóricamente hablando – para salir con las suyas, a pleno sol, a fastidiar la siesta del toro bravo o a confundirle el chistido a la lechuza en una noche con nubes. En lo sustantivo, escribían y hasta en la pura jocosidad privada regalaban el aroma de su fino estilo. A la amistad la curtían con muy cálida hondura, manejaban la ironía como el orfebre a su calado. El paso por la Salamanca estudiantil de Concepción del Uruguay les ayudó a soltar el genio y la complicidad. En Gualeguaychú, en los esmerados tiempos del culto a la fuerza de la espiritualidad, los doctores Juan Luis Secchi y Eufemio Francisco Muñoz, que pasaron también por aquella Salamanca, fueron dos distinguidos cultores de éstas y otras hierbas buenas…  

Con fecha 20 de abril de 1939, el doctor JUAN LUIS SECCHI, -entonces  prestigioso Juez en lo Civil y Comercial de Gualeguaychú-, en su cali­dad de miembro de la Comisión Honoraria de Homenaje a los Antepasados, le envía al doctor EUFEMIO FRANCISCO MUÑOZ, integrante también de la misma, la siguiente comunica­ción:   

 "Querido Juché Rumingo: Los antepasados Haedo, Furques, Lapalma, etc, resolvieron nomás enterrar la piedra fundamental el 25 de Mayo próximo. Andá tem­plando el "encordao". Creo que ya te dije que estará a tu cargo el dis­curso del caso. Haré todo cuanto pueda por conseguir que la cosa sea antes de las doce por razones que me reservo. ¿Qué, qué vas a decir?

 Madrugá un Domingo que es día en que se inspira la gente de color; los negros esperan al Domingo parar pensar el nombre que pondrán a sus hijos y por eso a casi todos les ponen Domingo; todavía no he podido saber por qué algu­nos se llaman Francisco. Bueno, madrugá un Domingo como te decía; tomá unos mates y, antes que aclare, para que no se te aleje la memoria porque a ésta le gusta irse a esconder en el mismo tala en que la calandria toca atención cuando llega el día y ponete a pensar… Pensá que hace muchos años, más de doscientos quizá, fue turbado por primera vez por cris­tianos el profundo silencio que era dueño de estos montes. ¿De dónde venían ellos y quiénes eran? Como la pregunta es medio fieraza, mejor no le hagamos caso. La cosa es que llegaron, sujetaron allí los mon­tados y sorprendidos de que en el mundo pudiera hallarse tanta quietud, se dieron a contemplar la calma y a escuchar el silencio. Desensillaron después y, mientras lo hacían, pudo verse al yaguareté que mirando con recelo por sobre el lomo se alejaba lentamente del lugar, seguido de otras muchas alimañas.

Presentirían ellos que los recién llegados no sabrían eludir la atracción del paisaje y permane­cerían allí como atados por la soga invisible de su encanto. Date después un galope por el camino de los años transcurridos desde en­tonces hasta hoy, sin descuidar puntos de referencia en tanta distancia, y seguí pensando... Pensá si no estará mal que acerquemos los ruidos detestables de ahora al lugar en que duermen aquellos devotos de la soledad y del silen­cio.

Yo sé que después de todo eso no faltará quien al oírte diga, recor­dando a Fierro: 

"Me gusta, negro ladino,

"lo que acabás de esplicar...

Afectuosamente" 

En otro de sus recíprocos momentos, el Dr. MUÑOZ le remite al Dr. SECCHI estas cuatro décimas:                   

 

Señor Juez de lo Civil:

Aquí 'stá Ufemio Muñoz,

escuche mi ronca voz

y deje en paz su jusil;

yo no he bajao de un barril

para subir hasta usté;

si estoy en pedo, no sé,

pero tráteme blandito;

yo vengo a ponerle el grito

por algo que inora usté.

  

Yo vengo a quejarme, Juez,

de su señor.....ario;

no sabe usté lo corsario

que me resulta ese pez:

No hay derecho, ni revés

pal señor... y llega un pobre

y hasta el ultísimo cobre

le pela sin compasión...   .

¡Qué, si para ese mamón

no hay nunca un peso que sobre!

