Cuaderno Nº 45
Índice Temático
GUALEGUAYCHÚ, Domingo 7 de agosto de 1994 CVADERNOS DE GUALEGUAYCHÚ Nº 45
CUANDO LA T.V. LLEGÓ A GUALEGUAYCHÚ EXPLOTÓ UN PINTORESQUISMO FELLINESCO- De chiquilín te miraba de afuera- Philips no cedía- Llegan otros más- Una cuestión de imagen- De Londres a Evita- Apostillas y eso…NYDA CUNIBERTI.- Julio César (Nyda Cuniberti) REFRANERO EN GUALEGUAYCHÚADIVINA ADIVINADOR (Conde de Gená)EL BARCO DE LA BOTELLA ( Gustavo García Saraví)LOS HABITANTES DE LA MANSIÓN IV- Conversación con Juan Pablo Domingo- Entre Letras y Pinturas- El mueble ese desconocido
CUANDO LA T.V. LLEGÓ A GUALEGUAYCHÚ EXPLOTÓ UN PINTORESQUISMO FELLINESCO
Fabián Magnotta
Hace más de cuatro décadas llegó a Gualeguaychú el primer televisor. Esto marcaría el punto inicial de un camino que se iría enriqueciendo, acaso multiplicando en forma revolucionaria.
La imagen no era nítida, los aparatos eran muy caros, la gente se agolpaba frente a los pocos televisores existentes cuando arribó "la magia", cuando pudo verse por vez primera aquí una de las más felices creaciones de la inagotable mente humana. Surgieron entonces historias que de tan pintorescas suenan increíbles.
Cómo eran los primeros receptores de TV, la historia del primer canal, los problemas de antena, la conmoción social, son los temas que presenta hoy CUADERNOS con la intención de rescatar un hecho cuya importancia, sin dudas, se acrecentará con los años.
Era un Admiral de diecisiete pulgadas, de 43 cm. de pantalla en diagonal y funcionaba con corriente alterna. Era un aparato fabricado en Norteamérica y adquirido en Buenos Aires por el inquieto Armando Mettler en algo más de nueve mil pesos.
Mettler había comenzado a los catorce años a estudiar electrónica, disciplina que más que un oficio sería una pasión. Viajó en 1953 a Buenos Aires para darse uno de los gustos de su vida: tener el primer televisor en Gualeguaychú que con el puerto y el frigorífico en su esplendor, empezaba a transitar la segunda mitad del siglo.
Mettler ya había instalado un taller de electrónica y realizado cursos sobre televisión, hecho éste que también lo decidió a comprar el aparato que lograría ser histórico.
Lo mostró primero a familiares y amigos en su casa, ubicada en calle Perú (actual Camila Nievas), casi Urquiza. Allí, a Perú 8, arribaba la gente con admiración.
- ¿Eso es un televisor?- preguntó más de uno con mezcla de sorpresa y desencanto, porque hasta entonces las únicas imágenes en movimiento en una pantalla las había traído el cine.
El aparato -con su magia incorporada- era encendido sólo por las noches por una razón contundente: el único canal que funcionaba era el 7, que transmitía entre las 19 y las 24. Mirar televisión, por lo tanto, estaba reservado en Gualeguaychú a una sola casa, en horario limitado y a un solo canal. El selector cumplía una función sumamente descansada.
Cuando llegaba el otoño de 1953, Armando Mettler se decidió a mostrar la "gran novedad" a la ciudad y en un artículo aparecido en EL ARGENTINO, invitaba a quienes desearan hacerlo a observar el Admiral.
Lo mismo hacían en esa época don Carlos Germano en Gualeguay y el señor Holtzman en Concepción del Uruguay. A las tierras de Ramírez y Urquiza las novedades porteñas comenzaban a arribar en modo diferente.
“Lo que puede el tesón de un hombre de trabajo. Televisión en esta ciudad”, titulaba EL ARGENTINO del jueves 30 de abril de 1953.
