El Fuego; y desde él, la humanidad comienza a liberarse del horario inapelable que le marcaba la naturaleza en cuanto al tiempo de luz y oscuridad.
Sin embargo, hasta la Edad Media el hombre depende de la claridad solar y el fulgor de la luna para ordenar el desarrollo de su actividad.
Ciertos materiales se suman al fuego mejorándolo desde la tea como medio de iluminación. Trapos retorcidos empapados en grasa o aceite fueron las primeras mechas que, ubicadas en distintos recipientes, constituyeron los elementales candiles, no tan lejanos por cierto, como para que no anden en la memoria de algún lector de CUADERNOS; una lata con grasa en la que se ponía un trapo aglutinado con ella y retorcido hasta formar un vértice que se encendía.
LAS VELAS... ¡QUÉ ADELANTO!
Fueron fabricadas con ceras por los árabes y traídas a Europa por los inquietos venecianos hacia el Siglo VII. Inglaterra las usó desde el XII y Francia hacia el XIV.
Se implementa la fabricación de velas; industria que tuvo su apogeo por 1750.
El uso de tan vital invento da alas a la creación de artefactos que van desde el más modesto candelero o candelabro, hechos en diferentes materiales y formas, con brazos y pies de múltiples líneas, bellas y elegantes.
Si se estima la fácil movilidad que permitía llevar la luz hacia el lugar necesario es como para considerar a la vela un invento determinante en el curso de la vida del hombre.
Se probaron nuevos elementos en la fabricación, desde la cera, parafina, estearina etc. hasta comprobar que el esperma de ballena daba combustión sin provocar humo ni olor.
En 1778 Vértiz instaló en las calles de Buenos Aires, pocos candiles alimentados con grasa de potro o bagual. Así también se ilumina el teatro La Ranchería. Se reservaba para las funciones muy importantes o "de gala", el encender velas, de ahí la connotación del término "velada". (1) La cantidad de velas encendidas de las arañas, fue acorde a la importancia del acto que se iluminaba. Por ello se decía "el teatro estaba a toda vela".
BUENOS AIRES IMPORTA VELAS
Llama la atención que con la abundancia de elementos para su fabricación, la mayoría de las velas que se usaban aquí, provenía de Europa. Según las crónicas, el sebo daba más ganancia empleándolo en la fabricación de jabón.
Aún vemos, como piezas de museo, los tubos de latón de distinto largo y grosor unidos en grupos de dos o más, con que se preparaban velas caseras. (2) El pabilo pasado a lo largo de cada cilindro que, invertido (con su extremo cónico hacia abajo), se llenaba con la cera o sebo derretidos. Una vez fríos, se tiraba de la parte inferior del pabilo y ya estaban cumplidos los pasos de la industria que proveía a la casa de luz o iluminaba la imagen religiosa a quien se pedía o agradecía algún favor.
LA LÁMPARA DE ACEITE, EL QUINQUÉ
Quinquet en 1775 mejora la lámpara de aceite colocándole además del recipiente del combustible un tubo de vidrio que amparaba la mecha encendida de los soplos de aire. (De ahí el nombre de Quinqué que se da a ciertas lámparas).
Más tarde Argand y Carcel crean un dispositivo para bajar y subir la mecha a voluntad. El quinqué será una luminaria de interior cuyo precio lo priva de su uso en las familias de limitados recursos.
LA LUZ NUESTRA DE CADA DÍA
Al principio Gualeguaychú se iluminó con candiles y luego faroles en sus calles, alimentados con aceite de potro. La autoridad del pueblo determinaba el circuito a alumbrar, al igual que las plazas.
En Buenos Aires se amplía la red de faroles también con aquel combustible de origen animal hasta que el 25 de Mayo de 1823, con un generador elemental, se prenden en los cuatro vértices de la verja que rodea a la histórica pirámide sendas farolas a gas.
Esta experiencia toma cuerpo recién en 1853 con la Ley de alumbrado público y en 1855 funcionan 500 faroles en la planta urbana. El 25 de Mayo de 1856, la luz de gas alumbra como celebración, el edificio del Cabildo y la Recova. Los acontecimientos políticos que separan a Buenos Aires de la Confederación adormecen la marcha de poner claridad en las calles, comercios y domicilios, hecho que también entorpece el precio del carbón de piedra importado desde Europa.
Hacia 1870 vuelve a tomar bríos y nuestra ciudad también se organiza para alumbrar sus calles, no con gas, pero sí agregando a los faroles a aceite de potro, otros a queroseno (kerosene) combustible que se importa también en latas de 20 litros (5 galones) desde Estados Unidos.
Tenemos la llamada a concurso que hace la Corporación Municipal en enero de 1875 para renovar la concesión del Servicio de Alumbrado de las calles con aparatos de los dos tipos, para extenderlo, agregar nuevos o arreglar los ya existentes.
La licitación es ganada por Don Bernardo Echivert (Echevent) francés hojalatero que se compromete a hacer 100 faroles nuevos y sus soportes según modelo municipal, arreglar los deteriorados y atender el servicio de prenderlos en las noches sin luna.