 

Tengo pa' mí que estas cosas

pasan sin que usté lo sepa

y que nos buscan la pepa

con maniobras misteriosas.

Lo cierto es que son cargosas,

y que no parece bien

que los más chicos estén

sirviéndonos, sin empacho,

"las bravas", en el despacho

de jueces que nada ven...

 

Señor: si las cosas son

tal y como yo las pinto,

comprenderá que ´n el cinto

me 'sté saltando el facón.

Si lo que digo es razón,

lo que pido es solo justo.

Señor Juez, hagamé el gusto,

y por vía de desaogo,

a ese señor pedagogo

dejemé que le dé un susto

VIDA DE AMIGOS 

Juan Luis SECCHI y Eufemio Francisco MUÑOZ vivieron la misma época.

Fueron desde Gualeguaychú al Colegio del Uruguay; compartieron allí el pensionado, las actividades de adolescentes y las vacaciones en su pueblo. Hicieron juntos el servicio militar. En La Universidad Nacional de La Plata, recibieron el título de abogado. Al volver, SECCHI ejerció su profesión. Fue Juez de Primera Instancia en lo Civil y Comercial de Gualeguaychú y Fiscal del Crimen en Concepción del Uruguay.

Escribió desde joven, en especial cuentos que versaban sobre tipos y costumbres de la tierra; en forma amena, con base en su profundo conocimiento del tema.

MUÑOZ se dedicó al campo donde vivió la mayor parte de su tiem­po. "Madrugador invete­rado, no permitió que nadie le encendiera el fue­go, que nadie le ensillara el mate. Nadie más que él aprontaba y desensi­llaba su caballo al que él mismo amansaba... Ex­perto en "guascas", ma­nejó la hachuela para labrar los troncos de ñandubay que harían las tranqueras de "San Eu­femio". Lector de la historia, intervino en los estudios para ubicar el sitio de origen de Gualeguaychú al igual que SECCHI. Delgado, alto, de tez aceitunada, me­reció esto la chanza de su siempre amigo, que en la esquela del 20 de abril de 1939, lo llama Juché Rumingo, en alusión a la pronunciación de los ne­gros, que trocaban la "d" por la V. 

Berta Dumón Quesada: La voz

Marco Aurelio Rodríguez Otero

Hacer historia es hablar de los pueblos, escribir sobre las batallas y las grandes fechas, revisar documentos, consultar convenios.

Incompleta sería la historia, sin la gente, sin el recuerdo hacia quienes ocuparon un sitio en su tiempo, arrancaron un aplauso, encendieron una sonrisa.

Ese, en dos párrafos, ha sido y es el espíritu de CUADERNOS, es y será el alma de estas páginas.

De allí entonces, que consideremos un reconocimiento el hecho de nombrar a Berta Dumón Quesada, una mujer aún camina estas calles con las mismas ganas con que lo hacía en su esplendor juvenil.

Es que ella fue, por años, la voz; esa voz que arrancó ovaciones, esa voz que supo entusiasmar teatros y salones, la que halló la magia necesaria para merecer la felicitación de los mejores

Profesores y el aplauso de selectos públicos.

Corría la década del treinta cuando Berta, con 18 años, se iniciaba en el coro Santa Cecilia, dirigido por el Padre Desiderio Moia.

- Señora, busque un buen profesor de canto para Berta, que tiene las mejores condiciones - diría el sacerdote a la madre de la chica a poco de escucharla.

 No mucho tiempo después, fue al Colegio de la Misericordia, en Buenos Aires, donde una profesora le tomó una prueba.

- Tenes voz de soprano, realmente una voz muy dulce...- dijo la docente.

Desde entonces, deslum­braría a públicos de aquí y de allá. En ocasiones, a "improvisadas" plateas, como cuando espontáneamente cantó dos boleros ante la admiración general en el vapor "Ciudad de Corrientes” que unía Gualeguaychú y Buenos Aires, o como cuando viajó a Córdoba en tren.

También resultaría inolvi­dable para ella y para muchos aquel 9 de julio en el Teatro Gualeguaychú repleto. En esa velada su voz fue el número de cierre.