En el artículo, principal noticia local de ese día, se recordaba que Mettler había realizado previamente pruebas con una antena instalada en el Aero Club.
En los días siguientes, aparecieron en el mismo diario dos avisos en la segunda página. El primero, a dos columnas, decía "Televisión", con signos de admiración, e invitaba a presenciar cualquier programa todos los días de 21 a 24 en el domicilio de Perú 8.
En el segundo recuadro publicitario, ubicado debajo y a igual tamaño, Mettler ofrecía la venta, instalación de antena y todo lo necesario para el funcionamiento del aparato, trabajo que costaba en total 13 mil pesos. Como para tener una idea de la cifra, diremos que en los mismos diarios se ofertaba, por ejemplo, un buen sobretodo a 480 pesos, un tapado de piel a 540 y una moderna radio a 590.
La invitación de Mettler tuvo más éxito que si hubiera exhibido un plato volador: la gente se agolpaba sin cesar en la casa céntrica, porque a pocos metros de la esquina de Urquiza podía verse "la maravilla".
"Se veía muy poco, la verdad que se veía muy poco. Yo había hecho una antena de unos 15 metros, con una estructura de madera y armada con caños. Porque, lógicamente, no había antenas en venta en Gualeguaychú: había que fabricarla. En consecuencia, la calidad de la imagen dependía de la humedad, del viento, de una serie de factores que uno no podía manejar. Pero igualmente, ver el televisor era una sensación que nadie quería perderse", cuenta Mettler.
Quizás la mayor convocatoria se registró cuando jugaron un partido de fútbol, en directo, argentinos e ingleses, jornada que quedaría en los libros del popular deporte por un golazo de Grillo. Fue tanta la gente en la vereda y la calle que Mettler debió dar vuelta el aparato, de modo que mirara hacia afuera y hasta se interrumpió el tránsito...
"Con los primeros partidos, me di cuenta de que a los fanáticos del fútbol no les convencía mucho el relato de la televisión. Acostumbrados a la radio, les parecía muy lento, por lo que me pedían que bajara el volumen y dejara la imagen, a pesar de que a veces no se veía nada pero sí se escuchaba'', recuerda.
PHILIPS NO CEDÍA
En ese tiempo, no había televisores en venta en Gualeguaychú.
"Lo que pasa -explica Alberto Van den Dooren, que poseía una casa renombrada- es que las grandes marcas se negaban a darme televisores para la venta, sencillamente porque como a más de sesenta kilómetros de Buenos Aires no se veía bien, les iba a desmerecer el prestigio".
"Yo insistía en Buenos Aires, pero la gente de Philips no quería. Me decían que Gualeguaychú estaba a 165 kilómetros en línea recta y no se vería como ellos pretendían. Cuando trajimos los primeros aparatos, nos dimos cuenta de que tenían mucha razón. … El primer televisor que traje fue un Admiral. Philips empezó a entregar varios años más tarde… y después sí, trajimos RCA Víctor, Philco y los Noblex, aparatos estos que armaban en la Argentina. Eran todos de 220, corriente alterna, y funcionaba mejor el sonido que la imagen", indica.
En el local de 25 de Mayo y España, cuando transcurría la década del 50, don Alberto Van den Dooren colocaba un televisor en una mesada, apuntando a la vidriera, como un atractivo especial que no conocería el fracaso.
"Se veía tan poco, que nosotros, dentro del local mirábamos a través de lo que se reflejaba en la vidriera, porque de ese modo se eliminaban imperfecciones. La gente pensaba que estábamos mal de la cabeza, porque creían que mirábamos hacia la calle, pero en realidad estábamos mirando televisión (…) El gran problema era la antena para una imagen óptima, lo ideal era una antena de 140 metros. La gente probaba de distintas formas, algunos la hacían direccional porque así podían recibir la imagen desde Rosario, otros colocaban un amplificador de antena, pero los resultados eran relativos. Siempre dependíamos del humor del clima y del viento..."