Los faroleros, encenderán todos en una hora al ponerse el sol y cuidarán que sirvan hasta las 3 de la madrugada, no menos. Los días al mes no pasarán de 17 y se llevará anotación de ello y de cuántos funcionaron de cada combustible (a grasa o queroseno).
El Acuerdo se firma el 15 de febrero de 1875. Por la Municipalidad Clemente Basavilbaso, Intendente y Donato Valdés, Secretario Interino, por el prestador el mismo Bernardo Echivert.
No pasaron 20 años desde aquel acuerdo para la luz a queroseno y Gualeguaychú se inquieta.
Toda la población habla de la instalación en suburbio noreste, de la Usina del Gas. Qué honor para la zona del Barrio Franco que recién nacía, ser elegida para originar un elemento soñado, porque había quejas de que la luz de las calles era muy pobre. Corre 1893.
La próspera ciudad del litoral se vestirá muy pronto con la luz azulada de los picos de gas.
El edificio está casi concluido, a la chimenea sólo le falta el bonete. Han levantado un tanque para el gasómetro. La maquinaria ha llegado de Francia con un gran cargamento de carbón de piedra para la fábrica de gas.
El 24 de enero de 1894 se programa inaugurar el Servicio; la red de cañerías recorre la zona empedrada de la ciudad de Gualeguaychú. El gas primeramente surtirá los faroles callejeros, luego irá al interior de las casas. (Ver plano de la ciudad)
¿QUIÉN ATENDERÁ EL SERVICIO? ¿CÓMO SE PAGARÁ?
El Banco Territorial de Gualeguaychú, cuyo representante es Alfredo Elías, es el concesionario que explotará el servicio de alumbrado.
La Municipalidad regla la explotación y fija los costos para los vecinos con frente a las calles estimados por la luz y la limpieza.
Hay 18.900 metros edificados, los que a razón de 6 ctvs el metro, abonarán el servicio y 15.700 no edificados cuyos dueños pagarán 4 ctvs por metro. Sumaban así 1.762 pesos; la Municipalidad deberá cubrir mensualmente 1.350 pesos para llegar a la suma establecida.
El Proyecto de Ordenanza está firmado por Francisco Campi como Presidente Municipal y J.M. Narbais como Secretario Interino.
EL CONCEJO DELIBERANTE EXTIENDE CONDICIONES
Se colocarán 350 columnas o brazos de hierro fundido, con sus correspondientes faroles. La iluminación se hará con carbón de primera calidad.
Los faroles deberán alumbrar desde el anochecer al amanecer, con fuerza de luz igual a la de Buenos Aires o sea de una potencia de 20 a 25 bujías cada pico.
La iluminación de la Casa Municipal estará a cargo de la Empresa. Hará igualmente el de las Plazas por donde pasen las cañerías en días de fiestas cívicas con 25% de descuento. Por cada farol apagado o con falta de luz se pagará multa de 2 pesos y por falta total de iluminación, 200 pesos cada noche.
Una vez instaladas las cañerías las calles deberán quedar en perfecto estado. Se fijan las cuadras a iluminar. El plano del área con cañerías para el gas de iluminación callejera, permite posteriormente el enganche domiciliario que se hace enseguida. Las Instituciones colocan farolas en sus frentes (Soc. Francesa, Unión y Benevolencia, Opera italiana, Argentinos y Orientales, Soc. Española, etc.).
El centro, 6 cuadras por 14 de Este a Oeste, coincide con el que hasta hace poco la ciudad mantenía y la 25 de Mayo expresa la realidad de calle más importante. La zona de EL PUERTO, con su actividad, exigía igual alumbrado hasta el Resguardo y su Paseo Público.
Ubicación farolas en Plaza Independencia (San Martín) y Plaza Libertad (Urquiza). De 10 a 11 de la noche se apagaban los cruceros, quedando encendidos solamente los cuatro extremos.
Seguramente había varios para poder encender en un término corto, de brazo a brazo y columna a columna, la llamita en cada pico o en cada mechero.
Hemos rescatado en el Censo de 1895, el nombre de Anacleto Sosa, 35 años, casado, entrerriano, de profesión FAROLERO, que sabe escribir. Lo acotamos como símbolo de un personaje que, farol en mano y escalera al hombro "hacía" la luz aunque ella fuera a servir más como punto de referencia que como alumbrado público propiamente dicho.
EL GAS, COMO EL HOMBRE, BUSCA LAS ALTURAS
El gas... ¿Qué es el gas? preguntan los vecinos. Al trabajo de instalación lo ha dirigido el ingeniero francés Víctor Russo que según dicen, entiende mucho de estas cosas pero nada de castellano.
- ¿Por qué Monsieur Russo usted ha elegido un lugar tan alejado para instalar la fábrica?
- Ah, mon ami, l' homme est comme le gaz que cherche toujours les hauteurs. Es cierto, el gas subirá hasta los picos para dar luz, sin humo, celeste y brillante.