Entonces, después de repetir una canción a pedido de la gente, se le acercó alguien que estaba en la platea para entregarle el mejor re­galo.

-Berta... Has emocionado al público hasta hacer sacar los pañuelos... - le dijo.

Seguramente exageraba poco el privilegiado oyente: Berta seguiría recogiendo reconocimientos en Entre Ríos, Córdoba, Buenos Aires, La Rioja, Catamarca y Tucumán… Y un día recibiría una oferta para presentarse en Radio El Mundo, proposición que su madre rechazaría.

-Berta, tu voz es un Don de Dios le diría el afamado profesor de Lucca, elogián­dola con tanto énfasis como quienes la escucharon en los solos en el Teatro Gran Splendid.

Por un serio problema en la garganta, quizás porque eran otros tiempos, acaso por las circunstancias de la vida, el nombre de Berta Dumón Quesada de Lanterna no supo aprehender las más especta­culares luces de la fama. Pero eso, al fin y al cabo, roza los caprichos del destino.

Como el mejor recuerdo, como la mejor herencia, ella puede mostrar hoy que pronunciar su nombre es sinónimo de mencionar una voz que halló el secreto para recorrer con elegancia el alma.

Y eso no es poco.

DARWIN LO DIJO….

ENTRE RÍOS SERA UNO DE LOS PAÍSES MAS RICOS DEL PLATA 

Oportunamente afirmó Julio Orione -"La preten­sión de Domingo Faustino Sar­miento de considerar a Charles Darwin como "un sabio argenti­no" puso de manifiesto su com­prensión sobre el papel de la ciencia en una sociedad moder­na, demostrando que su pensa­miento filosófico y político su­peraba el de sus contemporá­neos".

En un acto de homenaje al naturalista inglés, el 30 de mayo de 1882, Sarmiento lo calificó como "uno de los más grandes ingenios de nuestro tiempo... uno de nuestros propios sabios". Pocos días antes, el 19 de abril, había fallecido Darwin en su residencia campestre de Down, condado de Surrey, Inglaterra, a los 73 años.

Darwin estudió en Cambridge y en Edimburgo. En 1831, a los 22 años se enrola como naturalista en la expedición del Capitán Fitz Roy que a bordo del "Beagle" recorrió América del Sur y las islas del Pacífico. Cinco años duró este viaje, en cuyo transcur­so Darwin anotó un caudal enorme de observaciones, base indudable de su obra gigantesca. Entre 1840/43 apare­cieron sus notas de viaje, "Zoología del viaje del Beagle" y su magistral libro-diario "Viaje de un naturalista alrede­dor del mundo". La versión para Ar­gentina, dirigida por Joaquín Gil en 1942, es la que tenemos en nuestra mesa de trabajo.

El diccionario Enciclopédico Plane­ta nos dice que "en 1859 Darwin publi­có su afamado libro "El origen de las especies", cuya trascendencia tuvo la virtud de modificar, prácticamente en forma absoluta, los conceptos biológicos de su época. En posteriores trabajos Darwin profundiza sus tesis.

Así, en 1860 define su célebre teoría sobre la descendencia humana, verbi­gracia, el hombre, el homo sapiens, descendiendo del mono (primate, an­tropológicamente hablando).

DARWIN CON NOSOTROS Y bien. Entre septiembre y no­viembre de 1833, el naturalista y entretenido narrador inglés reco­rrió Santa Fe, Paraná, en fin, estu­vo muy cerca de nosotros. En el Capítulo VII de su celebérrimo "Viaje...", páginas 163/181, narra sus impresiones de forma tal que nos pareció cultural e históricamente importante exhumarlas en lo per­tinente. Será tal cual, reales y amenas, están dichas en su libro por Charles Darwin. Nos parece que será como agasajar a nuestros lectores.