LLEGAN OTROS MÁS
Así, con los meses y los años, se agregaron otros aparatos al que había traído Mettler. El Sanatorio Gualeguaychú, la Confitería París, el señor José Manuel Rizzo, las señoritas Altuna, que tenían una fábrica de dulce de leche en Avenida Del Valle... Y comercios como el de Van den Dooren, Casa Betolaza o La Mascota, se vieron precisados a incorporar la novedad.
Las primeras familias que tenían televisor, invitaban generalmente a los vecinos a compartir los programas importantes. "Nos reuníamos por lo menos treinta personas a mirar la novela", dice un hombre que ya pasó los setenta.
"Se vendían bien, aunque a veces no se veía nada. Los primeros fueron comprados por la gente más pudiente, porque eran caros y no se daban a crédito", manifiesta Van den Dooren, que por otra parte apunta que el de la antena era el problema principal, pero no el único.
"El otro problema era el del servicio técnico. Había que cargar dos o tres televisores y viajar a Buenos Aires, cuando no estaban los puentes sino las balsas. Lo curioso, o no tan curioso, es que en Buenos Aires los aparatos funcionaban bien. En Gualeguaychú, si tenían un problema pequeño dejaban de funcionar, pero en Buenos Aires andaban normalmente...", rememora.
Inconvenientes de antena, falta de services, precio alto, imagen diluida... En ese panorama se inscribe la historia de la llegada de la televisión a Gualeguaychú.
¿Quién podría resistirse desde entonces a enamorarse de una mirada en la pantalla? ¿Quién podría evitar gritar un gol, envidiar la corbata al simpático animador o el peinado de la primera actriz?
Quizás se asombren los más jóvenes que hoy juegan con el control remoto por treinta canales; acaso se rían otros pensando qué lejos estamos de aquel tiempo; pero seguramente también sonreirán con nostalgia quienes vivieron la sabrosa sensación de mirar una novela o un partido en grupo en la casa de un vecino, cuando tener un televisor era poco menos que un privilegio reservado para reyes.
UNA CUESTIÓN DE IMAGEN
Los primeros televisores llegaron a Gualeguaychú en la década del cincuenta, pero para que la imagen fuera nítida, deberían pasar muchos años más.
"En los primeros tiempos, era más lo que uno imaginaba que lo que en realidad veía: rayas y más rayas, y con mucha suerte, sombras...", recuerdan los memoriosos.
El principal problema que debió enfrentar Gualeguaychú no se relacionó con la calidad de los aparatos que llegaron, sino con la distancia existente desde Buenos Aires.
De allí que el gran desafío durante años -mientras se aguardaban jornadas de humedad favorable- fue el de encontrar la antena "ideal".
En 1963 se producen dos hechos importantes.
Casualmente, nacen con pocos meses de diferencia la antena comunitaria del señor Armando Mettler -primer antecedente de la TV por cable-y el Canal 12 de Fray Bentos.
"Río Uruguay TV", con informativos, novelas, series, interesantes películas, partidos de fútbol en directo y su legendaria música de cierre, de la mano del activo y entrañable Jorge González llenó una necesidad: en innumerables jornadas fue la opción exclusiva. Además, como se sabía de la vasta audiencia que existía en Gualeguaychú, los vecinos fraybentinos emitían programas que, cruzando el río, traían imágenes de Gualeguaychú, esto es paisajes, gente y avisos comerciales.
Entonces ya había cuatro canales en Buenos Aires y a veces se veían uno o dos "clarito", como decía el habitante de esta ciudad con cierta jactancia, pero no existía ninguna seguridad. Para ser más precisos, diremos que tener un televisor no era garantía de ver televisión, exceptuando Canal 12.