“Cruzamos el Paraná para dirigirnos a Santa Fe Bajada, ciudad situada en la orilla opuesta (Paraná). El paso del río nos ocupa algunas horas, porque éste está constituido aquí por un laberinto de pequeños brazos separados por islas bajas cubiertas de bosque. Llevaba conmigo una carta de recomendación para un anciano español, un catalán, que me recibe del modo más hospitalario. Bajada es la capital de Entre Ríos. En 1825 tenía la ciudad 6.000 habitantes y la provincia 30.000. No obstante, a pesar del pequeño número de sus habitantes, ninguna provincia ha sufrido revoluciones más sangrientas. Hay aquí diputados, ministros, un ejército permanente y gobernadores; nada tiene, pues, de asombroso que haya revoluciones. ESTA PROVINCIA LLEGARA A SER SEGURAMENTE UNO DE LOS PAÍSES MÁS RICOS DEL PLATA. El suelo es fértil y la forma casi insular de Entre Ríos le proporciona dos grandes líneas de comunicación: el Paraná y el Uruguay”

LOS EXVOTOS, NACIDOS DE LA FE

Nati Sarrot

Fruto de una necesidad de recono­cimiento por una gracia recibida, el exvoto es una ofrenda del cre­yente, al ser superior que le ha hecho realidad el motivo de su pe­dido; creencia que hallamos en testimonios hasta en la prehis­toria.

El exvoto no es un fetiche, no está pensado, ni sirve para modificar el poder de la divinidad, pues no se cree origen de efectos sobrenaturales de nin­gún tipo; simplemente es una creación material de agradecimiento, manifestación y reflejo del arte popular religioso que tiene raíz en la fe.

Según la gracia pedida que puede ser la cura­ción de un mal de una persona, de un animal querido, salvar de la peste un cultivo, la suerte de un soldado, etc. el que la solicita pone a los pies de la imagen, o cuelga de ella, un objeto que materia­liza su agradecimiento porque "su pedido" ha sido oído.

La fabricación del objeto acude a los materiales más diversos: madera, hueso, tela, cartón, metales, marfil, etc. Y se nos revelan desde formas sencillas y primitivas, hasta complicadas y acabadas piezas de alto valor artístico. Hay veces son adquiridas en comercios y otras fabricadas por el mismo promesante.

Los más comunes y abundantes exvotos son pie­zas de metal, desde la chapa de lata a las de plata y oro con la figura del riñón, corazón, pierna, brazo, cabeza humana, siluetas de animales, vegetales, casas, etc. todo depende de la gracia pedida y obtenida.

Esta expresión de fe deja hasta el presente, muchos ejemplos en nuestra zona. En los hogares se tenían imágenes que se iban heredando, sumada la riqueza de los ganados exvotos y la trasmisión oral de la causa de cada ofrenda.

Los templos, santuarios, etc. engrosaban la co­lección de piezas.

Precisamente nos impresionaban, en la Basíli­ca de la Virgen de Lujan, paredes recubiertas de ex­votos de los más variados elementos, formas y calidad. Por esa acumulación de años, desde el 11 de agosto de 1979 se halla abierto al público (junto al Templo) el Museo de Arte Devocional donde se exhiben, clasificados en consideración a distintos ítems, los objetos que el agradecimiento de los cre­yentes ha dedicado.

Santa Clara, receptora de gratitud: La imagen que se levanta en la calle central del Cementerio del Norte recibe el agradecimiento de quienes creen, ella ha intercedi­do por sus ruegos.

Un tiempo dedicado a leer la enorme cantidad de plaquitas en distinto material y variada factura, es acercarse a tanta manifestación de fe, conociendo una expresión de nuestra cultura.

EL SAN ANTONIO DE DON FERNANDO VELA 

Nati Sarrot 

La imagen de San Antonio de Padua que se encuentra en el Museo del Instituto Magnasco es de madera de 19 cm. de alto, bajo fanal de cristal. El Niño que el santo sostiene, es de plata.

Fue traída por el Teniente Fernando Vela, uno de los primeros pobladores afincados en nuestra zona de Gualeguaychú. Donada para su "custodia y guarda", se entregó a Matilde Machao, en ejercicio de la presidencia del Magnasco en octubre de 1972, por parte de los descendientes de Don Fernando.

Según trasmisión oral, el Niño fue agregado a la imagen en agradecimiento por la curación del pequeño Sixto Vela, enfermo de gravedad, en el campo. De ahí que Santo y Niño correspondan a diferente factura y época.

Don Sixto Vela, hijo de Balvino, nieto de Bernabé y bisnieto de Fernando Vela, fue hombre de amplia activi­dad en la vida de las instituciones de Gualeguaychú.

En 1826 D. Fernando Vela, quien llegó de España trayendo el San Antonio de Padua, declara tener campos en Pehuajó y casa en la planta de la Villa, al formular su testamento.

- Referencias: Historia de Entre Ríos. C. B. Pérez Colman. Cap. XIII. T II. Testamento de Fernando Vela. Reg. de la Prop. Gchú. T. I. Investigación de Andrea Sameghini. Imagen de San Antonio de Padua existente en el Instituto Magnasco de Gchú.

… CAYÓ EL CAROLINO!

".. .Sábado 22 de noviembre de 1952. Son las seis de la tarde de un hermoso día de primavera. El sol está a punto de ponerse. No hay la más leve brisa. Ni una hoja se mueve en los árboles bien verdes e inmóviles, como petrificados en la tibia calma del crepúsculo. El agua del arroyo, sobre la que pasan volando al ras las golondrinas, está tranquila, tan tranquila que el monte de la costa de enfrente se refleja invertido en su superficie. Cantan los zorzales. Una ban­dada de chororóes cruza, chillando, hacia el estero. Una sensación de placidez inefable invade todo el paisaje. Estoy sentado fumando en la galería de la casilla de madera que tengo al lado de mi casa. Habíamos ocupado toda la semana en multitud de trabajos en la plantación y, precisamente ese sábado, temprano, terminamos. De pron­to, en medio de la serenidad verdaderamente beatífica de la tarde, siento un crujido muy fuerte, luego otro más intenso y prolongado, seguido del estrépito tremendo de algo abatiéndose contra el suelo, el que se debe haber sentido a mucha distancia. Todo a no más de ochenta metros de donde me encuentro. Me levanto ansioso presin­tiendo la catástrofe. Ese ruido no podía haber sido de otra cosa. Corro hacia allá, dado que la cortina de los árboles me impide apreciar lo que deseo requerir alarmado. En seguida veo el claro de su gran copa que no se encuentra más ocupando el lugar que tenía en el conjunto de la arboleda. Ya estoy seguro de que la causa del ruido ha sido ésa. Me acerco y veo sus enormes raíces levantadas al aire con un block de tierra sobre la costa, el gigantesco tronco tumbado en el agua con sus hojas verdes llegando casi hasta la mitad del arroyo.

¡Se cayó el carolino!" 

(De Lobodón Garra: "RÍO ABAJO -El drama de los montes y los esteros de las Islas del Ibicuy" -Final de su relato Historia del viejo Carolino; pág. 67)

Túpac Amaru

Traigan los cuatro potros y la perra que lamerá su sangre, los violentos potros que partirán los elementos originales que su pecho encierra.

Átenlos los rumbos de la tierra, a la rosa fragante de los vientos; al agua, al fuego, al atoe con tos tientos más fuertes del dolor y de la guerra.

Átenlos a esta cruz americana que es también cruz de amor, viva

madera, justo verbo de pie que piensa y siente;

átenlos a la vida, a la mañana,

a los dioses que empuñan su bandera...

¡que hay que descoyuntar un

Continente! 

Osvaldo Guglielmino 

EDICIÓN IMPRESAINVESTIGACIÓN Y TEXTOS: ANDREA SAMEGHINI NATI SARROTJEFE DE REDACCIÓN: MARCO AURELIO RODRÍGUEZ OTEROCOLUMNISTAS: CARLOS M. CASTIGLIONE - AURELIO GÓMEZ HERNÁNDEZ -DISEÑOS DEL SUPLEMENTO DE LA ÚLTIMA PÁGINA Y ROSTRO DE JUAN PABLO DOMINGO: RAÚL A. SARROT
TRANSCRIPCIÓN Y ACTUALIZACIÓN Silvia RAZZETTO DE BROGGI – DISEÑO Y DESARROLLO WEB: PATRICIO ALVAREZ DANERI
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