No extraña, que más de un vecino haya recurrido a antenas giratorias y hasta a una de fabricación casera, con elementos tan comunes como una papa y dos agujas de tejer, "invento" de autor desconocido que se trasmitió de boca en boca, de casa en casa y llegaría a ser tan pintoresca como inolvidable.
Pasaron ese tipo de pruebas y otras iniciativas de Mettler, pero la imagen nítida para todos los canales se haría rogar.
A fines de la década del 70, pasado el Mundial 78, arriban los primeros televisores a color, hecho que en menor medida repetiría el fenómeno social de los primeros en blanco y negro en cuanto al número de aparatos, la expectativa y la curiosidad. Poco más tarde, los videos, el control remoto y la consolidación de la T.V. por cable enviarían a los polvorientos baúles de la historia las jornadas de pantallas llenas de imperfecciones. Esto, claro está, para desgracia de cines, teatros y libros y para la muy necesaria conversación familiar.
DE LONDRES A EVITA
En Londres, el 27 de enero de 1926, Juan L. Baird logra lo que se considera el inicio de las transmisiones por televisión, ese aparato que se reproduciría en millones y se convertiría en una de las principales "estrellas" del siglo.
Mundiales de fútbol, la llegada del hombre a la luna, mensajes del Papa, guerras, atentados, casamientos de famosos, preocupantes comunicados militares llegarían en directo, al instante, gracias al genial invento.
En América Latina, se toma el año 1950 como el de la llegada de la televisión. Veintiocho años antes se habían conocido en estas tierras las primeras radios.
En la Argentina, más allá de que se hayan realizado algunos intentos muy aislados, la fecha que indica el inicio de la televisión es una muy ligada a la historia argentina: 17 de octubre de 1951.
Entonces gobernaba Juan Domingo Perón, y tras intensas como tozudas gestiones de don Jaime Yankelevich, se trajo la televisión. No más de doscientos televisores en Buenos Aires vieron, primero, la señal de LR3 TV Radio Belgrano (Canal 7) y luego la imagen de Eva Perón, en lo que sería el último 17 de Evita.
Cinco años más tarde, los aparatos de televisión en el país ya eran setenta mil, y en 1959 -según estimaciones de la Cámara Argentina de Televisión- sumaban 280 mil.
En 1961, nacen los canales 9, 11 y 13.
Con los años, las ciudades se poblarían de antenas y luego de cables, sistema que hoy va en camino de ser reemplazado por la televisión codificada.
Como un dato complementario, podemos decir que diez años después de la llegada del primer televisor a Gualeguaychú, la antena comunitaria del señor Mettler tenía cuatrocientos abonados. En 1962 se emitió en circuito cerrado... y esta es otra historia.
En esta ciudad, en pleno 1994 encontrar una de las más de veinte mil viviendas sin un aparato de TV, sería un curioso hallazgo.
APOSTILLAS Y ESO...
• Nos entregó su nota Fabián, delegándonos el título. Fue inmediato el acceso a la memoria del gran Federico Fellini y su inolvidable film Amarcord. Los pintorescos costumbrismos del pequeño pueblo o de una determinada comunidad de cuerpos y almas.
• Entonces nos surgieron acotaciones como... la criada que le dice a los chicos: la señora no quiere que se acerquen tanto, por los rayos "católicos" (sic).
• ¿Y el papel celofán azul sobre la pantalla? Y sí, para ahuyentar las cotorritas en el verano y a la vez "se ve mucho más clarito!",
• Las tías prendían el televisor un rato antes... "para que se calentara!".
• Imposible seguir capítulo a capítulo las entregas seriadas. Dependía de la humedad (a favor) y del maldito viento (en contra),
• La doña chistaba seguido. ¡Bueno, basta! ... ¿a cuánto se va a ir la cuenta de luz?.
• El 18 de octubre de 1951 encuestaron a 350 poseedores de televisores en Buenos Aires. Uno contestó: Y… tengo que ver… si es demasiado … no lo prendo más… porque no se trata de tirar la plata en porquerías...
• Los competitivos de Gualeguaychú iban a Concepción del Uruguay y le decían a sus parientes: Allá se ve… que es una plata!.
• Observó Samuelito Yankelevich a "Clarín" el 17 de octubre de 1976 .. Cuando apareció Eva Perón en el palco, con su visón, pusimos el zoom y pudimos ver su rostro muy demacrado y a dos personas que la sostenían con las manos debajo de sus axilas...
MARCO AURELIO ‘94
NYDA CUNIBERTI
En oportunidad de la presentación en Gualeguaychú del libro de Manuel Augusto Domínguez, "Fray Mocho en San Telmo", editado por la Academia Porteña del Lunfardo, acontecer que tuvo como sede al Instituto Magnasco, la disertación del caso estuvo a cargo de NYDA UNIBERTI.
Integrante de la Academia, Nyda Cuniberti es autora del libro "Embrocando el pasado", poemas lunfardos, precisamente, que ella escribió en Washington, donde residió acompañando a su esposo, el doctor Enrique Abal, cuando éste se desempeñaba como Director de Informaciones de la OEA.
Escogimos hoy para CUADERNOS uno de esos hermosos poemas.
JULIO CESAR
¿Qué otro bacán se te igualó en la vida,
varón de rango y de linaje puro?
Pretexta y togas hechas de medida,
la guita en grande y el morfar seguro.
No hubo guerra que dieras por perdida
y pusiste a mil grelas en apuro;
la gloria te cayó como llovida
o como cae un níspero maduro.
Oh, César, hasta ayer casi divino,
de los idus de marzo te advirtieron
pero el consejo te importó un pepino.
Y aunque fuiste el mejor en el combate
y las minas jamás te resistieron,
lo mismo te la dieron por el mate.
NYDA CUNIBERTI
REFRANERO DE GUALEGUAYCHÚ
PRIMERA SERIE, ANTES DE 1850 "Amor de niño, agua en cestillo"
SBARBI, J. M. por Amor. Amor de niña, agua en cestilla. Manifiesta la poca duración que suele tener el cariño de los niños, comparándolo con la insubsistencia del agua que se vertiera en un cesto. El diccionario de la Real Academia Española dice: Refrán que denota la poca confianza que se debe tener en el amor de los niños.
MARTÍNEZ KLEISER - Ideología: Amor inconstante.
ADIVINA ADIVINADOR
De las adivinanzas recopiladas por Cármelo Romero (Conde de Gená) y Encuesta de Folklore de 1921, realizada ésta por maestros de Escuelas Láinez, hoy extraemos estas:
35) Una señorita muy aseñorada siempre está en su casa y siempre está mojada.
38) De la mar salió mi nombre y tan desgraciado fue que huyendo de mi desgracia en una garita di.
40) En un monte espeso, hay un solo pescuezo.
35) La lengua / 38)La margarita / 40) El mate.
EL BARCO DE LA BOTELLA
¿Quién te quitó la luz y la hermosura,
la arena, los alisios, la gaviota,
quién limitó en el vidrio tu derrota
de brújula sin costas ni aventura'?
¿Quién te puso en un mar de miniatura
-botella el puerto y la esperanza rota-
quién cree que gira tu timón, que flota
tu casco de juguete, varadura
de la ilusión, goleta aprisionada?
¿Quién te robó los mástiles, la brisa,
la bandera de yodo, levantada?
Dolida calma, vendaval inerte.
Tu capitán fue un héroe de ceniza.
Y tu vida una imagen de la muerte.
GUSTAVO GARCÍA SARAVI
TRANSCRIPCIÓN Y ACTUALIZACIÓN Silvia RAZZETTO DE BROGGI – DISEÑO Y DESARROLLO WEB: PATRICIO ALVAREZ DANERI
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